Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
En pocas palabras: ese nombramiento es un síntoma evidente de DESCONFIANZA Y MIEDO.
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Detrás de Raúl Castro, su nieto Raúl Guillermo Rodríguez Castro. (TICOTIMES.NET)
Acaba de ser nombrado jefe de Seguridad Personal Raúl Guillermo Rodríguez Castro, alias "El Cangrejo", nieto del general y presidente Raúl Castro, en sustitución del general de división Humberto Omar Francis Pardo, uno de los pocos sobrevivientes de la vieja guardia del Ministerio del Interior (MININT).
"El Cangrejo" es hijo de Débora Castro Espín y de Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, considerado uno de los zares de la economía de las Fuerzas Armadas (FAR), presidente de GAESA (Grupo de Administración Empresarial de las FAR) y director de la Zona Económica Especial de El Mariel.
El cargo de jefe de la Dirección de Seguridad Personal no tiene mucha significación pública, ni aparente en la nomenclatura partidista ni gubernamental, pero para cualquier conocedor o estudioso de la realidad cubana sabe que en el modelo fidelista, marcado por el despotismo y el nepotismo, se trata de un cargo de primera importancia, más que ser miembro del Buró Político, secretario de una Provincia, jefe de un departamento del Comité Central o general jefe de uno de los tres ejércitos.
Será el jefe del súperaparato encargado de garantizar la vida, tranquilidad y comodidad de los jefes principales del Gobierno cubano o, como ellos mismos se llaman, "la dirección histórica", y de sus familiares allegados, en Cuba y fuera del país.
Algunos en EEUU consideran que es un aparato homólogo del Servicio Secreto Presidencial, encargado de la seguridad personal del Presidente, su familia y de los expresidentes. Sin embargo, en uno y otro país su importancia estratégica para el sistema, es bien diferente.
En EEUU, un fallo del Servicio Secreto que le cueste la vida al Presidente y al Vicepresidente, estará muy lejos de significar la caída de todo el imperio estadounidense, donde el Presidente y su Vice constituyen figuras cimeras y claves del sistema político, pero sin repercusión definitiva para el mismo, y mucho menos para el sistema económico que seguiría intacto.
En cambio, en Cuba un hecho de esa magnitud tendría otras implicaciones por la identificación del líder con la historia del país hace más de 60 años, con el propio sistema político y económico, y con el papel absoluto jugado por el caudillo, que el culto a la personalidad ha pretendido extender a la nación y sus símbolos patrios.
En Cuba, el Partido Comunista (PCC), la Asamblea Nacional del Poder Popular y las instituciones principales, incluida la propia Constitución llamada socialista, que sostienen la santísima trinidad, un dios entre personas, Partido-Gobierno-Estado responden al único interés del líder legendario de controlar totalmente el poder y mantenerlo por los siglos de los siglos.
No por gusto el Comandante en Jefe fue el Primer Secretario del PCC, Presidente del Consejo de Ministros y Presidente del Consejo de Estado, mientras la salud le dio para ello, y solo cuando esta se quebrantó delegó todos sus autonombramientos en su hermano, menos el de Comandante en Jefe. Y ha sido él, a pesar de su ancianidad, quien clausuró el último congreso del PCC, donde se reunía toda la nomenclatura, como para que no quedara duda a nadie de su control sobre todo el aparato político-económico gubernamental.
Todo en Cuba se ha hecho a su imagen y semejanza, de acuerdo sus los intereses y consideraciones, desde la trascendental decisión de instalar los cohetes atómicos en Cuba, hasta el color de los uniformes escolares, pasando como se sabe por los macro y microplanes económicos y experimentos sociales con costos controlados y registrados únicamente en su cerebro.
Recordemos las medidas extremas del Líder y sus implicaciones para todo el conjunto de la sociedad cubana, cuando él se sintió amenazado por la eventual unión de dos figuras de la segunda línea inmediata inferior en 1989, el general Ochoa, que asumiría el mando del Ejercito Occidental, y el ministro del Interior José Abrantes. El primero con mucho prestigio y poder dentro de las FAR y el segundo contaminado con las ideas de la perestroika y quien había llegado a decir públicamente que había que ir pensando en Cuba una especie de glásnost.
Luego de las Causas No. 1 y No. 2 de 1989 se desató una verdadera cacería secreta de "perestroikos" que duró varios años, se extendió bajo diversos mantos y separó, jubiló o envió a "otras tareas importantes" a miles de cuadros, oficiales y especialistas del PCC, el MINREX, el MININT y el MINFAR. Nada que envidiar a los procesos de depuración de Stalin, solo que menos estridente y más "diplomático", pero no menos efectivo.
Y nadie olvida la conmoción nacional, cuando el caudillo enfermó de gravedad en el 2006 y sus incidencias posteriores.
Aquí la desaparición de la figura sería crucial para todo el entramado político-económico y social que se ha estructurado a partir de sus intereses y aspiraciones megalómanas y absurdas der ser la figura cimera, no ya de un país, o una región, sino del planeta y de toda una época.
Toda la nomenclatura que ha vivido más de medio siglo de alabar, subordinarse y defender el fidelismo, sabe perfectamente que a la desaparición del Jefe, no habrá manera de mantener todo ese tinglado sustentado en el voluntarismo, el populismo, la ayuda externa y su imaginación.
Esos procesos y nombramientos para importantes cargos de figuras familiares o leales, violando mecanismos establecidos y derechos, no son otra cosa que la evidencia de la falta de institucionalidad alcanzada por el fidelismo, donde no hay más posibilidades de ejercer funciones de importancia, que no sean la subordinación y la lealtad incondicional al Gran Jefe, hasta que este o sus cuadros principales lo consideren útil. Esa real "política de cuadros" no ha cambiado con Raúl.
Y esa es la causa de la superconcentración del poder que se realiza en manos de los generales de las FAR, aparentemente controladas por el General y Presidente, de las figuras más allegadas al poder y de los benjamines castristas.
No es la transición generacional normal que ocurre en cualquier sociedad democrática, donde son las instituciones establecidas, la correlación de fuerzas entre partidos, y el voto popular quienes deciden sobre cargos.
La transición de poderes en marcha, paralela al tránsito del capitalismo monopolista de Estado al capitalismo corporativo y privado, a la sombra de la "actualización", es la forma que imaginó la cúpula para tratar de evitar el eventual desplome y mantener el control de la familia "real" y sus leales hasta después de la desaparición del líder histórico.
Pero semejantes nombramientos, como este de "El Cangrejo" o el de Alejando Castro Espín para controlar centralizadamente la inteligencia de todos los órganos especiales, como una especie de Consejo Nacional de Seguridad, que implican una mayor concentración del poder, es una demostración más de la agudización de las contradicciones del propio modelo fidelista en su fase terminal, que sigue dejando fuera de las decisiones principales a otros muchos actores del proceso.
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