Rafael Azcuy González: “Te busco perdida entre sueños…”
Por Rafael Azcuy González.
13 de marzo de 2017
Será una maldición o tal vez una bendición, pero muchos no podemos quitarnos a Cuba de dentro y esos sentimientos encontrados nos enorgullecen y deleitan, pero también nos causan dolor y tristeza por tanta nostalgia.
Me admira y estimula mucho escuchar testimonios de compatriotas que vinieron acá a Estados Unidos de niños sin apenas conocer Cuba y sin embargo su pasión y amor por la Isla es manifiesto. Otros se han separado de la Tierra Madre hace 40 o 50 años y siguen fieles y amorosos a su recuerdo a pesar de haber guardado prisión en las terribles ergástulas castristas y traer reminiscencias terribles bajo la dictadura.
También los hay que blasfeman de su país y de forma absurda e ignorante lo vinculan con el régimen castro-comunista, convirtiéndolo en sinónimo de esta horrenda dictadura, así como también el propio Castro pretendió que se le identificara a él con la Patria. Comprendo a los que nacieron aquí: es su tierra natal, son ciudadanos de esta Gran Nación y tienen que amar la Patria que los acogió y les posibilitó realizar el sueño americano y sobre todo disfrutar del inmenso privilegio -máxima aspiración humana- de la anhelada libertad.
No dejo de ver con amargura y algo de compasión que muchos jóvenes no hablan español y al preguntarles de que parte de la Isla son sus padres o abuelos no saben responderte. Sé que es un privilegio ser ciudadanos norteamericanos y vivir en un país como este donde casi todo el mundo quiere venir; pero yo que nací en Cuba y viví 58 años de mi vida en ella no renunciaría jamás a esa bella experiencia por nada del mundo y aquí cito los versos del grande Heredia:
Dulce tierra de luz y hermosura,
¡Cuánto sueño de gloria y ventura
Tengo unido a tu suelo feliz ¡
Sé que yo perdí mucho al quedarme tantos años allí luego de infructuosas salidas: hipotequé mi futuro y el de mi familia. Al salir murieron mis padres, a los que nuca quise dejar, perdí mi casa, mis amigos, las calles de mi pueblo, la preciosa campiña de mi barriecito rural allá en el querido Pinar del Río. Aquí vivo sobriamente gracias a la ayuda de esta formidable nación y a mi modesto trabajo. Aquí está mi hijo que de seguro será un ciudadano norteamericano de bien y podrá -si se lo propone- cumplir el sueño americano al que yo ya no podré aspirar por mi edad y el idioma.
Conocí a España donde viví casi 10 años. Muchas similitudes con nuestra tierra: el carácter, el idioma, las costumbres, la comida, nuestra historia común: un país maravilloso para vivir; pero confieso al final del camino que mi mayor anhelo sería ir algún día a mi amada Cuba -ya sin Castros en la costa- y poder acostarme en el campo sobre la húmeda y blanda yerba a escuchar el arrullo melodioso de las palmas y contemplar, con el encanto de siempre, como tras sus verdísimos penachos se va ocultando lentamente el sol al morir la tarde…y entonces en ese éxtasis sublime me parecerá escuchar a nuestra Celia Cruz:
de una manera intensa, de una manera eterna
porque hasta el día que yo vuelva
siempre seré extranjera, siempre seré extranjera.
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