jueves, septiembre 29, 2022

Luis Cino desde Cuba: El triunfo del Sí en el referendo: una victoria que se queda corta

 
Tomado de https://www.cubanet.org/

El triunfo del Sí en el referendo: una victoria que se queda corta

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Una ganancia adicional para los mandamases de la continuidad, que hacen maromas para no irse a pique, es que con este referendo lograron distraer y dividir aún más a los cubanos

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Por Luis Cino

28 de septiembre,2022

LA HABANA, Cuba. — El triunfo del Sí en el referendo sobre el nuevo Código de las Familias del domingo 25 de septiembre resulta un caso clásico de victoria pírrica, aun dando por buenas y aceptando las cifras oficiales.

Según los datos del Consejo Electoral Nacional —preliminares, pese a demorar más de doce horas—, el 66,87% de los votos fue a favor del Sí. Pero la participación en la votación de los registrados en el padrón fue de un 74,01%, el mayor nivel de abstención registrado en una votación convocada por el régimen.

Si a los 2 195 681 personas que se abstuvieron sumamos 1 950 090 que votaron por el No —siempre según los datos del CEN— y las boletas anuladas, el resultado indicaría que alrededor de dos tercios de los habilitados para votar mostraron su rechazo  al Código. Y también al régimen, porque el presidente Díaz-Canel había insistido en que el voto por el Sí al Código lo era también “por la revolución y el socialismo”.

La abstención y el franco rechazo de esa cantidad de cubanos es nada desdeñable si tenemos en consideración la abrumadora campaña propagandística y de proselitismo a favor del Código desplegada por el régimen en los últimos meses y los mecanismos de coacción para que la población acuda masivamente a las urnas y vote —para no señalarse y no buscarse problemas— del modo que le orienten los mandamases.

Y, conociendo los métodos habituales del castrismo, no es descabellado suponer que los votos por el NO y las abstenciones fueron más de las reconocidas oficialmente. Bastaba ver la poca afluencia de público en los centros de votación y contar las personas que uno conoce que no fueron a votar.

A juzgar por los muchos comentarios adversos al Código que se escuchaban en las calles en vísperas del referendo no se podía descartar que se impusiera el No.

La mayoría de las discusiones sobre el Código entre los cubanos de a pie se centraban, principalmente y de modo bastante superficial, en el matrimonio igualitario, que genera rechazo entre muchas personas. Y no solo por motivos religiosos. La homofobia, los prejuicios y muchas falsas concepciones, diga lo que digan Mariela Castro y sus corifeos del CENESEX, siguen arraigados en la sociedad cubana. Gran parte de la culpa de eso la tiene el régimen, que en sus tres primeras décadas hizo de la homofobia política de Estado, reprimiendo y excluyendo no solo a los homosexuales, sino también a los que aparentaran serlo  o resultaran “flojitos”, según la percepción machista-castrista-leninista.

Pero más que los homofóbicos, que ya no son tantos ni tan virulentos como antes, están las personas que para nada son homofóbicas, pero que se negaban a refrendar con su voto —aunque puedan estar de acuerdo con varios aspectos del Código— lo que consideran una farsa, una maniobra hipócrita y manipuladora del régimen para posar de moderno, inclusivo y preocupado por los derechos humanos y mejorar su imagen cada vez más deteriorada.

No son solo las personas que abiertamente se oponen al régimen las que tienen esa postura contraria al Código de las Familias. Muchos y muchas que habitualmente dicen no interesarse por “la política” y que no quieren “buscarse problemas” calificaban el referendo de payasada y aseguraban que no irían a las urnas o que, si iban, votarían No.

Así, daría un porciento más alto que el admitido oficialmente si a los que se abstuvieron sumamos los que temen ver disminuida la autoridad sobre sus hijos por el asunto de la responsabilidad parental y la autonomía progresiva, los homofóbicos, los machistas irreductibles, los prejuiciosos, los fieles de las iglesias católicas y evangélicas, los opositores que nunca asisten a las votaciones organizadas por el régimen, pero que esta vez asistieron al referendo para votar por el No, y las personas que sin ser opositoras usaron el No como voto de castigo al gobierno por la inflación, el hambre y los apagones (como reconoció el propio Díaz-Canel que podría suceder).

Pero aun si se hubiera impuesto el No, el régimen no lo hubiese admitido. No es su estilo. Los mandamases nunca aceptan perder. Ni a las escupidas.

Después de tanto bombardeo propagandístico, aprobado el Código por la siempre unánime Asamblea Nacional y publicado ya en la Gaceta Oficial, no iban a aceptar una derrota. Máxime que ellos, que acusan a sus adversarios de politizar el asunto, convirtieron el referendo por el Código en un referendo por el socialismo castrista.

Ya los voceros del régimen están explicando que los que se abstuvieron de ir a votar fue por las lluvias que trajeron la proximidad del huracán Ian u otros motivos, y que “no necesariamente lo hicieron porque se opongan a la revolución”.

Pero, incluso si se hubiera impuesto el No, y el régimen lo hubiese aceptado, aun así, los mandamases le sacarían provecho. Habrían posado de democráticos por respetar la voluntad de la mayoría. Argumentarían que por ellos no quedó, que hicieron el esfuerzo, pero que “nuestra sociedad no ha podido superar ciertos prejuicios del pasado” y que  “la contrarrevolución, a través de su campaña de mentiras en las redes sociales, logró confundir a muchos, aprovechándose del descontento provocado entre la población por las vicisitudes que causa el bloqueo”.

Una ganancia adicional para los mandamases de la continuidad, que hacen maromas para no irse a pique, sería que con este referendo lograron distraer y dividir aún más a los cubanos. Especialmente a la disidencia. Tanto han manipulado los sentimientos que ahora algunos activistas gays consideran que los opositores que rechazan el Código por provenir de la dictadura son egoístas y retrógrados que se oponen a sus derechos, mientras que ven a los castristas, que hasta hace pocos años los excluían, despreciaban y reprimían, como sus aliados y benefactores.

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