viernes, diciembre 22, 2017

Esteban Fernández: ESTA COLUMNA ES UNA ANTIGÜEDAD

ESTA COLUMNA ES UNA ANTIGÜEDAD



 Por Esteban Fernández
21 de diciembre de 2017

Algunos lectores se han tropezado con mis escritos recientemente gracias al Internet y creen que es algo nuevo, pero de eso nada, esta columna es más vieja que Matusalén. Surge en la época de Ñañaseré. Vaya, cuando comencé a escribir yo no sabía ni lo que era una computadora y emborronaba cuartillas con una maquina de escribir que ni eléctrica era.

Yo tenía una mota más grande que la de Elvis Presley, el Presidente era Lyndon B. Johnson, la salida de esta columna coincide con la entrada de John McCain en el “Hanoi Hilton”, no existía el periódico 20 de Mayo aquí en California, ni  La Voz de Miami Beach, ni la revista Ideal y “Libre” tenía dos años de fundado.

Barack Hussein Obama estaba montado en un velocípedo en Hawai, Sarah Palin no había nacido, Michael Jackson era un muchachito, la organización más antigua del exilio, Alpha 66, estaba dando los primeros pasos en Puerto Rico, no existía el CID, ni la Junta Patriótica, ni Abdala, ni la Fundación Cubano Americana, Otto Sirgo era un galán y Celia Cruz todavía estaba en la mitad de su carrera artística..

Cuando surge esta columna el hoy  difunto director  del 20 de Mayo, Abel Pérez tenía el pelo color azabache, Filiberto Rivero tenía un prógrama de radio por K.W.K.W., el único abogado cubano en California era Enriquito Bin, la única cantina era “Cuba Cali” y no habían nacido ni Liván ni el “Duque” Hernández…

En la misma época escribían aquí en Los Angeles, Angel Torres, Antonio J. Fernández, Hugo Byrne, José Luis Fernández y Aldo Rosado.  Hoy solo seguimos Hugo Byrne, Aldo Rosado y yo. Angel Torres y José Luis Fernández fallecieron y Tony Fernández está retirado. No existía Fox News ni C.N.N., Jorge Ramos era un muchachito empinando papalotes en México, nadie sabía quiénes eran Willy Chirino, ni Thalía, ni Shaquira. Enrique Alejo recién inauguraba el Liborio, Andy García ni sabía que iba a ser artísta de cine y para comer frijoles negros teníamos a ir a la calle Sunset, en Los Angeles, a un restaurante de la puertorriqueña Toñita…

El gordo Raúl de Molina aún estaba en la primaria comiéndose la merienda de los demás muchachos, la flaca Lili no había nacido, desconocíamos la existencia de Cristina, el mejor columnista del exilio era Humberto Medrano. No existía Radio Martí y teníamos que conformarnos con “Radio Swan” y todavía en la 8 y la 8 del S.W. de Miami estaba el Peking de Rafael y Federico.

Cuando comenzaron mis mal hilvanadas líneas la mayoría de los que hoy entrevista Maria Elvira en Mega T.V. se estrenaban de milicianos y chivatos. Carlos Prío, Fulgencio Batista, Guas Inclán, Andrés y Aurelio Nazario, Diego Medina, Agustín Tamargo, Jorge Más Canosa, Leopoldo Fernández, Anibal de Mar, Mimí Cal, estaban vivos. Huber Matos, Tony Cuesta, René Cruz, y miles de compatriotas estaban en la cárcel. El M.I.R.R. de Orlando Bosh realizaba ataques aéreos contra el castrismo..

El único libro anticastrista era “Daga en el Corazón” de Mario Lazo, no existía la disidencia pacifica (solo enemigos a rajatabla) ni la Viagra, ni se usaban palabras como “relajarse” ni “estresarse”, no se conocía la terrible enfermedad del SIDA, Michelle Obama estaba jugando con sus muñecas, Shirhan Shirhan todavía no había asesinado a Robert Kennedy, yo no tenía hijas y ya soy abuelo, aquí solo había otro periódico, “América Libre” de Daniel San Román, y si queríamos comer Arroz Frito había que ir a visitar el restaurante del chino Chao en la calle Vermont.

Cuando  comenzó esta columna no habían nacido ni Niurka Marcos ni Jennifer López, nadie recibía un correo electrónico (Email), nadie le llamaba “salsa” a la música cubana, el tirano era un cuarentón, la gasolina costaba un peso el galón, el Che Guevara no había llegado al infierno, Ronald Reagan no era ni gobernador de California y todavía estaba vivo el último de nuestros mambises: Generoso Campos Marqueti…

Y al terminar mi primer escrito se lo enseñé a uno de mis mejores amigos, Luis Beato. Lo leyó con mucha paciencia, me miró fijamente, se sonrió, y me dijo: “Chico, sigue, sigue escribiendo, que para ser un analfabeto escribes muy bien”. Se lo puso en un bolsillo y lo llevó a La Prensa de Los Angeles. Y simplemente estoy siguiendo su consejo.