Opositores y exiliados merecen nuestro respeto. Eugenio Yáñez: No es decente atacarlos desde posiciones cómodas y seguras
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No es decente atacarlos desde posiciones cómodas y seguras
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Por Eugenio Yáñez
Reiteradamente aparecen personajes en CUBAENCUENTRO pretendiendo desprestigiar opositores que dentro de Cuba sufren continuamente represión, golpizas y detenciones, o a exiliados.
La tarea de despotricar contra ellos la inician determinados articulistas, que de inmediato son secundados por sabandijas-comentaristas permanentes presentes en todos y cada uno de los trabajos que se publican, cada cual más empeñando en ganar el concurso castrista de la infamia y el premio “Los Miserables”, y no precisamente de Víctor Hugo. Resultan esbirros-comentaristas con más suerte que otros cubanos decentes, que se quejan de ser censurados o bloqueados aunque no se salgan del tema en cuestión ni utilicen palabras obscenas o insultos. Cosas de la vida.
Aclaro diáfana e inconfundiblemente que ni estoy de acuerdo con la actuación de todos los opositores cubanos en la Isla ni necesariamente comparto sus estrategias, tácticas y comportamientos diarios, ni mucho menos pretendo avalar, apoyar o defender conductas reprobables que no pueden justificarse bajo ningún pretexto. Como tampoco las apoyo, defiendo o justifico en personajes del exilio que dejan demasiado que desear y piensan que el anticastrismo es un medio de vida y no una convicción ideológica contra las tiranías, abusos y represión brutal.
Sin embargo, no hay por que respetar en lo más mínimo a renacuajos morales que, igual que los castristas y sus alabarderos, generalizan conductas o palabras de determinados individuos para presentarlas como comportamientos típicos de “los opositores” o “el exilio”.
A pesar de todo lo que pudiera reprobarles, y no serían pocas cosas, respeto mucho más a quienes salen a las calles cubanas a enfrentar la represión, golpizas y bestialidad del régimen, que a los que se dedican a desprestigiarlos, desmoralizarlos o ningunearlos. ¿Cuántos de esos detractores de aquellos cubanos valientes ingresó a este país como refugiado político, tras haberse enfrentado al régimen? Y ahora atacan y vilipendian sin misericordia ni moral a quienes tienen más coraje que el que tuvieron ellos.
¿Cuántos de los que denigran a exiliados le lanzaron un hollejo a un chino cuando vivían en Cuba? ¿Que algunos o muchos exiliados se reúnen en el Versailles, hablan simplezas, o utilizan aplanadoras para expresar opiniones intransigentes? Cierto. ¿Es lo mejor que podrían hacer? No lo creo. ¿Pero acaso los castristas, en Cuba o aquí, son ejemplos de coherencia verbal, conducta impoluta o liderazgo moral? ¿Cuándo quienes denigran a opositores y exiliados en estas páginas arañan aunque sea con el pétalo de una rosa a la dictadura y sus secuaces?
Algunos analistas que nos gastamos por aquí, a partir de lo que diga en Miami un siempre despistado y políticamente fracasado (supuesto) especialista en temas cubanos, pretenden generalizar sus opiniones como las de todo el exilio cubano, en el mejor estilo de Granma o Cubadebate. Deberían actualizar su estrategia ―y su ética― contra cubanos decentes, para no parecerse tanto a sus viles colegas oficialistas en La Habana, que al parecer les resultan más cercanos que los exiliados de a pie o los dirigentes de la oposición.
Cuando quienes combaten el castrismo en la Isla, y cuestionan la dictadura en las calles de Cuba, expresan sus puntos de vista, aunque sean cándidos, superficiales o erróneos, merecen mucho más respeto y consideración profesional que quienes, por las razones que sean, escriben desde la comodidad de Estados Unidos, sin tener que preocuparse de la acción de los esbirros, mítines de repudio o campañas de descrédito.
El más elemental opositor en Cuba, aunque reciba “un puñado de dólares” desde Estados Unidos, porque el régimen pretende matarlo de hambre y miseria, merece más respeto y consideración que el más vulgar de sus detractores desde la comodidad de EEUU, aunque tales detractores se digan periodistas, analistas, comentaristas políticos, o simplemente vulgares pedantes encaramados en pestilentes torres de marfil.
Quienes desean desprestigiarlos por recibir ayuda de EEUU, llamándolos “mercenarios”, saben que su invicto Comandante recibió dinero a manos llenas a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado de cubanos a favor de la democracia que creyeron sus mentiras, tanto en el exilio como desde dentro de la isla, sin que nadie lo considerara “mercenario”. Y ya en el poder, con dinero de todos los cubanos, y sin consultarnos para nada, financió guerrillas, terroristas, revoltosos, asesinos, narcotraficantes y delincuentes en toda América Latina y el Caribe y en muchas partes del mundo.
El más “cagalitroso” exiliado protestando en el Versailles de la manera más burda posible y defendiendo un pasado que nunca volverá, amarrado a su caverna ideológica estancada en 1958, e incapaz de comprender las nuevas realidades, merece mucho más respeto que todos los sietemesinos ideológicos que desde Estados Unidos o la Cuba oficialista pretenden denigrarlos, desprestigiarlos y ridiculizarlos, para ponerse a bien con los que han destruido la nación cubana, intentando ganarse palmaditas de aprobación en la espalda, una invitación a la embajada del régimen en Washington, una “jabita” con productos de aseo, o un certificado de miserable destacado.
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