viernes, enero 08, 2016

Alfredo M. Cepero: BARACK OBAMA EN LA HABANA


 Tomado de http://www.lanuevanacion.com

OBAMA EN LA HABANA

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Va a promover su agenda de apaciguamiento a tiranos y su legado de gran pacificador de un mundo diseñado según sus parámetros ideológicos.
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Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero
1-6-2016

El Consejero de Seguridad Nacional de Barack Obama declaró hace unos días que su jefe planeaba visitar la isla de los Castro antes de finalizar su mandato. Sin embargo, consciente de la desvergüenza de una reunión entre un presidente elegido democráticamente y unos tiranos que no han celebrado elecciones en 57 años, Ben Rhodes cubrió la declaración con la consabida hoja de parra. Dijo y cito que: "Washington quiere que La Habana mejore en materia de derechos humanos y que estimule la actividad económica permitiendo operar a empresas privadas."

La mentira queda descubierta por el propio modo de operación de la tiranía. En vez de respetar los derechos humanos, los tiranos han aumentado el hostigamiento contra la disidencia después del acuerdo Obama-Castro, como para que nadie se haga ilusiones de que el mismo traerá consigo cambio alguno en la naturaleza represiva del régimen. Y las empresas privadas dispuestas a aceptar a los Castro como socios mayoritarios, tal como ha sido desde hace ya mucho tiempo, serán siempre bienvenidas en Cuba comunista. Luego nada ha cambiado y nada cambiará mientras los Castro sigan usurpando el poder.

Todo esto lo sabe Barack Obama pero no le importa en grado alguno. Este fanático de la izquierda decadente no va a Cuba a mejorar las condiciones de vida de los cubanos como no ha mejorado las condiciones de vida de los norteamericanos. Va a promover su agenda de apaciguamiento a tiranos y su legado de gran pacificador de un mundo diseñado según sus parámetros ideológicos.

(Caricaturas añadidas por el bloguista de Baracutey Cubano)

Un mundo donde ninguna nación sea más poderosa que otra. Donde tengan igual influencia las ideas y las acciones de los países ricos y los países pobres, de los grandes y los pequeños, de las democracias y las dictaduras, de los violadores y los respetuosos del derecho internacional. Donde los Estados Unidos no sean una potencia estabilizadora sino una más entre naciones, muchas de las cuales son agresoras de sus vecinos y violadoras de derechos humanos. El problema es que cuando el policía se echa a dormir los maleantes hacen su zafra. Por eso tenemos a Putin cogiéndose el mundo, los clérigos iraníes en camino a detonar el polvorín del Oriente Medio, ISIS degollando a víctimas inocentes y Raúl Castro repartiendo palos a sus opositores con la tranquilidad de que no sufrirá consecuencias adversas por parte de su hermano ideológico Barack Obama.

En Cuba, Barack Obama se sentirá a sus anchas porque recibirá la adulación que le niegan los norteamericanos que han sufrido siete años de su arrogancia, su fanatismo y su incompetencia. Disfrutará de los ritmos cadenciosos de nuestras orquestas populares y hasta quizás se atreva a enfrentar la rabia de la belicosa Michelle bailando una salsa con Mariela Castro. Ese es el estilo de vida que disfruta este personaje que llegó a la Casa Blanca apoyado por los zurdos de Hollywood y la ha convertido en un escenario del rock, el hip hop y la salsa. Un petulante que se considera superior a todo el que lo rodea, un holgazán que se aburre con las labores ordinarias de gobierno y un narcisista que está enamorado del sonido de su propia voz. Su viaje a La Habana no tendrá sentido ni contenido, como tampoco cambiará en un ápice el ritmo de nuestra lucha por la libertad. No será otra cosa que la culminación de lo que ha sido la pachanga política de un diletante con habilidad histriónica que le ha costado muy cara a los Estados Unidos. ¡Qué tremendo parecido con el loro perverso que se apoderó de Cuba un primero de enero!

Pero ese no es el único parecido de Obama con los anfitriones que lo recibirán en La Habana. Están sin dudas la total falta de principios morales y de escrúpulos humanos. La Cuba de los Castro ha sido por 57 años la capital de la corrupción y de la represión en América. La cumbre de su gobierno está integrada por asesinos, ladrones y terroristas como Raúl Castro y Ramiro Valdés. Los antecedentes de Obama muestran su identificación con gentuza tan miserable como la que gobierna en Cuba.

Antes de ser electo presidente, Obama asistió por veinte años a una iglesia donde el pastor Jeremiah Wright acusaba de genocidio y de racismo a los Estados Unidos, inició su vida política en la residencia del terrorista que dinamitó el Pentágono, William Ayers, mantuvo estrechos lazos de amistad con otro terrorista, el dirigente palestino Rashid Kalidi, y fue asesor legal de la organización militante negra ACORN. A mayor abundamiento, Obama cultivó la amistad del orate antisemita Louis Farrakhan y compró su residencia de Chicago con las larguezas financieras del delincuente convicto Tony Rezko.

Por otra parte, es cierto que Obama ostentará como una medalla de honor el haber sido el primer presidente norteamericano en visitar La Habana después de la instauración de la tiranía y el hombre que ayudó a prolongar la opresión de los Castro sobre el pueblo de Cuba. Pero, en honor a la verdad, no ha sido el único presidente que nos ha mentido y manipulado para obtener el voto cubano en el crucial estado de la Florida. Los diez mandatarios que le antecedieron cerraron los ojos ante el drama de Cuba, nos pusieron al final de su agenda de gobierno y llegaron al extremo de traicionarnos como el engreído y cobarde de John Kennedy. Quienes no hayan despertado a esta realidad necesitan con urgencia un electroshock político.

En lo que a mí respecta, el viaje de Obama a La Habana no me quita el sueño ni me disminuye la energía para contribuir en la medida de mis limitadas posibilidades a la lucha por la libertad de Cuba, Esa lucha es nuestra, no se la delegamos a nadie, ni tampoco permitiremos que nos tracen pautas o nos dicten condiciones. Cuba será libre por el esfuerzos de unos hijos que ya hemos aprendido que nada podemos esperar del mundo.