lunes, noviembre 09, 2015

Carlos Alberto Montaner y Antonio Maria Delgado: sobre Venezuela: Los dos planes de Nicolás Maduro y Voto chavista vale por tres en rediseñado sistema electoral

Tomado de http://www.elblogdemontaner.com


Los dos planes de Nicolás Maduro

Por Carlos Alberto Montaner
8 November 2015

Nicolás Maduro sabe que perderá las elecciones del 6 de diciembre. El desastre es demasiado intenso. Lo dicen todas las encuestas. El 90% de los venezolanos quiere un cambio. El 80% culpa a Maduro. El 70% está decidido a votar contra ese gobierno meticulosamente incompetente.

Los venezolanos están cansados de hacer colas para comprar leche, papel higiénico, cualquier cosa. Les horroriza la inflación. Todo es más caro cada día que pasa. El salario de un mes se consume en una semana. Les asquea la corrupción. Saben o intuyen que la cúpula chavista es una asociación de maleantes en la que no faltan los narcotraficntes, todos coludidos para saquear al país. A falta de harina, la violencia es la arepa de cada día. Caracas es una de las ciudades más peligrosas del mundo. Y de las más sucias. (La cubanización también es eso: escombros y aguas negras regadas sobre un gastado pavimento lleno de agujeros).

Pero Maduro obedece ciegamente un axioma castrista: “la revolución no se entrega nunca”. La revolución es una construcción verbal que, en realidad, quiere decir el poder. El poder es lo que no se entrega nunca. La revolución es una cosa plástica que se trasforma para no perder el poder. La construcción verbal tiene otros componentes retóricos: “pueblo, justicia social, antiimperialismo, pobres oprimidos, ricos codiciosos, multinacionales explotadoras, el enemigo yanqui”. Son cientos de expresiones con las que se arma el relato.

Hasta 1998, según los Castro, se llegaba al poder a tiros y se declaraba la revolución. Ese era el dogma. Es lo que ellos habían hecho. A fines de ese año, Hugo Chávez ganó unas elecciones y alcanzó el poder por otros medios, pero con los mismos fines. Fidel, a regañadientes, aceptó el cambio de método, pero aclarando que el poder no se cede nunca.

Aceptaba que el chavismo desmontara en cámara lenta el andamiaje de la democracia liberal y liquidara las zarandajas de los tres poderes y la libertad de prensa y asociación, pero dejando muy claro que la revolución, es decir, el poder, nunca era negociable. La alternancia era una ridícula práctica republicana de los blandengues burgueses. Esa opción no cabía en un modelo genuinamente testiculado y revolucionario.

¿Qué va a hacer Maduro ante la derrota electoral que predicen las encuestas y su decisión de no abandonar el poder jamás, impuesta por Cuba, pero entusiastamente asumida por él y por la cúpula chavista?

Maduro tiene un plan A y un plan B.

El A es tratar de ganar las elecciones o aceptar que pierde por una mínima cantidad. ¿Cómo lo perpetra? Encarcelando o prohibiéndoles participar a líderes opositores que pueden arrastrar a muchos compatriotas a las urnas. Ese es el caso, entre otros, de Leopoldo López y María Corina Machado. Manipulando las máquinas de votar. Generando cédulas falsas. Dibujando los distritos para favorecer a los suyos. Abusando de los medios de comunicación 100 a 1. Obstaculizando de mil maneras el voto de los opositores.

El propósito del gobierno es desalentar a los demócratas para que no voten. Calculan que con la suma de todas esas trampas pueden ganar o perder por poco margen. Y, si pierden, compran a cualquier precio a un puñado de diputados deshonestos y continúan con el poder fuertemente sujeto por la entrepierna.

¿Y si falla el plan A? El plan B se pondría en marcha si es tal la avalancha de votos que no hay manera de ocultar una derrota contundente. Fue lo que le sucedió a Jaruzelski en Polonia en el verano de 1989. Utilizó todas las ventajas del poder para aplastar a Solidaridad en unas elecciones parciales limitadas al senado, pero Walesa y su tribu democrática obtuvieron el 95% de los votos y casi todos los escaños. El régimen comunista se desplomó ante la evidencia del rechazo generalizado.

Maduro ha tenido la cortesía de anunciar su Plan B. Si pierde utilizará las prerrogativas de la ley habilitante para demoler las pocas instituciones de la república que quedan en pie. En ese caso, gobernaría revolucionariamente con “el pueblo y el ejército” mediante una junta cívico-militar.  A esa infamia la llaman “profundizar la revolución”. ¿Entregar el poder? Ni soñarlo. Crearían una satrapía monda y lironda, colectivista y brutal, ya sin disfraces burgueses.

¿Qué deben hacer los venezolanos? Lo que hicieron los polacos. Salir a votar masivamente. Enterrar esa inmundicia bajo una montaña de votos, y pelear sufragio a sufragio y mesa por mesa, sin miedo y sin desmayo.

El plan A es peor que el B. El A continúa una farsa agónica que inevitablemente conduce a una muerte lenta y dolorosa. El B tiene la ventaja de que desnuda sin pudor el carácter totalitario de esa dictadura y le pone fin a la trucada historia de la revolución de los oprimidos. Se les acaba el relato.

Hay muchos venezolanos, chavistas y no chavistas, militares y civiles, que acaso no van permanecer impasibles mientras Maduro y sus amos de La Habana tuercen la voluntad popular y les imponen un yugo permanente. Hay que jugárselo todo el 6 de diciembre. Tal vez la vida misma.

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Tomado de http://www.elnuevoherald.com

Voto chavista vale por tres en rediseñado sistema electoral

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Oposición tiene que sacar 20 por ciento más de votos que el chavismo para alcanzarlo
Aun así, la oposición podría ganar ante inmenso descontento de población venezolana
Posibilidad de derrota lleva a Maduro a conjurar el fantasma de la violencia
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Por Antonio Maria Delgado
adelgado@elnuevoherald.com
   
Reformulado para mantener al régimen bolivariano en el poder, el sistema electoral venezolano otorgará una ilegítima superioridad al chavismo en los cruciales comicios de diciembre, y el extenso esquema de ventajismos y de prácticas fraudulentas que contiene podría asegurarle cerca de 35 diputados incluso antes de la apertura de las urnas.

Más de una docena de expertos consultados para la presente serie señalaron que la ventaja de más de 20 puntos porcentuales en la intención de votos que la oposición mantiene sobre el chavismo podría no ser suficiente para darle la victoria en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, gracias en buena parte a las modificaciones realizadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE) a los circuitos electorales.

Esas modificaciones de Gerrymandering son capaces de darle al voto chavista un peso de entre tres o cuatro veces mayor que el depositado por la oposición y es una de las razones por las que el régimen obtuvo el 59.39 por ciento de los escaños en las elecciones parlamentarias del 2010, tras obtener solo el 48.13 por ciento de los votos.

Los pronósticos apuntan a que las modificaciones aplicadas a los circuitos electorales para este año permitirían al régimen de Nicolás Maduro preservar el control de la Asamblea Nacional salvo que se produzca un tsunami de votos castigos el día de la elección.

“Si el chavismo logra articular adecuadamente un 40 por ciento del voto nacional a su favor, y si se distribuye bien en los circuitos que pueden sumar más diputados, con ese porcentaje puede hacerse de la mayoría simple en la Asamblea Nacional. Y la oposición, con un 60 por ciento de la votación, podría terminar con una minoría en términos de escaños”, advirtió Oswaldo Ramírez, presidente de ORC Consultores.

Eso se debe a que el CNE, entidad controlada casi exclusivamente por el régimen, otorgó a los circuitos rurales y a las zonas periféricas de las grandes ciudades la capacidad de escoger más diputados con menos votos, dado que es allí donde el chavismo tradicionalmente ha tenido mayor acogida.

Y lo que es peor aún para la transparencia de los comicios, en los centros de votación de esas zonas es donde la oposición ha tenido más dificultades en tener presencia, lo que los hace vulnerables a prácticas fraudulentas por parte de la fuerzas del chavismo.

Esa distorsión permitiría, por ejemplo, que 16,362 electores chavistas del estado Delta Amacuro puedan sacar un diputado, mientras que en Caracas el candidato opositor tendría que sacar 87,021 votos para ser electo, ambos números calculados en base a una participación del electorado del 70 por ciento.

Los circuitos fueron rediseñados para economizar los votos del chavismo y desperdiciar los de la oposición, explicó el profesor de la Universidad Simón Bolívar, Guillermo Salas, integrante de ESDATA, agrupación de académicos que lleva años estudiando las irregularidades del sistema electoral venezolano.

“Con las modificaciones ellos buscaban no ganar nunca con más allá del 50 por ciento, de modo que el resto de sus votos pudieran ayudar a sacar algo más del 50 por ciento en el siguiente circuito electoral y, paralelamente, llevar a la oposición a ganar con un margen mucho mayor al del 50 por ciento dentro de sus circuitos”, dijo Salas.

Y los circuitos donde gana la oposición tienen a su vez menos diputados que aquellos donde suele ganar el chavismo.

La suma de esos factores sí altera el producto, con el efecto de la economía del voto chavista sumado al alto costo en votos por diputado en los sectores de la oposición generando un gran desequilibrio a favor del régimen.

Un estudio reciente de la firma de abogados Grau García Hernández Mónaco concluyó que la oposición tendría que sacar algo más del 60 por ciento de los votos depositados para obtener una mayoría simple en la Asamblea.

Ese cálculo coincide con las proyecciones de ESDATA que advierten que la oposición obtendría solo 64 de los 167 escaños si repite el resultado de la elección presidencial del 2013, cuando el candidato de la oposición, Henrique Capriles, obtuvo el 49.1 por ciento de los votos.

Eso significa que el chavismo obtendría 35 escaños más que la oposición en un hipotético escenario en que ambos bandos sacaran el mismo número de votos.

Aun así, el creciente descontento contra el chavismo podría desarticular el efecto de las reformulaciones de los circuitos electorales, y en especial ante los graves problemas de escasez que están sufriendo las comunidades rurales, explicó José Vicente Carrasquero, profesor de ciencias políticas de la Universidad Simón Bolivar.

El chavismo ha estado concentrando la distribución de alimentos en Caracas y en la franja norte del país, donde residen la mayoría de los venezolanos. Eso ha dejado al resto del país sufriendo lo peor de la crisis de escasez.

“Debido a ese descontento por el tema de desabastecimiento, se podría estar poniendo en riesgo el efecto que ellos han estado esperando por el Gerrymandering”, dijo Carrasquero.

“Todas las encuestas están anunciando una tormenta para el chavismo, y las cifras son escandalosas. Es lógico que sea así, el país nunca ha estado tan mal en los últimos 40 años”.

Los consultados dijeron que las aspiraciones del régimen de ganar los comicios bajo las actuales circunstancias tendrían además problemas de credibilidad.

“Con estos números de las encuestas no sería creíble un anuncio del chavismo de que ganó la elección”, dijo Carrasquero.

Salas coincidió: “El mayor problema que tienen es cómo hacer creíble una victoria de ellos. Para que les funcione, tienen que hacer esa victoria creíble, y eso es lo más difícil”.

La popularidad de Maduro y del chavismo están por el piso, con un 89 por ciento de los venezolanos asegurando que la situación del país es muy grave y una proporción similar pronunciándose a favor de un cambio.

Las dificultades del panorama electoral han llevado a Maduro a lanzar no muy veladas amenazas de que está dispuesto a hacer uso de la violencia para defender a la revolución en caso de que los venezolanos se pronuncien masivamente contra el régimen en diciembre.

“Si se diera ese escenario, negado y transmutado [de una derrota electoral del chavismo], Venezuela entraría en una de las más turbias y conmovedoras etapas de su vida política y nosotros defenderíamos la revolución, no entregaríamos la revolución y la revolución pasaría a una nueva etapa”, dijo Maduro a finales de noviembre.

Y como lanzando una amenaza de autogolpe, Maduro declaró que gobernaría “con el pueblo, siempre con el pueblo y en unión cívico militar”, aunque, contradictoriamente, añadió que con “la Constitución en la mano” echará adelante “la independencia de Venezuela cueste lo que cueste, como sea”.