Tomado de http://www.elmundo.es/o
Los políticos que no sabían perder
Por David Jiménez
27/12/2015
Horas después de perder las elecciones en el Reino Unido, manteniendo un 31% del apoyo del electorado, Ed Miliband anunció el pasado mes de mayo su dimisión como líder laborista al asumir la «absoluta y total» responsabilidad del resultado. Horas después de perder las elecciones en España, con un 22% de apoyo en el peor resultado del PSOE en unas elecciones generales, Pedro Sánchez anunció... que había «hecho historia». Sabido es que la victoria tiene numerosos padres y la derrota vive en la orfandad, que recordaba John F. Kennedy. Pero, ¿conocen otro país donde los fracasos electorales se disfrazan de éxitos con tanto desparpajo como en España?
Nuestros candidatos se toman los batacazos electorales sin ninguna deportividad o intención de asumir responsabilidades. Cero autocrítica. Ninguna renovación. Ganen o pierdan, saben que su futuro no depende tanto de la opinión de los votantes como de las intrigas y alianzas de partido. Sólo así se entiende que Sánchez trate de aferrarse a su liderazgo al frente del partido e incluso se postule para presidente de un país donde ocho de cada 10 votantes se decantaron por otra opción. Alegar que el
nuestro es un sistema parlamentario, y que todas las combinaciones son igualmente legítimas, no añade coherencia a una ambición personal que debió morir la misma noche electoral.
Y, sin embargo, estamos en España, así que no descarten que Sánchez se salga con la suya y aguante el chaparrón. Ya lo hizo en una situación similar su gran rival, Mariano Rajoy, manteniéndose al frente del PP tras su segunda derrota frente a Zapatero en 2008, prueba de que nuestros políticos se toman con excesiva literalidad la cita de Beckett: «No importa. Inténtalo otra vez. Falla otra vez. Falla mejor».
España se ha metido en un buen lío tras el 20D y se encuentra con que la solución pasa por políticos que no saben perder y a los que tampoco se les da bien dialogar entre ellos, por eso de la falta de costumbre. Lo mínimo que se les puede exigir es que, esta vez, hagan el esfuerzo. Si desde este periódico defendemos un acuerdo entre los tres principales partidos constitucionalistas no es sólo porque las alternativas nos parezcan peores -¿puede el Gobierno de un país depender de partidos que abiertamente abogan por su ruptura?-, sino porque ese gran pacto supondría una magnífica oportunidad para fijar al fin la agenda reformista que necesita España.
No hablamos simplemente de investir a Rajoy en aras de la estabilidad para entregarle un cheque en blanco que le permita volver a gobernar con la falta de consenso y la desconexión con la calle de esta última legislatura. De lo que se trata es de que PP, PSOE y Ciudadanos lleguen a un acuerdo con
reformas concretas que recojan lo mejor de sus programas electorales, una política de consenso frente al desafío independentista, medidas económicas que eviten una recaída de la crisis y esa regeneración que el (ex) bipartidismo resistió con tanta terquedad como falta de visión, y si no que se lo digan a los cinco millones de votantes que lo han abandonado.
El pacto tendría que incluir una batería de medidas contra la corrupción, un acuerdo nacional por la Educación, el reforzamiento de la independencia de la Justicia y de los medios de comunicación públicos, una nueva ley electoral que repare las injusticias de la actual y la reforma de instituciones que han sido contaminadas por el clientelismo de la clase política. ¿No es ése, acaso, el mensaje que ha enviado el electorado?
Por supuesto, Rajoy no cree que nada de esto sea necesario o habría liderado él mismo esas reformas en los cuatros años en los que ha tenido mayoría absoluta. Pero ocurre que los números son tozudos y las empresas de mudanza han empezado a dejar folletos con ofertas en el buzón de Moncloa. El presidente no tiene otra salida que tomar la iniciativa y ofrecer ese gran acuerdo por una Segunda Transición, por mucho que la guerra interna en el PSOE lo haga complicado. Y llegado el momento, si el propio Rajoy fuera un obstáculo para lograrlo, debería tener la grandeza de apartarse a un lado y dejar que sea otro líder, dentro del proceso de renovación pendiente en el PP, quien lo intente. Porque ni él, ni mucho menos Pedro Sánchez, son imprescindibles en esta nueva etapa política donde se ha puesto más difícil hacer pasar las derrotas por victorias.
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Podemos no liderará los tres posibles grupos
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Iglesias trata de hacer frente a la exigencia de independencia de sus alianzas territoriales
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MÍRIAM RUIZ CASTROMadrid - 01/01/2016 a las 04:49:16h. - Act. a las 04:49:20h.Guardado en: España
Los números cuadran y la decisión está ahora en manos del Congreso de los Diputados. Las coaliciones que selló Podemos en Galicia, Comunidad Valenciana y Cataluña exigían la constitución de un grupo propio en la Cámara Baja y ser sujetos políticos independientes y soberanos. Las tres han superado los cinco escaños y también el quince por ciento de los votos en todas las circunscripciones donde se han presentado: es la Mesa del Congreso la que decidirá ahora cómo interpreta el Reglamento para que esos grupos acaben o no constituyéndose.
Incluso antes de que se terminaran de cerrar las alianzas, en cada coalición ya se perfilaba quién sería el portavoz de ese hipotético grupo parlamentario. Y en ningún caso pertenece a Podemos. Las cesiones frente a Ada Colau en Cataluña, Mónica Oltra en Valencia y Xosé Manuel Beiras en Galicia han dado pie a que solo 42 de los 69 diputados vayan a pertenecer al Grupo Parlamentario de Podemos. Muchos de ellos, además, fueron designados por sus socios o son fichajes independientes, por lo que será difícil imponer disciplina de voto. En una entrevista a ABC, Pablo Iglesias aseguró que el partido «comparte estrategia con sus aliados», pero la singularidad de cada territorio y el marcado carácter regionalista (e incluso nacionalista) de éstos puede dificultar que haya unidad en el discurso.
En Cataluña, Ada Colau endureció sus condiciones para brindar su apoyo a Iglesias y exigió un «proyecto político soberano» con «criterios propios de soberanía catalana». Para que quedara bien claro, Colau ha dado protagonismo a su candidato durante toda la campaña y se refirió a Xavier Domenech repetidas veces como el «futuro portavoz» del que puede ser el grupo catalán más numeroso del futuro Congreso.
En Valencia, la posibilidad de disponer de un grupo propio y desbancar al PSPV como primera fuerza de izquierdas resultaron determinantes para que la líder de Compromís impusiera a las bases más nacionalistas de su partido el pacto para ir de la mano de Podemos a la cita con las urnas. Será un candidato de la formación de Oltra, Joan Baldoví, el que se erija como líder del grupo.
Y en Galicia, pese a que se baraja la posibilidad de una portavocía rotatoria, la primera en liderarla será la candidata de Anova, el partido de Beiras y parte fuerte de la coalición.
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