LOS ZAPATOS DE MARTÍ. ZAPATERO A TUS ZAPATOS.
José Martí, la niña María Mantilla y otras amistades en Long Island, New York
Por Esteban Fernandez
20 de febrero de 2017
Las personas que escribimos sabemos lo que es desvirtuar un escrito. Y debemos tener mucho cuidado y evitar darle ala a los desvirtuadores. Sobre todo cuando se escribe en un fórum abierto donde el lector tiene el chance para comentar y desvirtuar.
¿Qué es eso? Pongamos un ejemplo: El escritor lanza un bello ensayo sobre el José Martí. El escrito lleva cinco cuartillas realizado con una belleza literaria increíble. Recibe aclamación total. ¿Total? No, porque ahora vienen los demoledores y desvirtuadores de escritos.
Porque en una línea en el décimo cuarto párrafo pone “El Apóstol andaba por las calle de New York con las suelas de los zapatos rotas”…
Ahí sale un desvirtuador a ignorar completamente todo lo bellamente escrito y dice: “Mire, yo soy zapatero, y les garantizo que las medias suelas en ese momento sólo costaban 25 centavos”… Otro responde: “Bueno, pero Martí no se iba a gastar 25 centavos dedicados a la liberación de Cuba en arreglar sus zapatos”
Un brillante disertante dice: “Ahí hubo un tremendo fallo en el escrito porque el autor no explica la marca de los zapatos” Y otro riposta: “¿Cuántos pares de zapatos tenía el Apóstol en ese tiempo?” “Felipito” contesta: “Chico, no hables basura que en ese tiempo todavía no era Apóstol de nada”
“Pelayo” de West Palm Beach escribe: “Por favor, lo importante no era la cantidad de zapatos sino la calidad”. Otro lector opina: “Pues de ahora en lo adelante voy a fijarme bien en las fotos y observar detalladamente los zapatos de Martí”…
“Mario” desde Santa Ana, California, sostiene vehementemente: “Si se hubiera comprado unos “rompe rocas” no hubiera tenido ese problema” y otro que se hace llamar “Anónimo de Santa Clara” dice: “No me explico el motivo por el cual cuando estuvo en Tampa los tabaqueros no le regalaron unos buenos mocasines”… Y añade “Pero me consta que siempre los llevaba brilloso y muy bien lustrados”.
“Felipe” desde North Hollywood comenta: “Yo leí en una historia de Ramiro Guerra que su amigo Fermín Valdés Domínguez le regaló unas sandalias magnificas”… Uno le responde: “¿Tú estás seguro? porque en esa época no había sandalias”
“Oh, como no, las sandalias fueron inventadas en el año 1800 por el pinareño Sandalio Pérez?” “Bueno, no creo que Martí se hubiera puesto unos sandalias, esa es la verdad”… “Perico” desde Hialeah pregunta: ¿Alguien más documentado que yo me puede decir si los zapatos rotos eran negros o carmelita?
Y entonces es cuando el 90 por ciento de los lectores llegan a la conclusión de que “No hay dudas, queda comprobado que el autor no aclaró bien las cosas, es un comemierda”…
Mientras, el escritor -y eso nos ha pasado a todos los que emborronamos cuartillas- comprende su grave error y piensa que la próxima vez que escriba sobre Martí debe asesorarse con “Neno” el zapatero remendón de la calle Soparda.
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