sábado, octubre 31, 2015

Cuba, memoria y justicia. Andrés Reynaldo: La opción para los cubanos es la continuidad de los Castro o el baño de sangre


Nota del Bloguista  de Baracutey Cubano

La Revolución de la que se apropiaron los Castros y cómplices no perdonaron ni olvidaron y hasta fusilaron y encarcelaron a personas inocentes cuando triunfó el 1 de enero de 1959 en Cuba. Las izquierdas, como dice muy bien Andrés Reynaldo, no perdonan ni siquiera a aquellos que mataron  a los que mataban con violencia a personas inocentes. En Argentina se condenaron a militares que lucharon en contra del terrorismo de Ejército Revolucionario del Pueblo, Montoneros  y otras organizaciones que fueron alentadas y apoyadas militar y  financieramente por la dictadura totalitaria Castrista de Cuba, mientras Fidel y Videla eran cómplices en la arena internacional  para que no fueran condenados ambos por violar los Derechos Humanos.



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Tomado de http://www.elnuevoherald.com

Cuba, memoria y justicia

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  • Cómo hablar de reconciliación y perdón sin democracia
  • La memoria y la justicia se realizan en un estado de derecho
  • La opción para los cubanos es la continuidad de los Castro o el baño de sangre

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Por Andrés Reynaldo
29 de octubre de 2015

De la reconciliación y el perdón se le habla mucho a los cubanos. Sobre todo a los cubanos del exilio. Habla la Iglesia de Cuba, la Iglesia de Miami, los empresarios que quieren hacer negocios con Raúl, los funcionarios de Obama, los artistas que van y vienen de La Habana. Quien no crea en la reconciliación y el perdón es un apestado. Un recalcitrante emisario del ayer.

Pues bien. Yo no creo en la reconciliación ni el perdón. Creo en la memoria y la justicia. Sin memoria ni justicia Alemania no hubiera superado el nazismo ni Japón su genocida vocación imperialista. ¿Alguien puede citarme mejores ejemplos de transición democrática? La reconciliación y el perdón son construcciones culturales. Pero la memoria y la justicia tienen una concreta y universal implementación institucional. Aclárese que a los cubanos no nos piden la reconciliación y el perdón para enterrar a la dictadura sino para perpetuarla.

Las transiciones de España, Chile y el resto del Cono Sur ocurrieron en un marco controlado culturalmente por la izquierda, y constitucional y económicamente por la derecha. Son ejemplares en la medida en que mantienen, a veces a tropezones, la alternancia en el poder y la economía de mercado. Sin embargo, son imperfectas por su incapacidad de suprimir las tendencias totalitarias que corroen el orden democrático desde la enseñanza, las artes y los medios. Juzgan a Pinochet y le erigen estatuas a Allende. Cuentan y recuentan las atrocidades de Franco y se les disculpan a los comunistas que actuaban como meros matarifes de Stalin.

El mandato de la corrección política (un fenómeno de censura y control del discurso de las democracias por parte de la izquierda) relega a las más íntimas tertulias unas valoraciones históricas que debían estar en los libros de texto: tal como los crímenes de Franco, Pinochet y sus facsímiles del Cono Sur no deben condonarse en aras del anticomunismo, es aberrante elevar como mártires de las libertades a quienes se comprometieron en cuerpo y alma a la instauración de un horrendo proyecto totalitario. Pasan los años y la izquierda ni se reconcilia ni perdona, al tiempo que la derecha se priva de la memoria y espera por la justicia.

Cada revolución engendra su contrarrevolución. Nadie sabe si la de Cuba será de terciopelo o de plomo. En cualquier caso, Fidel y Raúl ponen a los cubanos de la isla ante una opción radical: continuidad dinástica o baño de sangre. A la corta o a la larga, a las buenas o a las malas, un día se alzará esa gran ola contrarrevolucionaria (dicho sin complejos de inferioridad) que nos deje la página en blanco. Para volver a escribir que el bien no está llamado a reconciliarse con el mal sino a derrotarlo. Que el perdón desestima la ofensa en lo individual pero no la absuelve en lo colectivo.

El reclamo abstracto de la reconciliación y el perdón conviene a la coyuntura actual de la dictadura. Se convierte, de hecho, en uno de sus instrumentos, toda vez que siempre alguien se presta de buena o mala fe a sacrificar su integridad (y la de los otros) en los altares de la confusión o la oportunidad. No así la memoria y la justicia, que exigen un inmediato, plural y garantizado espacio para su ejercicio, es decir, un estado de derecho.

Odiar, a ninguno. Pero la mano encallada de cargar maletas al llegar a Miami, la mano que escribió mis primeras palabras en libertad y acarició las doradas cabezas de mis hijos, no se la voy a tender a la gente que me destruyó el país.
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Marisela Verena canta El Son de las 4 décadas (que se han convertido casi en 6)



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Tomado de  http://www.lanuevanacion.com

LOS LÍMITES DEL PERDÓN

Por  Rev. Martín N. Añorga

Sin justicia no habrá futuro del que nos sintamos orgullosos, ni se habrá cumplido con los que han dado su tiempo y su recursos, y los más costoso de todo, sus vidas.

El perdón es un sentimiento sobre el cual no puede legislarse. Hoy día, sin embargo, cuando en el exilio bregamos con el tema del restablecimiento de las relaciones diplomáticos entre Estados Unidos y Cuba, hay los que quieren apuntar al perdón como apropiada condición para que estas relaciones logren el objetivo de armónica convivencia entre ambos países.

Vamos a dilucidar algunas nociones relacionadas con el perdón que consideramos oportunas, pero primero permítasenos analizar brevemente el tema de las relaciones.

Creemos que el presidente de Estados Unidos, al igual que lo ha hecho el tirano Raúl Castro, tiene derecho a exponer sus demandas, algo que no ha intentado. Castro ha reiterado que el régimen bajo su dominio no está sujeto a modificación alguna. Las relaciones, pues, no coinciden ideológicamente, lo que mantiene a Cuba en una innegociable confrontación con el exilio militante.

El exilio no es una entidad monolítica. Sabemos que muchos cubanos creen que la hora es la de esperar los resultados de los drásticos cambios que se han insertado en el acontecer histórico de más de medio siglo. Los que esperan el desgaste de la tiranía castrista y la auto demolición del régimen por la fuerza de la presencia pacífica de Estados Unidos en la Isla estiman que los exiliados debemos contribuir con un proceso conciliador en el que la práctica del perdón es esencial.

Volvamos al tema del perdón. ¿Qué derecho tenemos de pedirles a las víctimas del régimen revolucionario de Cuba que extiendan sus brazos en nombre de una imposible amistad pregonando un perdón que no puede echar raíces en los corazones? Los familiares de los fusilados, los torturados, los presos a los que les han robado los mejores años de sus vidas, las familias divididas, los millones de exiliados que se han visto obligados a fabricarse surcos en tierras ajenas no pueden prodigar el perdón, y nadie, en nombre de ellos, puede ofrecerlo. El perdón no se maneja en tercera persona.

Yo quisiera creer en un futuro de paz y armonía para mi patria; pero al mismo tiempo creo que a menos que se aplique el veredicto de la justicia a los grandes culpables de los innumerables crímenes cometidos, no puede haber solución de paz. Perdón y justicia son dos vocablos inseparables.

No estamos proponiendo la revancha sangrienta, la guerra estéril ni el linchamiento en las vías públicas. Lo que queremos enfatizar es que al pueblo cubano hay que darle garantías de que la justicia no va a ser burlada ni exonerados los que merecen un apropiado pago por su culpabilidad. El perdón es para restaurar relaciones rotas, romper hábitos malévolos y establecer nuevas rutas de convivencia respetuosa y creativa. No para regarlo al voleo ni exigirlo incautamente de aquellos que tienen para siempre el corazón quebrantado por las ignominias sufridas.

Habrá quien proclame que el cristianismo promueve el perdón, y que Dios no permite ni la venganza ni los resentimientos. Para discurrir sobre estos conceptos habría que entrar en el campo de la teología. Jesús perdonó desde la cruz a los que cometían, por ignorantes, el crimen de asesinarlo, y extendió su perdón al ladrón que compartía su suplicio porque éste tuvo la humildad de confesarse pecador. En el perdón divino prevalecen tres ingredientes, la confesión de la culpa, la experiencia del arrepentimiento y el deber de la reparación. No podemos superar el reglamento de Dios. El perdón, para que sea efectivo, tiene que ser un contrato entre el que lo da y el que lo recibe. Si ese contrato no existe, por la razón que sea, el que perdona siente el alivio de una carga que expulsa de su corazón, pero sin experimentar el gozo de ver la luz en el rostro de la persona perdonada.

Hemos oído la expresión “yo perdono, pero no olvido”. El perdón no es amnésico, guarda siempre la memoria del porqué de su existencia. Una madre pudiera, en un gesto brillante de su convicción cristiana, perdonar al criminal que atravesó de balas el corazón de su hijo, pero no podrá jamás olvidar ese penoso incidente que para siempre ha marcado de dolor su vida. En casos como éste, en que el perpetrador del crimen goza de impunidad, el perdón se limita a una dimensión unipersonal. Glorifica al perdonador sin limpiar la culpa del perdonado. Ya esto es misión de la justicia, que a veces es elusiva y otra, firme y determinante.

Estoy seguro de que a otros clérigos le han hecho la misma pregunta: “¿usted está dispuesto a perdonar a Fidel Castro?” Mi respuesta siempre es la misma, “si con humildad solicita mi perdón no sería capaz de negárselo; pero ese improbable hecho no pasaría de ser un ejercicio en el vacío”. La razón es simple, yo pudiera perdonar el mal que me han hecho; pero el mal que le hayan hecho a otros es responsabilidad de otros perdonarlo. El perdón no se mueve al nivel de la intercesión ni trabaja en tercera persona.

Oí decir a alguien que el exilio de hoy es viejo y que son pocas las personas que quedan para reclamar justicia y reparaciones. “El paredón ya es obsoleto, hablar del mismo es exprimir la historia”, decía alguien cuyo nombre no quiero recordar. Pensar que el crimen se diluye al correr los años de cometido es una profanación de la justicia. Quizás las más recientes generaciones no han experimentado el perverso e infame rigor de los días iniciales de la revolución y no estiman el dolor de hijos que no pudieron acudir a sus padres en las horas de la muerte, ni saben de los centenares de seres humanos prometedores y valientes que cayeron pegados sus cuerpos a zanjas en las que caían mutilados sus cuerpos por las asesinas balas de los pelotones de fusilamiento. No tienen derecho a reclamar armonía ni perdón los que no llevan en el alma las imborrables cicatrices de dolores que les han marcado para siempre el corazón a los inocentes martirizados por las injusticias de diabólicos malvados.

El perdón tiene sus límites, y no puede entrar en el absurdo lema de ”borrón y cuenta nueva”. Esa noción es complicidad con el malvado y sumisión ante los que han destruido la historia patria y han degenerado su confuso presente.

Cuba ha entrado en un nuevo convenio que para muchos en la Isla es una traición y una declaración silenciosa de derrota. Los manipuladores de la dictadura cubana quieren evadir el hundimiento del sistema y esperan de nosotros, los cubanos rebeldes e indoblegables, el gesto noble del olvido y la práctica caritativa del perdón. Pero para los patriotas firmes y convencidos esa no es la solución. Para Cuba, ni el perdón ni el olvido. La justicia es el supremo reclamo.

Sin justicia no habrá futuro del que nos sintamos orgullosos, ni se habrá cumplido con los que han dado su tiempo y su recursos, y los más costoso de todo, sus vidas.

¡Estemos todos listos a cumplir con el deber de perdonar, que queda reservado para la hora gloriosa en que la justicia brille de júbilo”!
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Tomado de http://www.cubadebate.cu/

Argentina

: ¡Ni olvido, ni perdón!

Por: Kaloian Santos Cabrera
Fotorreportero, colaborador de Cubadebate. Trabaja en Juventud Rebelde.
26 marzo 2011 







Ni olvido ni perdón, o Nunca más, son frases que retumban en Argentina.

Es una daga contra la desmemoria. Recuerda aquel episodio sangriento en la historia de este país cuando un Gobierno militar, el 24 de marzo de 1976, tomó el poder tuvo luego a su cargo 30 mil víctimas del terrorismo de Estado. La inmensa mayoría eran jóvenes entre 15 y 30 años.

El jueves pasado, cuando se cumplieron 35 años del Golpe, el pueblo salió nuevamente a la calle a recordar a los desaparecidos. Yo estuve esta vez allí, en Buenos Aires, en la Avenida de Mayo, en la marcha por el 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Y se me puso la piel de gallina cuando vi entre la multitud tantas caras jóvenes y tantos símbolos de Cuba y la Revolución entre ellos.

Luego en casa y sin poder despojarme de la emoción, compartí algunas fotos en mi muro de Facebook. No tardaron en llegar los comentarios. Entre ellos los de Lucia Catsap, un chica que me contaba que Dana y Zoe, sus sobrinas mellizas que tienen 1 año y 5 meses, estuvieron en la marcha y son nietas de desaparecidos.

«Todavía no hablan pero si las vieras Kalo, espontáneamente le daban besitos a las fotos de los abuelos que nunca conocieron», me escribe mi amiga del facebook quién también cuenta que, en los finales de la década del noventa, cuando ella tenía 13 o 14 años, iba a estas marchas pero no era multitudinarias como ahora.

«El centro de estudiantes de mi colegio -rememora la joven, Licenciada en Psicología- era inexistente y nadie creía en la fuerza política de la unión estudiantil. Te decían: ¿para qué vas? Hoy eso ni se pregunta. Se va a celebrar con dolor.Y con orgullo porque ves que todos son jovencitos. Antes era como que uno tenía una sensación de vergüenza por haber ido a la marcha. Y ahora, cada 24 es triste, pero es como si fuéramos todos ahí a inyectarnos de esa sensación de unión y de memoria para el resto del año».

Y recuerdo a Rodolfo Walsh, insigne periodista argentino, amigo de Cuba y la Revolución que se encuentra desaparecido desde el 25 de marzo de 1977. Los dejo con las fotos de hoy y fragmentos de su carta abiertaa la Junta Militar, escrita poco tiempo antes de ser secuestrado, en Buenos Aires:

    (…)
    El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.
    Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese “ser nacional” que ustedes invocan tan a menudo.

    (…)

    Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.
    Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
    De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.
    La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el “submarino”, el soplete de las actualizaciones contemporáneas.
    Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.
    (…)
    Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.