Nota del bloguista de Baracutey Cubano
La Iglesia Católica NO es homófoba; rechaza el homosexualismo por consideralo un pecado ya que así aparece en el
corpus paulinus bíblico, pero no rechaza al homosexual, lo acoge como a todos los pecadores.
La Iglesia Católica no es misógina, aunque a las mujeres del orden consagrado no se les permita lcelebrar misa y, en esa celebración, consagrar las hostias. Espero que con el tiempo y la profundización del mensaje de Jesús ellas lo puedan hacer; sería más justo decir que la Iglesia Católica discrimina en algunos aspectos a la mujer.
Los casos de pederastía entre sus presbíteros son escandalosos porque lo hacen personas que por su labor y su, supuesta, cercanía a Dios no esperamos que hagan semejante horror, pero sus índices, rechazables en cualquier medida diferente de cero, no son escalofriantes respecto a los índices de cómo se manifiesta esa perversidad en la humanidad, perversidad que se ven en ciertos países como algo inherente a su cultura.
La Iglesia Católica ha estado conformada por hombres estrechamente vinculados a sus tiempos y circunstancias pero no son pocos los casos en que miembros de la vida consagrada ampararon y defendieron a los aborígenes y esclavos negros en los tiempos en que las matanzas, abusos y esclavización durante la conquista y colonización de territorios era algo terriblemente natural. Por otra parte, en otras ocasiones se torcieron los objetivos por los cuales se crearon determinadas estructuras; un ejemplo de ello fueron el sistema de las Encomiendas creado por los deseos de la Reina Isabel la Católica de evangelizar a los indios y la duda de si los negros eran seres humanos o no lo eran, duda que en algunos países se tardaron siglos en eliminar al admitir que eran seres humanos. Tampoco olvidemos que
los árabes esclavizaron a más europeos (sobre todo en los siglo XVI y XVII) que la cantidad de negros que los europeos compraron a los árabes en las costas de África y que eran cazados por los propios negros en el interior de África; aún hoy conocemos las sangrientas y multitudinarias matanzas étnicas entre diferentes étnias africanas; recordemos, por ejemplo, la
matanza en Ruanda de más de 800 000 personas en 1994 y sobre la cual el Presidente norteamericano Bill Clinton miró hacia el otro lado.
Aclaro que la palabra negro en esta nota no es peyorativa; yo soy un jabao cubano cuya ascendencia negra (entre otras) no quiero, ni puedo :-), ocultar.
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El último pecado de la iglesia católica cubana
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Luego de los leves minutos de gloria que le trajo el Papa Francisco, sobrevendrán las penas
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Por José Hugo Fernández
Septiembre 25, 2015
LA HABANA, Cuba – Jesucristo resucitó al tercer día, según la Biblia. La iglesia católica cubana necesitará mucho más de tres años, si es que consigue resucitar con la plenitud y el poder al que aspiran sus prelados y por el cual empeñan hoy el alma.
Luego de los leves minutos de gloria que le trajo el Papa Francisco, sobrevendrán las penas, dadas en el pugilato por recuperar viejas posesiones, no ya las materiales, que seguramente el régimen está dispuesto a devolverles como pago a los servicios que le ha prestado. En cambio, otro gallo va a cantar cuando pretenda recuperar espacios de influencia y de abierta incidencia en los asuntos públicos. Las dictaduras totalitarias no comparten el dominio y el control sobre las personas, sencillamente porque en ello radica la base de su poder.
No es algo que desconozcan los de Roma, claro está. Desde muy antaño datan sus lidias con reyes, emperadores y tiranos, sobre los cuales no pocas veces lograron flotar airosos, justo mediante recursos digamos diplomáticos que hoy el Papa Francisco ha demostrado emplear con maestría. Sin embargo, aun cuando disponga de todo el apoyo que estarían dispuestos a darle nuestros caciques, la iglesia católica cubana, representada, como es de ley, por sus más altos mandos, seguirá prescindiendo de lo esencial: la confianza del pueblo. Eso por no hablar de la fe, que entre nosotros era verde y se la comió una chiva roja.
Fe y confianza, dos atributos que no se compran en la farmacia, ni en ninguna otra parte. Hay que ganárselos. Y como tampoco el régimen cuenta con la fe y la confianza del pueblo, no va a poder cederle aunque sea un poco a la iglesia. Por otro lado, estamos lejos de aquellos tiempos en que la fe se conseguía a punta de espada y a fuego de arcabuz. Entonces para engrosar las filas de sus prosélitos, a los ilustres prelados les bastaba con bendecir las matanzas de indios y la esclavitud de los negros. Pero como hoy no los matan, salvo excepciones, sino que sólo los arrastran y les dan patadas, y ya que el
esclavismo se ha suavizado al incorporar el prefijo seudo, tampoco hay jugada por ahí.
(Cardenal Jaime Ortega)
Luego, para mal de males, no existe popularidad sin liderazgo. Y nada se parece menos a un líder que aquel que la iglesia católica tiene ahora como líder en Cuba. Por si no fuera suficiente la historia que le precede como abominable pelele de una dictadura atea, bastaría con ver las imágenes en que los camarógrafos (suspicaces que fueron) lo muestran mientras el Papa hablaba en La Habana, y él, baboseando, con el labio inferior colgante y los mofletes ampulosos, rosados, brillantes por el sudor al que no está acostumbrado, movía robóticamente la cabeza, en señal de aprobación, ante cada palabra.
En Cuba (y esto debiera saberlo el Arzobispo de La Habana) no es posible convocar ni a una mosca si no eres simpático, o atractivo, o envolvente, o si no ostentas por lo menos algún rasgo que llame la atención y te distinga a simple vista. Sea bueno o malo, lo que aquí no entra por los ojos no llega al corazón. No vale entre nosotros aquello de que es mejor ser rabo de león que cabeza de ratón. Aquí, si quieres ser líder, debes empezar por tener cabeza de león, aunque no lo seas.
Por supuesto que la falta de un líder convincente y capaz de aglutinar almas no es el único pecado que podemos achacarle a la iglesia católica cubana en los días que corren. Poniendo por delante nuestro respeto a los católicos honestos y a algunas de sus autoridades que se lo han ganado, hoy resulta imposible pasar por alto las desventajas competitivas (no sólo en Cuba, pero sobre todo) de una institución con estructura de mando antidemocrático, que además es homófoba, misógina y con escalofriantes índices de pederastia entre sus presbíteros.
Dentro de ese contexto, arrinconada por la falta de confianza y de fe entre sus potenciales feligreses, y dirigida por un líder en cuya credibilidad ni él mismo cree, el último pecado de la iglesia católica cubana muy bien podría radicar en el flaco favor que le está haciendo a Dios y a los virtuosos fieles que aún la siguen.
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