El dictador africano visitó varias veces Cuba y siempre fue tratado como huésped de honor
Por Luis Cino Álvarez
Noviembre 23, 2017
LA HABANA, Cuba.- Los mandamases cubanos deben estar consternados por el fin del largo régimen de su amigo Robert Mugabe, el dictador de Zimbabue, forzado a renunciar por el ejército.
Mugabe visitó varias veces Cuba -la última el pasado año, para asistir a los funerales de Fidel Castro-, y siempre fue tratado como huésped de honor.
Eran muchas las afinidades entre Mugabe y sus anfitriones cubanos.
Robert Mugabe, el Chef, como Fidel Castro, el Comandante en Jefe, encabezaron movimientos guerrilleros y cuando llegaron al poder gozaron de amplio respaldo popular. Pero luego del triunfo, se desembarazaron de sus rivales. Ambos líderes enfermaron de paranoia, voluntarismo y culto de la personalidad. Fueron dos héroes trágicos, anacrónicamente aferrados al poder absoluto, en un mundo adverso a sus designios.
Ambos regímenes, cada año, en Ginebra, desde el banquillo de los acusados, en vez de aceptar sus muchas faltas y comprometerse a enmendarlas, culpaban a los países ricos de politizar el tema de los derechos humanos.
Tras perder el padrinazgo soviético, ambos gobiernos culparon a otros para justificar sus desastres económicos y las calamidades de sus pueblos: el régimen castrista al “bloqueo” norteamericano, Mugabe a Sudáfrica. Luego que terminó el régimen del apartheid y Nelson Mandela fue presidente, Mugabe repartió las culpas de todo lo malo que ocurría en Zimbabue entre “la conjura mediática occidental”, la sequía, los granjeros blancos y las manadas de elefantes errantes que pisoteaban las cosechas.
En Zimbabue, como en Cuba, las ineficientes granjas estatales al estilo koljosiano arruinaron la agricultura.
Mugabe, como el régimen castrista, tratando de sacar provecho al capitalismo, pero sin renunciar al socialismo, atacó a las empresas transnacionales y a la globalización, pero buscó con afán las inversiones extranjeras.
El más firme pilar del gobierno de Mugabe fue su policía política, la Organización Central de Inteligencia, entrenada por la Stassi y los esbirros de Ceausescu, cuyos métodos no diferían mucho de los tomados prestados del manual de la KGB por la Seguridad del Estado cubana.
En Zimbabue, la única prensa es el laudatorio antiperiodismo oficial. El Herald de Harare, como el periódico Granma, era reminiscente del periódico Pravda. Y como en Cuba, los periodistas independientes en Zimbabue son sujetos a acosos constantes, golpizas, estratagemas para acusarlos por cargos falsos y sentencias de cárcel. Esa situación fue denunciada por alguien nada sospechoso de complicidad con “la conjura mediática occidental”, el escritor nigeriano Wole Soyinka, quien calificó a Mugabe de “elefante canalla”.
En Zimbabue, como en Cuba, una élite acomodada, egoísta y corrupta, escudada en la retórica marxista, disfruta descaradamente de sus privilegios.
Ambos pueblos, sumidos en la desesperanza, tratan de consolar sus vidas precarias haciendo blanco de sus chistes a sus gobernantes. Cuando en los años 90, Mugabe implantó su nueva política económica, pomposamente denominada Ajuste Estructural de la Economía, el pueblo tradujo sus siglas en inglés, ESAP, como Sufrimiento Extra para los Pobres.
Durante décadas, en Zimbabue hubo un solo partido, el ZANU. Luego que Mugabe abandonó formalmente el comunismo, instauró un fraudulento simulacro de democracia parlamentaria.
Mugabe llegó al poder en abril de 1980. Desde entonces gobernó de forma despótica. Sus 37 años de gobierno dejan un saldo aterrador: alto desempleo, una elevadísima inflación, una deuda externa de más de 3400 millones de dólares, frecuentes hambrunas, casi una cuarta parte de la población adulta de ambos sexos infestada de SIDA, decenas de miles de asesinados por la policía y el ejército en oleadas represivas, como la conocida como Gukurahundi, una limpieza étnica ocurrida en los años 80, en la que se calcula que fueron masacrados alrededor de 20 000 integrantes de la tribu Ndebele.
Con sus 93 años, es presumible que Mugabe se vaya pronto al infierno. Allá lo esperan muchos de sus amigotes.
luicino2012@gmail.com
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