viernes, diciembre 08, 2017

La traba. Ramón H. Colás : Manuel Moreno Fraginal, con toda seguridad, por la agudeza de sus investigaciones, solía decir que un bichito raro y ciertas debilidades como pueblo, nos trajeron a Fidel Castro


La traba

Por Ramón H. Colás
Diciembre 7 de 2017

Nuestro gran problema no es político. Es cultural. Proviene, la historia lo puede demostrar mejor, del inicio. Cuando la isla comenzaba a ser poblada por europeos sedientos de gloria, oro y abundante riqueza. Después, cuando de África llegaron seres humanos convertidos en esclavos, obligados a trabajar como animales y ser tratados como instrumentos de trabajo, se fundaba una relación compleja en el escenario nacional.

Estos dos elementos (europeo-africano) -agentes casuales en nuestra historia- han determinado el quiénes somos. A Cuba llegó, escribió Fernando Ortiz y puede ser verdad, lo peor de España. De los africanos se supo después, muchos años después quienes eran. La vaguedad acerca de sus vidas tribales y el esfuerzo por arrancar sus raíces y costumbres, permitió mirar los matices de su piel y muy poco a sus expresiones internas.

Las personas de piel oscura y clara poblaron Cuba por casualidad. Los europeos buscaban, en su aventura hacia los mares del oeste, alcanzar las fronteras de India y tropezaron con estas tierras americanas. Los negros fueron obligados a venir. Ningunos de los dos deseaban coincidir allí. La vida los llevaría, por diferentes caminos, a permanecer en esta región atraídos por el hechizo del Caribe, la abundancia de riqueza en estas tierras vírgenes y el atractivo del Nuevo Mundo, para los europeos y las cadenas de la esclavitud, para los africanos.

A toda prisa se fueron dando las condiciones para formar una identidad. No podía ser europea y menos africana. Lo auténticamente cubano aparecía mezclados en medio de las contradicciones de los nacidos aquí y sus padres llegados de Europa. Los negros, sin embargo, advirtieron su lugar cuando intentaban ser libres y, sin poder para regresar al África, se resignaron a concebir como suya la tierra donde nacían sus hijos.

De todas las cosas visibles en este largo período de evolución, llamaba la atención el aprendizaje social. Es decir, aquellos elementos nuevos adquiridos por quienes habitaban la isla y estandarizaban ciertas costumbres y hábitos sociales entre la gente. Aparecían rasgos exclusivos o distintivos de otras regiones de América. Los cubanos empezaron a ser cubanos riñendo, con envidia, cultivando el recelo y alejado de la verdad. Se apasionaban por todo y tal aprecio cegaba la racionalidad, el sentido de la responsabilidad cívica y social. Moreno Fraginal, con toda seguridad, por la agudeza de sus investigaciones, solía decir que un bichito raro y ciertas debilidades como pueblo, nos trajeron a Fidel Castro. Éste, cuya astucia para moverse en la turbulencia y las manías de capataz para organizar el cao, sedujeron la inteligencia del cubano hasta embriagarla con el dogma de la estupidez. Lo hizo para arrastrar al lado de lo peor las cosas buenas que como pueblo los cubanos tienen.

Este lado obscuro, esas manchas visibles, las exageraciones, los actos de vulgaridad y torpeza, conminaron al desorden social. Nacía, en parto doloroso, el segundo periodo más aciago de Cuba, después del sistema colonial esclavista español. Castro, quien en su perversidad, llegaría a interpretar como pocos nuestro carácter, potenciaría las tribulaciones de muchos cubanos para enfrentarlos en el odio y hasta en la muerte. Ahí, en estas lánguidas corrientes de ideas raras, en poder de un hombre, se fundan nuestras tragedias y el desgano de una nación castigada a padecer los efectos nocivos del mal por muchos años más. Eso no es un problema político. Es una traba cultural.