jueves, julio 28, 2016

Esteban Fernández: Las hipocresías

LAS HIPOCRESÍAS


Maribel Guardia

Por Esteban Fernández
28 de julio de 2016
 

Si bien me molesta la sinceridad brutal más me incomoda la burda hipocresía. Comienzo a redactar esta nota después que un amigo me llamó telefónicamente dos minutos después de haber recibido mi último artículo y me dijo: “¡Estupendo, te quedó maravilloso!” No quise llamarlo mentiroso, por lo tanto sólo le respondí: “Chico, el único que yo conocí en mi vida que podía leer dos cuartillas en dos minutos era mi difunto amigo Mario Byrne”.

El otro día se me acercó en una reunión un ferviente simpatizante de Donald Trump y me dijo: “Oye, viste que un dependiente de un negocio de comida rápida no quiso atender a un cliente porque tenía puesta una gorra de Trump”… Y yo le respondí: “Bueno, yo sería un hipócrita si te digo que me molestó mucho porque eso yo lo hice varias veces en la Casa de Cambios de Cheques cuando se aparecían clientes con el t- shirt con la efigie del Che”.

Yo soy de los que critica ardientemente los desórdenes públicos actuales pero si no quiero ser un hipócrita tendría que recordar y autocriticarme  cuando desbaratamos a palo limpio la celebración del 26 de Julio en una iglesia local y cuando acabamos con gases lacrimógenos el acto de Hortensia Bussi, viuda de Salvador Allende, en el Centro de Convenciones de Los Ángeles.

¿Ustedes no tienen amigos que son tremendos mujeriegos, que no les han sido fieles a sus esposas ni en sueños y que vienen con la hipocresía y la mojigatería de hablar pestes de Bill Clinton porque tuvo sexo oral en la Casa Blanca? Yo odio a Hillary y más detesto con todas las fuerzas de mi corazón a Vil (como lo llama Roberto Luque Escalona) pero les contesto a cada uno de estos cínicos: “¡Que te compre quién no te conozca, si tú hubieras estado casado con Hillary le hubieras sido infiel hasta con la cocinera de la White House!”

Hubo uno que trató de tupirme con ese embuste y le contesté adecuadamente, se sonrió socarronamente y prácticamente aceptó que lo había cogido en el brinco tratando de hacerme creer que él- siendo el hombre más poderoso del mundo, fuerte y viril-  se conformaría con meterle mano solamente a esa cacatúa, pedante, de mal carácter y siempre lanzando risotadas de hiena alborotada. ¿Qué debió respetar la solemnidad de la Oficina Oval y que es políticamente un tremendísimo H.P.? Completamente cierto, pero que unos descarados me digan que se ruborizaron con eso es la mayor hipocresía que he escuchado en mi vida.

Escuché a mojigatos llorando porque mataron al orangután  en el zoológico ¿qué preferían, que se comiera al niñito? Otros alardean hipócritamente de desear la paz mundial cuando hasta el bobo de la yuca sabe que eso es una utopía lanzada a rodar por hipócritas crónicos.

Recuerdo que cuando falleció la Madre Teresa de Calcuta estaba conversando  con un grupo de amigos en la Cofradía de la Caridad del Cobre. Un conocido mío llamado Miguel Ángel estaba de lo más triste y apesadumbrado por la noticia. Los demás, hipócritamente, les hacían coro santurronamente diciéndole: “¡Oh, todos te acompañamos en tus sentimientos!” Pero uno del grupo, de que los hay los hay, con brutal desfachatez -y en el colmo de los sacrilegios- le soltó: “¡Ñooo… ya era hora de que se muriera esa anciana!”…  Ahí se juntaron en un solo párrafo la hipocresía y la sinceridad brutal que yo condeno.

Y para remachar le dijo el “franco tirador sincero” al  farisaico Miguelito: “Llámame para llorar cuando se muera la tica  Maribel Guardia, que está buenísima”


Díganme si ustedes no tienen amigos que cuando están sentados en las salas de sus casas junto a sus esposas y salen en la televisión Jennifer López, Vida Guerra   o  Sofía Vergara, antes de que las mujeres digan nada ya comienzan con el puritanismo y a buscarles y encontrarles defectos físicos.

Una hipocresía cubana es la de compatriotas que van tres veces al año a Cuba y critican sin pudor cuando artistas extranjeros hacen lo mismo.

De luego, todos los hombres del Universo sabemos utilizar la más grande de las hipocresías, yo diría que es LA REINA DE LAS HIPOCRESÍAS y es cuando todas y cada una de las mujeres del mundo hacen estas dos preguntas capciosas: “¿Qué tal me quedó esta comida?” O “¿Cómo luzco con este vestido nuevo?” De la respuesta depende dormir en la cama acurrucados o mal dormir en el frío y duro sofá.