Catalina Lasa y Juan Pedro Baró: Una verdadera historia de amor para todos los tiempos
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(En la foto los patriotas ya fallecidos Fausto García Menocal y Brito, su hermana Ofelia, y Maria Comellas; junto a la expresa política Ana Lázara Rodriguez que está a la izquierda en la foto. Fausto fue brigadista de la Brigada de Asalto 2506 en la rama de artilleria y María Comellas, a la extrema derecha de la foto, fue muy cercana en la lucha a Rogelio González Corzo ¨Francisco¨. Pueden leer mi primer encuentro con ellos AQUÍ )
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Publicado el 17 de mayo de 2013
Estimado lector que rozas una vez más la suave y policromada pluma del Tocororo:
Hoxe, día 17 de maio celebramos na miña terra o Día das Letras Galegas e quero dar a coñecer un dos amores máis notables da historia de Cuba. Notable pola sua intensidade e amplificado polo poder económico dos seus protagonistas.
Catalina Lasa fue una de las mujeres de La Habana que en la primera década del siglo XX, destacaba por su belleza en los salones de la alta sociedad.
Era conocida por “La Maga Halagadora”. Fue ganadora de concursos de belleza, muy admirada por sus grandes ojos azules, una piel de nácar y una hermosa figura. Pero su fama más grande se debe sin duda a que fue la protagonista de la escandalosa historia de amor con Juan Pedro Baró, que estremeció a la sociedad cubana de la época.
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En una de las fiestas a las que asistió con su marido, Catalina conoció al rico hacendado criollo Juan Pedro Baró, quien quedó prendado ante los ojos azules y la escultural belleza del cuerpo de Catalina. Así surgió entre ellos una irrefrenable pasión que no parecía tener límites, y que dio lugar a que comenzaran continuos encuentros a escondidas entre ambos.
Aunque Juan Pedro Baró tenía un carácter reservado y procuraban ser discretos, enseguida se produjeron comentarios que trascendieron entre la alta sociedad. Catalina Lasa se atrevió entonces a pedir a su esposo la separación, pero éste no quiso aceptar ya que la ley del divorcio no había sido aprobada aún en Cuba. Entonces ella tomó la decisión de irse a vivir con Baró, hecho que, si bien significó su realización sentimental, también les produjo momentos muy desagradables a la pareja.
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El presidente cubano Mario García Menocal aprobó en 1917 la Ley de Divorcio en la isla caribeña. Ese mismo año se registró la separación de Catalina de su primer esposo.
En 1917 volvieron a La Habana donde volvieron a ser admitidos en los salones de la alta sociedad. Baró no sabía qué hacer para hacer feliz a su esposa. Durante diez años mandó edificar un palacete en la Avenida Paseo, de la barriada de el Vedado, el cual se inauguró en 1926. En los jardines de la residencia ordenó sembrar una variedad de rosa única llamada Catalina Lasa, lograda de un injerto realizado por expertos floricultores.
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La crónica social en el Diario de la Marina dijo que se empleó la más fina y moderna cristalería en sus ventanas, al estilo Art-Nouveau, aplicando la novedosa técnica del claro de luna, con la cual se conseguía un cristal de transparencia lechosa.
El mismo Presidente de la República asistió al acto. (Ya con anterioridad, la pareja le había ofrecido una cena en su honor, tras la promulgación de la Ley de Divorcio y la absolución del antiguo matrimonio).
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La feliz pareja disfrutó poco tiempo del espléndido nido de sus amores. Apenas dos años después de construida la grandiosa mansión, Catalina enfermó y Baró la llevó a París para ser tratada por los mejores especialistas. Poco después ella moría en la capital francesa, en brazos de su marido desesperado y asistida por Panchón Domínguez, reputado especialista cubano y médico personal de casi todos los cubanos pudientes que conformaban la colonia cubana en París. Junto a la agonizante se encontraban también sus hijos y algunos de sus hermanos.
Sobre la causa de su deceso se ha especulado muchísimo. Algunas versiones aseguran que Catalina arrastraba una larga y penosa enfermedad contraída durante los últimos tiempos que pasó en su nueva vivienda habanera, por lo cual ya no se mostraba en público, y ante los empleados y sirvientes sólo lo hacia con el rostro semicubierto por un velo negro. El certificado de su muerte, archivado entre los legajos del cementerio de Colón, habla de una intoxicación producida por ingesta de pescado. También se ha manejado la posibilidad de fallo del corazón causado por una cura de adelgazamiento llevada con exceso, hipótesis que se sostiene sólidamente por el hecho de encontrarse Catalina en Carlsbad (actual Karlovy Vary) famoso balneario del este de Europa, en el momento en que enfermó.
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Ocurrió en la noche del 3 de noviembre de 1930. Tenía cincuenta y cinco años. Por una de esas extrañas coincidencias de la vida, la fecha elegida por Catalina para abandonar este mundo fue la misma que vio partir en el último viaje a su sempiterna enemiga Rosalía Abreu.
Como era costumbre en aquellos tiempos entre las clases pudientes, Baró hizo embalsamar detalle vitralesel cuerpo de su mujer en la agencia parisina de St. Honoré de Eybaud y dispuso que el vapor francés Meñique trajera a La Habana el cadáver en capilla ardiente a través del Atlántico. Se ha dicho que pagó para que cada día, durante toda la travesía, un avión arrojara sobre el barco una lluvia de rosas amarillas.
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La capilla de estilo Art Deco que guarda para la Eternidad los restos de Catalina Lasa, panteónPedro Baró y doña Concepción, madre de este último, fue construida en mármol blanco con puertas de ónix o de granito negro pero según el historiador Antonio Medina, especialista en monumentos fúnebres de la necrópolis de Colón, se trataría en realidad de un bastidor corredizo de bronce grumoso recubierto de un fino cristal negro trabajado en relieve por el propio René Lalique, y traído de Francia expresamente para la decoración de la tumba. (Lalique fabricaba ya entonces un cristal llamado Claro de Luna, con textura lechosa de gran belleza, cuya fórmula se llevó al silencio de la muerte).
La puerta tiene grabada en su mitad superior una cruz que se dice fue pedida por Catalina para que custodiara su última morada. La cruz está orlada por cenefa de rosas e irradia de sí muchos rayos, los cuales van a derramarse en la mitad inferior sobre los cuerpos de dos querubines arrodillados. Estos ángeles muestran un cierto sabor egipcio. Con su única mano bendicen hacia el suelo una columna vertical de rosas encadenadas. El ábside de la capilla es una media cúpula en forma de vaina decorada con cristales de Lalique, cada uno de los cuales ostentaba una rosa amarilla tipo Catalina Lasa sobre
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Cuando Catalina murió, Baró no quiso habitar más la casa, pero tampoco quiso venderla y se la alquiló a un canadiense. A su muerte, ocurrida diez años después, parece ser que la hija de éste, quien vivía en París, prestó o arrendó el inmueble al Consulado francés hasta 1957.
Después de la Revolución terminó convertida en la Casa de la Amistad Cubano-Soviética, y hoy es simplemente la Casa de La Amistad, donde cualquiera puede sentarse a disfrutar de los bellos jardines donde Catalina y Juan se amaron, y comprar un refrigerio o un almuerzo en divisas, tomando este último en el impresionante comedor que por lo general, permanece completamente vacío. El cadáver de Baró fue trasladado a La habana desde París en octubre de 1940 y sepultado junto a la que en vida fue su gran amor.
Pero como último detalle, es absolutamente falso que Baró se haya hecho enterrar de pie a la cabecera de Catalina para rendir eterno homenaje a quien fue para él la mujer más perfecta y más amada del planeta. Simplemente duerme junto a ella en la tradicional postura yacente del mundo occidental. Sin
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La leyenda de estos amores asegura que por deseo de su marido, el cuerpo embalsamado de Catalina fue enterrado con todas sus joyas, como una auténtica momia de faraón egipcio.
Hay otra versión que asegura que solo se trataba de un pectoral donde las piedras preciosas engastadas en oro conformaban un diseño de rosas. Los trabajadores del Cementerio creen que ese fue otro de los motivos que tuvo Baró para tomar la disposición de convertir la fosa en un bunker.
“Sic transit gloria mundi”
NOTA: Las imágenes que aparecen en esta entrada pertenecen a su propietario Javier Castromori que amablemente consiente que sean publicadas. Muchas gracias
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