Cubanos en Venezuela
Por Rafael Azcuy González
16 de mayo de 2017
Andan en Cuba en manadas como la horda primitiva, siempre recibiendo ordenes vestidos de verde olivo y con pistolas al cinto, el pueblo les llama segurosos. Están imposibilitados de razonar, de tener criterios e ideas propias y es imprescindible para que puedan actuar que los manden, les digan siempre lo que tienen que hacer como a niños chiquitos, pues ellos solo pueden decir a sus jefes octogenarios: ¡Ordene Jefe!
Ahora les han ordenado asesorar a la policía y a la guardia venezolana chavista y han partido raudos sin mirar para los lados, sin chistar ni hacer comentario alguno. Ellos, vasallos miserables de los Castros, carecen de principios humanos y de ideología definida: lo que digan sus jefes es lo que hay que hacer, pues ellos son los dueños de la verdad absoluta y si los mandan a algo es porque ellos saben lo que hacen.
Toca ahora reprimir al valiente y heroico pueblo venezolano que a todos nos está dando una verdadera lección de coraje y valor al ver a sus mujeres heroicas y sus venerables ancianos enfrentando a los genízaros de Maduro y sus acólitos como han hecho las decenas de jóvenes que ya han caído bajo el fuego de los chavistas mandados por los miserables cubanos. Estos visten el uniforme de la policía y el ejército venezolano para enmascarar su origen. No tienen escrúpulo alguno en arremeter fieramente contra el pueblo indefenso, ya están acostumbrados a hacerlo en Cuba en las calles, en las jefaturas de policía o en las ergástulas castristas. Maltratan sin compasión a todo el que se les ponga por delante.
Para nada les puede interesar a estos seres brutales sin conciencia de que todos seamos hermanos caribeños y de que Simón Bolívar, ese gigante venezolano nos tratara de ayudar a independizarnos de la despótica España. Como solo conocen los discursos reiterativos e interminables del desaparecido Comandante, no tienen la menor idea del pensamiento martiano ni de lo que Martí veneraba a Bolívar ni como lloró al visitar su estatua en Caracas, ni que decía que para hablar de Bolívar había que tener la tiranía descabezada a los pies.
Este actuar mezquino que nos abochorna a todos los buenos cubanos debe tener un castigo ejemplarizante, un buen escarmiento por parte de los valientes venezolanos pues al que a hierro mata a hierro muere como sentencia el refrán. Estos secuaces castristas no deben salir impunes tras atormentar a los heroicos luchadores que se niegan a quedarse para siempre con una dictadura criminal que hace pobres a todos. A veces hasta la muerte es necesaria cuando se es un peligro potencial para la sociedad y se sigue ciegamente lo que ordenan los jefes sin haber rectificación y arrepentimiento. Deben recordar __por si no lo saben__ que los crímenes de lesa humanidad que están cometiendo contra un pueblo que por derecho constitucional puede manifestarse no prescriben y que mientras vivan tendrán esta espada de Damocles pendiente sobre sus cabezas donde quiera que vayan en el mundo y más temprano que tarde llegará como siempre la justicia.
¿Cuántas veces repitieron los señores Castro y Maduro que nunca se emplearía la policía contra el pueblo? Ahora lanzan sus tropas antimotines y tanquetas no contra alienígenas ni invasores extranjeros, ni empresarios millonarios, ni imperialistas yanquis, es contra los venezolanos: estudiantes, empleados públicos y privados, trabajadores, mujeres y ancianos, en síntesis, el pueblo.
Por si no lo conocen esos cubanos represores del pueblo venezolano: la fuerza del pueblo es indetenible y a veces no puede contenerse como sucedió en Cuba aquel 12 de agosto de 1933 en que a tiro limpio el pueblo cazó como a fieras por las calles de La Habana, a los torturadores y asesinos del dictador Gerardo Machado.
Recuerden también represores cubanos en Venezuela lo escrito por el gran escritor británico George Orwell: No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura, ya pasó en Cuba hace casi 60 años y lo intentó Chávez y ahora Maduro en Venezuela
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