Ante las elecciones de noviembre de 2016 en EE,UU. los videos de Yuri Bezmenov quien desertó del KGB soviético donde explica las técnicas para subvertir y crear desafección en una sociedad. En sus palabras encontraremos la explicación de algunos fenómenos del pasado reciente y actuales manifestados dentro de la sociedad norteamericana incluyendo la elección de un presidente en EE.UU. y en Europa y América Latina
La decadencia ciudadana
Por Pedro Corzo
28 de Mayo de 2016
En la historia se aprecian numerosos ejemplos de filantropía. Personalidades y organizaciones dispuestas a ayudar al prójimo. Mecenas que apoyan a creadores e investigadores nunca han faltado, pero con seguridad nunca antes en el pasado, la solidaridad humana ha sido más efectiva y globalizada que en el presente.
No obstante hay que reconocer que en esas gestiones ciudadanas nunca han faltado depredadores, individuos que de las donaciones recibidas se asignan salarios y beneficios que serian mejor utilizados en los necesitados para los que dicen trabajar.
Quizás sean estos los tiempos de más y mejores misioneros. Hombres y mujeres que con desinterés extremo arriesgan sus vidas y salud para ayudar a quienes sufren de una indefensión absoluta, otros que promueven creencias religiosas que llaman al amor y la compresión, nunca a la violencia, pero que también asisten en sus problemas a los necesitados.
Mientras unos derrochan bondad, no faltan quienes son devorados por la codicia, la indolencia, despreocupación, y complicidad. Se sumergen en una corrupción que corroen los factores básicos de convivencia, al extremo, que terminan sembrando en la mayoría ciudadana la desconfianza, la duda de que existan personas dignas, capaces de sacrificarse por los demás.
Estos ladrones de mensaje e imagen, son tan viles como un pederasta que roba y destruye la inocencia de los niños. Su actitud conduce a un ambiente de sálvese quien pueda, en el que sobrevivirían los más despiadados prototipos de la especie humana.
El crimen, la corrupción, fraude, difamación, en individuos comunes al igual que en profesionales, y los políticos inepto y ladrones, no son creaciones del siglo XXI, lo que sucede que cada día se aprecia menos sanción moral y judicial para quienes delinquen, lo que incentiva una mayor presencia en la sociedad de individuos que al romper las reglas de convivencia, dejan sin salida y menos oportunidades, a quienes no hacen a los demás lo que no quieren que les hagan a ellos.
Hace varias semanas en un programa de televisión del periodista Daniel Torres uno de sus invitados comentaba la necesidad de que en las escuelas se impartieran normas cívicas y de urbanidad, se rememorara con más frecuencia la conducta de hombres y mujeres del pasado que sin ser perfectos, fueran capaces de tomar decisiones favorables a la comunidad, aunque resultaran perjudicados por las mismas.
Un tercer invitado, comentó que no era suficiente, que en Cuba, antes de 1959, se impartían esas clases, se rendía culto a la memoria de los patricios y que eso no fue un impedimento para que multitudes recorrieran las calles alabando a un nuevo tirano, algo similar ocurrió en Venezuela cuando el pueblo votó a favor de un militar golpistas.
Otro ejemplo es Estados Unidos, la democracia más importante del mundo, hay dos candidatos que ofrecen la luna a sus electores y a pesar de esas promesas imposibles cuentan con muchos seguidores que les compran el cuento, lamentablemente, son ejemplos que se repiten hasta el agotamiento y son consecuencia de la apatía ciudadana o del creciente cinismo, en el que dejar hacer, mientras los privilegios personales no estén amenazados, es una especia de pandemia.
La realidad es que ante la crisis estructural de valores y normas de armonía que alteran negativamente la convivencia entre los ciudadanos es necesario cuestionarse, siempre rechazando el concepto de la debida obediencia a la autoridad cuando esta dispone actuar contrario a la conciencia, ¿que está fallando? , por qué cada día interesa menos el destino de los otros.
Es evidente que hay un serio problema, viejo, como la humanidad misma. El debate entre el bien y el mal está en todas las rutas del hombre, cumplir con la conciencia social -hay quien no la tienen- o satisfacer los intereses personales antes que cualquier otra opción, es un conflicto añejo, es una interrogante que trasciende las escrituras.
Lo particular de este periodo de la historia de la humanidad es que nunca antes habían existido mas ciudadanos que en el presente. Eso significa más personas con capacidad para acceder a información, tomar decisiones, defender sus derechos y prerrogativas, influenciar sobre quienes le gobiernan o dirigen, pero también, recursos para los poderosos sin escrúpulos puedan más eficientemente controlar, amenazar, encerrar y hasta matar a quienes le contraríen.
Esa realidad junto al mayor nivel de información y a la posibilidad de difundir conceptos y propuestas, pero también de tergiversar y difamar se complejizan las relaciones humanas a niveles sin precedentes con consecuencias impredecibles. El hombre se está jugando una baza en la que actúa como ciudadanos conscientes, o se prepara para ser tiranizado de una forma sin precedentes.
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Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
La actual decadencia social en muchos países de occidente es producto de varios factores; entre ellos se encuentra el gran auge del relativismo cultural traido por esa gran corriente relativista que es la posmodernidad. El alto valor otorgado a la razón caracterizó la era moderna; valoración que en ocasiones fue exagerada, pero actualmente no es difícil encontrar rechazo a la razón. El relativismo no es nada nuevo, pero sí la alta aceptación que hoy se tiene en muchos países donde la razón era con anterioridad altamente valorada.
En Wikipedia leemos lo siguiente:
El relativismo es el concepto que sostiene que los puntos de vista no tienen verdad ni validez universal, sino que sólo una validez subjetiva y relativa a los diferentes marcos de referencia. En general, las discusiones sobre el relativismo se centran en cuestiones concretas; así, el relativismo gnoseológico considera que no hay verdad objetiva, dependiendo siempre la validez de un juicio de las condiciones en que este se enuncia; o el relativismo moral, que sostiene que no hay bien o mal absolutos, sino dependientes de las circunstancias concretas. Similares postulados se defienden tanto en el relativismo lingüístico como en el relativismo cultural.
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Tradicionalmente se ha considerado que existen dos posiciones opuestas respecto a la naturaleza de la sociedad y los aspectos humanos, o por lo menos a ciertos hechos sociales: el objetivismo y el relativismo.
El objetivismo sostiene que la verdad es independiente de las personas o grupos que la piensan, o en una forma lógicamente menos restrictiva, afirma que existen algunos hechos objetivos en los que existe acuerdo universal. Por otro lado, el relativismo considera que la verdad depende o está en relación con el sujeto que la experimenta, no existiendo verdades objetivas ni tampoco acuerdos universales compartidos por todos los seres humanos.
Es preciso ser cuidadoso a la hora de definir lo que es relativismo; así, por ejemplo, no es relativismo aceptar que existen muchas opiniones acerca de las mismas cosas; esto es obvio y nadie lo ha negado. El relativismo aparece cuando además se dice que dichas opiniones son verdaderas si a las personas que las defienden les parecen verdaderas. El relativismo mantiene que existen muchas formas de conceptualizar ciertos hechos sociales, y que ninguna de ellas puede considerarse como "verdadera". En cuestiones humanas y sociales se reconocen tres formas básicas de relativismo:
Cognitivo
Moral
Cultural
Es conveniente tratarlos juntos ya que se hallan estrechamente vinculados. Por ejemplo el relativismo lingüístico considera que existen interrelaciones entre el nivel cognitivo, el nivel cultural y la lengua materna de una persona. Incluso, quienes se adhieren a uno de ellos, generalmente se adhieren también a los restantes, mientras que quienes los rechazan, lo hacen en forma conjunta. Oswald Spengler escribió: “Toda cultura tiene su propio criterio, en el cual comienza y termina su validez. No existe moral universal de ninguna naturaleza”.
Lo paradójico es que en países de occidente se está haciendo dejación de los criterios y de los valores occidentales producto de la corriente postmoderna y del relativismo cultural que han sido incentivado en las universidades y en gran parte de los medios masivos de comunicación con el objetivo de hacer cambios políticos en las sociedades de esos países. Vladimir Ilich Ulianov, conocido mundialmente como Lenin, expresaba: ¿Cuál es nuestra moral? Nuestra moral es la de la lucha de clases. Es decir: para Lenin todo lo que llevara al comunismo al Poder político era moral .... . El quebrantamiento y eliminación de los valores morales de una sociedad fue, y es, un objetivo fundamental de algunas fuerzas o grupos sociales de izquierda o liberales (en el sentido norteamericano y no en el sentido de los liberales clásicos o europeos del siglo de oro español) para apropiarse del Poder político y después IMPONER los ¨valores¨ que sirvan a sus intereses. La sociedad norteamericana desde hace décadas ha sido un objetivo a desmoralizar.
Yuri Bezmenov, quien desertó del KGB, expuso en los años 80 del pasado siglo XX las técnicas para subvertir y crear desafección en una sociedad. Los dos primeros videos son fragmentos de una entrevista de 1983 con el ex-agente de la KGB Yuri Bezmenov (Thomas Schuman); el tercer video (no traducido del idioma Inglés al idioma español) es una conferencia que impartió en Los Ángeles, EE.UU. El cuarto video está subtitulado en idioma portugués, pero se lee facilmente por aquellos que conocemos el idioma español; es una recopilación de todos los videos que hay de las conferencias y entrevistas de Bezmenov.
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Antonio Gramsci: la cultura y los intelectuales
Por Arnaldo Córdova
19 de enero de 2014
(Fragmento)
Para Gramsci, la revolución se cifra en una completa y total reforma intelectual y moral de la sociedad. Para ello se necesita a los intelectuales o, por lo menos, que los intelectuales estén de acuerdo con ello. Cuando eso ocurre, entonces la reforma se pone en marcha, para dar lugar a un nuevo bloque de fuerzas que miran a transformar a la sociedad. Es por ello esencial para todo grupo que aspira a imponer su hegemonía hacerse del mayor número de intelectuales y convertirlos en intelectuales orgánicos. De ellos va a depender el futuro político del grupo. Gramsci lo dice así: “Una de las características más relevantes de cada grupo que se desarrolla hacia el dominio [de la sociedad] es su lucha por la asimilación y la conquista ‘ideológica’ de los intelectuales tradicionales, asimilación y conquista que son tanto más rápidas en tanto el grupo dado elabora simultáneamente sus propios intelectuales orgánicos” (Quaderni…)
(Antonio Gramsci)
Atraerse a los intelectuales, en general, va a depender de que el grupo que se encamina hacia el dominio hegemónico de la sociedad sepa formar (elaborar) a sus propios intelectuales. Al respecto, se debe anotar que “no existe una clase independiente de intelectuales, sino que cada grupo social tiene una formación de intelectuales que le es propia o tiende a formársela; pero los intelectuales de la clase históricamente (y realistamente) progresista, en las condiciones dadas, ejercen tal poder de atracción que terminan, en último análisis, por subordinarse a los intelectuales de los otros grupos sociales y, por tanto, por crear un sistema de solidaridad entre todos los intelectuales con ligámenes de orden psicológico (vanidades, etcétera) y, a menudo, de casta (técnico-jurídicos, corporativos, etcétera)”.
Finalmente, este hecho es tan importante para la definición de la misma hegemonía social y política del grupo en cuestión, que Gramsci no duda en hacer depender de que haya una gran formación intelectual ligada al grupo dominante el modo como se ejerce el poder. Si los intelectuales imponen abiertamente su presencia, tendremos una dominación que será, ante todo, intelectual; la ausencia de intelectuales en la política va acompañada, por lo general, de un ejercicio autoritario y despótico del poder. Gramsci anota al respecto que la atracción de los intelectuales “se verifica ‘espontáneamente’ en los períodos históricos en los cuales el grupo social dado es realmente progresista, vale decir, hace avanzar de hecho a toda la sociedad, satisfaciendo no sólo sus exigencias existenciales, sino ampliando continuamente sus propios cuadros por la continua toma de posesión de nuevas esferas de actividad económico-productiva. Apenas el grupo social dominante agota su función, el bloque ideológico tiende a fracturarse y, entonces, a la ‘espontaneidad’ puede sustituirse la ‘constricción’ en formas siempre menos larvadas e indirectas, hasta las medidas de auténtica policía y los golpes de Estado”.
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