Carlos Alberto Montaner: El comunismo y la falacia haitiana
El comunismo y la falacia haitiana
*********
“Nos invitan a que cambiemos al sistema capitalista, pero no al de Suiza, sino al de Haití, que es el que sueñan con imponernos”, dijo Fidel Castro cuando se negó varias veces a rectificar el rumbo empobrecedor y criminal de su gobierno tras la desaparición de los subsidios soviéticos.
*********
Por Carlos Alberto Montaner
Cortesía de
Febrero 10, 2018

Federico Jiménez Losantos trata de buscar explicaciones a esta suicida terquedad en un libro formidable, Memoria del Comunismo: de Lenin a Podemos, un irrefutable tomo de 700 páginas publicado con éxito notable por “Esfera de los Libros” (nada menos que seis reimpresiones antes de la presentación formal de la obra).
El propio Fidel Castro brindó una pista segura para entender el error de suscribir la visión comunista.

Y, en efecto, en Haití, un país infinitamente pobre y mal gobernado, existe propiedad privada y, al menos formalmente, una estructura republicana dotada de una Constitución bellamente escrita (veinticuatro veces) en francés, pese a lo cual la nación es un miserable desastre que exhibe tres millones de transterrados (de un total de 10) por falta de oportunidades, casi todos radicados en República Dominicana, Estados Unidos y Canadá.
La primera falacia, origen de todos los disparates, deriva de la “Teoría de la Dependencia”, una estupidez conceptual a la que renunció hace muchos años Fernando Henrique Cardoso, uno de sus creadores.
Fidel Castro, el Paranoico en Jefe, suponía que existía un concierto de países capitalistas del Primer Mundo que les imponía un modelo económico y político subalterno a los del Tercero. No se enteró de cómo, entre otros, Corea del Sur, Irlanda, Israel, Taiwán o España, mientras inauguraban o preservaban las libertades, se habían convertido en sociedades relativamente prósperas en las que predominan los grupos sociales medios.
La segunda falacia es la de suponer que al Primer Mundo se llega por medio de una simple receta económica que implica la suspensión de la democracia para evitar el destino haitiano. No es cierto. La libertad es un valor en sí mismo y no tiene sentido orillarla en aras del desarrollo. Los países que han optado por una u otro han terminado, generalmente, pobres y esclavizados permanentemente.
La economía de mercado (el injustamente vilipendiado neoliberalismo), dotada de propiedad privada, es un requisito, pero se trata de un fenómeno mucho más complejo. Ahí comparecen el Estado de Derecho, la separación de poderes, la ausencia de privilegios e impunidades, la meritocracia, el gobierno limitado y compuesto de servidores públicos, no de mandamases, un sistema de estímulos que refuerce el ímpetu de los emprendedores y de los innovadores, junto a la voluntad de colocarse bajo el imperio de la ley que muestra la mayor parte de los ciudadanos.
Como se sabe, el éxito o el fracaso dependen del capital intangible, de los valores, creencias y actitudes del conjunto de los ciudadanos, como demostró el Banco Mundial en su estudio del año 2009 ¿Dónde está la riqueza de las naciones? No debe extrañarnos que ningún país latinoamericano se sitúe en la locomotora del planeta, si ni siquiera uno –incluyo a Chile, Argentina, Brasil o México-

0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home