martes, julio 05, 2016

Catalina Lasa y Juan Pedro Baró: Una verdadera historia de amor para todos los tiempos



Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Sobre la aprobación de la ley que permitía  el divorcio en Cuba por parte del Presidente Mario García Menocal, el ya fallecido patriota Fausto García Menocal y Brito me contó en Madrid a la salida del edificio donde ¿está? la Fundación Hispano Cubana  este secreto de familia:  que su tío  el Presidente Mario García Menocal, le dio curso a la Ley del Divorcio, siendo Conservador porque  un hermano o pariente del Presidente Menocal se había casado con una mujer muy bonita y hermosa  que cada vez que su esposo se ausentaba de la casa por varios días, vivía una apasionada Luna de Miel con algún siempre dispuesto galán de la zona; no recuerdo si el engañado vivía en una provincia del interior del país e iba para La Habana o lo contrario.

(En la foto los patriotas ya fallecidos Fausto García Menocal y Brito, su hermana Ofelia, y Maria Comellas; junto a la expresa política  Ana Lázara Rodriguez que está a la izquierda en la foto. Fausto fue brigadista de la Brigada de Asalto 2506 en la rama de artilleria y María Comellas, a la extrema derecha de la foto,  fue  muy cercana en la lucha a Rogelio González Corzo  ¨Francisco¨. Pueden leer  mi primer encuentro con ellos AQUÍ )
Hace ya algunos años que la tiranía ha admitido que lo que hay en el sitio donde estaba el diamante del Capitolio, en el Salon de los Pasos Perdidos y frente a la estatua de la Republica,  es una réplica; supongo   que el primer BAON (¨bounce¨ ) del original  haya sido en Holanda junto a  las barras o lingotes de oro del Banco Nacional de Cuba llevados furtivamente pero muy custodiados en barcos según algunas fuentes.  Quizás haya tomado también el mismo camino del oro  de las juntas de las losas de piso de la que fuera la residencia, en la calle Paseo,  que le construyó Juan Pedro Baró a su gran amor Catalina Lasa y que al morir ella, nunca más habitó  pero tampoco la vendio. El robo del oro  se dice que fue cuando muchos años después fue la Casa de Amistad Cubano - Soviética pero yo opino que los soviéticos,  que si bien les gustaba mucho el oro pues saben que en una guerra el oro abre muchos caminos y puerta, no  hayan sido, sino la propia tiranía pues los Castro no se iban a dejar dar un golpe así. La actual  casa es la Casa de la Amistad y pueden tomar y comer si llevan divisas. Cuando en Cuba haya libertad y democracia  conoceremos la ausencia de  muchos objetos que supuestamente están en la bóvedas del Banco Nacional en los bajos del actual Hospital Amejeiras, quien originalmente el proyecto del edificio era para la sede del Banco Nacional de Cuba y me parece recordar que su construcción comenzó cuando Batista gobernaba a Cuba.

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Lasa y Baró: Una historia de amor

Publicado el 17 de mayo de 2013 

Estimado lector que rozas una vez más la suave y policromada pluma del Tocororo:

Hoxe, día 17 de maio celebramos na miña terra  o Día das Letras Galegas e quero dar a coñecer un dos amores máis notables da historia de Cuba. Notable pola sua intensidade e amplificado polo poder económico dos seus protagonistas.

Catalina Lasa fue una de las mujeres de La Habana que en la primera década del siglo XX, destacaba por su belleza en los salones de la alta sociedad.

Era conocida por “La Maga Halagadora”. Fue ganadora de concursos de belleza, muy admirada por sus grandes ojos azules, una piel de nácar y una hermosa figura. Pero su fama más grande se debe sin duda a que fue la protagonista de la escandalosa historia de amor con Juan Pedro Baró, que estremeció a la sociedad cubana de la época.

Nacida en la ciudad de Matanzas, se casó en 1898 en Tampa, Estados Unidos, con Luis Estévez Abreu, hijo de Luis Estévez Romero, primer vicepresidente de la República de Cuba y de la famosa patriota Marta Abreu. Al finalizar la Guerra de Independencia, el matrimonio se estableció en La Habana, aunque realizaban frecuentes viajes a París, donde tenían otra residencia. Catalina fue ganadora de concursos de belleza en La Habana entre los años 1902 y 1904.

En una de las fiestas a las que asistió con su marido, Catalina conoció al rico hacendado criollo Juan Pedro Baró, quien quedó prendado ante los ojos azules y la escultural belleza del cuerpo de Catalina. Así surgió entre ellos una irrefrenable pasión que no parecía tener límites, y que dio lugar a que comenzaran continuos encuentros a escondidas entre ambos.

Aunque Juan Pedro Baró tenía un carácter reservado y procuraban ser discretos, enseguida se produjeron comentarios que trascendieron  entre la alta sociedad. Catalina Lasa se atrevió entonces a pedir a su esposo la separación, pero éste no quiso aceptar ya que la ley del divorcio no había sido aprobada aún en Cuba. Entonces ella tomó la decisión de  irse a vivir con Baró, hecho que, si bien significó su realización sentimental, también les produjo momentos muy desagradables a la pareja.

A causa de los prejuicios de la época y presionado por miembros de su familia, Luis Estévez Abreu, que era su marido, ordenó abrir un expediente judicial contra Catalina, y se dictó su orden de captura por bigamia. Inmediatamente, ella y Baró salieron entonces secretamente de Cuba, aunque sabían que serían perseguidos en otros países. Así fue como llegaron a París, y disfrazados y por rutas diferentes se reencontraron en Marsella y finalmente marcharon juntos a Italia. Su objetivo al llegar a Roma era llegar hasta el Papa quien los recibió y escuchó su historia . La máxima autoridad de la Iglesia Católica los bendijo y anuló el matrimonio religioso de Catalina Lasa y Estévez Abreu. [Auro loquente, omnis sermo inanis est]

El presidente cubano Mario García Menocal aprobó en 1917 la Ley de Divorcio en la isla caribeña. Ese mismo año se registró la separación de Catalina de su primer esposo.

En 1917 volvieron a La Habana donde volvieron a ser admitidos en los salones de la alta sociedad. Baró no sabía qué hacer para hacer feliz a su esposa. Durante diez años mandó edificar un palacete en la Avenida Paseo, de la barriada de el Vedado, el cual se inauguró en 1926. En los jardines de la residencia ordenó sembrar una variedad de rosa única llamada Catalina Lasa, lograda de un injerto realizado por expertos floricultores.

Los célebres arquitectos de la época Evelio Govantes y Félix Cabarrocas proyectaron la obra con estilo renacentista italiano hacia los muros exteriores; mientras hacia el interior, prefirieron un claro acento art-decó. La ejecución corrió a cargo de la constructora estadounidense Purdi & Anderson; mientras la decoración, de los estucos en los salones principales estuvo a cargo de la parisina Casa Dominique. Los jardines fueron diseñados por Forrestier, uno de los artífices de los cambios operados en esa época en los Campos Elíseos. La casa fue calificada como la mansión más bella de La Habana y su inauguración tuvo lugar con una gran recepción en 1926.

La crónica social en el Diario de la Marina dijo que se empleó la más fina y moderna cristalería en sus ventanas, al estilo Art-Nouveau, aplicando la novedosa técnica del claro de luna, con la cual se conseguía un cristal de transparencia lechosa.

El mismo Presidente de la República asistió al acto. (Ya con anterioridad, la pareja le había ofrecido una cena en su honor, tras la promulgación de la Ley de Divorcio y la absolución del antiguo matrimonio).

Pero aquella pareja nacida del más puro y ardoroso amor no duró demasiado y estuvo maldecida desde que se hizo conocida por el público. Se dijo incluso que fue objeto de los más extraños maleficios y prácticas oscurantistas.

La feliz pareja disfrutó poco tiempo del espléndido nido de sus amores. Apenas dos años después de construida la grandiosa mansión, Catalina enfermó y Baró la llevó a París para ser tratada por los mejores especialistas. Poco después ella moría en la capital francesa, en brazos de su marido desesperado y asistida por Panchón Domínguez, reputado especialista cubano y médico personal de casi todos los cubanos pudientes que conformaban la colonia cubana en París. Junto a la agonizante se encontraban también sus hijos y algunos de sus hermanos.

Sobre la causa de su deceso se ha especulado muchísimo. Algunas versiones aseguran que Catalina arrastraba una larga y penosa enfermedad contraída durante los últimos tiempos que pasó en su nueva vivienda habanera, por lo cual ya no se mostraba en público, y ante los empleados y sirvientes sólo lo hacia con el rostro semicubierto por un velo negro. El certificado de su muerte, archivado entre los legajos del cementerio de Colón, habla de una intoxicación producida por ingesta de pescado. También se ha manejado la posibilidad de fallo del corazón causado por una cura de adelgazamiento llevada con exceso, hipótesis que se sostiene sólidamente por el hecho de encontrarse Catalina en Carlsbad (actual Karlovy Vary) famoso balneario del este de Europa, en el momento en que enfermó.

También se ha especulado sobre la posibilidad de una neumonía, cáncer de pecho, envenenamiento por ingestión de setas venenosas y otras dolencias, sin que de cierto se sepa la verdad. En la biografía de Panchón Domínguez escrita por su hija, ésta solo narra que su padre fue llamado con suma urgencia en medio de la noche al petit hotel de los Baró-Lasa, donde encontró a Catalina agonizante en su lecho. El célebre médico nada pudo hacer por salvarla y ella expiró en los brazos de su marido, rodeada de algunos miembros de su familia.

Ocurrió en la noche del 3 de noviembre de 1930. Tenía cincuenta y cinco años. Por una de esas extrañas coincidencias de la vida, la fecha elegida por Catalina para abandonar este mundo fue la misma que vio partir en el último viaje a su sempiterna enemiga Rosalía Abreu.

Como era costumbre en aquellos tiempos entre las clases pudientes, Baró hizo embalsamar detalle vitralesel cuerpo de su mujer en la agencia parisina de St. Honoré de Eybaud y dispuso que el vapor francés Meñique trajera a La Habana el cadáver en capilla ardiente a través del Atlántico. Se ha dicho que pagó para que cada día, durante toda la travesía, un avión arrojara sobre el barco una lluvia de rosas amarillas.

El cadáver llegó a La Habana el 2 de enero de 1931, y tuvo su primer enterramiento en una finca particular, pues el panteón familiar que Baró había comenzado a construir un año antes al costo de medio millón de pesos oro, aún no había sido terminado. Dos años más tarde sus restos fueron definitivamente trasladados a la que es hoy una de las más bellas, valiosas y arquitectónicamente representativas capillas del cementerio de Colón.

La capilla de estilo Art Deco que guarda para la Eternidad los restos de Catalina Lasa, panteónPedro Baró y doña Concepción, madre de este último, fue construida en mármol blanco con puertas de ónix o de granito negro pero según el historiador Antonio Medina, especialista en monumentos fúnebres de la necrópolis de Colón, se trataría en realidad de un bastidor corredizo de bronce grumoso recubierto de un fino cristal negro trabajado en relieve por el propio René Lalique, y traído de Francia expresamente para la decoración de la tumba. (Lalique fabricaba ya entonces un cristal llamado Claro de Luna, con textura lechosa de gran belleza, cuya fórmula se llevó al silencio de la muerte).

La puerta tiene grabada en su mitad superior una cruz que se dice fue pedida por Catalina para que custodiara su última morada. La cruz está orlada por cenefa de rosas e irradia de sí muchos rayos, los cuales van a derramarse en la mitad inferior sobre los cuerpos de dos querubines arrodillados. Estos ángeles muestran un cierto sabor egipcio. Con su única mano bendicen hacia el suelo una columna vertical de rosas encadenadas. El ábside de la capilla es una media cúpula en forma de vaina decorada con cristales de Lalique, cada uno de los cuales ostentaba una rosa amarilla tipo Catalina Lasa sobre fondo púrpura, que al ser traspasada por los rayos del sol proyectaba la imagen colorida de la flor sobre las lápidas en el interior.

Cuando Catalina murió, Baró no quiso habitar más la casa, pero tampoco quiso venderla y se la alquiló a un canadiense. A su muerte, ocurrida diez años después, parece ser que la hija de éste, quien vivía en París, prestó o arrendó el inmueble al Consulado francés hasta 1957.

Después de la Revolución terminó convertida en la Casa de la Amistad Cubano-Soviética, y hoy es simplemente la Casa de La Amistad, donde cualquiera puede sentarse a disfrutar de los bellos jardines donde Catalina y Juan se amaron, y comprar un refrigerio o un almuerzo en divisas, tomando este último en el impresionante comedor que por lo general, permanece completamente vacío. El cadáver de Baró fue trasladado a La habana desde París en octubre de 1940 y sepultado junto a la que en vida fue su gran amor.

Pero como último detalle, es absolutamente falso que Baró se haya hecho enterrar de pie a la cabecera de Catalina para rendir eterno homenaje a quien fue para él la mujer más perfecta y más amada del planeta. Simplemente duerme junto a ella en la tradicional postura yacente del mundo occidental. Sin embargo, sí es un hecho real que cuando enterró a su esposa Juan ordenó fundir sobre el féretro varios metros de concreto, para impedir que futuros violadores y saqueadores de tumbas osaran profanar su belleza y perturbar su descanso eterno.

La leyenda de estos amores asegura que por deseo de su marido, el cuerpo embalsamado de Catalina fue enterrado con todas sus joyas, como una auténtica momia de faraón egipcio.

Hay otra versión que asegura que solo se trataba de un pectoral donde las piedras preciosas engastadas en oro conformaban un diseño de rosas. Los trabajadores del Cementerio creen que ese fue otro de los motivos que tuvo Baró para tomar la disposición de convertir la fosa en un bunker.

“Sic transit gloria mundi”

NOTA: Las imágenes que aparecen en esta entrada pertenecen a su propietario Javier Castromori que amablemente consiente que sean publicadas. Muchas gracias