domingo, junio 02, 2019

El acta de defunción del fusilado General de División y Héroe de la República de Cuba Arnaldo Ochoa Sánchez Ochoa dice que murió por «anemia aguda»

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

En uno de los dos tribunales que juzgó a Arnaldo Ochoa estaba Julio Casas Regueiro. En el mismo año 1959  Julio Casas Regueiro (que  nunca o apenas, al igual que su hermano Senén,  estuvieron en combate ya que eran del grupito protegido  de Raúl Castro en el segundo Frente Frank País,  pues  sus padres radicados en Holguín  aportaban relevantes sumas de dinero)   se casó con una hermana de Arnaldo Ochoa y al mes de estar con ella la abandonó, lo cual no les agradó a los Ochoa y querian vengarse de Julio Casas Regueiro; intervinieron algunos personas que evitaron la venganza pero nunca hubo buenas relaciones entre ellos. En uno de los dos tribunales estaba el incompetente General Pardo Guerra ¨Pardito¨, el cual tenía aspiraciones en dirigir el Ejército Occidental, posición que prácticamente seria dada a Arnaldo Ochoa antes de que Ochoa  no siguiera en Angola  las órdenes de Fidel Castro que estaba en Cuba a miles de kilómetros del campo de operaciones. Arnaldo Ochoa  con sus decisiones fue el que evitó que no se perdiera la batalla de Cuito Cuanavale; batalla en que no hubo vencedores ni vencidos y que algunos especialistas plantean que no era necesaria. Fidel Castro queria  finalizar con una gran batalla pues ya los soviéticos le habían anunciado su decisión de retirarse de la guerra y eran ellos  los que proporcionaban la logística y algunos asesores militares.

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Tomado de http://cafefuerte.com

Acta de defunción de Ochoa dice que murió por «anemia aguda»

Por Wilfredo Cancio Isla
13 de julio de 2012





 Arnaldo Ochoa al fondo en una foto de 1959. Las fotos y comentarios fueron añadidos por el bloguista de Baracutey Cubano



La muerte por fusilamiento del General Arnaldo Ochoa el 13 de julio de 1989 aparece atribuida a una «anemia aguda» en los registros del Cementerio de Colón de La Habana, según consta en un libro de reciente publicación.

La boleta de inhumación de Ochoa que figura en el archivo de la necrópolis habanera está reproducida en el libro Un cementerio que agoniza, escrito por Rodolfo Torres en colaboración con la historiadora Magaly Cabrales.

«El 13 de julio de 1989 se dio sepultura en este Cementerio C. Colón, en el Cuartel: S.E. Cuadro 17 c/c Bóveda 3 Propiedad: Administración, al cadáver de: Arnaldo Ochoa Sánchez, natural de Holguín, de 48 años de edad. La Habana Tomo: 407 Folio: 28», indica el Libro de Entierros No. 347 del archivo de la institución habanera.

«La información que contienen los libros de entierros del Cementerio de Colón ha venido sufriendo en sentido general una contracción respecto a la consignación de datos, incluyendo las inhumaciones trascendentales que se han reducido a un formulario mínimo», relató Torres en entrevista con CaféFuerte. «Fue una sorpresa hallar esta causa de muerte en la boleta de Ochoa».

Deterioro de los registros

El estudio de los libros de entierros arrojó que a partir de los años 50, los asentamientos de muertes por ajusticiamiento o asesinato aparecen registrados bajo dos causas: hemorragia interna y homicidio.  A partir de 1961 -año de la intervención estatal de la entidad- se hizo menos exigente la consignación de datos en los registros, y hoy apenas pueden hallarse los apuntes necesarios sobre los fallecidos.

El escritor asegura que la parte documental acumulada durante más de 130 años en el archivo del cementerio está profundamente dañada.

«Los tomos de registros más deteriorados pertenecen a los últimos 40 años como consecuencia de la manipulación y la mala calidad del material», consideró el autor, que aboga por la cremación como una solución racional e higiénica a los graves problemas de capacidad, robos de osamentas y deterioro general que enfrenta el célebre camposanto cubano.

La necrópolis, considerada por su valor arquitectónico entre las tres más importantes del mundo, fue inaugurada en 1876, tiene una extensión de 560 mil metros cuadrados y más de un millón de cadáveres sepultados.

(En una maniobra militar en Cuba: Arnaldo Ochoa, Senén Casas Regueiro, Fidel Castro, Rafael del Pino, general chileno invitado a las maniobras, Víctor Drake)

La investigación de Torres y Cabrales se inició en 1991 y se extendió por más de dos años. Un cementerio que agoniza -publicado en Miami  por la Editorial Voces de Hoy a finales del 2011- contiene amplia información sacada de los libros de enterramientos originales, documentos inéditos del Archivo Nacional de Cuba, y testimonios de sepultureros, historiadores y dolientes.

El libro tuvo una edición parcial en España en 1996, la cual no incluyó la información documental relacionada con Ochoa, pues el editor, Antonio Ponton, pensaba venderlo dentro de Cuba.

«Aunque Pontón tenía la intención de hacer circular el libro en Cuba, yo sabía, para mis adentros, que eso era imposible teniendo en cuenta su contenido», manifestó.

Torres, de 62 años, participó como soldado sanitario mayor en la guerra de Angola entre 1976 y 1977, y fue reportero del diario Trabajadores hasta 1994. Actualmente reside en Alemania.

(Arnaldo Ochoa y Fidel Castro en la  maniobra antes mencionada)

«El asesinato de Ochoa es uno de los actos más  horrendos y vergonzantes que tendrá que registrar para siempre la historia de Cuba», opinó el escritor.

Como parte de la pesquisa, Torres asistió, subrepticiamente, a la exhumación de los restos de Ochoa, en 1991.

«En medio del período especial [crisis económica de los años 90], en Cuba todo podía conocerse y conseguirse con un poco de dólares», relató. «Esa información tenía un precio y yo la compré».

Exhumación del General

Todavía hoy recuerda la tensión que vivió en aquel momento.

«Viví con mucha tensión aquellos segundos, porque de veras que fueron apenas unos segundos, sólo tenía ojos para mis espaldas y, con la boca seca, vi lo que ocurría en el sepulcro, entre los trabajadores», contó Torres. «Fue como una compuesta de escenas trastocadas que irían tomando su lugar con el tiempo y luego de averiguar y relacionar hechos que entonces no comprendía y desconocía… Todavía hoy hay caras y movimientos de ese día bien grabados en mi memoria».

 
(El General Arnaldo Ochoa en el Tribunal de Honor donde lo degradan pero pese a estar degradado y por miedo y perversidad del Castrismo,  el que dirige el pelotón de fusilamiento de Ochoa es el General de División Ulises Rosales del Toro (a los otros tres  el que dirigió el pelotón fue un coronel)  a quién Ochoa le salvó la vida en Venezuela cuando   herido Rosales del Toro, Ochoa lo cargó sobre sus hombros varios kilómetros)

Fue así como Torres pudo presenciar la exhumación de Ochoa desde una distancia prudencial. El acontecimiento aparece descrito en el libro de la siguente forma:

«A la exhumación de los restos del ex general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y ex héroe de la República de Cuba Arnaldo Ochoa Sánchez acudió una mujer -¿hija, hermana…?- que con aprensión envuelta en rabia y tristeza observaba a los sepultureros trabajar. Los hombres sacaron el desvencijado ataúd, removieron los restos de la podredumbre y observaron aquellos despojos que una vez fueron muy valientes. Ante la sorpresa del otro, uno de los sepultureros anduvo rápido en agacharse para agarrar el bluejeans por las patas, levantarlo y que cayeran los huesos ya mondos. El pantalón era como uno de aquellos modelos que tenían la mitad de una cremallera o cadena dorada en los bordes de los bolsillos. El hombre lo sacudió con fuerza par de veces y preguntó a la mujer si quería llevárselo. Ella respondió sin palabras con un «No» amargo. El sepulturero dobló entonces el pantalón, se lo metió bajo el brazo y agarró su bicicleta para perderse por una de las calles».

Ochoa fue detenido el 12 de junio de 1989 y procesado en la llamada Causa No. 1 junto a un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior. Acusado de corrupción, narcotráfico y alta traición, fue juzgado y condenado a muerte junto a otros tres implicados en el caso.

Según versiones extraoficiales, el fusilamiento se produjo en una unidad de Tropas Especiales en la playa de Baracoa, al oeste de La Habana.

Reproducción de la boleta de inhumación de Arnaldo Ochoa, tomada del archivo del Cementerio de Colón de La Habana:

 
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Parte de lo que se permitió  trasmitir  en Cuba:

1989/012 JUICIO AL GENERAL ARNALDO OCHOA



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Lo que no se permite ver ni oir en la Cuba sometida por el Castrismo


Manuel de Beunza (Part.II)
(A partir del minuto  y 30 segundos  Manuel de Beunza  habla de una  reunión sobre narcotráfico en la que participaron él,   Fidel Castro, Ruiz Poo, Abrantes y  Osmany Cienfuegos. La parte que debía ejecutar Manuel de Beunza era el lavado producto de esas actividades de narcotráfico. Manuel de Beunza falleció en el 2013 si mal no recuerdo)
 Parte I


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Tomado de http://taniaquintero.blogspot.com


El Cártel de La Habana (IV)

Por Juan Benemelis

En el curso de la década de los 70 se dieron cita dos coyunturas importantes. La primera tendría que ver con el consumo de narcóticos, que vería una gran expansión en Estados Unidos primero con la marihuana y luego con la cocaína.

La otra coyuntura tenía que ver con el narcotráfico en sí. El Cartel de Medellín necesitaba de un punto intermedio cercano para operar hacia aguas norteamericanas. El Cartel de Medellín llegará a introducir unas 45 toneladas de cocaína en Estados Unidos, representando 25 billones de dólares, y alrededor de 10 toneladas en Europa.

En una intervención ante el Senado, en abril de 1983, James H. Michel, Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos, expresó que existían pruebas de que en 1979, el buró político del Partido Comunista de Cuba había aprobado un plan para intervenir en el narcotráfico utilizando a Cuba como puente y base de apoyo para las redes de traficantes de Estados Unidos.

El suministro se organizó desde las fuentes de abastecimiento en América del Sur y el gobierno de La Habana necesitaba recursos en moneda convertible que estaría dispuesto a obtener de cualquier manera. La vinculación cubana con el narcotráfico era inevitable desde un principio, y además tenía que producirse de manera casi natural: primero, porque en las áreas de producción de Suramérica, los guerrilleros sostenidos por Cuba ocupaban el mismo espacio ilegal que los narcotraficantes.

La guerrilla necesitaba armas y dinero, mientras que el narcotráfico, siempre abundante en dinero, necesitaba protección armada y, sobre todo, acceso a las redes de organización clandestina de la guerrilla y su experiencia conspirativa. Además, una parte importante de todo el tráfico de drogas cayó en manos de exilados cubanos, sobre los cuales La Habana tenía abundante información para el chantaje. La parte del exilio que se vinculó al narcotráfico con Cuba también se sentía razonablemente segura de que no sería traicionada.

En la medida que la crisis financiera y económica se hacía más profunda, la dependencia de la Isla para con los recursos extraídos de Angola y del narcotráfico se amplió. Apurado por lograr una nueva fuente de recursos, Castro se fue involucrando cada vez más en el tráfico de drogas, como apuntara el general cubano exiliado Rafael del Pino.

Tradicionalmente los barcos usados en el narcotráfico colombiano tenían que atravesar el Paso de los Vientos, entre Cuba y Haití, lo que muchas veces les situaba en aguas territoriales cubanas, donde eran interceptados. Las pérdidas de los narcotraficantes se incrementaron con alarma.

Según el testimonio dado en 1982 por el narcotraficante colombiano de Miami Juan Lozano (alias Johnny Crump), es alrededor de 1975 que algunos de los más importantes narcotraficantes colombianos se entrevistaron en Bogotá con el embajador cubano Fernando Ravelo Renedo para negociar la devolución de los barcos y las tripulaciones.

El embajador cubano contestó con una contraoferta de La Habana: a cambio de 800 mil dólares por cada barco, Cuba estaba preparada no sólo para ignorar la actividad de los buques madres que se detectasen en sus aguas, sino que podía proveerles de servicios de reparación y gasolina en sus puertos, así como identificación y escolta cubana hasta las proximidades de los cayos de la Florida.

Así, los poderosos colombianos Alfonso Cotés y Alfonso García comenzaron sus negocios de tráfico a través de Cuba. Los agentes de inteligencia cubanos se pusieron en contacto con algunos potentados de la droga en Miami, como por ejemplo Johnny Crump y el conocido narcotraficante Jaime Guillot-Lara, quien con posterioridad sería empleado de los servicios secretos cubanos y se casaría con una hija de Raúl Castro.

Entre los cubanos exiliados en Estados Unidos implicados en el narcotráfico con Cuba estaban José Alvero Cruz y Osiris Santi. En noviembre de 1976, Alvero había viajado a España donde disponía de fondos bancarios, y allí obtuvo de la propia embajada cubana en Madrid un pasaporte cubano. En 1978, actuando como agente de Cuba, Alvero arregló el envío de 5,000 armas para las guerrillas sandinistas en Nicaragua. Por su parte, Osiris Santi era un narcotraficante cuyos barcos ya recibían protección en los puertos cubanos. Su lugarteniente, Orlando Torres, se entrevistaba constantemente en México con los funcionarios del régimen cubano destacados en Mérida.

El narcotraficante colombiano, Jaime Guillot-Lara -casado con la hija del ministro de defensa cubano Raúl Castro- será el contacto entre Cuba y el movimiento M-19. El 7 de noviembre de 1981, Guillot-Lara tiene que escapar a toda prisa de Colombia y se refugia en México, donde los agentes cubanos negocian su libertad con las autoridades mexicanas con el fin de evitar que se descubriera su conexión con La Habana. En 1982, Castro hablaba de Guillot-Lara como "un buen amigo".

La conexión cubana sería descubierta y probada más tarde. Los informes de la participación cubana en el tráfico de drogas saldrían por vez primera a la luz pública en 1982, cuando la Oficina Legal de los Estados Unidos en Miami nombró entre los acusados al jefe de la marina de guerra de Cuba, almirante Aldo Santamaría, y al ex embajador cubano en Colombia, Fernando Ravelo, en un caso que incluía 23 toneladas de marihuana.

El 15 de noviembre de 1982, los colombianos Guillot-Lara y Johnny Crump, y los cubanos Lázaro Visuña, Mario Estévez y David L. Pérez, brindaron a un tribunal en Miami amplias pruebas de las actividades de narcotráfico por parte de Cuba desde el año 1975, tráfico que tenía como uno de sus objetivos el envió de armas a la guerrilla colombiana del M-19.

Según la deposición de Johnny Crump, él y Guillot-Lara se dirigieron a La Habana en compañía del embajador Ravelo, donde éste y el embajador de Cuba en Venezuela, Norberto de la Osa, les confirmaron que el barco Viviana, dedicado al narcotráfico, obtendría salvoconducto todas las veces que atravesase las aguas jurisdiccionales cubanas.

Por la protección de este tránsito, Guillot-Lara pagaba 20 mil dólares por cada tonelada de marihuana a bordo. A su vez, el compromiso incluía el transporte de armas a las guerrillas del M-19 en Colombia. Según Guillot-Lara, a su retorno a Colombia inició los trámites para preparar otro barco para enviar a Cuba en 1980.

Conforme al testimonio de Johnny Crump, los funcionarios cubanos Ravelo y René Rodríguez Cruz -presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP)-, le sugirieron la posibilidad de comprar y enviar armas para elementos anti-Pinochet en Chile a través de Panamá. Una semana después, un chileno de apellido Galván, le hacía entrega de un microfilm en un cigarrillo que contenía la lista de las armas, alimentos y municiones para 300 hombres.

Por otra parte, Johnny Crump cuenta cómo durante una campaña en la costa norte del Pacifico, las autoridades colombianas cercaron a un grupo guerrillero del M-19 comandados por Carmenea Cardona, muchos de los cuales figuraron en el secuestro de la embajada dominicana en Bogotá y que supuestamente debían haber estado refugiados en Cuba.

Entre los detenidos y testigos de la causa de Miami figuraba también Mario Estévez, un agente de la inteligencia cubano, infiltrado en los Estados Unidos en 1980. En su deposición ante el Gran Jurado, Estévez expresó que había sido infiltrado con el objetivo de activar el tráfico de drogas, comenzando por transacciones de marihuana hasta que fue arrestado el 29 de noviembre de 1981. Estévez testificó ante una comisión del senado de los Estados Unidos que había introducido en la Florida marihuana y gualudes desde Cuba, y de ahí trasladado a Nueva York.

Las declaraciones de Estévez resultaron desconcertantes: la alta cúpula de la dirigencia cubana había organizado una extensa red de narcotráfico desde América Latina hasta los puntos de distribución en ciudades norteamericanas, usando sus propios servicios secretos. Estévez identificó al alto oficial de inteligencia cubana, René Rodríguez Cruz y al vicealmirante Aldo Santamaría como las personas encargadas por Castro para canalizar este tráfico.

Estévez apuntó que desde los inicios de la década de los setenta se producía marihuana en la región cubana de Manzanillo para venderla en los Estados Unidos, operación que Castro venía madurando desde los días de la guerra de Vietnam. Estévez estimó en 200 millones de dólares anuales los ingresos cubanos sólo por concepto de la marihuana.

Durante el período de su actividad ilícita, Estévez logró el traslado de Cuba a Estados Unidos de alrededor de 270 kilogramos de cocaína, posteriormente vendida en Miami, Chicago, Ohio, Nueva Jersey, Nueva York y otras ciudades. El dinero acumulado lo llevaba a Cuba él personalmente. También informó que en un momento de su actividad, sus jefes en el gobierno cubano le recomendaron se trasladase a Bimini, en Las Bahamas, para conocer y entrenar a Frank Bonilla, otro agente proveniente de Cuba.

De regreso a Cuba, recalaron en la pequeña isla de Paredón Grande, donde hallaron el buque Viviana del colombiano Guillot-Lara con un cargamento de 8 millones de qualudes. El yate estaba escoltado por buques de guerra cubanos.

De acuerdo con la narración de Estévez, corroborada luego por otros narcotraficantes, estando en Paredón Grande concurrieron el jefe de la Marina de Cuba, almirante Santamaría, y el alto jefe de la inteligencia René Rodríguez, presidente del ICAP, organismo pantalla de la inteligencia cubana, con quienes sostuvo una extensa conversación sobre el narcotráfico. Explicó que cuando salió de Cuba a bordo del Viviana se acarreaba otro barco, el Lazy Lady, hasta la isla de Andros en Las Bahamas, donde se hizo el traspaso de los qualudes. Después fue ordenado a seguir hasta Cayo Güincho donde recogió 23,000 libras de marihuana procedente de Cuba.

El testimonio de Estévez implicó en el narcotráfico internacional a Santamaría, René Rodríguez, al embajador Ravelo, a Gonzalo Bassols Suárez, diplomático cubano en Colombia; a Teodobaldo Rico Rodríguez y Francisco Echemendía, funcionarios del Ministerio del Interior de Cuba.

Con posterioridad, René Rodríguez moría en La Habana, en circunstancias misteriosas, después del fusilamiento de los militares el general Ochoa, Tony de La Guardia, en 1989, y al deceso en prisión, en 1991, del general José Abrantes Fernández, exministro del Interior.

Coincidentemente, Estévez también fallecería en una prisión norteamericana. Los hilos de la trama que conducían hasta Fidel y Raúl Castro irían desapareciendo con el tiempo.

El ex secretario de Estado, Shultz, refiriéndose a los resultados del Gran Jurado de Miami, indicó que se "demostró la evidencia de la complicidad de Cuba en el tráfico de narcóticos en América Latina”. En marzo de 1983 fue confiscado en la Florida un velero con 750 libras de marihuana a bordo. Durante el registro del bote se halló un diario con la ruta seguida. Había zarpado de la Florida para Las Bahamas, siguió a Haití, luego a Cuba, después a Jamaica, retornó a Las Bahamas y finalmente llegó a la Florida de nuevo.

Poco después, el 20 de mayo de 1983, el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan declaraba en Miami que existían fuertes pruebas de que funcionarios de Castro estaban involucrados en el tráfico de drogas desde Cuba. Un mes después, el administrador de la DEA, Francis Mullen ratificaba ante el senado estadounidense que el gobierno de Cuba estaba consciente de los movimientos de drogas a través de su territorio, y que facilitaban tales movimientos.

Del libro Las guerras secretas de Fidel Castro, de Juan F. Benemelis.
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Subido por UnionLiberalCubana
el 11/05/2010
Cinco años antes del fusilamiento del General Ochoa (1989), acusado de traficar con drogas, existían todas las pruebas de que el gobierno cubano estaba involucrado en este comercio ilícito. Este documental fue transmitido por la televisión de Estados Unidos en 1984. El General Ochoa fue sólo uno de los chivos  expiatorios para tratar de exculpar al gobierno de Fidel Castro
 
Cuba y el narcotráfico en 1984

Part. I


Parte II


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Colapso Nervioso en Juicio por Drogas en Cuba




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