Nancy y Ronald Reagan en 1953 cuando Ronald fue a verla en el rodaje de uno de sus films; se habian casado el 4 de marzo de 1952 y se habian conocido en 1951 cuando Ronald Reagan estaba al frente del sindicato de actores.
Sobre su carrera artistica pueden leer mas en:
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Muere Nancy Reagan
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La actriz y ex primera dama estadounidense fallece a los 94 años
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Por Juan Jesús Aznarez
6 MAR 2016
Amantísima esposa, sincronizada en valores y sentimientos con el hombre de su vida, el expresidente de Estados Unidos Ronald Reagan, su viuda Nancy Davis Reagan falleció este domingo, a los 94 años, víctima de una insuficiencia cardíaca, después de haber sido una de las mujeres más influyentes del siglo XX. Su difunto marido fue un gobernante singular, histórico, y ella, una primera dama también única, atrabiliaria a veces, pero siempre presente en los despachos de la Casa Blanca, en la diplomacia, y en el devenir nacional. El matrimonio simbolizó una época y una forma de ser. Actriz de reparto de películas Serie B cuando Ronald construía en Hollywood su perfil de cowboy cinematográfico y político, eran dos almas gemelas condenadas a quererse. “MI vida comenzó con Ronnie”, confesó. Murió en Los Ángeles y su hijastro Michael la despidió con el único epitafio posible: “Vuelve a lado del hombre que amó”
La pareja se conoció en 1951, cuando Ronald Reagan era un actor con trazas de galán antiguo que presidía el Sindicato de Actores, y desenfundaba en filmes del oeste de medio pelo y en los reivindicativos debates gremiales. Durante su carrera en Hollywood, ella salió con muchos actores, incluyendo al tenorio Clark Gable, Robert Stack y Peter Lawford. Gable la fascinó pero no hubo romance, que se sepa. Contrajo matrimonio con Ronnie en 1952, y nunca se separaron porque coincidían en casi todo: en las cosas del corazón, en una visión conservadora, con variantes propias, atrevidas frecuentemente, de la existencia y de los asuntos públicos. Estuvieron treinta años juntos, inseparables, antes de alcanzar la presidencia en 1981. En total 52 años de convivencia, hasta la muerte de Reagan en el 2004, vencido por el Alzheimer, sin acordarse de que su desafío armamentístico de los años ochenta a la URSS significó el derrumbe del boque soviético.
Amantísima esposa, sincronizada en valores y sentimientos con el hombre de su vida, el expresidente de Estados Unidos Ronald Reagan, su viuda Nancy Davis Reagan falleció este domingo, a los 94 años, víctima de una insuficiencia cardíaca, después de haber sido una de las mujeres más influyentes del siglo XX. Su difunto marido fue un gobernante singular, histórico, y ella, una primera dama también única, atrabiliaria a veces, pero siempre presente en los despachos de la Casa Blanca, en la diplomacia, y en el devenir nacional. El matrimonio simbolizó una época y una forma de ser. Actriz de reparto de películas Serie B cuando Ronald construía en Hollywood su perfil de cowboy cinematográfico y político, eran dos almas gemelas condenadas a quererse. “MI vida comenzó con Ronnie”, confesó. Murió en Los Ángeles y su hijastro Michael la despidió con el único epitafio posible: “Vuelve a lado del hombre que amó”
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La pareja se conoció en 1951, cuando Ronald Reagan era un actor con trazas de galán antiguo que presidía el Sindicato de Actores, y desenfundaba en filmes del oeste de medio pelo y en los reivindicativos debates gremiales. Durante su carrera en Hollywood, ella salió con muchos actores, incluyendo al tenorio Clark Gable, Robert Stack y Peter Lawford. Gable la fascinó pero no hubo romance, que se sepa. Contrajo matrimonio con Ronnie en 1952, y nunca se separaron porque coincidían en casi todo: en las cosas del corazón, en una visión conservadora, con variantes propias, atrevidas frecuentemente, de la existencia y de los asuntos públicos. Estuvieron treinta años juntos, inseparables, antes de alcanzar la presidencia en 1981. En total 52 años de convivencia, hasta la muerte de Reagan en el 2004, vencido por el Alzheimer, sin acordarse de que su desafío armamentístico de los años ochenta a la URSS significó el derrumbe del boque soviético.
Activista en causas diversas, Nancy Reagan popularizó el movimiento contra las drogas Just say No, abanderando la lucha contra el uso recreativo de drogas, su primera gran iniciativa, y se involucró en la campaña para acabar con las restricciones a la investigación sobre las células madres, rompiendo con las fila republicanas contrarias a la experimentación. El 27 de octubre de 1986, el presidente Reagan aprobó una ley en contra de las drogas, y estableció una pena mínima obligatoria para los delitos de consumo de estupefacientes. La ley fue muy criticada y Nancy la consideró una victoria personal.
Veló como una madre por la suerte de los veteranos en desgracia y lisiados del ejército norteamericano, y cuando su marido casi muere en el atentado de 1981 fue su insomne y popular enfermera y best seller en dedicación y popularidad. El 30 de marzo de ese año, el presidente Reagan y miembros de su séquito fueron tiroteados cuando salían del Washington Hilton Hotel. Nancy fue alertada y llegó al Hospital de la Universidad George Washington, donde fue hospitalizado. El senador Strom Thurmond entró en la habitación del presidente, burlando al Servicio Secreto, y afirmando que era un "amigo cercano" del presidente. Nancy, indignada, lo expulsó.
Primera dama de Estados Unidos entre 1981 y 1989, lo fue de California durante el mandato de su marido como gobernador, desde 1967 hasta 1975, y durante este periodo fue una exigente colaboradora de campaña electoral. También fue en 1985 cuando convocó una cumbre internacional de primera damas para hablar de las drogas y “vender” la candidatura de su marido. Inevitablemente, dada su fuerte y arriscada personalidad, fue también objeto de críticas diversas porque su jurisdicción trascendió las cuestiones sociales, y entre bambalinas, las políticas. Alguna de sus decisiones retratan su temperamento: reemplazó toda la vajilla de porcelana de la Casa Blanca, a pesar de ser sufragada por donaciones privadas.
Nancy dirigió la renovación de varias habitaciones, incluyendo las adyacentes al Despacho Oval, como la sala de conferencia de prensa. Nuevas manos de pintura, acabado de suelos, reparación de chimeneas y reemplazo de antiguas tuberías, ventanas y cables. Gastó una millonada. El ruido fue mayor cuando se descubrió en 1988 que había consultado a una astróloga para que ayudara en la planificación de la agenda del presidente después del atentado de 1981. El jefe de gabinete, Donald Regan, rechazó el método y entró en colisión con la primera dama, enemistad que se acentuó durante el escándalo Irán-Contra. Sobreprotectora, acusó a Regan de estar perjudicando al presidente. Pidió su cabeza, que en esta ocasión, no le fue concedida. En sus memorias de 1988, Regan escribió acerca de la astróloga. Era la primera vez que se mencionaba el tema en público. Nancy lo hizo después: “La astrología era simplemente una manera de enfrentar el miedo que sentí luego de que mi marido estuviera a punto de morir...”
Se distinguió por su pasión por la moda. Su vestuario contaba con trajes de diseñadores de lujo, incluyendo a James Galanos, Bill Blass, Adolfo y Óscar de la Renta. Le gustaba que la comparasen con el estilo de Jacqueline Kennedy. El costo del vestido de gala de la investidura presidencial fue de unos 10.000 dólares.
Su influencia sobre las decisiones del gobernante fue determinante en su segundo mandato, según los analistas. En 1988 se convirtió en la primera dama invitada a hablar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre las leyes internacionales contra el narcotráfico. Encendida anticomunista, como Ronni, apoyó a su esposo cuando planteó a Moscú una escalada en el despliegue de misiles que la Unión Soviética no pudo emular. Entonces comenzó el derrumbe del bloque enemigo de Estados Unidos durante la Guerra Fría. Su relación con Raísa Gorbachov no se correspondía con la relación amistosa que fraguó entre sus esposos. A Nancy le resultaba difícil conversar con Raísa. Las dos mujeres normalmente tomaban té y discutían las diferencias entre la URSS y los Estados Unidos, pero poco más. Visitando EE UU por primera vez en 1987, Raísa irritó a Reagan con unas lecturas sobre la arquitectura del socialismo, lo que llevó a que Nancy le dijera bromeando a su marido: "¿Quién se piensa que es esa dama?".
Los Reagan se retiraron a su casa de Bel Air, en Los Ángeles, California, en 1989. Y Nancy dedicó la mayor parte de su tiempo a cuidar de su marido enfermo, diagnosticado en 1994 con mal de Alzheimer. Fue una de las primeras damas más longevas, siendo superada solamente por Bess Truman. En sus memorias escribió: “No creo que fuera tan mala, ni tuve tanto poder ni fui tan débil como decían, pero la primera dama encaja, tiene un papel único e importante que desempeñar en el cuidado de su marido y es natural que ella le haga saber lo que piensa. Yo siempre lo hice con Ronnie, y siempre lo haré”.
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Tomado de
http://cafefuerte.com/a/Nancy Reagan y Cuba
Por Carlos Cabrera Pérez
7 marzo, 2016
Se ha ido con 94 años. Fue actriz de Hollywood donde conoció al que luego fue su marido y presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, a quien cuidó en la casa familiar con mimo y esmero pese a que él no se enteraba por el Alzheimer que padecía.
La presidencia de su marido coincidió con la etapa de cobardía soviética, en la que el PCUS le dijo a Fidel y Raúl Castro que si Cuba tenía un problema con los norteamericanos, los soviéticos no iban a mover un dedo.
La entonces Dirección General de Inteligencia (DGI) llevaba años acumulando datos sobre personas violentas de cualquier credo político, radicadas en Estados Unidos. Así llegó el dato de que un grupo de extremistas de Carolina del Norte planificaba un atentado contra Reagan, en el verano de 1984.
Una fuente segura
El informe llegó por una “fuente segura” a manos de un agente cubano que se ocupaba de la seguridad de la Misión de Cuba ante Naciones Unidas, en Nueva York, según relató el propio Castro años después.
Fidel Castro jugó con su habitual habilidad en el tablero geopolítico y entregó los datos al entonces jefe de seguridad de la delegación estadounidense ante Naciones Unidas, Robert C. Muller, y más tarde a dos agentes del Servicio Secreto. El FBI procesó la información que Cuba había acopiado y a los pocos días detuvo a los conspiradores en una casa llena de armas. Los datos de Cuba eran fiables.
Nancy nunca olvidó aquel gesto y siempre influyó -hasta donde pudo- para que no se emprendieran acciones armadas contra Cuba y se opuso a que finalizara un discreto programa de colaboración médica bilateral que Jimmy Carter acordó con La Habana para que se atendiera en instituciones de Estados Unidos a pacientes cubanos de todas las edades en áreas como cirugía cardíaca, cirugía de pulmones, oftalmología, etcétera.
Este programa posibilitó que Celia Sánchez se operara en Boston; no hubo preguntas, no hubo curiosos, nadie lloró. Pero también conocí decenas de casos, niños fundamentalmente e hijos de familias trabajadoras que pudieron salvar sus vidas gracias a los médicos y los cuidados norteamericanos.
Mensaje oficialista
Fidel Castro difundió también la transcripción de una entrevista entre el entonces canciller Isidoro Malmierca y el jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, Wayne Smith, el 30 de marzo de 1981, cuando Reagan sufrió un atentado en Washington.
Malmierca transmitió a Smith un mensaje oficial lamentando el intento de magnicidio y con el deseo de una pronta recuperación del presidente estadounidense. En un artículo del 2007, ya fuera del poder, Fidel Castro comentó que tal vez Reagan experimentó algún agradecimiento por las deferencias cubanas tanto en el momento del atentado como por el aviso que le salvó la vida ante un peligro inminente, y luego lo dejó saber a través de Robert C. Muller.
Es curioso que fue durante la presidencia de Reagan, cuando Estados Unidos y Cuba sostuvieran la reunión de más alto nivel desde su ruptura de relaciones, en 1961, hasta los acontecimiento desencadenados por el cambio de política de la Casa Blanca el 17 de diciembre de 2014. El encuentro fue en 1981 entre el secretario de Estado, Alexander Haig, y el vicepresidente cubano Carlos Rafael Rodríguez, en la Ciudad de México, promovido por el presidente José López Portillo.
Agradezco a Nancy Reagan su influencia contra la idea de invasión a Cuba y su firmeza ante los que querían anular el programa de colaboración médica.
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