Antonio José Ponte: "Nunca he tenido patria. Yo tengo a Cuba, que es mucho más que patria"
Antonio José Ponte.
Por María Elena Cruz-Varela
Abril 27, 2020
El escritor cubano Antonio José Ponte, la otra mitad del binomio
Gabor & Ponte, Lapidarios Asociados Inc., acude a esta cita con
Dile que pienso en Ella... para hablarnos de sí mismo, de nadie más, con esa fina inteligencia que lo caracteriza, sin hacer uso de consignas o lemas, deja su estela clarísima, punzante a veces, sobre esa gran estafa llamada Revolución cubana.
¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?
Ah, la gota que colmó, no el vaso, sino la cuba… Bueno, tendría que reconocer que me fui porque estaba aburriéndome demasiado. Podrá sonar frívolo, pero no hay frivolidad ninguna en esto. Hablo de curiosidad intelectual. Se me agotó el deseo de explicarme un régimen político, perdí curiosidad de kremlinólogo. Abandoné la idea o la superstición de que para entender aquello tenía que verlo desde adentro. Y, después de algunos años en que me prohibieron salir del país, logré irme.
¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?
Esperaba que estuviera funcionando la ecuación que iguala tiempo y dinero. Porque sabía que el principal chantaje que un régimen como el que existe en Cuba hace a los creadores es ofrecerles tiempo.
Los creadores necesitan mucho tiempo. ¿Cuántas horas se requieren para dejar un poema tal como ha de ir a la imprenta? No solo horas de tecleado y tachaduras, sino tiempo de ensoñación y tiempo de rumia. Esa necesidad de dedicar tanto tiempo al trabajo, horas y horas en que no se avanza ni una micra, hace que los creadores sean proclives a caer en la trampa de quien venga a prometerles tiempo.
En Cuba fueron estatalizados empresas y negocios de todo tipo y tamaño. Se estatalizó con la coartada del nacionalismo, dijeron que nacionalizaban. Todo para que la economía acabara íntegramente en manos del Estado. Fue estatalizado, pues, el tiempo. Así que eso que el Estado ofrece a los creadores es tiempo previamente estatalizado. Y yo, después de algunas idas y venidas, prefería vérmelas con materia no procesada por autoridades políticas. No quería al Estado de intermediario.
¿Qué encontraste?
La ecuación esa que buscaba estaba brillando, de tan activa. Relampagueante y en neón.
Encontré también la primavera, que brota ahora en los árboles que miro por las ventanas. (En esta cuarentena de Madrid vigilo esos árboles como si fuera un poeta oriental.) Asistir a las variaciones del año me ha hecho comprender mejor la poesía.
¿Qué has aprendido durante el proceso?
Que la creación es el mejor modo de rebasar la ecuación de tiempo y dinero que buscaba. El quid está, no en evitar esa ecuación o bordearla, sino en ir directamente hacia ella y meter cuerpo en su alambre vivo, en su neón. Y, una vez ahí donde tiempo y dinero se confunden, procurarse algo de tiempo, pero de tiempo desprendido de toda equivalencia. Tiempo puro, si así puede decirse.
Pero no quiero sonar como un alquimista misterioso. Nada de esto quiere decir que haya logrado nada. Es solamente que voy teniendo idea de cómo son las cosas. Solo eso.
¿Qué es para ti la libertad?
Creo que mejor definirla como algunos teólogos definen a Dios, negativamente. No por lo que sea, sino por dónde falta. Por el ahogo allí donde falta. Voy a definirla, como decía Pessoa, con la cobardía de los ejemplos.
Ese ahogo está en novelas escritas por mujeres de hace un par de siglos. Está en la loca del desván. En Karenina en su estación final. En la bruja descrita por Jules Michelet. En la cerrazón de pareja con que termina La dama del perrito. En Giordano Bruno, quemado vivo por proclamar lo infinito del espacio y los muchos universos.
Tal vez la libertad sea eso, espacio para la imaginación. Esos infinitos universos que defendió Bruno con su muerte. Y memoria: la felicidad de recordar y transmitir, todo eso que las censuras procuran cortocircuitar.
¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?
Me gusta aquel pronto de Borges, que iba con Pierre Drieu de la Rochelle por el campo al amanecer, vio una tropilla de caballos y tuvo que soltar: "¡La patria, carajo!".
Me gusta esa combinación de patria y mala palabra. En inglés llaman four-letter words a las palabras obscenas. Palabras de cuatro letras, y Cuba es una four-letter word.
Pero yo nunca he pensado en términos de patria. Yo no tengo patria, nunca he tenido patria. Yo tengo a Cuba, que es mucho más que patria. Y traduciendo del argentino la interjección de Borges, muchas veces tengo que soltar: "¡Cuba, repin...!"
Etiquetas: Antonio José Ponte, cuba, entrevista, María Elena Cruz-Varela
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