Es un blog diario digital conformado con los artículos, opiniones, ensayos, etc. del Catedrático universitario Lic. Pedro Pablo Arencibia Cardoso sobre diferentes temáticas de la problemática cubana, actual e histórica, así como por noticias y artículos de otros autores que se consideran de gran interés para profundizar en la realidad cubana.
sábado, agosto 13, 2016
Fidel Castro, un icono ‘kitsch’. Rafael Rojas: El culto a Fidel Castro existe, aunque no ha necesitado monumentos
El reparto Siboney se llamaba Biltmore antes de que el Castrato le cambiara el nombre. Creo recordar que las casas de Punto Cero se construyeron en el campo de golf del reparto Cubanacán y que en el hoyo 18 de dicho campo de golf fue donde se construyó la casa de Fidel Castro, Dalia Soto del Vale y sus hijos.
Canción En Cuba no falta nada (también conocida como Y dice ese maric...). una vigente canción de Tommy Olivencia.
La expresión " hijo de put.." o la expresión " hijo de la gran put." son expresiones ofensivas que realmente no tiene que ver con la profesión o promiscuidad de la progenitora al que se le dice esa expresión< corresponde realmente a una actitud de esa persona en la vida. La expresión " maric..." tambien es ofensiva y corresponde, en este contexto, a una actitud ante la vida y no a una preferencia sexual. Hay muchos heterosexuales que son tremendos " marico..." y muchos homosexuales que con su actitud no son nada " maric..." , al igual que hay muchos hombres de madres nada put,, que son tremendos " hijos de put..."
Advertencia: en la canción se dice repetidamente esas " malas palabras" que fue escrita hasta por escritores clasicos de nuestra lengua castellana. ************
Tommy Olivencia canta la canción " En Cuba no falta nada" conocida tambien como " Y dice el del tabacón" o " Y DICE ESE MARIC.."
Dos chistes de anti culto a Fidel Castro que oí en Cuba hace décadas:
Cuando se Muere Fidel? Los Pichy Boys , Roberto San Martín y Javier Berridy
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El culto a Fidel Castro existe, aunque no ha necesitado monumentos. Cuidar el legado del Comandante es una manera fácil de ocultar la conveniencia del mercado y, a la vez, evitar una reconstitución democrática del régimen
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Por Rafael Rojas
11 de agosto de 2016
Se dice con frecuencia que en Cuba no se ha producido un culto a la personalidad equivalente al de Stalin en la URSS, Mao en China o la dinastía gobernante en Corea del Norte porque en esa isla caribeña no hay estatuas ni monumentos consagrados a Fidel Castro. Lo cierto es que el culto fidelista no ha recurrido a la monumentalidad porque no la necesita o porque ha tenido tiempo para aprender lecciones de los estragos del stalinismo, el maoísmo y otras simbologías totalitarias.
Fidel Castro favoreció personalmente la reproducción masiva de bustos de José Martí, la construcción del enorme mausoleo al Che Guevara en Santa Clara y un exhaustivo ceremonial de efemérides revolucionarias que colmó el calendario cívico de los cubanos por 57 años. El rol de oficiante de esa nueva liturgia, que lo convirtió en una inagotable máquina reproductora de panegíricos y oraciones fúnebres, era una forma indirecta de veneración pública. Al hacerse del poder de decidir quien entraba o salía del panteón heroico de la isla, Castro aseguraba su supremacía icónica.
La sobriedad mediática del socialismo real, sobre todo en la década de 1970, y la alta calidad de la cultura gráfica cubana, hicieron que el mal gusto del culto a la personalidad de Fidel no emergiera plenamente hasta las últimas décadas. Fue justamente tras caída del muro de Berlín, en los años noventa, y especialmente con la llamada “batalla de ideas” de la primera mitad del 2000, que el fidelismo comenzó a circular abiertamente en toda su desfachatez intelectual, por medio del establecimiento informal del 13 de agosto, día del cumpleaños de Castro, como fiesta de la cultura nacional.
En el verano de 2006, cuando el líder cumplió 80 años, en medio de la convalecencia por una enfermedad intestinal que lo apartó del poder, los medios oficiales armaron una miscelánea patética de poemas, apologías y alabanzas de cientos de celebridades del planeta. Bajo el título de Absuelto por la Historia, los asesores de imagen del castrismo compilaron elogios de Juan Domingo Perón, Naomi Campbell, David Rockefeller, Arthur Schlesinger Jr., Robert Redford y otras estrellas de Hollywood, además de agasajos literarios de Carilda Oliver, Ángel Augier, Miguel Barnet, Nancy Morejón, Eusebio Leal y lo peor de la literatura oficial.
Los Gobiernos de la “alianza bolivariana”, en aquellos años de delicada recuperación médica de Castro, especialmente el venezolano de Hugo Chávez, el boliviano de Evo Morales y el ecuatoriano de Rafael Correa, jugaron un papel clave en la vulgarización del culto. Un culto casi funerario, ligado al duelo por la enfermedad de Castro, y que entre 2012 y 2013 se mezcló, a su vez, con el duelo por la enfermedad y la muerte de Hugo Chávez en Venezuela.
Ahora, ante un nuevo 13 de agosto, en que se cumplen 90 años del nacimiento de Fidel, la imagen del caudillo cubano ya aparece plenamente incorporada al kitsch mediático de un régimen en mutación. Castro, que como gran macho reinante mantuvo en la opacidad todo lo relacionado con su vida privada, se muestra como un anciano sabio y vigilante, acompañado siempre de su esposa Dalia Soto del Valle. El diseño interior de la casa donde reside el dictador nonagenario, en el otrora exclusivo y burgués barrio de Siboney, es kitsch, como kitsch es toda la oratoria y la panfletografía que por estos días hacen loas a la “visión” o la “genialidad” del comandante en jefe.
La finca de Birán, donde nació y vivió su infancia, es ya un sitio turístico de peregrinación en el que se empatan la historia del colonialismo español, personificada por el padre hacendado, y la historia del comunismo cubano, encarnada por los hijos prosoviéticos. En Birán se expulsa del pasado de la isla toda la experiencia republicana y, a veces, democrática, que va de 1902 a 1959. El culto a la personalidad de Fidel funciona como síntesis de un relato histórico que aspira a dotar al periodo de la revolución cubana de una perpetuidad, parecida a la del régimen colonial. Con la llegada de los Castro al poder, como nuevos colonos fundadores, habría comenzado la “verdadera” historia del país.
El culto echa mano de la finca neocolonial de Ángel Castro pero también de la ciudad de Santiago de Cuba, que vuelve a postularse como alternativa heroica a la Babilonia habanera. La elección de Santiago como espacio para la celebración desinhibida del 90º cumpleaños responde a un deliberado proyecto de compensación simbólica del todavía fresco paso de Barack Obama por La Habana y del irreversible avance de la capital hacia el mercado. La historia oficial se ha quebrado en La Habana, pero queda Santiago, para apuntalar las ruinas de una decadencia ideológica.
Medio en broma y medio en serio, Raúl Castro dijo en el pasado congreso del Partido Comunista que si en Cuba hubiera dos partidos, Fidel dirigía uno y él el otro. El fidelismo kitsch se ubica en el centro de una política cultural que intenta amortiguar el golpe de la precaria capitalización de Cuba. Una capitalización que es más excluyente y desigual que otras por lo poco que se reparte entre un puñado de privilegiados. Es cierto que el raulismo ha desmontado el fidelismo, pero las diferencias entre uno y otro son las mismas que existen entre el socialismo y el capitalismo de Estado. Las dos facciones del mismo partido comunista comparten una idéntica estructura institucional y jurídica de poder.
De hecho, el fidelismo kitsch puede funcionar perfectamente como política cultural del reformismo raulista. A medida que la élite se enriquece y la mayoría ciudadana se empobrece, el culto a la personalidad se propone como discurso de la nostalgia por un pasado glorioso. El capitalismo es presentado como un mal necesario, en el que la isla ha tenido que caer por culpa del “bloqueo”. Cuidar la memoria y el legado del Comandante es una manera fácil de ocultar la conveniencia del mercado y, a la vez, evitar una reconstitución democrática del régimen.
La misión del culto a la personalidad de Castro se encarga a los primeros que deberían demandar la democratización del país: los artistas y escritores. El campo intelectual cubano se ha convertido en reservorio de una derecha nacionalista y comunista, que recurre al mito de la “identidad amenazada” para justificar la represión y no asumir la responsabilidad de abrir el sistema político. Por eso el pequeño grupo de opositores e intelectuales de la isla, que se atreve a proponer reformas más audaces, es sometido a una renovada campaña de estigmatización, en la que el inmovilismo de adentro reproduce los argumentos tradicionales del inmovilismo de afuera.
La
figura de Fidel Castro se ha entronizado en el imaginario popular
cubano durante medio siglo. Tanto apologistas como detractores --dentro o
fuera de la isla-- han vivido estos años atrapados en la omnipresencia
de su imagen, en la implacable persistencia de sus discursos y la
teatralidad de su gesticulación. Incluso en la larga convalecencia que
marca su etapa final, el espectro de Castro mantiene una hegemonía
mediática que desborda cualquier comparación con la cobertura recibida
por otros moribundos ilustres entre sus contemporáneos.
No sería
aventurado pronosticar que el culto al ícono de Castro prevalecerá algún
tiempo en Cuba, aupado por iniciativas de reafirmación simbólica que se
manifiestan con creciente persistencia en los medios oficiales en tanto
se esfuma la anunciada recuperación del líder octogenario.
En los umbrales de la despedida, el enaltecimiento del enfermo ilustre ha cobrado tintes novelescos.
El
más reciente de los esfuerzos de adulación es una representación en el
llamado "bosque martiano del Ariguanabo'', en San Antonio de los Baños,
del encuentro entre Fidel Castro y su hermano Raúl en Cinco Palmas, el
18 de diciembre de 1956. El sitio ha sido conformado por cinco
ejemplares del árbol nacional y dos piedras que --según la descripción
publicada-- "exponen el diálogo'' entre los dos combatientes al reunirse
tras el accidentado desembarco por Playa Las Coloradas y la conocida
frase de Fidel: "¡Ahora sí ganamos la guerra!''
Este año ha
estado particularmente plagado de alabanzas. El VIII Congreso de los
periodistas cubanos le otorgó el Premio Nacional de Periodismo y
concluyó con el lanzamiento del libro Fidel periodista en una actividad
pública para la que artistas plásticos elaboraron una imagen de su
rostro transformado en un tocororo, el ave nacional.
La Unión de
Jóvenes Comunistas lo proclamó "eterno joven rebelde'' y las mujeres
federadas realizaron ingresos simbólicos a la FMC en ocasión del 82
cumpleaños del líder.
Desde comienzos del 2007, cuando el Colegio
de Belén en Santiago de Cuba fue remozado y reabierto, un aula del
segundo piso de la escuela mantiene un pupitre vacío como símbolo del
asiento que ocupaba Castro en su época de estudiante. En agosto de ese
año también se anunció la restauración de la casa de la calle Rabí
número 6, donde vivieron el niño Castro y algunos de sus hermanos
mientras estudiaban en la capital santiaguera.
El curso escolar
2007-2008 fue dedicado a la figura del guerrillero Ernesto Che Guevara y
a las ‘‘reflexiones'' que el enfermo Comandante comenzó a publicar en
marzo del pasado año. Este diciembre se publicó en La Habana una
compilación de elogios de personalidades universales bajo el título de
Así es Fidel.
La exaltación de Castro no ha requerido de
esculturas ni de mausoleos para penetrar en las mentes y moldear el
comportamiento de los cubanos desde 1959. Tal vez tampoco los necesite
ahora. Patria, nación y país han sido revalorizados bajo la égida del
caudillo en una isla donde 75 por ciento de sus habitantes nacieron,
crecieron o se educaron escuchando el discurso patriarcal y
reproduciendo los rituales ideológicos del totalitarismo.
Castro
ha sido el más hábil manipulador de la opinión pública en la era moderna
de la comunicación. Ocupó los micrófonos radiales, acaparó las cámaras
de televisión para hablar siete horas consecutivas, inspiró una
filmografía que catapultó su aureola mítica (recordar Mi hermano Fidel y
otros frutos del documentalista Santiago Alvarez). Desarticuló una
cultura periodística de fuerte tradición democrática e implantó un
sistema de propaganda gubernamental al servicio de sus palabras,
desplazamientos y ocurrencias más inverosímiles.
No tuvo estatuas
como Saddam Hussein, no ordenó hacer un cetro como Nicolae Ceaucescu ni
ordenó aduladoras coreografías como las de Kim Il Sung, pero el culto a
su personalidad invadió la vida pública y condujo al mismo fin: forjar
la imagen del guerrero invencible, primero, y del patriarca infalible
después.
"No existe culto a ninguna personalidad revolucionaria
viva, como estatuas, fotos oficiales, nombres de calles o instituciones.
Los que dirigen son hombres y no dioses'', repitió Castro el primero de
mayo del 2003.
En realidad, no hizo falta decretarlo para que la
deificación de Castro emergiera en el escenario nacional, trazando una
parábola que va de la mística revolucionaria --con signos de clara
referencias bíblicas-- del joven rebelde a la patética adulación en el
ocaso del anciano.
En los comienzos fue la fábula de los 12
sobrevivientes del desembarco del Granma, que lograron reavivar la bujía
revolucionaria en las montañas de Oriente; la imagen del combatiente
que alcanzó la victoria a la cristiana edad de 33 años; la escena de la
paloma posándosele sobre el hombro ante una multitud en el Campamento de
Columbia en 1959, repetida con falso dramatismo, en el mismo lugar, 30
años después; el estratega militar lanzándose de un tanque durante los
combates de Bahía de Cochinos; el sobreviviente de más de 600 atentados
fallidos, casi siempre neutralizados por la fiera disposición de combate
que intimidaba a sus victimarios.
El deslumbramiento inicial por
el joven rebelde penetró también la música popular y tuvo eco en
algunas de las canciones más difundidas de la época. El compositor
Eduardo Saborit veía "Un Fidel que vibra en la montaña/un rubí, cinco
franjas y una estrella'', en la conocida canción Cuba, qué linda es Cuba
(1960), y el trovador Carlos Puebla celebraba en su contagiosa guaracha
Y en eso llegó Fidel que se hubiera acabado la diversión en el país
gracias a que "llegó el Comandante y mandó a parar''.
Sus
retratos presidieron desde entonces espacios públicos y privados. La
conocida foto del comandante barbudo entrando a La Habana el 8 de enero
de 1959 fue muy pronto acuñada e inmortalizada en el nuevo billete de un
peso, el de mayor circulación del país. En fechas más recientes, un
perfil suyo de los años 80, con algunas canas y el uniforme verde olivo,
se adueñó de paredes, fachadas, murales, escuelas, oficinas y
funerarias.
El fotógrafo cubanoruso Cristóbal Herrera --quien
registró con su cámara el desmayo de Castro en el 2001 y su estrepitosa
caída en el 2004-- ha captado para su proyecto Cuba Dura una conmovedora
imagen de familia que revela el fenómeno de la intromisión del
personaje más allá de los límites de la privacidad hogareña: junto al
cadáver del abuelo tendido en una cama aparecen familiares acongojados
por la pérdida y, colgando de la pared, una foto tradicional de Castro.
Ciertamente,
la idolatría popular que acompañó a Castro desde su nacimiento como
líder político se sustentó en cierto grado de mesianismo, en la
esperanza de una población que entregó ciegamente su futuro a los
designios del elegido. Pero la proyección del culto castrista hubiera
quedado a medias sin la engrasada maquinaria propagandística que rodeó
su ejecutoria política y la pleitesía generalizada de sus colaboradores
más cercanos, temerosos de que cualquier opinión propia se interpretase
como un desafío a los postulados del líder.
La
veneración del jefe máximo se convirtió en una carta de crédito a todos
los niveles de gobierno, administración estatal o reconocimiento
social.
"Cuidar a Fidel es cuidar a la Revolución en su
conjunto. Fidel es el tesoro de nuestra patria, es el punto coagulante
del proceso revolucionario'', afirmaba el vicepresidente Carlos Rafael
Rodríguez en el acto por el XX aniversario de la Seguridad Personal del
Comandante en Jefe, en 1979.
Y agregaba: "El jefe es en sí mismo
indefinible, porque nadie sabe en qué momento va a partir, en qué
momento va a subir a la Sierra o en qué momento va a tomar el mar para
ver cualquiera de las obras de nuestro país''.
Las rimbombantes
palabras de Carlos Rafael Rodríguez no son ajenas al entorno de
exaltación de las virtudes castristas, potenciadas por la prensa estatal
en cada aniversario patriótico o cumpleaños del líder.
"Es
preferible morir por Fidel que vivir sin él'', asegura en un reportaje
de Juventud Rebelde el teniente coronel Pedro Socarrás, encargado desde
los 17 años de cuidarle las espaldas al mandatario. "Uno se siente
grande, se siente un hombre al que no le entran ni los tiros cuando está
cerca del Comandante'', acota el oficial Francisco Salgado, también
integrante de la guardia personal de Castro.
Entrevistada en el
2003, Juana Vera García, su traductora e intérprete oficial de inglés
desde 1975, asevera que "Fidel vino del futuro''.
"Para mí es el
hombre más grande que dio el siglo XX... En él confluyen el filósofo, el
pensador, el estadista, el combatiente, el estratega militar, el
dirigente político, el conductor del pueblo, el maestro, el artífice de
una revolución'', dijo Vera emocionada. Y prosiguió: ‘‘Reúne el
patriotismo de Varela, la dignidad de Céspedes, el ideal del Apóstol
[José Martí], el valor de Antonio Maceo, la audacia de Ignacio
Agramonte, la firmeza ideológica de Julio Antonio Mella, la poesía de
Rubén Martínez Villena, la honestidad de Pablo de la Torriente Brau, la
lealtad de Camilo, la ternura del Che, la vergüenza de Eduardo Chibás,
la cubanía de Nicolás Guillén''.
La presentación de Castro como
hombre síntesis de las glorias de la patria desembocó también en sus
presuntas hazañas deportivas.
Las guías oficiales de béisbol de
la década del 60 registran las "extraordinarias faenas'' rendidas por
Castro como lanzador, enfrentando incluso a equipos de la serie nacional
cubana. ‘‘Fidel extrajo el tiempo necesario de sus tantísimas
ocupaciones para entrenarse y convertirse en un verdadero
serpentinero'', escribió en 1965 el cronista Rubén Rodríguez.
El
13 de julio de 1964 juega con equipos de la serie nacional, según lo
reseña la prensa deportiva: "Y el Comandante en Jefe se enfrascó en
sensacional duelo con los Henequeneros, contando esta vez con el
respaldo de los Granjeros. Fidel no permitió carrera limpia y lanzó
cinco entradas, tolerando cinco hits y mostrando un control
extraordinario al otorgar una sola transferencia mientras ponchaba a
cinco''.
La imagen del atleta genuino quedó tan arraigada desde
entonces que cuando la prensa oficial hizo el balance del deporte cubano
del siglo XX, el cronista Oscar Sánchez no pudo sustraerse de la
mención a Castro entre las figuras imprescidibles: "Al propio Comandante
en Jefe en las pistas de atletismo, escalando montañas o tirando al aro
de baloncesto, lo que le permitió cultivar los músculos del cuerpo
creando a la vez una sólida musculatura del alma''. (Granma, 4 de enero
del 2001).
Los libros escolares están repletos de menciones a
Castro como gran hacedor de la historia nacional y consejero de la
niñez. Sólo bastaría con revisar el libro de lectura de primer grado en
el sistema nacional de educación. El volumen incluye el poema Fidel, de
Mirta Aguirre: Fidel, barbudo, llega primero;/ Fidel ligero/ con sus
botazas de guerrillero./ Así en Oriente/ o en Vueltabajo,/ en horas
buenas o en horas malas./ En todas partes, Fidel presente:/ en el
trabajo/ o entre las balas./ Como si fueran hechos de alas/ sus
zapatones de combatiente.
Como colofón, el libro incluye la
anécdota de un encuentro de Castro con un grupo de pioneros que "lo
oyeron con emoción y pensaron que debían ser mejores''. "El niño que no
estudia no es un buen revolucionario'', figura como corolario del
pensamiento de Castro.
El culto de los medios de comunicación,
los escribanos oficiales y los servidores cercanos se exacerbaron a
medida que las facultades físicas del gobernante comenzaron a declinar
visiblemente.
"Posiblemente el 13 de agosto sea el día en que más
veces se brinda a la salud de una misma persona (...). He visto y oído a
creyentes y no creyentes pedir con igual fe por el mismo deseo: salud
para el Comandante'', escribió la periodista Arleen Rodríguez por el
cumpleaños 76 del dictador.
Su entonces médico de cabecera,
Eugenio Selman-Housein, se arriesgó a pronosticar en una fecha como mayo
del 2006 que Castro tenía "espíritu, salud y fortaleza para vivir hasta
140 años''.
Katiuska Blanco, convertida en biógrafa oficiosa,
dio a conocer un enjundioso viaje de 574 páginas por la vida de Castro
titulado Todo el tiempo de los cedros (2003), libro que abre una etapa
de urgente reescritura de la historia familiar y la trayectoria
política, luego retomada por Ignacio Ramonet en Fidel Castro, biografía a
dos voces (2006).
La aparatosa caída del 20 de octubre del 2004 al final de un acto en Santa Clara disparó un frenesí de alabanzas.
"Aún
en el dramatismo del suceso, un símbolo de combate no podía estar
ausente. Su salida de aquel escenario no podía ser en la ambulancia del
caído, sino en el auto del guerrero'', relató el presentador de la Mesa
Redonda, Randy Alonso, en "El yipi y el guerrero'' (Juventud Rebelde, 24
de octubre del 2004).
En un inusual Poema Colectivo de las
Oficinas del Comandante en Jefe podía leerse: ‘‘Vivimos contigo los
ciclones de la vida y del tiempo/ y los de la naturaleza que sólo por ti
salen vencidos/ sin fantasmas de este suelo./ Sabemos de tu
meteorología/ más exacta que la del propio Centro''. Y tras llamarlo
"gladiador de la verdad y gigante de la suerte'', concluye el texto:
"Qué suerte tenerte con tanta claridad,/ tanta grandeza/ y tanta vida
cuidando en todo por siempre nuestros sueños''. (Granma, 23 de octubre
de 2004).
Una carta firmada por Su Pueblo en ocasión del
cumpleaños 79 llega a compararlo con el sol: "Creían los griegos que el
sol era transportado por un carro; los egipcios imaginaban que viajaba
en un carro de velas al viento. Los cubanos patriotas sabemos firmemente
que el sol lleva verde olivo el traje, tiene alma guerrillera de
ideales justicieros y botas de incansable escalador de montañas y
sueños'' (Granma, 13 de agosto del 2005).
La enfermedad y la
prolongada ausencia de los escenarios públicos han desatado obstinadas
visiones poéticas y actos de fe. La prensa oficial comenzó entonces a
ensayar la "versión espectral'' sobre el espacio irremediablemente
vacío. Un ejercicio de imaginación revolucionaria que la Asamblea
Nacional ha refrendado mediante la preservación del sitio para el
diputado ausente: desde diciembre del 2006 hasta la fecha todas las
sesiones parlamentarias han mantenido en la presidencia "la silla
desocupada'' del líder que aún vigila e inspira. "El Comandante en Jefe
estuvo en la Plaza de la Revolución este sábado, aunque no físicamente,
sí de muchas maneras'' (Francisco Rodríguez, Trabajadores, 4 de
diciembre del 2006). "Miro hacia allá, veo a Raúl y siento que el
ausente está allí de todas maneras (...). Porque hay aferramientos que
van más allá de la persona. Es como si buscáramos una convergencia
sentimental de país, un talismán o resguardo que nos proteja a todos''
(José A. Rodríguez, Juventud Rebelde, 2 de mayo del 2007).
El
trovador Silvio Rodríguez se esmeró en hiperbolizar su voluntad de
entrega total al patriarca: "Le regalo todo lo que puedo regalarle, un
poquito más de mi música... le regalo hasta mi persona''.
El
libro sobre la avasalladora presencia de Castro en el sentimiento
nacional está aún por escribirse. Las demostraciones que seguirán a su
desaparición física en Cuba y en el mundo serán apenas el epílogo de
esta tragicomedia criolla de la que todos hemos sido testigos o
protagonistas. Valdría la pena reconstruir la historia del castrismo a
través de las ceremonias y los ceremoniales que rodearon la vida de este
hombre terco y obsesivo y que todavía están por salir a la luz.
Como
casi todos los cubanos, tengo fijas en la memoria dos estampas que tal
vez deberán conformar ese libro de las devociones ridículas hacia Fidel
Castro.
La
primera es estrictamente testimonial. Durante una visita de grupos
universitarios al Contingente Blas Roca en las afueras de La Habana, los
jefes del campamento nos mostraron con orgullo la última pieza
atesorada para un futuro museo: en una urna de cristal habían colocado
una bandeja metálica y un tenedor empleados por Castro para probar una
receta con espinaca durante un recorrido por el lugar.
La
segunda me la contó un geógrafo exiliado que asistió a la reunión para
definir el área donde debía construirse el pedraplén de Cayo Coco a
fines de los años 80. Mientras los expertos discutían, el gobernante se
acercó al mapa desplegado en la pared y pronunció una frase lapidaria,
mientras con la uña del dedo pulgar trazaba una línea de conexión entre
el cayo y la costa norte de Ciego de Avila: "Yo creo que debe ser por
aquí''. Los científicos y planificadores presentes asintieron, el mapa
se conservó con la línea imaginaria marcada por la uña de Castro y el
pedraplén se construyó sin cambiar un ápice su improvisada
determinación.
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Libro de Pedro Pablo Arencibia: Paradigmas Psicopedagogicos y caminos de la Investigacion Matematica en la Ensenanza de la Matematica Universitaria y Media
OPINIÓN SOBRE EL LIBRO:
Lo he ojeado, aqui y alla; es conmovedor. humano. Tardare en leerlo de tapa a tapa. Comprendo que es holistico, lo que me parece admirable, meritorio, politica, experiencia humana, Matematicas, Ciencias, y tambien ¨very scholar. Una combinacion unica. Gracias. B.M.
“Marco Rubio a Donald Trump: Te diré lo que es un buen acuerdo: que Cuba sea libre
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Licenciado en Matemática Pura en la Universidad de La Habana (UH) y Catedrático universitario con 24 años de experiencia en la docencia universitaria cubana; posee la Categoría Docente Principal de Profesor Titular universitario. Fue expulsado el 29 de enero de 1997 del Instituto Superior Pedagógico de Pinar del Río ( universidad de perfil formativo o pedagógico) por motivos políticos. Activo colaborador desde su fundación de la revista VITRAL y del Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa (CFCR) de la Diócesis de Pinar del Río. Colaboró en Cuba con las organizaciones opositoras: Todos Unidos, Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba y con el Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC).
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COLABORADORES:
Paul Echániz
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