El perdón de los santones de Calputa. Juan González Febles desde Cuba sobre aquellos que piden perdón y olvido para la tragedia cubana producto del Castrismo: Los santones de Calputa garantizan a la pandilla del miedo no solo impunidad para robar y atropellar en el presente, sino además, para que en un futuro consigan disfrutar en paz el botín obtenido
Lawton, La Habana, Juan González Febles, (PD) Como un remedo para ausentes santidades, surgen en el ambiente miasmático en que nos movemos en ambas orillas, los llamados al perdón y el olvido en sufragio de los castristas.
Surgen estos llamados desde una atmósfera empobrecida desde hace más de cinco décadas por el aliento y el empuje de cuatreros, estafadores, pandilleros y otros marginales, regenerados y empoderados desde la violencia política revolucionaria.
Así, hoy parecen haber llegado para quedarse los santones del perdón. Estos santones convocan al perdón no solicitado para quienes jamás han pedido tan siquiera disculpas. Se trata de que no sienten ni han sentido jamás la necesidad de hacerlo.
No se trata solamente de haber destruido un país, hecho para lo que quizás, existan dudas sobre si se hizo por incompetencia o fue solo mera perversidad. Se trata de perdonar ejecuciones sumarias, cárceles dantescas, privilegios escandalosos, robos y latrocinios que no parecen encontrar final a la vista.
Es entonces que aparecen nuestros santones de Calputa. Estos santones olvidan que lo que vivimos en la actualidad, llegó consagrado entre otros detalles de este estilo, por el odio de algunos, entre los que ocupa lugar destacado, en específico aquel que aspiró a ser una fría y eficiente máquina de matar. Hecho que sirvió posteriormente a otro del mismo pelaje para proclamar y exigir que nuestros niños y niñas fueran como quien proclamó el engendro.
Se trata de perdonar lo imperdonable que ya pasó, para dar continuidad a cosas que pasan en la actualidad. Desde golpizas programadas cada domingo y otros atropellos con los que se convive y se hace políticamente incorrecto criticar. Pero en todo ello, hay una gran dosis de oportunismo. Hacen como los rusos y perdonan las deudas que piensan jamás poder cobrar.
Hoy se trata de que si un pastor cumple con su obligación pastoral y acompaña y conforta a quienes enfrentan bandas parapoliciales, el pastor será posteriormente amenazado. Así no habrá que preocuparse en el futuro y tanto quien amenaza, como quien golpea, tendrán certificado el perdón para un futuro.
Los santones de Calputa garantizan a la pandilla del miedo no solo impunidad para robar y atropellar en el presente, sino además, para que en un futuro consigan disfrutar en paz el botín obtenido, ya sean yates, ropa interior o cámaras fotográficas. A cambio, recibirán generosas compensaciones materiales de promotores y financistas influidos por la misma ‘generosa condición’.
Como sea, bueno es seguir el ejemplo de nuestros aliados de los Estados Unidos que nos dan el ejemplo sobre cómo perdonar. Primero, les roban un misil en España. Luego, este aparece en Cuba. Solo que aquí, quizás ya no puedan devolverlo. Ya debe estar vendido en piezas – a causa del embargo- o puesto en manos del mejor postor el know how de Lockheed Martin. Pero señores, como ya todo pasó, se impone perdonar.
Aun así, está en pie la anunciada visita del Sr. Presidente de esa gran nación a Cuba. Esperémosle y démosle la bienvenida que merece. Hay quienes comentan que al igual que hizo la ex primera ministra británica Margaret Thatcher cuando visitó a Solidaridad en el transcurso de su visita a Polonia y pasó por alto el disgusto, la reconvención o ambas, de aquel gobierno comunista felizmente depuesto, el Sr. Barack Hussein Obama quizás visite y salude a las Damas de Blanco en su sede o visite el Parque Gandhi un domingo de marcha ciudadana pacífica. Allí, compartirá con nuestros activistas pro democracia y será testigo de cómo #TodosMarchamos ratifica cada vez el derecho a la manifestación pacífica en las calles y el hoy vetado actuar político ciudadano independiente.
La foto de familia de ese encuentro, ciertamente valdrá la pena.
Para no ser tildado de intransigente, la visita podría ser también para los marginales de los grupos parapoliciales que defienden su derecho a golpear y reprimir, dirigidos por oficiales de la policía Seguridad del Estado. Estos, aviados para la ocasión con uniformes limpios, ropa interior ocupada y hasta alguna cámara fotográfica –también ocupada- conservarán una constancia del encuentro. No olvidar que no se trata de ladrones, son solo revolucionarios que se esfuerzan por ser fríos y eficientes para lo único en que tienen una vocación reconocida.
De perdonar y olvidar se trata, así lo demandan nuestros santos de Calputa. Entonces, ya saben, las palabras de orden son: ¡Perdón y olvido!
j.gonzalez.febles@gmail.com; Juan González
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