lunes, julio 23, 2018

EL LEÓN DE ORIENTE. . Carlos Cabezas sobre Mons. Pedro Meurice Estíu, arzobispo de Santiago de Cuba


EL LEÓN DE ORIENTE.

Por Carlos Cabezas
22 de julio de 2018
Mons. Pedro Meurice Estíu, arzobispo de Santiago de Cuba


A Mons. Pedro Meurice Estíu, arzobispo de Santiago de Cuba, el pueblo lo bautizó como el León de Oriente, posterior a sus palabras de intronización de su arquidiócesis primada el 24 de enero de 1998, durante la visita del papa Juan Pablo II,

Este 21 de julio se cumplió 7 años de su muerte en el miamense Mercy Hospital. Fue un hombre sencillo sin presunciones, cercano a todos y de gran fortaleza en sus homilías impactantes, reflejos de su espíritu.

Siempre recordaremos sus palabras ante la mirada atónita de Raúl Castro:" Le presento además -le dijo al Papa-, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología",

Los que lo escucharon en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, no podían creerlo pero sus corazones latían al unísono del León de Oriente.
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Discurso de Pedro Meurice Estiú ante Juan Pablo II en Santiago de Cuba



PALABRAS DE BIENVENIDA PRONUNCIADAS POR MONS. PEDRO MEURICE ESTIU AL DARLE LA BIENVENIDA AL SANTO PADRE

Santiago de Cuba, 24 de Enero de 1998

Santísimo Padre:

En nombre de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba y de todos los hombres de buena voluntad de estas provincias orientales le doy la más cordial bienvenida. Esta es una tierra indómita y hospitalaria, cuna de libertad y hogar de corazón abierto.

Lo recibimos como a un Padre en esta tierra que custodia, con entrañas de dignidad y raíces de cubanía, la campana de la Demajagua y la bendita imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre.

EI calor de Oriente, el alma indomable de Santiago y el amor filial de los católicos de esta diócesis primada proclaman: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Quiero presentarle, Santo Padre, a este pueblo que me ha sido confiado.

Quiero que Su Santidad conozca nuestros logros en educación, salud, deportes…, nuestras grandes potencialidades y virtudes.., los anhelos y las angustias de esta porción del pueblo cubano.

Santidad, éste es un pueblo noble y es también un pueblo que sufre. Este es un pueblo que tiene la riqueza de la alegría y la pobreza material que lo entristece y agobia casi hasta no dejarlo ver más allá de la inmediata subsistencia. Este es un pueblo que tiene vocación de universalidad y es hacedor de puentes de vecindad y afecto, pero cada vez está más bloqueado por intereses foráneos y padece una cultura del egoísmo debido a la dura crisis económica y moral que sufrimos. Nuestro pueblo es respetuoso de la autoridad y le gusta el orden pero necesita aprender a desmitificar los falsos mesianismos. Este es un pueblo que ha luchado largos siglos por la justicia social y ahora se encuentra, al final de una de esas etapas, buscando otra vez como superar las desigualdades y la falta de participación. Santo Padre: Cuba es un pueblo que tiene una entrañable vocación a la solidaridad, pero a lo largo de su historia, ha visto desarticulado o encallados los espacios de asociación y participación de la sociedad civil, de modo que le presento el alma de una nación que anhela reconstruir la fraternidad a base de libertad y solidaridad.

Quiero que sepa, Beatísimo Padre, que toda Cuba ha aprendido a mirar en la pequeñez de la imagen de esta Virgen Bendita, que será coronada hoy por su Santidad, que la grandeza no está en las dimensiones de las cosas y las estructuras sino en la estatua moral del espíritu humano.

Deseo presentar en esta Eucaristía a todos aquellos cubanos y santiagueros que no encuentran sentido a sus vidas, que no han podido optar y desarrollar un proyecto de vida por causa de un camino de despersonalización que es fruto del paternalismo. Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas década y la cultura con una ideología. Son cubanos que al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí y sobrevaloran todo lo extranjero. Algunos consideran ésta como una de las causas más profundas del exilio interno y externo. Santo Padre: Durante años este pueblo ha defendido la soberanía de sus fronteras geográficas con verdadera dignidad, pero hemos olvidado un tanto que esa independencia debe brotar de una soberanía de la persona humana que sostiene desde abajo todo proyecto como nación.

Le presentamos la época gloriosa del P. Varela, del Seminario San Carlos en La Habana y de San Antonio María Claret en Santiago, pero también los años oscuros en que, por el desgobierno del patronato la Iglesia fue diezmada a principios del siglo XIX y así atravesó el umbral de esta centuria tratando de recuperarse hasta que, en la década del 50, encontró su máximo esplendor y cubanía. Luego, fruto de la confrontación ideológica con el marxismo-leninismo, estatalmente inducido, volvió a ser empobrecida de medios y agentes de pastoral pero no de mociones del Espíritu como fue el Encuentro Nacional Eclesial Cubano.

Su Santidad encuentra a esta Iglesia en una etapa de franco crecimiento y de sufrida credibilidad que brota de la cruz vivida y compartida. Algunos quizás puedan confundir este despertar religioso con un culto pietista o con una falsa paz interior que escapa del compromiso. Hay otra realidad que debo presentarle: la nación vive aquí y vive en la diáspora. El cubano sufre, vive y espera aquí y también sufre, vive y espera allá fuera. Somos un único pueblo que, navegando a trancos sobre todos los mares, seguimos buscando la unidad que no será nunca fruto de la uniformidad sino de un alma común y compartida a partir de la diversidad. Por esos mares vino también esta Virgen, mestiza como nuestro pueblo. Ella es la esperanza de todos los cubanos. Ella es la Madre cuyo manto tiene cobija para todos los cubanos sin distinción de raza, credo, opción política o lugar donde viva. La Iglesia en América Latina hizo en Puebla la opción por los pobres, y los más pobres entre nosotros son aquellos que no tienen el don preciado de la libertad.

Ore, Santidad, por los enfermos, por los presos, por los ancianos y por los niños.

Santo Padre: Los cubanos suplicamos humildemente a su Santidad que ofrezca sobre el altar, junto al Cordero Inmaculado que se hace para nosotros Pan de Vida, todas estas luchas y azares del pueblo cubano, tejiendo sobre la frente de la Madre del Cielo, esta diadema de realidades, sufrimientos, alegrías y esperanzas, de modo que, al coronar con ella esta imagen de Santa María, la Virgen Madre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cuba llamamos bajo el incomparable titulo de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, la declare como Reina de la República de Cuba.

Así todas las generaciones de cubanos podremos continuar dirigiéndonos a Ella, pero con mayor audacia apostólica y serenidad de espíritu, con las bellas estrofas de su himno: ”Y tu Nombre será nuestro escudo, nuestro amparo tu gracias serán”.

Amén
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Así deben ser los Arzobispos.
Publicado en Baracutey el 26 de julio de 2011
Por Tersites Domilo.

Ha muerto Mons. Pedro Claro Meurice Estiú, Arzobispo Emérito de Santiago de Cuba, guajiro hosco, por timidez más que por orgullo, y parecía sentirse siempre incómodo cuando estaba en público. Se dice que esa timidez guajira le impidió ser arzobispo de La Habana y cardenal, cosas que un día parecieron estar escritas en su futuro. Me permito adelantar otra teoría. Meurice fue nombrado obispo por Pablo VI el 1 de julio 1967. Al ser ordenado era el obispo más joven del mundo: 35 años. Y era el hombre que Pérez Serantes quiso como sucesor en Santiago. Quien quiera entender la historia de la Iglesia en Cuba en los últimos 50 años debería concentrarse en los casi tres años que median entre el 28 enero 1979 y el 20 nov. 1981. Y Pedro Meurice fue la pieza clave que se decidió el derrotero tras esos treinta meses. El 28 enero 1979, en Puebla, México, Juan Pablo II pronuncia el discurso inaugural de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Allí dijo una frase que repetiría luego muchas veces durante su pontificado: "No me cansaré yo mismo de repetir, en cumplimiento de mi deber de evangelizador, a la humanidad entera: ¡No temáis!" Su discurso puso las cartas sobre la mesa: el Papa consideraba la teología de la liberación como una moda peligrosa y falaz, más que como una legítima tendencia teológica. Para Mons. Francisco Oves, arzobispo de La Habana, el discurso del Papa fue una sentencia. Él había llegado a Puebla a proponer un entendimiento con el marxismo. El obispo cubano partía de la tesis de que el comunismo era indestructible y, por tanto, se debía aprender a convivir con él. El Obispo polaco de Roma partía de la tesis contraria: el comunismo podía -y debía- ser destruido. La historia le dio la razón al polaco. Oves, tras su debacle mexicana, pasaría varios años en las frías bibliotecas vaticanas para ir a carenar a una parroquia de El Paso, Texas, mueriendo el 4 de dic, 1990, con sólo 62 años de edad. Tras meses de ausencia de Mons. Oves, el 20 feb. 1980, como regalo de cumpleaños, Mons. Meurice fue nombrado administrador apostólico de La Habana. Y el 4 abril 1980, comenzó la crisis de la Embajada del Perú, seguida por el éxodo del Mariel y la ola de pogromos organizada por la Seguridad Estado y PC con el fin de aterrorizar a los cientos de miles de ciudadanos que deseaban escapar del "paraíso" socialista.

(Juan Pablo II y Pedro Meurice en Santiago de Cuba; enero 1998)

Meurice fue a ver a José Felipe Carneado, estalinista de pura cepa encargado de "asuntos religiosos" en el CC-PC. Meurice le dijo era inaceptable que el gobierno se comportara como una banda de delincuentes; que aterrorizar, patear y linchar ciudadanos en plena calle por el simple deseo de abandonar el país era inaceptable. Carneado repitió la versión oficial del gobierno: que ninguno de aquellos horrores estaba sucediendo. La desfachatez con que mentía el viejo estalinista hizo explotar a Mons. Meurice, dando un puñetazo en el buró, le gritó: "Coño, tú sabes que es verdad todo lo que te estoy diciendo". Si es cierto ese cuento que escuché hace tiempo, mi teoría es que ese puñetazo y coñazo le costaron a Meurice el arzobispado de La Habana. El 1 enero 1981 tenía 16 años, aún recuerdo la homilía de Meurice en la Catedral de La Habana. Después de rememorar el horror del Mariel, se refirió al deseo confeso del gobierno de expulsar a todo aquel no se plegara a sus planes. Dijo "no se hagan ilusiones, hemos estado 500 años en Cuba, y dentro de 500 años seguiremos aquí". Sus homilías en aquella época duraban una hora, y se podía oír una mosca. Nada de lo que decía podía agradar a los mandantes. Meses después, volvió a su arquidiócesis de Santiago. Finalmente, Mons. Jaime Ortega fue nombrado arzobispo de La Habana el 20 nov. 1981. Hoy los medios han recordado las palabras de Meurice ante Juan Pablo II en Stgo. de Cuba el 24 enero 1998: "Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología". Los comunistas suelen ser rencorosos. A Meurice no le perdonaron ese discurso, la gallardía y verdad de ese discurso. Para terminar, cuento una anécdota. Baste decir que quien me la contó tiene por qué saberla y es persona confiable. Poco después de la visita de Juan Pablo II a Cuba, los obispos cubanos acudieron a Roma para la habitual visita ad limina que hacen los obispos cada cinco años. Juan Pablo II fue saludando a los cubanos uno a uno. Al llegar ante Meurice, le tomó las manos, se sonrió y se quedó mirándolo con aquellos implacables ojos polacos. "Pedro Meurice" (le dijo, y se quedó un momento en silencio, apretándole las manos). "¡Así deben ser los arzobispos!". Descanse en paz, Pedro Meurice.