Esteban Fernández: LA DESCONFIANZA
Diciembre 1 de 2016
Creo firmemente que el haber dedicado casi toda mi vida a la causa anticastrista y el haber sufrido muchas decepciones -al igual que todos y cada uno de mis compañeros de ideales- nos dan el derecho a escoger la compañía y a recelar y desconfiar de quienes nos dé la gana.
Varios de mis últimos escritos, como “Los lobos disfrazados de ovejas” y “Los fantasmas llegaron ya”, van encaminados a dar a conocer mi total y absoluta desconfianza y a explicar los motivos por los cuales actualmente yo no creo ni en mi sombra. Sin, desde luego, dejar de adorar a Cuba como leyeron hace poco en mi escrito “UN CELULAR Y UNA BOLSA DE OLORES”
Si usted me hubiera conocido de adolescente supiera que yo era la persona más confiada del mundo, a los 20 minutos de que me presentaran a una persona yo comenzaba a decirle a todo el mundo “lo buena gente que es fulano” refiriéndome al recién conocido.
Esos escritos denunciando a los esbirros y a las alimañas tapiñadas no son con la intención de convencer a mis lectores de ser incrédulos y cautelosos sino simplemente tiendo a justificar mi desconfianza. Los que después de leerme quieren seguir creyendo en cantos de sirenas esa es la prerrogativa de cada cual.
Mi suspicacia surge o se inicia durante los años 57, 58 y 59, cuando el 90 por ciento de las personas en mi entorno creyeron firmemente en Fidel Castro sin saber quién coño era ese tipo, y al mismo tiempo, los que se atrevían a poner en dudas esa estupidez cubana de convertirlo en un ídolo, los que lo conocían de antaño y no lo seguían, fueron completamente vilipendiados, denigrados y echadas al latón de la basura sus críticas y discrepancias.
Después vino la enorme caterva de infiltrados en el exilio -como el Dr. José Collera Vento, vicepresidente de la Gran Logia de Cuba que resultó ser el agente “Gerardo”, en la foto inicial- que nos cayeron encima como pirañas, muy parecido a cuando allá nos engañaron y nos llevaron a prisiones, paredones y exilio. Y es necesario agregar que, ya del lado de acá, creímos en líderes del exilio que tarde o temprano nos decepcionaron.
Eso ha traído como consecuencia (y admito que ese es uno de los objetivos de la tiranía) que sólo creo firmemente en un grupo muy reducido de compatriotas a los cuales he puesto a prueba cien veces a cada uno, que han pasado por un tamiz muy fino y jamás han fallado, ni claudicado, ni dado un paso en falso.
Y que conste que, todavía hoy, si alguien a quien considero un patriota con 45 años de servicios prestados a la gesta anticomunista, me entero que está de vacaciones en Varadero, bailando en Tropicana y visitando La Bodeguita del Medio sale como un cohete de mi círculo de amigos confiables.
A los que “nos los quieren meter por los ojos” a la cañona, en la distancia, con un mar por el medio o de visita aquí, sin tener ni la más ligera idea de “qué “huevos los puso”, sin conocer el background de cada cual, desconociendo completamente sus pasados ni lo que hicieron políticamente cinco o diez años antes de declararse discrepantes, no me da la gana, ni me sale del corazón, auparlos, ni aplaudirlos, ni defenderlos, ni “tirarme de barriga” con ellos.
De la misma manera que durante los comienzos del fidelismo en Cuba nos salían violentamente al paso, y “nos partían las ventrechas” a los que no aceptábamos el mesianismo de Fidel Castro y de sus barbudos, hoy existen quienes no quieren admitir que existan los que exponen el más pequeño de los escepticismos contra todo aquel que no conozcan a fondo su currículum vitae.
Cuando yo desconfío, por ejemplo, tratan de pulverizarme en la Internet sin tener en cuenta mi pasado y que estoy en contra de Castro desde que tengo 14 años y sin poder demostrar que ninguno de los defendidos por ellos puede exponer una hoja de servicios a la contrarrevolución ni parecida a la mía. Y tengo cientos de testigos a mi favor en Güines y aquí.
Como les dije al principio, creo tener todo el derecho del mundo a dudar de los que quiera dudar por haber sido uno de los dos o tres más jóvenes militante del MRR estudiantil en mi pueblo y por haber cooperado durante más de 50 años con todas las organizaciones anticastristas del exilio.
Y para terminar subo la parada, llevo las cosas más allá, me alejo del terreno político y hago un supremo esfuerzo para demostrar mi desconfianza con todo y con todos los desconocidos: Mi nieto Andre se hizo tremendo simpatizante y hasta compartió en restaurantes y eventos con un famoso pelotero cubano recién llegado. Y mi consejo fue: “Dale suave, dale tiempo al tiempo, tú no conoces sus antecedentes”. No sé en que terminó esa súbita amistad, pero me temo que tarde o temprano se decepcionará o tendrá que esperar 30 años para poder confiar plenamente en él.
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