viernes, junio 08, 2018

Alberto Roteta Dorado: Salvar a Colombia del comunismo, el gran reto de Iván Duque.

Salvar a Colombia del comunismo, el gran reto de Iván Duque.

Por: Dr. Alberto Roteta Dorado.
8 de junio de 2018

Santa Cruz de Tenerife. España.- Justo ahora que estamos en un punto medio entre el 27 de mayo, día en que tuvo lugar la primera vuelta de los comicios presidenciales en Colombia, y el 17 de junio, el esperado domingo en el que se celebrará la segunda ronda de dichas elecciones presidenciales, vale la pena detenernos a analizar algunos aspectos que, más allá del estéril insulto hacia uno u otro candidato y tratando de trascender los esquemas rígidos estereotipados que muy poco aportan al análisis reflexivo, puedan conducirnos a tener cierta comprensión del fenómeno sociopolítico tan sui generis dentro del contexto de una nación que merece un buen presidente que la pueda sacar adelante, pero sin concesiones favorecedoras hacia aquellos que de un día para otro pasaron a ser “hombres de bien” después de haber sido verdaderos criminales. 

Lo primero que hemos de tener en cuenta para poder aproximarnos a la realidad social de esta nación suramericana es precisar que Colombia constituye el epicentro del narcotráfico continental, y esto se debe en gran medida a la existencia del movimiento político izquierdista conocido como Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, la sanguinaria guerrilla terrorista que se supone hiciera la deposición de sus armas tras llegar a un acuerdo de paz luego de varios años de conversaciones y negociaciones, proceso que tuvo lugar nada menos que en La Habana. 

Aunque este no es el momento de abordar el complejo y polémico asunto de las FARC no podemos pasar por alto la idea de las “bondades” del régimen comunista de Cuba para semejante negociación, independientemente de su fachada de mediadores, garantes, o como fuera. De ahí que cualquier acuerdo o convenio en que el gobierno comunista de Cuba esté implicado, ya sea directa o indirectamente, resulte dudoso, amén de sus posibles ganancias bajo la sombra de ese humanismo solidario por excelencia que suelen presentar al mundo.   

Por otra parte, si bien hubo un cese de las principales acciones de la guerrilla, hemos de considerar  que dentro del propio movimiento hubo escisiones y subdivisiones cuyos miembros no se acogieron al acuerdo de la organización matriz, continuado cometiendo crímenes y con el mando del narcotráfico en la zona. Las recientes acciones terroristas en las que han perdido la vida varias personas de nacionalidad ecuatoriana – entre ellos periodistas y personal del diario El Comercio, así como varios militares–, llevadas a cabo en la zona fronteriza con Ecuador demuestran que los remanentes de las FARC siguen su accionar criminal en la región. 

Por estos días el pueblo colombiano se acaba de enfrentar a algo inesperado para lo que no estaba preparado. Me refiero a la participación de líderes políticos procedentes de esta organización terrorista en unas elecciones que ya – aun sin haber concluido, y como es lógico, sin tener resultados concretos– forman parte de la historia de Colombia. Estas son las primeras en casi sesenta años que tienen lugar sin el boicot de las FARC, y también las de mayor participación popular en los últimos decenios toda vez que en esta nación dicha participación no suele pasar del 50%, y esta vez se logró el 53,31%. 

Esta intervención de líderes criminales procedentes de las FARC es la consecuencia directa del acuerdo de paz, que como todo acuerdo tuvo su aspecto positivo, pero también su contraparte negativa. De modo que a un estado de aparente paz tras más de medio siglo de conflicto armado se antepone a cambio una condición: la participación de los criminales líderes guerrilleros en la vida política del país, y no solo esto, sino la impunidad absoluta para todos ellos, siendo este el punto álgido que provocara el descontento popular masivo tras la convocatoria del presidente Juan Manuel Santos a una votación respecto a la conformidad o no con el acuerdo de paz. 

Recordemos que los colombianos si quieren la paz, no quererla sería una aberración, lo que no quieren es que los delincuentes de las FARC queden exonerados de sus condenas, ni que tengan poder político en el país. 

En un escenario así tuvo lugar una amplia campaña promocional mediante la cual algunos candidatos a la presidencia lograron situarse en lugares destacados según los resultados de varias encuestas que con precisión siguieron muy de cerca sus posiciones. 

Así las cosas, el 2018 se inició con un primer lugar que favoreció al candidato Sergio Fajardo, representante de Coalición Colombia, de centro derecha, con un 15%, seguido de Gustavo Petro, representante de Colombia Humana, de tendencia izquierdista, con un13%, seguidos por Germán Vargas (7%), sin precisar coalición partidista, e Iván Duque (6%) aspirante del Centro Democrático. Es importante destacar que Rodrigo Londoño, conocido como Timochenko, el cabecilla de las FARC, no llegó al 1%, y que tuvo que retirar su candidatura por enfermedad grave, amén del rechazo generalizado que tuvo en los pocos días que duró su campaña. 

Con este panorama inicial, y a solo cuatro meses para los comicios, se podían hacer ciertas especulaciones dentro de la lógica y coherencia necesarias como para poder ser asumidas como hipótesis. Las que resumo a continuación. 

Primera. Era notorio que Gustavo Petro podía ascender con relativa facilidad y sobrepasar a Sergio Fajardo, con esto dejaría a un lado a Vargas y Duque, dadas las bajas puntuaciones de estos candidatos. Sus “prometedoras” reformas matizadas por ese aire eminentemente populista, amén de los cargos que ha ocupado dentro de la política colombiana – a los que arribó en medio del descontento popular ante la insatisfacción con otros líderes – le convirtieron en uno de los favoritos, algo que resulta paradójico toda vez que Petro tiene un oscuro historial al haber sido guerrillero del grupo armado M-19, movimiento insurgente narcoterrorista procedente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, desmovilizado en 1990. De cualquier modo su popularidad, por los motivos que sean, es innegable, aunque absurda

Segunda. A pesar de que Iván Duque se encontraba en un lugar insignificante dado su bajo por ciento en las encuestas al inicio del año, su participación como aspirante a la presidencia de Colombia era una tentativa difícil de dejar a un lado. Duque es el reflejo de Álvaro Uribe, quien ha sido su mentor y principal promotor para estos comicios, aunque algunos analistas de la región le recomiendan que se distancie un tanto del uribismo para que sea per se él con su tónica reformadora basada en aplicaciones prácticas distantes de las utopías sociales al estilo Petro. Pero Iván Duque tiene un gran mérito, y es justamente su actitud anti-acuerdo-FARC, algo que ha protagonizado su discurso durante la campaña – “es necesario que los máximos responsables le cumplan al país, reparen a las víctimas y cumplan sus penas"–, y esto es lo que más le aproxima también a Uribe, quien jugó un papel determinante para el triunfo colombiano por el NO respecto a la participación de las FARC en la política del país. Duque ha sido senador de la República entre 2014 y 2018, lo que le ha beneficiado también en su sorpresivo ascenso que lo llevó a la cumbre de la popularidad en breves semanas hasta alcanzar el primer puesto en la ronda del pasado domingo 27 de mayo. 

Tercera. El posible triunfo de Gustavo Petro conduciría inevitablemente al establecimiento de un estado de tipo socialista, algo que de manera inteligente trata de ocultar – como lo hicieron los que le precedieron en estas andanzas de establecer regímenes totalitarios en la región, como Castro, Chávez, Ortega, Correa, etc., quienes negaron al inicio de sus mandatos su verdadero rostro para luego manipular a los desposeídos e imponer por la fuerza estados totalitarios–. Y esto no es una especulación superficial, sino que está fundamentada en sus antecedentes delictivos que al parecer los colombianos que lo apoyan – que por cierto no son pocos– han olvidado o prefieren no recordar.  A esto podemos añadir el apoyo de su campaña por parte de las FARC, ahora convertidos en partido político pero conservando sus siglas tradicionales, lo que Gustavo Petro ha negado a pesar de las múltiples evidencias, de modo particular las afirmaciones de Andrés París, uno de los comandantes de la supuesta extinta guerrilla, quien difundió varios mensajes en los que les recuerda a la militancia que al candidato que se debe apoyar es Petro, por representar sus ideales y porque tratará de mantener el acuerdo de La Habana.

Y aunque parecía casi imposible que alguien que solo logró un 6% en las encuestas hace cuatro meses se alzara ahora con un rotundo éxito al alcanzar el 39.13% – dato según el 99.76% de los votos escrutados–, lo que representa unos 2,7 millones de votos por encima de Petro, que logró el 25,09%.  Hasta el 5 de junio, según los resultados de La Gran Encuesta de Yanhaas presentados por los principales medios del país, Iván Duque se mantiene en la preferencia con un 52% de intención de voto, mientras que Gustavo Petro alcanzó el 34%, obteniendo el voto en blanco un 14%. 

Esto nos puede dar una idea aproximada de los resultados para la venidera segunda ronda. No obstante, los colombianos deberán tener mucho cuidado, por cuanto en las segundas vueltas suelen haber cambios sorpresivos, y aunque estoy convencido del bien merecido triunfo de Duque, Petro pudiera ascender un tanto en la intención de voto, con lo que la tendencia se estrecharía, aunque jamás a su favor.

La negativa de Sergio Vargas de no formar coalición con ninguno de los dos candidatos para esta segunda ronda ha perjudicado sobremanera a Duque, quien pudiera haber logrado una amplia ventaja con el voto de sus simpatizantes; aunque de haber apoyado a Petro las cosas hubieran sido mucho peor y la contienda hubiera sido mucho más reñida, aunque sin lograr eclipsar del todo a Duque.    
Por ahora Colombia se salvará del comunismo. El triunfo de Iván Duque es ya una realidad que sustenta la idea que expresé hace unos meses cuando afirmé: “sin duda, un buen candidato que pudiera poner freno a la intromisión de las FARC en los designios de la nación”, y este es el gran reto de Iván Duque ante los colombianos, y ante Latinoamérica y el mundo.