viernes, diciembre 11, 2015

Esteban Fernández : “EL CAPITÁN MARAVILLA”

“EL CAPITÁN MARAVILLA”

Por Esteban Fernández
Diciembre 10 de 2015

Vayamos de nuevo al año 1958. Increíblemente la lucha mía y la del 95 por ciento de los jóvenes a mi alrededor no era contra los batistianos ni contra los fidelistas sino que la gran dificultad era la de mantenerse ajenos y neutrales y no tomar partido en esa guerra fraticida.

Pero las circunstancias en nuestra nación nos exigían adoptar una posición beligerante. El mayor problema -créanlo o no lo crean- era poder estudiar sin interferencias.

Las palabras más escuchadas en el Instituto de Güines no eran libros, ni clases, ni profesores, ni exámenes sino “huelgas y más huelgas” una huelga tras la otra por todo y casi todos los días.

De yo no sé dónde -porque jamás lo vi en las  clases- se aparecía un mulatico llamado Ibrahim Rivero, entonces los delegados de la “Asociación de alumnos” interrumpían las clases y nos pedían que saliéramos al vestíbulo para escuchar unas palabras de Ibrahim. El mulatico subía unos peldaños de la escalera que nos llevaba al segundo piso y nos disparaba tremenda descarga antibatistiana, nos recordaba que “ese día se conmemoraba tal hecho histórico o la muerte de algún mártir” y terminaban obligándonos a abandonar el plantel y sumarnos a otra huelga. Por muy batistianos que fueran los padres de un alumno este nunca osaba romper la huelga.

En mi caso personal esto era una odisea, en primer lugar porque mi padre -ya les he dicho- era un furibundo anticastrista y encima de eso mi única obligación y deber con él era precisamente ESTUDIAR.

Esa actitud de los fidelistas de obligarnos a seguir sus orientaciones también conllevaba el aparentar lucir simpatizantes de la causa revolucionaria y evitar por todos los medios que nos confundieran con ser batistianos. Supongo que ese era el preludio e inicio de la actitud entronizada desde hace rato en Cuba donde los individuos sin simpatizar con el régimen tienen que asistir a la Plaza pública y demostrar adhesión al desgobierno.

Mientras tanto en Güines se apareció un personaje extremadamente pintoresco e interesante, se llamaba Filiberto Navarro -y la gente en mi pueblo comenzó a llamarlo “El Capitán Maravilla”- y se puso al frente de la policía local. Tenía fama de abusador  -yo creo que él mismo se la había dado- pero al poco tiempo nos dimos cuenta que era simplemente un alardoso fanfarrón.

Pero traigo a colación a “Maravilla” por haber sido la persona que mejor refleja -con claridad meridiana en mi memoria- la preocupación nuestra de no ser tildados como batistianos antes los ojos de los estudiantes revoltosos.

La cuestión fue que una tarde mi mejor amigo Milton Sorí y yo salimos del parque y nos encaminábamos hacia nuestros hogares. De pronto el Jeep de “Maravilla” acompañado por dos policías y un civil dio un frenazo a nuestro lado.  Se tiró con la macana en sus manos. Nosotros casi nos orinamos en los pantalones.

Nos preguntó  nuestros nombres. Yo dije: "Soy Esteban Fernández Gómez" y me sonreí cuando Milton simplemente dijo “Milton Sorí” evitando dar su segundo apellido -Marín- porque (a pesar de no tener lazos familiares con los famosos hermanos) sus apellidos “Sorí Marín” eran tabú para los cuerpos policíacos.

Cuando más asustados estabamos “Maravilla” nos puso las manos sobre nuestros hombros y le pidió al civil que bajara del Jeep y nos dijo: “El señor es un fotógrafo del periódico “Pueblo” de La Habana y nos va a tirar una foto para que todo el mundo pueda ver lo mucho que me quiere la juventud de esta Villa”.

Ahí fue de verdad cuando nos entró el pavor a nosotros, nos imaginamos que si la foto era publicada no volveríamos al Instituto sin ser calificados como “admiradores de los esbirros”.

Nos miramos, nos sonreímos, nos quitamos las manos de "Maravilla" de encima de nuestros hombros y salimos corriendo desaforadamente por toda la calle Máximo Gómez.

Cuando llegamos jadeantes al “Edificio Partagás” donde yo vivía le dije a Milton: "Oye ¿por qué tu sigues corriendo al lado mío?" y me contestó: “Ñoo, tienes razón, es verdad, pasé mi casa desde hace cuatro cuadras”

¿Quieren oír el  final de la historia? Ganaron los fidelistas, prohibieron terminantemente las huelgas, creo que “Maravilla” estuvo unos años preso acusado de haber amenazado de muerte al periodista Diego Vicente Oliver en Ciego de Ávila, los militantes del Partido se adueñaron del Instituto de Segunda Enseñanza -ahora llamado “Juan Borrell”- los que no simpatizábamos con la dictadura fuimos expulsados del centro de estudios y ¿qué pasó con Ibrahim Rivero? Bueno, seguía visitando periódicamente nuestro plantel pero ahora con su uniforme verde olivo y los grados de teniente del Ejército de la recién estrenada tiranía.

Y por esas vueltas que da la vida aquí en California fui íntimo amigo del Dr. Octavio R. Costa quien era el Director de "Pueblo" aquel periódico al que tanto le huí para que no publicara mi foto..