viernes, mayo 06, 2016

José Mario: el velador de la verdad. Luis Cino Àlvarez desde Cuba sobre las represalias de la tiranía Castrista contra José Mario Rodríguez el de Ediciones El Puente. Un ejemplo que muestra la falsedad de llamarle ¨quinquenio gris¨ a décadas de negra censura en la Cuba del Castrismo

Comentario del Bloguista de Baracutey Cubano


Pueden leer algunas poesías  de Jorge Mario Rodríguez HACIENDO CLICK  AQUÍ.
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Tomado de http://primaveradigital.net

José Mario: el velador de la verdad

Por Luis Cino Àlvarez
Mayo 4, 2016



Arroyo Naranjo, La Habana, Luis Cino (PD) La muerte de José Mario Rodríguez comenzó 37 años antes del hallazgo de su cadáver, con la explosión que voló Ediciones El Puente. La explosión que al poeta le costaría la patria, los sueños y la vida, la decretó Fidel Castro, cuando dijo una noche, en 1965, en la Universidad de La Habana, “El Puente lo vuelo yo”, y muchos pensaron que era solo “una jocosidad del Comandante”.

El Máximo Líder estaba molesto con José Mario y los autores de El Puente por sus dudas existenciales y su intento desesperado e ingenuo de escribir libres e intentar llenar el vacío entre el agotamiento origenista y el panfletismo conversacional de la generación del 50.

José Mario y sus compañeros, cargados de esperanzas y bríos juveniles, iniciaron su viaje por la poesía “en una época donde un mundo empezaba a consumirse/ y había cosas esperando junto al fuego/ la palabra revolución ardía”…

Entre las brasas, esa revolución, de la que los jóvenes autores aun ni soñaban con desmarcarse, se convertía en dictadura y estaba a punto de ensañarse contra ellos.

Hoy repiten como loros los canonizadores hipócritas, envidiosos, excluyentes, y miedosos, que José Mario fue “un poeta menor”. Es su pretexto para olvidarlo de una vez, para que no se hable más de él. No pueden perdonar que mientras ellos se deshacían en loas, genuflexiones y rencillas por los favores del poder, un chinito de Guira de Melena, casi siempre con unos tragos de más encima, escribiera poemas desgarradores, costeara de su bolsillo los libros de sus amigos y como si fuera poco, se ofreciera a “velar por la verdad”.

( José Mario Rodríguez  en su juventud)

De cualquier modo, hoy, pésele a quien le pese, nadie puede negar a José Mario y Ana María Simo la proeza que fue publicar 38 libros en los poco más de cuatro años que duró Ediciones El Puente. Consiguieron hacerlo lejos de los cenáculos del poder (la editorial no se integró a la UNEAC hasta 1964), al margen de las pugnas por el control de la cultura “dentro de la revolución”, llenos de sueños y entusiasmo, sin claudicar ante las presiones, la ponzoña y las mordidas de los caimanes por todos los flancos.

Novísima Poesía Cubana, editado por El Puente en diciembre de 1962, incluía poemas de autores exilados, como “La Marcha de los Hurones”, de Isel Rivero. El segundo volumen de la antología, que debió aparecer en 1965, no pudo ser publicado. Tampoco las antologías que preparaban de teatro y narrativa.

En el catálogo de escritores de la editorial abundaban los negros, las mujeres y los homosexuales. Abordaban la marginalidad, el feminismo, la negritud, la santería, la sexualidad. Hoy, en jerga posmoderna, tan de buen ver y políticamente correcta, dirían que en Ediciones El Puente predominaba “la alteridad”, pero a mediados de los años 60, los comisarios no eran ni remotamente de mentes tan abiertas, y sospechaban a priori de cualquiera, desviaciones ideológicas y morales.

En la editorial publicaron, entre otros, Nancy Morejón, Belkis Cuza Malé, Évora Tamayo, Ana Justina Cabrera, Georgina Herrera, Lina de Feria, Miguel Barnet, Manuel Granados, Nicolás Dorr, José Milián, Gerardo Fulleda León, Joaquín G. Santana y Rogelio Martínez Furé.

Varios de ellos fueron a dar al destierro. Los que viven en Cuba, algunos rehabilitados con el Premio Nacional de Literatura, como Nancy Morejón, han confesado que prefieren no hablar del tema, para que nadie recuerde que alguna vez fueron de “la gente de El Puente”.

Sólo el miedo puede justificar un castigo tan terrible, para alguien que los vivió, como negarse a recordar aquellos tiempos hermosos de El Puente. La emoción del primer libro, las celebraciones por cada nuevo libro publicado, con rones y cervezas, en Wakamba, Carabalí o El Polinesio, las noches por La Rampa, cuando entraban a ver a Miriam Acevedo en El Gato Tuerto, a La Lupe en La Red… El grupo, aún feliz y con sueños, en la Cinemateca, los conciertos de Bola de Nieve o Elena Burke en el teatro Amadeo Roldán, las descargas de jazz en El Atelier, las madrugadas en el Malecón…

(Miguel Grinberg  y Allen Ginsberg en Cuba)

José Mario cayó en desgracia inmediatamente después de la visita de Allen Gingsberg. El poeta beatnik norteamericano, barbudo, con gafas, envuelto en un sarape y aún alucinado por la marihuana, llegó de México a La Habana en 1965, invitado a formar parte del jurado de poesía de la Casa de las Américas.

Gingsberg conoció a José Mario y a Manuel Ballagas en los jardines de la UNEAC y se los llevó a su habitación del Hotel Riviera a emborracharse leyendo poemas de Ezra Pound y William Carlos Williams con los discos de Bob Dylan de fondo.

Durante sus días habaneros, Gingsberg abogó por la legalización de la marihuana y el cese de la persecución contra los homosexuales. Sugirió que a los condenados a muerte, en vez de fusilarlos, los pusieran a trabajar como ascensoristas. Pero el colmo fue cuando declaró en Santiago de Cuba que lo erotizaba el Che Guevara. Eso bastó para que lo montaran a la carrera en un avión de Aeroflot con rumbo a Praga.

A José Mario lo acusaron de homosexual y “de andar con extranjeros”. Estuvo tres meses incomunicado en una celda tapiada. Luego, lo enviaron a un campamento de las UMAP en Camaguey.

Para los escritores de El Puente, desde un lustro antes de que se iniciara el Decenio Gris, y durante todo el tiempo que este duró, imperó el más absoluto ostracismo.

( José Mario Rodríguez  en el otoño de su vida)

En febrero de 1968, José Mario se fue a España. Tenía 27 años y siete poemarios publicados. Cuentan que su risa, lejos de Cuba, de sus amigos, con tanta soledad, ya nunca fue igual.

Un amigo lo halló muerto en su buhardilla madrileña el 29 de octubre de 2002.

Más de 40 años antes de yacer en una tumba del cementerio de Carabanchel, José Mario había dicho que estaba “muerto de miedo/ muerto de mugre, muerto de la mierda/ o muerto del carajo en esta isla…”
luicino2012@gmail.com; Luis Cino
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Tomado de http://www.caimanbarbudo.cu

El Consejo de Dirección de la Primera Época de la revista, que permaneció hasta noviembre de 1967, estuvo integrado por Jesús Díaz (director), Guillermo Rodríguez Rivera (jefe de redacción), Juan Ayús (diseñador gráfico) y José Luis Posada (responsable de las ilustraciones). También participaron, según fue apareciendo en el machón: Elsa Claro, Mariano Rodríguez Herrera, Silvia Freyre, Luis Rogelio Nogueras, Orlando Alomá, Ricardo J. Machado, Víctor Casaus, Alfredo G. Rostgaard y César Masola.

FRAGMENTOS DE LAS ENTREVISTAS REALIZADAS EL 30 DE JUNIO Y EL 24 DE OCTUBRE DEL 2002 AL ESCRITOR GUILLERMO RODRÍGUEZ RIVERA
—Qué relación tuvo el grupo que se nucleó en El Caimán Barbudo con la Editorial El Puente (1961-1965), y cuáles fueron los motivos de las polémicas que se suscitaron entre estos jóvenes intelectuales.

—La única editorial dedicada propiamente a publicar obras de los jóvenes era El Puente. Yo presenté en ella unos poemas. La dirigían dos personas: el poeta José Mario Rivero y la escritora Ana María Simo. Publicaron obras de jóvenes, algunas de no muy buena calidad, pues era una editorial que comenzaba y de gente joven. Ahí publicó Nancy Morejón sus primeros cuadernos, Lina de Feria, y también Miguel Barnet presentó su segundo libro. Ellos hicieron una antología que se llama Novísimos de la poesía cubana. Hay otras personas que también publican poesía, pero después se desempeñaron en el teatro. Con ellos yo tuve una polémica. El Puente era una editorial que tenía una posición bastante ajena a la Revolución, no en contra, pero sí un poco separada. No era por parte de la gente que publicaba, sino por su dirección, sobre todo por José Mario. (…) Mi enfrentamiento con esta editorial era por lo que ella promulgaba, por su política editorial de concentrarse en una poesía más metafísica desvinculada de la realidad, como si aquí no existiera una Revolución. No era contra sus escritores, pues ellos pueden tener el camino que quieran; el poeta va experimentando con el paso del tiempo (…).

Se produce una polémica entre la Editorial El Puente y nosotros que se materializa en el enfrentamiento entre Ana María Simo y Jesús Díaz en La Gaceta de Cuba.7

Aunque eran dos proyecciones diferentes, una editorial y una revista, pertenecíamos a una misma generación. Yo nunca tuve una posición sectaria, de excluir a alguien porque estuvo en El Puente. Incluso yo le propuse a otros poetas de mi generación que firmaran el manifiesto, pero se negaron. Es el caso de Miguel Barnet. Tenían sus razones, pues nosotros comenzábamos, mientras que ellos habían escrito más obras; en segundo lugar, no estaban de acuerdo con la “ley de los manifiestos”, ni tampoco empezar a pontificarse, porque nuestro grupo estaba diciendo prácticamente como debía ser la poesía. Eso es muy propio de los jóvenes.

Nuestro enfrentamiento con El Puente no era institucional, sino sencillamente una diferencia de proyecciones sobre cómo debía ser la poesía. Está como sustrato su apatía hacia la Revolución, su desvinculación y desinterés.
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Tomado de http://www.diariodecuba.com

Otra vez El Puente

Rogelio Fabio Hurtado
La Habana | 3 Mayo 2015

Amaury Pérez Vidal está presentando la tercera temporada de sus rigurosamente espontáneasentrevistas. El pasado martes dialogó con la poetisa Nancy Morejón, actual presidenta de la Academia Cubana de la Lengua, prestigiosa institución, salvada  en los años 60 de la "crecida roja" por Dulce María Loynaz, quien la escondió en su propia residencia del Vedado y la mantuvo funcionando gracias a su propio peculio, con el apoyo de viejos intelectuales excluidos de la UNEAC por sus antecedentes anticomunistas.

Por supuesto, de esto no se dijo absolutamente nada. Figuras como Antonio Iraizoz, prolífico y belicoso ( es el periodista cubano que en más ocasiones participó en duelos de honor) o el estudioso poeta Luis Ángel Casas siguen esperando merecida resurrección.

De acuerdo con su estilo, Amaury suele sacar a colación algún episodio interesante asociado con la persona entrevistada. En este caso, fue el grupo literario de la editorial El Puente, nucleado en torno al entonces  joven poeta José Mario Rodríguez, que propició el estreno literario tanto de la Morejón como de Miguel Barnet y de la guantanamera Belkis Cuza Malé, entre otros jóvenes de brillante porvenir literario quienes tuvieron la suerte de cruzar ese puente antes de su prematura desaparición, alrededor de 1965.

Recién salido de las Tropas Coheteriles Antiaéreas (TCA), gracias al inolvidable psiquiatra Luis Enrique Collado del Portal, yo mecanografiaba por entonces mis primeras cuartillas y hacía mis primeras amistades literarias, el poeta Israel Horta Falcón y el prosista Ismael Lorenzo, y no demoramos en conocer a José Mario, pero llegamos tarde para El Puente.

El Puentehabía caído, bajo el bombardeo implacable del núcleo fundador de El Caimán Barbudo, publicación mensual auspiciada por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). El principal demoledor fue el también joven Jesús Díaz, quien sostuvo una candente polémica con Ana María Simo, quien se hizo cargo de la defensa de la pequeña editorial independiente, sentenciada de antemano.

(Escritores de El Caimán Barbudo. Usando la  notación  matemática para los elementos de una matriz (fila, columna)  logro identificar: (2,3) Belkis Cuza Malé, (4,2) Nancy Morejón, (4,3) Luis Rogelio Nogueras, (5,2) Raúl Rivero, (5, 3) Guillermo Rodríguez Rivera. Fotos y comentarios  agregados por el bloguista de Baracutey Cubano) )

A esto hizo referencia el cantante devenido entrevistador, insistiendo en el calificativo de "jóvenes disolutos", aplicado por Díaz al grupo de literatos de El Puente. Esto le permitió a Nancy Morejón presentar a Jesús Díaz como el único responsable de aquel atropello, y reducir el episodio a su componente homofóbico, exonerando de toda responsabilidad a los líderes políticos, interesados en imponer el control totalitario sobre la libertad de expresión.

Así, Amaury y su entrevistada salieron del paso, sin lastimar a ningún "héroe". Esta manipulación ya fue puesta en práctica por el desaparecido Helio Orovio, culpando a Heberto Padilla del abusivo ostracismo literario que le fue impuesto por el piquete comunista a José Lezama Lima, desde 1971 y hasta su muerte en 1976.

Aquí me gustaría exhortar a los contemporáneos que conservan memoria y lucidez para que abunden sobre todos estos episodios, de manera que los oportunistas de siempre no consigan tergiversar ni maquillar el funesto pasado que hemos padecido.