martes, febrero 09, 2016

Esteban fernández: EL ACELERADOR DEL JETTA

EL ACELERADOR DEL JETTA

Por Esteban fernández
9 de febrero de 2016

Ya ustedes saben que soy una de las pocas personas que no les molesta contar sus errores  y que a modo de anécdotas les confieso mis fallos a menudo. Aquí les va otra historia: yo tengo un Volkswagen Jetta. Es un buen carro alemán sin embargo las piezas de repuesto y la mecánica salen bastante caras.

Pudiera decirles que nunca me ha dado disgustos graves. Sin embargo, el año pasado comencé de pronto a tener problemas con el acelerador. No era siempre, solamente uno o dos días de la semana me costaba mucho trabajo que el acelerador me respondiera adecuadamente.

Lo primero que hice -lo que siempre hago- fue  comentar el asunto con mis dos hijas. Como es natural ellas me escucharon y a los cinco minutos  se olvidaron de mi carro. Y entonces  -para que me pusieran atención- convertí mis conversaciones sobre el acelerador en una verdadera matraquilla.

Hasta que mi hija Ana Julia me contestó -supongo que para quitarse de encima mi pejiguera- con estas palabras textuales: “O.K. dad, yo mañana tengo que ir a San Bernardino, me voy a llevar tu carro para ver si le noto lo que tú dices”. Ahí le respondí: “¡Tú estás loca, tú no vas a jugarte la vida en el Freeway con ese pedal defectuoso!” Entonces me dijo: “Está bien, dame las llaves y le voy a dar unas vueltas a la manzana”. A los 15 minutos regresó y me dijo: “Papi él que está loco eres tú, ese carro acelera perfectamente bien”

(Jetta de Esteban Fernández)

Pero, de todas maneras, al otro día  me fui al taller de la “VW” y lo dejé ahí  por varias horas hasta que me llamaron diciéndome que ya estaba listo. El mecánico me dijo que habían ajustado completamente el pedal del acelerador, que él personalmente lo había manejado por dos millas y que no tendría más problemas.  Me cobraron $162.00 y me dieron una garantía por un año. Me monté aliviado en mi carro y lo llevé completamente despreocupado hasta mi casa.

Eso fue un lunes, pero el jueves comenzó el carro de nuevo a darme lata y por mucho que trataba de acelerar el auto no me respondía. Y como tenía garantía volví dos veces más a la agencia, ya tenía hasta la coronilla a los empleados de la “VW“.  Supongo que pensaban que yo era uno de esos “hipocondríacos de carros”. Ya hasta había decidido  darlo de “down” para adquirir un carro nuevo.

Cuando estaba en el salón de espera para hablar con un vendedor de carros entró un joven de unos 20 años a barrer el piso, me saludó tímidamente y me preguntó por curiosidad: “¿Qué le sucede con su automóvil que lo he visto muchas veces aquí tratando de que le resuelvan un problema?” Y de mala gana le expliqué al muchacho lo que me ocurría.

El  mozo de limpieza me miró, se sonrió y me hizo la pregunta “más estúpida y absurda del mundo”. Me dijo: “Señor ¿por casualidad usted durante las últimas semanas se ha comprado un par de zapatos nuevos?”  Sorprendido y hasta un poco incómodo le dije: “Sí chico, pero ¿eso que tiene que ver con lo que estamos hablando ni con el lío que tengo?”

El muchacho apenado me respondió: “Oh, por favor, no se moleste conmigo, le pregunto porque a lo mejor los zapatos nuevos son demasiado anchos y por eso se dificulta y obstaculiza poder pisar el pedal en esa zona angosta y acelerar el carro”.

Y ¡Efectivamente, ese era el gran problema! Le di las gracias al muchacho, casi corrí hasta mi auto, llegué a mi casa, boté los zapatos en la basura y más nunca he mencionado al asunto hasta el día de hoy. Ah, y el acelerador funciona maravillosamente bien.