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LA CRUCIFIXIÓN DE AMÉRICA POR LOS JUDAS REPUBLICANOS
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De ahí que, como en el Judas del relato bíblico, la crucifixión de
la nación americana caerá sobre las cabezas de estos judas republicanos.
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Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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8-16-16
Hasta quienes no se molestan en prestar atención a los asuntos políticos saben que estas elecciones de 2016 podrían ser las más cruciales para el futuro de los Estados Unidos en los próximos veinte años. Este año los norteamericanos se lo juegan el todo por el todo. En esta campaña de las mentiras, los insultos y los extremos no ha quedado espacio para el término medio. Para mayor desgracia, ninguno de los dos candidatos es capaz de despertar interés o generar confianza entre los electores independientes que toman sus decisiones basadas en el sentido común y en función del interés nacional. Las encuestas muestran que ambos despiertan altos niveles de desconfianza y rechazo entre esos electores.
Por lo tanto, si los independientes deciden quedarse en casa, las elecciones serían decididas por fanáticos atrincherados en sus respectivas ideologías extremas de derecha y de izquierda para quienes los hechos no tienen la menor importancia. El Partido Demócrata cuenta con más electores fanáticos que el Partido Republicano. De ahí la importancia de que Donald Trump obtenga un alto porcentaje de votos de los miembros de su partido y que logre más votos que Hillary Clinton entre unos independientes que hasta ahora lo rechazan. Sin unos republicanos unidos y una buena proporción de independientes votando por Trump, Hillary y Bill Clinton podrían regresar a la Casa Blanca y darnos otros cuatro años de la debacle de Barack Obama.
En este sentido, estoy convencido de que, de no ser superada muy pronto, la división en las filas del Partido Republicano garantizará el triunfo en noviembre de la "madre de todas las mentiras". Por eso resulta ominoso que setenta judas republicanos hayan firmado en estos días una carta en la que repudian a Trump y, aunque lo nieguen, abren el camino a Hillary Clinton para que prolongue por otros cuatro años el fraude que ha sido la presidencia de Barack Obama. Aunque se ha dicho hasta el cansancio, repito que toda abstención de voto al candidato de un partido constituye un voto a favor del candidato del partido contrario. De ahí que, como en el Judas del relato bíblico, la crucifixión de la nación americana caerá sobre las cabezas de estos judas republicanos.
Creo, por otra parte, que es de suma importancia que pasemos revista a cuales podrían ser las consecuencias nefastas de una victoria demócrata en las próximas elecciones. En función de brevedad me concentraré en los que considero los principales temas. A saber: la economía, los nombramientos de magistrados del Tribunal Supremo, la seguridad nacional y la política internacional. Áreas donde los daños que causarían cuatro años de la presidenta Hillary serían mayúsculos, prolongados y de muy difícil reparación por los sucesores de Obama y Hillary, esos dos aventajados discípulos del gurú de la izquierda americana Saúl Alinsky.
El desempeño económico de la presidencia de Obama ha sido un absoluto desastre. La más débil recuperación económica desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Las últimas cifras emitidas por el Buró de Análisis Económico muestran un famélico crecimiento de 1.2 por ciento en el segundo trimestre de este año. Después de casi ocho años en la Casa Blanca ya se le acabaron las excusas de que la culpa era de su antecesor. George W. Bush administró mal pero no se habría negado, como lo ha hecho Obama, a modificar políticas lesivas al crecimiento económico. Eso lo hacen solamente los
fanáticos que antepone su ideología personal a la realidad circundante y al beneficio de sus gobernados.
(Donald Trump y Hillary Clinton)
Definitivamente no habríamos sufrido estos ochos años de aumentos de impuestos, de proliferación de regulaciones que asfixian a las empresas y de la piedra de molino de Obamacare colgada al cuello de los pequeños negocios, los principales creadores de empleo en la economía norteamericana. Todo esto ha conducido a un subempleo, a una reducción del ingreso neto del trabajador y a una participación laboral por debajo del 62 por ciento, las más baja desde 1970. Con Hillary tendríamos más de lo mismo.
Pero, sin dudas, el tema de mayor importancia para los elementos tradicionales de la población norteamericana es la forma en que podría ser afectado el equilibrio del Tribunal Supremo por nombramientos del nuevo primer mandatario. Si el pasado es un indicio del futuro, y no hay dudas de que lo es, Hillary Clinton cubriría las vacantes en el alto tribunal con candidatos de tendencias e ideologías similares a los nombrados por Obama. Ahí tenemos a esas dos "joyas" del activismo jurídico a favor de la izquierda vitriólica que son Sonia Sotomayor y Elena Kagan, nombradas por el Mesías para que nos sirvan por muchos años como recordatorio de su presidencia fraudulenta y divisionista.
Para ilustrar mejor este peligro sólo tenemos que pasar revista a las edades de los actuales miembros del tribunal, a las probabilidades de que algunos deban de ser sustituidos por fallecimiento o retiro y a la forma en que probablemente voten aquellos que permanezcan en sus cargos. Ruth Bader Gingsburg y Anthony Kennedy son dos octogenarios que definitivamente cesarán en sus cargos antes de las elecciones de 2020. En caso de triunfar, no habría duda alguna de que Hillary nombraría a militantes de izquierda que haría causa común con Sonia Sotomayor y Elena Kagan, quienes votarían al unísono de cualquier magistrado nombrado por Hillary Clinton.
Y mejor aún para quienes se proponen la transformación total del tribunal, al día siguiente de tomar posesión, Hillary podría someter al Senado un sustituto del difunto Antonin Scalía, cuyo cargo el Senado Republicano le ha impedido llenar hasta ahora a Barack Obama. Por primera vez en su historia, el Tribunal Supremo sería dominado por una sólida mayoría de cinco activistas que ponen su ideología "progresista" por encima de la interpretación estricta de la constitución y del mandato de las leyes. Entre los cuatro restantes, alguno de ellos podría en ocasiones formar filas con los cinco de izquierda como hizo vergonzosamente John Roberts votando a favor del Obamacare cuando fue considerada su legalidad ante el Tribunal Supremo. Como verdaderos guardianes de la constitución sólo quedarían dos guerreros solitarios y heroicos: Clarence Thomas y Samuel Alito.
El resultado sería la erosión de la segunda enmienda que garantiza el derecho a portar armas, el reto a la santidad del matrimonio, el debilitamiento de la libertad religiosa y una guerra abierta contra la igualdad de poderes, dando superioridad al ejecutivo sobre el legislativo. La total transformación que comenzó Barack Obama se consolidaría con Hillary Primera de América, tanto por ser la primera mujer como por ser la primera en gobernar con poderes de reina utilizando decretos que serían convalidados por su mayoría en el Tribunal Supremo. Con Hillary tendríamos más de lo mismo.
En cuanto al espinoso tema de la seguridad nacional, que es sin dudas la primera obligación de un presidente, una reciente encuesta de NBC-Wall Street Journal arroja el inquietante resultado de que el 47 por ciento de los norteamericanos se sienten menos seguros que antes de los ataques a Nueva York y Washington en septiembre de 2001, cuando sólo el 20 por ciento no se sentían seguros. La misma encuesta muestra que el 67 por ciento de los norteamericanos consideran que el país se mueve en la dirección equivocada. A pesar de todo esto, Hillary propone abrir las puertas a millares de inmigrantes procedentes de áreas dominadas por ISIS y que están sembrando muerte, destrucción y terror en los países de la Unión Europea. Con Hillary tendríamos más de lo mismo.
Abundando en los temas mencionados a priori, la lista de los desastres de la política internacional de Barack Obama ha sido tan larga que demandaría un comentario aparte. Pero como ni yo tengo el tiempo ni ustedes la paciencia, voy a ser específico. Obama se las arregló para perder una guerra ganada retirando en forma apresurada a las tropas norteamericanas en Irak, apoyó a los yihadistas de la Hermandad Musulmana en Egipto, subestimó la capacidad destructiva de ISIS llamándolo un equipo de Junior Varsity, no cumplió sus advertencias al asesino Bashar al-Assad de que no siguiera utilizando armas químicas contra civiles, creó un vacío para los jihadistas derrocando a Gadafi en Libia sin un plan para sustituirlo, mantuvo silencio ante la anexión de Crimea por Vladimir Putin y, en el colmo de los colmos, abandonó a nuestros aliados israelíes entregando 150,000 millones de dólares y dando luz verde a los clérigos iraníes para la fabricación de un arsenal nuclear. Como Secretaria de Estado, Hillary participó en la formulación de muchas de estas políticas. Estos judas republicanos están contribuyendo a que, con Hillary, tengamos más de lo mismo.
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