lunes, mayo 02, 2016

"El embargo es un cuento: Cuba puede comerciar con más de 170 países". Claudia Peiró entrevista al ex preso político cubano y escritor Armando Valladares

Tomado de http://www.infobae.com

"El embargo es un cuento: Cuba puede comerciar con más de 170 países"

**********
El escritor y opositor cubano Armando Valladares, que pasó 22 años en la cárcel por criticar la adhesión de Fidel al comunismo, cree que nada cambiará en la isla hasta que no muera uno de los hermanos Castro
**********

Por Claudia Peiró
1 de mayo 2016
cpeiro@infobae.com


Los fusilamientos ordenados por el Che, la farsa del embargo, los fracasos del régimen, su carácter dictatorial, la mentira de la apertura... Valladares no tiene prurito en desmontar los inoxidables mitos que la corrección política o la moda han alimentado por años en torno a la Revolución Cubana.

Arrestado a los 21 años por la policía política de Castro y catalogado como "enemigo potencial de la Revolución", Armando Valladares pasó más de dos décadas –toda una vida- en las cárceles cubanas y sólo fue liberado por la presión internacional de asociaciones y gobiernos que lo consideraron un prisionero de conciencia y abogaron por su libertad.

Valladares cree que la "apertura" del régimen es nada más que una estrategia promovida por las urgencias económicas y que sólo la desaparición de Fidel o Raúl Castro abrirán la vía a un cambio, que no descarta pueda ser violento debido a la lucha por la hegemonía entre los diferentes círculos de poder del régimen, hoy contenidos por la autoridad del líder y de su hermano.

En esta entrevista con Infobae, realizada en ocasión de la visita de Valladares a Argentina -para asistir a la Feria del Libro-, el autor de Contra Toda Esperanza: 22 Años en el Gulag de las Américas cuenta su historia y analiza el presente de Cuba y sus perspectivas futuras.

—¿En qué circunstancias fue detenido usted?


—Yo era un funcionario del gobierno revolucionario. Como la mayoría de los cubanos, creí en aquel Fidel Castro que hablaba de justicia, de respeto a la dignidad del ser humano, de honradez administrativa, de todas aquellas cosas que los cubanos estaban deseosos de que ocurrieran. Pero muy pronto me di cuenta de que Castro estaba sencillamente sustituyendo la dictadura de Batista por su propia dictadura. Y un día se aparecieron en mi mesa de trabajo en el Ministerio de Comunicaciones, con un letrero que decía: "Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista, que estoy de acuerdo con él". Cuando vi eso, les dije a los milicianos: "No, no me pongan ese letrero en mi mesa". Me preguntaron: "¿Tú no estás de acuerdo con Fidel?". Mi respuesta fue: "Si es comunista, no". Eso fue suficiente para que me calificaran como enemigo potencial de la Revolución.

(Armando Valladares)

—¿En qué año sucedió eso?

—Estamos hablando de finales del año 60, cuando todavía Castro no admitía que era comunista, cuando decía que estaba en contra del comunismo. En Estados Unidos, en el famoso programa Meet the Press, calificó al comunismo de "dictadura científica". Una mañana se apareció la policía política en mi casa. No encontraron nada que me pudiera comprometer, ni armas, ni explosivos, ni documentos, ni proclamas, nada. Nadie me acusaba, y sin embargo me llevaron a la sede de la Policía Política. El oficial investigador me dijo: "No tenemos ninguna prueba en tu contra, no te acusa nadie, sin embargo estamos convencidos de que eres un enemigo potencial de la Revolución". Era el mismo argumento del Che Guevara cuando era presidente de los tribunales revolucionarios en la cabaña, cuando decía textualmente que no era necesaria ninguna prueba y que había que actuar por convicción. Y les exigía a sus fiscales que fueran muy rápidos en las condenas, porque las pruebas eran "una debilidad del burgués capitalista". Si había que fusilar, no era necesario considerar culpable a una persona, sino considerar si hacía falta fusilarla y hacerlo.

—¿Eran tribunales pre-existentes o eran tribunales ad hoc?

—Se constituyeron después de la Revolución y el Che Guevara estuvo al frente. Él fusiló a 630 y pico de militares en los primeros cinco meses cuando estuvo al frente de esos Tribunales. Y jamás perdonó una sola de esas vidas en la instancia de apelación. Hubo 79 apelaciones y las 79 fueron rechazadas personalmente por él.

—¿Qué edad tenía usted cuando fue arrestado?

—Tenía 21 años de edad.

—¿Había cometido algún acto violento, había participado de alguna conspiración?

—Absolutamente nada. Yo estuve preso por el delito de opinión. Yo alegué que si no tenían pruebas por qué me iban a condenar. "Porque tú estudiaste en un colegio católico". Y mi respuesta fue: "Fidel Castro también". Entonces muy airado el oficial replicó: "Fidel es un revolucionario y tú eres un contrarrevolucionario". En menos de una semana me llamaron a tribunales y me condenaron a 30 años de cárcel.

—De los cuales usted cumplió solo 22 años, aunque parece increíble decir "sólo"...

—Cumplí 22 años porque mi esposa logró una campaña internacional que culminó con un pedido personal del presidente francés François Mitterrand y así fue como logré salir en libertad en octubre de 1982.

—¿Cómo fueron esos años?

—Se hace difícil contar en una entrevista veintidós años de cárcel. Puedo decir lo que dice Amnistía Internacional, porque fui el primero que adoptó Amnistía como prisionero de conciencia: el trato a los prisioneros en las cárceles cubanas, como en todas las dictaduras -y no hay dictadura buena, ni de derecha, ni de izquierda, todas son repudiables-, fue cruel, inhumano, degradante, con negación de asistencia médica y de visita y confinamiento solitario. Yo estuve ocho años en una celda oscura con la ventana y la puerta tapiadas, y las golpizas y las torturas, porque en las cárceles cubanas hay una constante presión para obligar al prisionero a aceptar la rehabilitación política.

—¿Qué significaba eso exactamente?

—Que yo tenía que firmar un documento admitiendo que toda mi vida anterior había sido un error, que todos los valores en los que yo creía eran falsos, que Dios no existía, que Dios era una idea oscurantista del pasado, y pedir que por favor la Revolución me diera la oportunidad de ingresar en la nueva sociedad comunista para ser un hombre nuevo. Si yo firmaba, inmediatamente cesaban el confinamiento solitario, los golpes, las incomunicaciones, y me iba a los planes de rehabilitación. Para mí, eso hubiera significado un suicidio espiritual porque hubiera tenido que renegar de los valores que me definían como persona.

—¿Cuántos presos políticos estima usted que hubo en aquellos años?

—Cuando Fidel Castro a principios de los 70 admitió que había unos 25 mil prisioneros –el gobierno de Cuba no acepta la categoría de presos políticos, dice presos contrarrevolucionarios-, en realidad en ese momento había 82 mil presos políticos en más de 200 cárceles a todo lo largo de la isla.

—El régimen y quienes lo apoyan aseguran que los presos y los opositores en general son agentes de la CIA. ¿Qué responde a eso?

—Siempre la dictadura ha calificado a los presos políticos como agentes de la CIA, o como gente corrupta, pero eso es normal. Lo que resulta indignante es que monseñor Jaime Ortega Alamino [N.de la E: arzobispo saliente de La Habana] haya dicho en la universidad de Harvard que no había presos políticos en Cuba y que los disidentes eran todos delincuentes de la peor categoría. Eso sí es doloroso porque lo está diciendo el más alto representante de la iglesia en Cuba. Pero los que estamos en esta lucha sabemos que el cardenal Ortega ha sido siempre un colaborador de la policía política de Cuba.

—¿A qué se debe la situación socioeconómica ruinosa de Cuba?

—Al sistema. Es lo mismo que está pasando en Venezuela o que pasaba en los países detrás de la Cortina de Hierro; el comunismo no es capaz de producir lo que necesita la población. El embargo es un cuento, porque Cuba puede comerciar con más de 170 países en todo el mundo. ¿Qué puede necesitar Cuba que no le pueda vender por ejemplo Argentina, México, Europa, Japón, Alemania, Suecia...? ¿Una aspirina? No es un secreto militar norteamericano; sin embargo no hay aspirinas en Cuba. El hilo para suturar heridas no es un producto exclusivo de Estados Unidos, ni los alimentos. Todo eso es sencillamente una manera de justificar el fracaso del sistema. Hace cuatro años el primer socio comercial de Cuba eran los Estados Unidos. Hubo un año en que llegamos a venderle por cerca de 4 mil millones de dólares. Ganado en pie, carne congelada, manzanas, madera de pino y hasta la tinta con la que se imprime el órgano oficial del Partido Comunista, el Granma, va de Estados Unidos. Lo que ocurre es que las compras en Estados Unidos las tienen que pagar cash y lo que quiere el régimen es el crédito, es no tener que pagar, porque Cuba nunca ha pagado sus deudas. A Argentina le debe cientos de millones de dólares que no va a pagar nunca. Es todo un cuento porque como dije Cuba puede comprar lo que necesita en el resto del mundo.

—El castrismo culpa de todo a Washington, pero no habla de Moscú, pese a que Cuba fue durante años una colonia soviética. ¿Cómo se explica?

—Es que hay un doble estándar para juzgar a estas dictaduras de la izquierda y es indignante ver que la misma gente que se rasgaba las vestiduras denunciando la dictadura de Pinochet o de Batista, las dictaduras de la derecha, cuando se trata de Cuba, pues o lo justifican o dicen que no es cierto, y ese doble estándar es lo que ha causado que Cuba tenga más de medio siglo de dictadura.

—¿Cómo evalúa el deshielo diplomático entre Estados Unidos y Cuba?

—Le han dado una oportunidad pero Cuba lo ha dicho terminantemente: no van a cambiar ni un ápice en nada. Entonces todas esas cosas que ha prometido Obama no se pueden llevar a cabo, porque Cuba no está dispuesta a ninguna apertura. Por ejemplo, el presidente norteamericano dijo que había autorizado a compañías a que invirtieran en Cuba pero ninguna ha invertido ni puede hacerlo porque no existen las estructuras legales para invertir con garantía. Nadie va a poner su dinero si no tiene garantía de recuperarlo, porque sabemos lo que hace Cuba, lo ha hecho con los españoles, con los canadienses: cuando los negocios son muy prósperos y dan mucha cantidad de dinero, sencillamente se los quitan. Y cuando reclaman, los mandan a la casa acusados de que han estado sobornando a funcionarios. No va a pasar nada, porque Cuba no va a cambiar. Todo es un poco más de turistas y nada más.

—¿Por qué cree que le resulta posible al régimen perpetuarse?

—Yo digo siempre que si la dictadura de Fidel Castro se hubiera establecido en Asia o en África, hace años hubiera desaparecido como un Bokassa cualquiera. El éxito de la permanencia de su dictadura es porque está a 90 millas de los Estados Unidos, porque el 99,99 por ciento del mundo odia a los Estados Unidos de Norteamérica. Y ese odio se ha canalizado en el apoyo a la dictadura de Castro. Ese ha sido su éxito. Cuando esperábamos el abrazo solidario de nuestros hermanos latinoamericanos hemos visto con estupor que ese abrazo se lo daban al verdugo del pueblo de Cuba. Tienen derecho de culpar a los Estados Unidos de ser responsables de todos los males, de Río Grande a la Patagonia, pero además de eso se puede admitir que en Cuba hay una dictadura, que no hay libertad, que se tortura, porque no son excluyentes los dos criterios. Odiar a Estados Unidos con toda la fuerza no impide decir que en Cuba hay una dictadura.

—Cuba siempre tuvo algún valedor externo: Rusia, la UE en parte en un momento, ahora Venezuela. Por eso la crisis venezolana complica al régimen. ¿Cree que los Castro podrán seguir controlando la transición?

—El acercamiento a Estados Unidos está en esa línea. En cualquier momento se les acaba el suministro de Venezuela. Si eso ocurre antes de que el actual presidente norteamericano deje el poder, Estados Unidos va a venderle petróleo a Cuba. Por eso han hecho este tipo de concesiones, de recibir a Obama en Cuba y todo eso.

—Su visión del futuro de Cuba parece más bien negativa. ¿O tiene esperanza?

—Bueno, yo creo que es necesaria la muerte de Fidel Castro, o más bien de Raúl, porque Fidel ya está que no sabe lo que dice. La muerte de cualquiera de los dos puede producir un cambio violento en Cuba. Pero tiene que desaparecer uno de los dos. Y va a ocurrir. Este año, el que viene, dentro de cinco. Y ese es el único factor, o el último, que yo creo que puede producir un cambio drástico de la situación cubana. Porque no hay nadie que llene el vacío de poder, aún en las condiciones que está, que va a dejar Fidel Castro. El único que inspira ese terror en Cuba es Fidel aunque esté agonizando en estado de coma, como pasó con Stalin, y Raúl Castro está allí sencillamente porque su guardaespaldas, que es su hermano, está vivo.

—Cuando dice cambio violento, ¿se refiere a drástico o al derramamiento de sangre?

—Puede haber un enfrentamiento interno. Carlos Rafael Rodríguez decía que en Cuba había cuatro o cinco gobiernos. Estaba el mismo grupo de él, que era la gente vieja del partido, el grupo de Raúl Castro, el grupo de Sergio del Valle, pero de todos ellos el domador con el látigo era Fidel. El día que el domador desaparezca, cada grupo va a tratar de controlar el poder. No tienen suficiente fuerza para contener al resto, que quiere lo mismo, y es muy posible que se maten entre ellos. Tienen tendencias diferentes, pensamientos diferentes, y puede que haya derramamiento de sangre. Si esto se resuelve entre ellos, fabuloso, pero si esa lucha trasciende a la población puede haber miles de muertos porque en Cuba todo el mundo sabe manejar un fusil ametralladora.