La dignidad de los ausentes. Juan Antonio Blanco: Una tendencia cada vez más reiterativa de la diplomacia estadounidense se empeña en genuflexiones hacia la tiranía Castrista. de Cuba
La dignidad de los ausentes
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Una tendencia cada vez más reiterativa de la diplomacia estadounidense se empeña en genuflexiones hacia el régimen castrista.
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Por Juan Antonio Blanco
Miami
21 Oct 2015
Considero reprobable la tendencia cada vez más reiterativa de la diplomacia estadounidense a realizar innecesarias genuflexiones hacia La Habana, al parecer para no enojarla. En particular me molesta cuando Washington pretende ignorar que el núcleo central del conflicto cubano es interno y no bilateral.
Dos noticias, aparentemente no relacionadas, llamaron mi atención la pasada semana. Por un lado, la invitación a actuar en la Casa Blanca, por el Día de la Hispanidad, que el presidente Obama le hizo al grupo musical Buenavista Social Club, representante de la Vieja Trova cubana, hoy a cargo de Omara Portuondo, una de sus integrantes originales junto a Eliades Ochoa. Por otro lado, Pablo Milanés —icono musical de la izquierda hispana y cofundador de la Nueva Trova que emergió con el proceso revolucionario en la Isla— declaró esa misma semana a la prensa internacional: "Estoy … defraudado por unos dirigentes que prometieron un mañana mejor, con felicidad, con libertades y con una prosperidad que nunca llegó en 50 años". Y sobre las muy publicitadas medidas gubernamentales adoptadas por Raúl Castro precisó: "Siempre he dicho que esas aparentes aperturas han sido un simple maquillaje. Hay que ir al fondo, al pueblo de a pie para ver que nada ha cambiado".
Recordé que Omara Portuondo —una excelente cantante de larga trayectoria artística— firmó en 2003, junto a un grupo de artistas e intelectuales, una infame carta que endosaba el fusilamiento expedito, a apenas una semana de su apresamiento, de tres afrodescendientes cubanos que intentaron escapar de Cuba secuestrando una pequeña embarcación. Pablo Milanés y algunos otros resistieron las presiones de las autoridades cubanas con dignidad y rehusaron suscribir aquella declaración.
A la Cumbre de las Américas celebrada en abril en Ciudad Panamá, además de la delegación gubernamental cubana, fue enviado un segundo avión de porristas que bajo el ropaje de sociedad civil cubana tenían la misión de desacreditar, e incluso de escupir y golpear, a disidentes cubanos allí invitados por las autoridades panameñas. Bajo la consigna de que no podían tan siquiera compartir asientos en una misma sala con los que en Cuba piensan distinto, quisieron chantajear a los organizadores del evento paralelo de la sociedad civil, para monopolizar micrófonos y excluir las voces de los disidentes cubanos. Por eso fue tan positiva e importante la reunión que sostuvo allí el presidente Obama, junto a otros de América Latina, con una pequeña representación de aquellos opositores cubanos. Con esa reunión los presidentes parecían marcar un estilo constructivo y principista: no se rendirían ante el chantaje montado por La Habana en Panamá. Obama, y los pocos mandatarios latinoamericanos que también asistieron a aquella conversación, reafirmaban de ese modo su derecho a reunirse con el general presidente Raúl Castro, y también con sus opositores.
Pero las cosas han cambiado.
Primero se vio en julio pasado una clara asimetría entre el comportamiento de Cuba y el de EEUU a la hora de seleccionar sus respectivos invitados al alzamiento de las banderas en las recién estrenadas sedes diplomáticas. Para la ocasión, La Habana invitó a sus voces más fieles, mientras EEUU se escondió tras el argumento ridículo de la falta de espacio para excluir de la ceremonia a todos y cada uno de los disidentes cubanos. Un breve encuentro posterior con el secretario de Estado John Kerry fue el sutil desagravio que pretendió cerrar aquel lamentable episodio. Desde entonces, los periodistas independientes también han sido excluidos de las conferencias de prensa que ofrecen altos funcionarios estadounidenses de visita en la Isla.
En ocasión del Día de la Hispanidad, la Casa Blanca perdió una nueva oportunidad de demostrar que su apertura no supone concesiones ante la política de destierro y exclusión por razones ideológicas de La Habana. Desperdició una ocasión inmejorable —como la que sí supo aprovechar en Panamá— para enviar un mensaje claro de que no aceptaría sumarse, por oportunismo político, a la discriminación de una parte de los artistas y creadores cubanos.
Lo que es de lamentar no es que invitasen a la Casa Blanca a Omara Portuondo como integrante del Buena Vista Social Club. Lo deplorable es que no se aprovechase la ocasión para invitar también a otros artistas que supieron proteger su dignidad en circunstancias muy adversas, como el propio Milanés, cuando Omara no encontró el coraje para defender la suya. En 2013, la entrega de la Medalla de la Libertad al famoso trompetista cubano Arturo Sandoval fue un gesto de Obama que rebasó el mero reconocimiento a su enorme talento musical.
Invitar a actuar, al menos dentro del mismo programa, a artistas cubanos de distintas latitudes ideológicas hubiese sido una señal de que la política anunciada el 17D es coherente con el principio de defensa del pluralismo. Habría sido una iniciativa simbólica dirigida a alentar la tolerancia y el diálogo entre cubanos de posiciones radicalmente diferentes.
Sería pueril suponer que la selección no tuvo nunca en cuenta esa posibilidad. Sin embargo, decidieron no hacerlo. Primó la idea de que ello ofendería a la dictadura que a su vez bloquearía la participación del Buena Vista Social Club. Severa miopía política. La idea de que se puede solicitar a Gloria y Emilio Estefan que organicen veladas en su casa para recaudar fondos y apoyos en tiempo electoral para luego, en otro contexto, evitar coincidir con ellos u otros artistas cubanos que resulten "conflictivos" a los ojos de Raúl Castro, refleja un oportunismo extremadamente torpe.
Si el presidente Obama toma en serio los llamados a la reconciliación entre cubanos, hechos no solo por el papa Francisco durante su visita a la Isla, sino por varias organizaciones y personalidades del exilio y la isla desde hace años, debe entender que EEUU —un factor externo de un conflicto nacional de matriz endógena— tiene ahora la obligación de contribuir a facilitarla. Pero las genuflexiones ante la intolerancia de la dictadura no son el mejor camino a ese fin.
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