¿Y la educación y la salud pública?. Roberto Álvarez Quiñones. La vitrina sanitaria y educacional del castrismo existió, pero no fue autóctona, sino un castillo de naipes construido con dinero ajeno.
¿Y la educación y la salud pública?
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La vitrina sanitaria y educacional del castrismo existió, pero no fue autóctona, sino un castillo de naipes construido con dinero ajeno.
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Por Roberto Álvarez Quiñones
Los Ángeles
8 Sep 2015
Tras el reportaje El suplicio de cada inicio de curso: comprar un uniforme , publicado en DIARIO DE CUBA, parece oportuno echarle un vistazo al derrumbe de la espina dorsal de la propaganda castrista durante décadas: la educación y la salud pública como "obra genuina de la revolución".
Ambos servicios sociales, sin costo alguno para pacientes y educandos, conformaron la imagen más fuerte que Fidel Castro vendió al mundo entero en su afán de mostrar que Cuba gozaba de un sistema social superior al vigente en Latinoamérica y en todo Occidente.
Pero "para decir mentiras y comer pescado, hay que tener mucho cuidado", como reza el refrán español. Resulta que hoy los Castro ya no hablan de educación ni de salud pública, como no sea para decir que la exportación —léase explotación— de miles de médicos, enfermeros y técnicos de la salud es la mayor fuente de divisas del país.
El Gobierno ya no logra que las escuelas y las universidades funcionen adecuadamente. Faltan libros de texto, libretas, lápices, uniformes, materiales y equipos imprescindibles. Tampoco hay suficientes maestros y profesores calificados, ni programas de estudio de acorde con los nuevos tiempos de avances tecnológicos —revolucionarios de verdad— que en el orden educacional van marcando a su paso esta primera centuria del tercer milenio.
La calidad de la enseñanza cubana es mala por lo general. Y los edificios y muebles de las escuelas casi sueltan los pedazos por falta de mantenimiento. El presupuesto nacional para la educación ha sido reducido drásticamente. En fin, que el sistema de educación en Cuba prácticamente colapsó.
Se cierran hospitales
En el sector de la salud, la "revolución", en vez de aumentar el número de camas y de centros hospitalarios, y modernizarlos, como hacen todos los países, lo que hace es clausurarlos. Casi 60 hospitales han sido cerrados desde 2010. La nación ya perdió la cuarta parte de su capacidad de hospitalización.
Decenas de miles de empleados de la salud han sido despedidos. Los consultorios del médico de la familia se redujeron de 14.007 en 2006 a 11.486 en 2012, y luego han ido desapareciendo en la medida que aumenta la exportación de médicos.
Esclavos de bata blanca
Todavía algunos organismos internacionales se hacen eco de la propaganda castrista y afirman que Cuba es el país del mundo que cuenta con el mayor número de médicos por habitante. Falso. Casi la mitad de los 82.000 médicos cubanos graduados en la Isla (también se gradúan extranjeros) prestan servicio en 67 países, fundamentalmente en Venezuela (unos 28.000) y Brasil (11.487 en junio de este año). Algo increíble.
Son enviados por el régimen no por altruismo, sino para apropiarse del grueso del salario de dichos doctores en moneda convertible. Esos galenos son verdaderos esclavos de bata blanca en pleno siglo XXI.
Con tanta escasez de médicos en Cuba ha caído peligrosamente la atención primaria de la salud y en mayor grado la atención médica especializada. Muchas intervenciones quirúrgicas no se realizan por falta de cirujanos, o de lo necesario para operar.
Las entidades sanitarias globales aún deslumbradas por el castrismo tampoco dicen que de los 3.8 millones de viviendas que hay en la Isla el 29% de ellas carecen de abastecimiento de agua por acueducto y que el 61% no tiene desagüe hacia sistemas de alcantarillado; ni que las aguas albañales corren como riachuelos medievales por muchas calles de las ciudades.
La propia prensa oficial critica el estado calamitoso de los hospitales, en los que la falta de higiene es alarmante. Pululan las cucarachas y los mosquitos. Los pacientes tienen que llevar sus sábanas, almohadas, bombillos, y a veces hasta las jeringuillas, el yodo y el mercurocromo. Y la poca comida para los hospitalizados es intragable.
¿A qué se debe ese cataclismo sanitario y educacional de la "revolución"? La respuesta es simple: los sistemas de salud y de educación en Cuba eran financiados por la Unión Soviética y, cuando ese país se desintegró, arrastró consigo a los servicios sociales cubanos, pese al apuntalamiento que durante varios años han tenido con las subvenciones de Venezuela.
Ciertamente entre los años 60 y fines de los 80, según los estándares del Tercer Mundo, Cuba tuvo un alto nivel sanitario y educacional. Castro, en sus discursos grandilocuentes, hacía creer que el sistema económico "superior" existente en la Isla sustentaba aquellas prestaciones sociales.
Se ampliaron los servicios médicos gratuitos a la población, incluyendo zonas rurales, con una calidad aceptable internacionalmente y destacada en ciertos aspectos científicos. Se erigió una vasta red de escuelas a lo largo y ancho de la Isla, la cual elevó el "piso" educacional general y contribuyó a formar decenas de miles de profesionales universitarios.
Pero por los discursos del dictador nadie en el mundo, ni siquiera dentro de Isla, podía percatarse de que todo era postizo. El Comandante en Jefe se acreditaba los honores, pero era el tío Boris quien pagaba la cuenta, con subsidios que oscilaban entre $2.000 y $4.000 millones anuales. Fue cuando faltaron las subvenciones soviéticas que se evidenció la imposibilidad del castrismo de sufragar los gastos sociales de que tanto presumía.
De alguna manera los subsidios de Venezuela pudieron solventar parte de esos gastos sociales durante algunos años. Pero el deterioro incesante de la economía cubana ha venido ensanchando tanto el barril sin fondo en demanda de cash que los regalos chavistas se hicieron insuficientes. Para colmo el precio del petróleo se desplomó.
Éxodo imparable de maestros
La falta de recursos financieros externos para la educación generó otro factor que ha agravado seriamente el panorama. Debido al ínfimo salario que reciben los maestros (unos 20 dólares), estos abandonan la profesión para trabajar por cuenta propia, bien como "repasadores" (maestros privados), o para abrir una "paladar", etc. El Gobierno les aumentó algo el sueldo, pero dada la inflación desmesurada estos no alcanzan el poder adquisitivo equivalente al de 1989, antes de desintegrarse la URSS.
Lo cierto es que ya casi nadie quiere ser maestro en Cuba. El Gobierno informó que de 19.859 plazas disponibles nacionalmente en 2015 para cursar estudios pedagógicos, solo se matricularon 4.398 alumnos. O sea, 15.461 plazas (el 78%) se quedaron sin cubrir porque nadie se interesó por ellas.
La conclusión de todo esto es que los hermanos Castro y la Junta Militar que los sostiene en el poder engañaron al pueblo de Cuba y al mundo. La educación y la salud pública no constituyeron en verdad un "logro de la revolución". La improductiva economía centralmente planificada instaurada por el dueto Che Guevara-Fidel Castro nunca habría podido sustentar aquellos servicios porque sobrepasaban la precaria capacidad financiera del país.
Sin el dinero del Kremlin y los petrodólares bombeados desde Caracas no habrían funcionado ni medianamente los hospitales y las escuelas. El way of life de los cubanos habría retrocedido a la Edad Media, al borde de la hambruna y las epidemias cíclicas, dependiendo sobre todo de la ayuda humanitaria internacional.
Moraleja: la vitrina sanitaria y educacional del castrismo existió, pero no fue autóctona, sino un castillo de naipes construido con dinero ajeno.
EDUCACIÓN
La inmigración masiva hasta mediados de los años treinta ( el crecimiento demográfico de Cuba por décadas entre 1902 y 1919 fue de una magnitud extraordinaria: 39%, según plantea Pichardo en su página 468), y muy en particular los miles de braceros antillanos, influyó en la tasa de analfabetismo de los habitantes del país. El 24.8% de 1 193 058 de inmigrantes que llegaron a Cuba entre 1902 y 1934 eran procedentes de Jamaica, Haití y Puerto Rico (Ibarra, 452); la inmensa mayoría eran braceros. No obstante lo anterior, en la década de los cincuenta, el nivel de analfabetismo se encontraba entre el 18% y el 23% (según diferentes autores), siendo uno de los más bajos de América. Existía la enseñanza pública (gratuita) a cargo del Estado para todos los actuales niveles y tipo de enseñanza pero con otros nombres: Primaria, Superior, Bachillerato, Comercio, Técnica Industrial, Universidad, etc.; en algunas de ellas, la selección se hacía por escalafón mediante exámenes de ingreso dado el número limitado de plazas.
Según el testimonio de algunos familiares y amigos, la matrícula en la Universidad de la Habana en la década del veinte costaba aproximadamente 30 pesos y en la década de los cincuenta, 50 pesos; pero si se presentaba una carta, solicitando que no se le cobrara esa entrada inicial por poseer bajos ingresos, se le exoneraba del pago de la matrícula. Para resolver el costoso problema de los libros para estudiar, se crearon las bibliotecas escolares y universitarias. Al terminar la década de los cincuenta, existían 3 universidades públicas y varias privadas, aunque de estas últimas, la única con verdadera importancia era la de Santo Tomás de Villanueva, en Miramar. El número de profesores y alumnos universitarios eran respectivamente de 801 y 22 500 (Anuario Azucarero 1958, 11). Al comenzar la República, los alumnos universitarios eran poco más de 300.
En 1958 la educación privada se desarrollaba notablemente y contaba con una matrícula de aproximadamente 90 000 alumnos (Abreu, 42). La enseñanza privada le aliviaba al Estado cubano los gastos concernientes a Educación, pues le ahorraba los gastos de educación de aquellas personas que tenían la solvencia económica para ello y deseaban pagarla; además, la educación privada garantizaba, en cierta medida, el tipo de educación que deseaban los padres para sus hijos acorde a sus valores e intereses personales. En algunas ocasiones parte del cobro de la matrícula servía para brindarles matrícula gratis a niños y adolescentes pobres en escuelas anexas a esas instituciones; un ejemplo de lo anterior ocurría en el antiguo Colegio de Belén, hoy Instituto Técnico Militar (ITM) . El Estado cubano antes de 1959 no era dueño de los medios de producción y de los servicios; básicamente su presupuesto se obtenía de la recaudación de aduanas y de una limitada recaudación de impuestos por diferentes rubros.
En el año 1956-1957 se gastaron 75,8 millones en Educación y Cultura, los cuales representaban el 22,3% de los gastos del presupuesto del Estado cubano (Zuaznábar, 107); porciento que comparado con los que dedicaron a ese rubro el resto de los países latinoamericanos en los años 1975, 1980 y 1984, solamente fue superado por Costa Rica en 1975, Bolivia en 1980 y 1984, Colombia en 1984, Ecuador en 1975 y 1980 y Venezuela en 1984 (Anuario Estadístico de Cuba, 672). La enseñanza pública en la anterior República no estaba politizada en cuanto a sus contenidos, objetivos y exigencias.
La corrupción administrativa gubernamental provocaba que una parte de esos recursos fueran malversados por algunos funcionarios. El escándalo producido por la apropiación de los recursos financieros destinados al Desayuno Escolar en la década de los cincuenta, es un ejemplo inequívoco de la existencia de esa corrupción.
En 1958 había en el país 21 Institutos de Segunda Enseñanza, 6 Escuelas Normales para maestros, 9 Escuelas Profesionales de Comercio, 11 Escuelas del Hogar, 1 Escuela Nacional de Bellas Artes, 3 Escuelas de Artes Plásticas, 3 Escuelas de Artes y Oficios, 3 Escuelas Técnicas Industriales, 108 Escuelas Primarias Superiores, 40 Misiones Educativas, 1 824 Escuelas Primarias Elementales Urbanas, 4 114 Escuelas Primarias Elementales Rurales, 9 898 Aulas Escuelas Elementales Urbanas y 4 669 Rurales, 1 597 Kindergartens (o preescolar) y 736 Centros de Enseñanza Privada, 6 Escuelas de Agricultura, 350 Clubs de Enseñanza Agrícola, 1 Instituto Cívico Militar y Centro Superior Tecnológico. Todo el sistema educacional de Cuba estaba integrado por unos 20 000 profesores y 500 000 alumnos aproximadamente. (Anuario Azucarero de Cuba 1958, 11).
La hoy llamada Educación Especial estaba en un grado de desarrollo muy incipiente y muy limitada; estaba generalmente a cargo de instituciones de caridad y religiosas.
SALUD
En 1958 la tasa bruta de mortalidad de la población era del 6,4 por cada mil habitantes (Zuaznábar, 1) pese a la situación política y de confrontación armada que existía en el país; en 1953 había sido de 6,3 por cada mil habitantes. Esa tasa ubicaba a Cuba entre los países de menor tasa de América Latina y con índices que solamente alcanzaron muchas de sus repúblicas hermanas iberoamericanas veinte años después (Anuario Estadístico de 1988,629 ). La esperanza de vida al nacer era de 58.8 años y la mortalidad infantil en menores de un año era de 32,5 por cada mil nacidos vivos, la cual desde principios de siglo seguía una tendencia decreciente (Zuaznábar, 1) pese al existente rechazo social al recurso del aborto, rechazo que existía hasta en casos en que se presentaran malformaciones fetales en el embarazo, y la no invención todavía en el mundo de algunas pruebas de análisis de laboratorio clínico o algunos instrumentos de la electromedicina(como es, por ejemplo, el equipo de ultrasonido) los cuales permiten detectar tempranamente problemas serios en el embarazo. La esperanza de vida de 58.8 años era superior en esa época a la de muchos países de América Latina y el Caribe, y mayor que las que alcanzaron veinte años después todos los países de África, salvo Argelia y Túnez (Anuario Estadístico 1988, 627). La cifra de mortalidad infantil cubana de 32,5 correspondiente a 1958 era todavía en la primera mitad de los años ochenta mejor que la de muchos países de Latinoamérica en esos años: Paraguay (45,0), Ecuador (69,5), Brasil (70,6), Méjico (53), Colombia (50), Bolivia (124,4), Honduras (82), Perú (98,6), Argentina (35,3), El Salvador (35,1) y Guyana (36,2) (Anuario Estadístico de 1988, 629). América Latina en su conjunto presentó aún en el año 2001 la cifra de 32 (Granma, 5). Cuba en estos dos últimos parámetros tenía índices pertenecientes al Primer Mundo de esos años según los datos de la UNICEF que aparecen en la Tabla de la página 16 del Material de Estudio Nro. 3 del Ministerio de Educación; los valores de Cuba en 1958 en estos dos parámetros con respecto de los Países en Desarrollo y Países menos Desarrollados fueron similares o mejores que los que ellos presentaron en 1992:
En China y Vietnam la mortalidad infantil en 1996 era respectivamente de 34 y 40 por mil nacidos vivos (Robaina, 35).
La población cubana en 1958 era de aproximadamente 6 763 736 habitantes y había en el país 6 286 médicos ( sin incluir estomatólogos ) y un total de 32 501 camas y de ellas 28 536 de asistencia médica (Anuario Estadístico de 1988, 564 y 569). Del total de camas de servicio hospitalario 10 643 pertenecían al servicio estatal, servicio en el cual laboraban 1 125 médicos (Zuaznábar, 5). El 51% de las camas de los hospitales estaban situadas en la capital del país (Abreu, 40). Los números de habitantes por cama (237) y de habitantes por médico (1076) en 1958 eran mejores que los de la mayoría de los países latinoamericanos en esa época y más aún, que los que tuvieron esos países aproximadamente 20 años después como se puede comprobar observando la página 675 del Anuario Estadístico de 1988. Observando las cifras de aproximadamente el año 1980 diré, que solamente Puerto Rico (789), Argentina (521), Uruguay (533) y Venezuela (888) tuvieron mejores índices de habitantes por médico que el que tuvo Cuba en 1958; el resto lo tuvieron peor. Al comparar las cifras de aproximadamente el año 1980 con relación al número de habitantes por camas diré que solamente Argentina (176 ), Puerto Rico (229) y Guyana (215) tuvieron mejores índices que el que tuvo Cuba en 1958; el resto de los países latinoamericanos todavía en el año 1980 presentaron índices peores que el que presentó Cuba en 1958. En la Cuba de 1958 el número de camas de asistencia médica por cada 100 000 habitantes era de 422, En América Latina en su conjunto y en estos momentos es solamente de 220 camas (Granma, 5).
La prevalencia de la Lepra en 1958 era de 0,7 por cada mil habitantes (Informe Anual 1976, Anexo p. 46). Las tasas de morbilidad por cada 100 000 habitantes de muchas enfermedades en la Cuba de finales de los años cincuenta eran también mejores que las de muchos países latinoamericanos: Tuberculosis (18,2); Difteria (2,4); Escarlatina (0,1). No se habían presentado casos de Fiebre Amarilla, Tifoidea y Peste Bubónica; al comenzar la República, la Tifoidea, por ejemplo, había presentado una morbilidad de 5,1 por mil habitantes. Las cifras de morbilidad de Viruela, Tifus, Tosferina, Sarampión, Sífilis y Hidrofobia eran de las mejores en América Latina. Las siguientes tasas de muerte por 100 000 habitantes en el año 1958, salvo que se especifique otro año, apoyan lo anterior: Fiebre Tifoidea (0,4); Tétanos (3,0); Tuberculosis en 1959 (16,6); Poliomielitis aguda (0,1); Sarampión (0,4); Meningitis no meningococcica (2,1); Paludismo (0,4); Difteria en 1959 (0,9); suicidio o lesiones autoinfligidas (13,9); accidentes de vehiculo de motor y otros accidentes de transporte (7,2); defunciones maternas (125,3) y defunciones maternas por aborto (9,3). Las dos últimas tasas son por cada 100 000 nacidos vivos. (Informe Anual de 1976, Anexos 36-43). La tasa de mortalidad materna de Cuba en 1958 de 125,3 era mejor que las que aún aparecen en el año 1992 para Países en Desarrollo (350) y Países menos Desarrollados (590) en la Tabla mencionada del Material de Estudio del MINED..
Todo esto debemos de enmarcarlo en el desarrollo incipiente que existía de las vacunas y, en general, del desarrollo de las Ciencias Médicas en esa época a nivel mundial (por ejemplo, la vacuna antipoliomielítica que se aplica en Cuba desde hace cuatro décadas fue creada por Albert Sabin a principios de la década de los sesenta), aunque debo recordar que en esos años los niños de entonces recibimos de manera masiva y gratuita en las escuelas, yo era alumno de escuela pública, las vacunas contra el tétanos y el tifus. Existen cifras de una muy citada encuesta de 1957 de la Agrupación Católica Universitaria realizada a una muestra de 2 500 familias de obreros agrícolas que difieren mucho de esos índices (Pino, 119-120) y que a mí personalmente, me hacen cuestionar la representatividad de la muestra o la fiabilidad de las fuentes indirectas por mí consultadas sobre esa investigación, aunque conozca que en el ambiente rural las cifras de morbilidad y mortalidad de muchas enfermedades eran muy superiores a las que se presentaban en el entorno urbano. La prostitución, de la que se habla en el Análisis Globalizador, se había reducido extraordinariamente pese a la propaganda de algunas agencias de viajes extranjeras, publicadas también en algunas revistas extranjeras, que promocionaban a Cuba como el burdel de América. El bajo índice de enfermedades venéreas que presentaba el país y la información aparecida en el periódico El Mundo del 14 de febrero de 1958 que plantea, que aproximadamente 11 000 personas vivían de la prostitución, hablan del bajo índice de prostitución del país. Debo aclarar que en esa cifra se encuentran: los dueños de casas, burdeles y bares, las matronas, los proxenetas, el personal de servicio y limpieza, los policías corruptos, etc. y los llamados inversionistas, que eran los que echaban a andar el negocio (Abreu, 49). Esa actividad se llevaba a cabo generalmente en zonas muy específicas y era criticada y rechazada socialmente.
En 1958 los gastos del presupuesto del Estado para la salud pública fueron el 5,3% (18 millones) del total de gastos del presupuesto nacional para ese año (Zuaznábar, 107).
Los tres sistemas nacionales de salud (estatal, privado y mutualista) existentes al triunfo de la Revolución de 1959, no cubrían las zonas rurales más apartadas del país. En 1959 se inició la construcción acelerada de 50 hospitales rurales (Informe Anual 1976, 22). A finales de la década de los cincuenta, la muerte por enfermedades diarréicas agudas, muertes fácilmente evitables, ocupaba el tercer lugar entre las causas de muerte para todos los grupos de edades y en primer lugar para los menores de un año (Informe Anual 1976, 45); esta situación continuó hasta 1963 en que ocupó el quinto lugar con el 6,0% del total de defunciones del país. La corrupción administrativa en el sistema nacional de salud estatal provocaba que se dieran tristes situaciones como, por ejemplo, la del hospital psiquiátrico ubicado en la localidad de Mazorra; otra mácula en ese sistema de salud estatal es que frecuentemente se utilizó la asistencia médica (en particular los ingresos hospitalarios) con fines políticos dada la existencia de un sistema pluripartidista con elecciones periódicas y el oportunismo de algunas personas.
ECONOMÍA
La renta nacional o ingreso nacional ( la variable más importante de la economía cubana), el PIB y los salarios, todos ellos expresados en millones de pesos, tuvieron el siguiente comportamiento esos años:
Nota: Las cifras correspondiente al año 1957 eran provisionales. Las cifras pertenecen al Anuario Azucarero de 1958. El ingreso nacional en 1958 fue de 2 320,5 millones.
La renta anual por habitante osciló entre los 330 dólares y los 350 dólares; la de E.U. era aproximadamente de 2 000 dólares en esos años (Pino, 97). En el Atlas de la Economía Mundial de fines de la década de los cincuenta, Cuba estaba situada en el lugar 22 entre más de ciento veinte naciones (Apuleyo, 149). Sobre la base de los valores de la Tabla de la página 16 del Material de Estudio Nro. 3 del MINED, los Países en Desarrollo y Países menos Desarrollados tuvieron respectivamente en 1976 un Producto Nacional Bruto per cápita de 450 y 140 dólares y en 1987 de 650 y 210 dólares respectivamente, todos menores que el que tuvo Cuba en 1957 (433,5) cuando se tiene en cuenta la devaluación que ha tenido el dólar desde 1957 hasta esas fechas. En 1958 aproximadamente entre el 82% y el 85% de la riqueza nacional estaba en manos cubanas, según se infiere del Anuario Azucarero (página 11) y de la tabla de la página 24 del libro "En el último año de aquella República" de Ramiro J. Abreu.
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