Abel R. Castro Figueroa: MATEMÁTICAS EN CUBA (Parte 1)
MATEMÁTICAS EN CUBA (Parte 1)
Por Abel R. Castro Figueroa
12 de enero, 2023
El respeto a la libertad
y al pensamiento ajenos,
aún del ente más infeliz,
es mi fanatismo:
si muero o me matan,
será por eso.
(José Martí)
Al final de mi nota sobre el homenaje al Dr. Jorge Bustamante en Puebla comenté que hubo cierto trasiego (de informaciones sobre matemáticos cubanos), provocado en parte por dicho homenaje. Pueden haber contribuido otras circunstancias: el fallecimiento de un profesor y las reacciones que provocó; tal vez alguno de los que estamos "fuera" sentimos uno de los tirones eventuales de la nostalgia, o quizás la época navideña que nos envuelve, o todo junto.
El caso es que he visto fotos recientes de viejos compañeros, videos con presentaciones, y leído escritos concernientes a nuestra antigua Facultad y Sociedad de Matemáticas y Computación, y en general al desarrollo de las matemáticas en Cuba y su enseñanza, y me ha resultado evidente, aunque no sorpresivo, que el ocultamiento o la distorsión siguen siendo una costumbre en Cuba, sobre todo en lo que respecta a los primeros años posteriores a 1958 y a los matemáticos que, como decía León Gieco, tuvieron que marchar a vivir una cultura diferente. Con luces y sombras, permanecen como elemento intrínseco del sistema: hay una clara tendencia a borrar en Cuba a los que se han ido, hacerlos inexistentes, y me sospecho que eso sucede en cualquier rama del saber, así como en el arte y el deporte. Como consecuencia, en las nuevas generaciones debe haber mucho desconocimiento. Por eso decidí aportar mi punto de vista sobre diferentes aspectos del pasado reciente, con la intención —tal vez de momento poco probable— de que las nuevas generaciones de matemáticos formados en Cuba tengan una información que puedan comparar con la que normalmente les resulta accesible, y que de ese modo puedan formarse una opinión propia mejor fundamentada. No se espere aquí el rigor de un historiador; se trata sólo de comentarios al paso, sobre todo de experiencias personales.
La Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana fue establecida en 1728, como nos recordaba el altorrelieve de su sello en las mesas de caoba de algunos salones donde recibíamos clases. Después cambió de ubicación, características y nombre varias veces. Cuando terminó la Guerra de los Diez Años en 1878, con el llamado Pacto del Zanjón, se estableció el curiosísimo compromiso de iniciar un doctorado en Ciencias Físico Matemáticas en ella (en España sólo podía graduarlos la Universidad de Madrid).
La que llamamos en Cuba Guerra de Independencia, de 1895, culminó con la intervención militar norteamericana, primero en la guerra contra España y después para poner orden y ayudar al país en diferentes aspectos, sin olvidar que también cuidaban sus intereses e impusieron la ignominiosa Enmienda Platt (derogada en 1934). Esta intervención duró hasta 1902, con el retiro de las tropas de los Estados Unidos. Entonces ya se había redactado la nueva constitución del país, realizado elecciones en todos los niveles, y quedado establecido en toda la educación el Plan Varona, dirigido por el insigne sabio y patriota cubano. Hubo algunos cursos de Matemáticas en el Siglo XIX que paso por alto, de un nivel bastante bajo incluso para la época. Se destacó el santiaguero José María Villafañe y Viñals, quien fue nombrado en 1891 catedrático de Análisis Matemático en la Universidad Central de Madrid, pero España no se encontraba entonces entre los países de cabecera en esta ciencia.
De acuerdo con el Plan Varona, dentro de la Facultad que se ocupaba de las ciencias en la Universidad, se establecieron dos cátedras de matemáticas y una cercana a esa materia, con nomenclatura alfabética A: Álgebra y Análisis, B: Geometría y C: Astronomía.
El ingeniero civil José Villalón asumió la dirección de la cátedra A y se encargó del Análisis Matemático; tenía la ventaja de su dominio del inglés, debido a que había estudiado en los Estados Unidos, y el respaldo de los cubanos, pues había formado parte de las tropas mambisas, pero no se destacaba por sus conocimientos matemáticos. Cuando fue nombrado Secretario de Obras Públicas en 1913 (cargo en el que sí realizó contribuciones importantes) dejó su cátedra en la Universidad.
Al iniciar yo la carrera de Matemáticas, a la entrada del aula 10 de nuestro edificio (el Felipe Poey, sin dudas el más bello de la Plaza Cadenas, hoy Plaza Agramonte) había una placa —ojalá se conserve— con un nombre: "Claudio Mimo" (su nombre real era Claudi Mimó i Caba; en mi recuerdo la placa no tenía tilde). No sabía entonces quién había sido, pero después conocí que era catalán (aplatanado, aunque nunca perdió su identidad). Fue quien dirigió la cátedra B y, por sus conocimientos, la figura que atraía a los docentes de Matemáticas que comenzaban a aparecer. También fue presidente de la sección de Ciencias Exactas del Ateneo de La Habana y hasta concejal del ayuntamiento capitalino. El gobierno le encargó realizar gestiones que impulsaran la modernización del sistema docente cubano. Mimó murió en 1929 en su patria de acogida, después de una fructífera existencia de 86 años.
El nombre destacado que le sigue es el de Pablo Miquel y Merino. Fue un estudiante brillante de bachillerato en el Colegio de Belén y durante los dos años (de sus jovencísimos 15 a 17) en que pasó por las universidades españolas de Deusto, Salamanca y Madrid, siempre con calificaciones de sobresaliente. De regreso en La Habana se graduó de doctor en ciencias fisicomatemáticas, arquitectura e ingeniería civil. Produjo varios libros excelentes, algunos de los cuales todavía se consultan. Recuerdo haber estudiado en su libro de cálculo integral, y haber aprendido teoría combinatoria en sus Elementos de Álgebra Superior, publicado nada menos que en 1914 y plenamente actual en los años sesenta. Sustituyó a Villalón en la cátedra A en 1913.
En el marco del Tercer Congreso de Doctores en Filosofía, Ciencias y Letras, celebrado en el Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba en 1942, por iniciativa de Pablo Miquel se creó la Sociedad Cubana de Ciencias Físicas y Matemáticas. Fueron 121 los fundadores, y se incluyó también a estudiantes. Miquel fue elegido presidente. Quienes le conocieron hablan de una persona que combinaba brillantez y modestia. Se dedicó fundamentalmente a la enseñanza, la elaboración de textos de primera línea y al trabajo de la Sociedad que había contribuido decisivamente a fundar, y la que presidió mientras tuvo fuerzas. Solo vivió 56 años. El conocido físico cubano de la primera mitad del siglo XX, Manuel F. Gran, también destacado pedagogo que se adelantó con el suyo a los libros de Halliday y Resnick, comentó sobre Miquel que "Murió… agotado en menesteres situados a un nivel muy inferior a los que correspondían a su robusta condición intelectual".
(El joven Mario O. González Rodríguez cuando fue becario de la fundación Guggenheim)
El mismo año en que Miquel asumió la cátedra de Análisis Matemático en la Universidad de La Habana —1913— nació en la provincia vecina de Matanzas su futuro sustituto, Mario Octavio de Jesús de la Caridad González Rodríguez, que sí haría contribuciones importantes a las Ciencia Matemáticas trabajando en Ecuaciones Diferenciales, particularmente en la aplicación a estas de los grupos continuos, y rebasaría ligeramente el centenar de trabajos publicados en revistas. Mientras cursaba la enseñanza media en el Instituto de Matanzas, Mario Octavio fue alumno de un matemático y educador de renombre, Manuel Labra Vidal, tío de la conocida poetiza Carilda Oliver Labra.
Ya en la Universidad de La Habana, como no debía ser de otro modo, Miquel dirigió la Tesis de Mario González con la que este obtuvo el título de Doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas, que era equivalente a la licenciatura de nuestros días. Defendida dicha tesis en 1938, recibió una beca Guggenheim que le permitió hacer estudios de postgrado en dos instituciones que ya eran de las más prestigiosas del mundo: el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Princeton. Pablo Miquel falleció en 1944 y su cátedra fue ocupada por Mario González, que la ganó por oposición. Su rival más fuerte fue Pedro Pablo Masó, hijo del patriota oriental Bartolomé Masó Márquez. González trabajó en ella hasta su salida de Cuba en 1960.
Fue profesor invitado en Puerto Rico, Venezuela y Perú. Finalmente se radicó en Alabama, en cuya universidad trabajó de 1961 hasta su retiro en 1979, como professor emeritus. Allí fue también consultor de la NASA. En el antiguo Bachillerato en Ciencias que duraba cinco años, es decir, antes de los planes establecidos por la Revolución, existían las materias Complementos de Matemáticas, donde se usaban textos de Mario González que me impresionaron enormemente. También publicó una excelente Introducción al Análisis Matemático. Una oración de uno de esos libros me impactó: "No todo lo evidente es cierto". También usé mucho su Álgebra Elemental Moderna, que publicó con el matemático e inventor norteamericano Julián Dossy Mancill. Tuve como maestra en el Instituto de Cárdenas a una exalumna de Mario González, cuyos nombre y primer apellido son imposibles de olvidar porque constituían una suerte de oxímoron: Dulce Cruel. Ella, quizás porque pensaba que al elevar a su profesor se beneficiaba de algún modo, nos tejía su leyenda con lo que hoy se llamaría una fake news: que la NASA lo había mandado a buscar con un cheque en blanco. Después, en la carrera, estudié la materia de Variable Compleja en otro de los libros de González.
En un trabajo de 2018 Enrique de J. Estrada-Pato, Francisco R. Martínez-Sánchez e Idelisa Bergues-Cabrales expresan que "Es casi imposible hablar de una actividad de creación científica trascendente en Matemática en nuestro país antes de 1962". Antes de irse de Cuba, Mario González publicó 79 trabajos, muchos de los cuales tuvieron un alcance internacional. Viviendo fuera de Cuba, de donde partió en 1960, publicó otros 23, de modo que continuó siendo productivo. Es una gloria de Cuba y apenas se menciona. He leído un texto sobre la Introducción… en la revista Ciencias Matemáticas (escrito por un español) y la Dra. Concepción Valdés Castro lo pone en el lugar que le corresponde en su artículo donde analiza la revista de la Sociedad fundada por Miquel, y tal vez exista alguna otra, pero es muy infrecuente la mención de González tratándose de quien es.
Cuando comencé la carrera estaban accesibles en nuestra biblioteca las Tesis de los profesores "viejos" que aún quedaban dándonos clases, y que en algún momento me leí: de la profesora Graciela de la Torre, del doctor Reguera (sobre coordenadas homogéneas) y del Dr. Peña, orgulloso tanto de haber obtenido la cátedra de Mecánica Celeste por oposición, como de una nota donde Mario González mencionaba su trabajo. Los tres nos dieron cursos muy decorosos. De la Universidad Central llegaron el destacado profesor Juan Giralt, que tenía en su haber un libro magnífico de Geometría Diferencial, y su esposa, Consuelo Chou, a quien naturalmente decíamos La China, pues delataba su ascendencia asiática en el apellido y en sus ojos. Era muy buena en Álgebra Moderna. Ambos se fueron pronto de Cuba, con destino a Francia.
Se conocía también de la existencia de autores, ya sea de textos universitarios o de enseñanza media, como Rafael Fiterre, Antonio Paz Sordía, y Dulce María Escalona, pedagoga y Doctora en Ciencias Fisicomatemáticas que trabajó un tiempo en el Ministerio de Educación después de 1959 (había nacido en 1901). Dedicados a la enseñanza media se enmarcan el Álgebra Elemental Moderna ya mencionado, y la joya de la corona, el Álgebra de Aurelio Baldor de la Vega. El libro de González y Mancill era más técnico que el Álgebra de Baldor, pero no tan atractivo. Baldor publicó otros libros, pero este fue sin dudas el mejor. Algunos de estos precursores no publicaron trabajos de investigación originales, pero sí, a través de libros, clases o artículos en la revista que se creó en 1942, contribuyeron mucho al desarrollo de las matemáticas en Cuba y al interés en las mismas.
Antes de 1959 algunos textos cubanos se vendían en otros países americanos, como el del ya mencionado Gran, otro de los también físicos Alonso y Acosta, el de Química de Román Galán Sánchez, etc. Marcelo Alonso (el de Alonso y Acosta) fue enviado como Asesor Científico a la OEA a finales de 1959 y no regresó. En Estados Unidos actualizó y reeditó sus libros. Asistió a un evento científico en La Habana después de 40 años de exilio. Pero el texto más vendido en todos los países hispanos fue el Álgebra de Baldor, y aún hoy se sigue vendiendo.
En 1994, bajo la presidencia de Ernesto Zedillo, en México tuvo lugar una seria crisis económica que provocó el cierre de varias editoriales dedicadas a libros de texto. Ya yo me encontraba en ese país y había hecho amistad con algunos de los representantes de esas editoriales que con frecuencia iban a regalarnos novedades, porque si decidíamos usar alguna como texto habría un número de ventas asegurado. No recuerdo la editorial que publicaba el Álgebra de Baldor, pero sí el nombre de su representante, porque era también Aurelio. Me confesó que ese libro era el que había mantenido a flote a la editorial por cómo se vendía en toda la América hispánica, y una vez me preguntó si yo sabía por qué. Le respondí con otra pregunta: ¿No has pensado en que sencillamente es muy bueno?
Las biografías dicen que Baldor fue matemático y pedagogo, debido a los libros que escribió, pero creo que la única carrera que cursó oficialmente fue la de abogado, si bien interesado y entusiasmado con las matemáticas elementales. También fue un emprendedor, porque estableció el más famoso colegio de La Habana en los años cincuenta, con unos 3 500 estudiantes por curso y una flotilla de ómnibus para recogerlos y devolverlos a sus barrios.
En la graduación del curso 1958-59 del Colegio Baldor, estudiantes y profesores se pronunciaron contra el autoritarismo que comenzaba a imponerse en la Isla, y según cuenta su hijo Daniel Baldor Aranalde, Raúl Castro ordenó la detención del dueño y director, pero este fue protegido por Camilo Cienfuegos, que admiraba sus libros (uno de los que se refieren a este hecho dice que Camilo había sido alumno de Baldor). El colegio, como todos, fue confiscado por el gobierno. Aquel hombretón (medía 1.95 m), con su mujer, sus siete hijos y la criada, se fue para el extranjero antes de que pasara un mes de la muerte de Camilo, dejando la magnífica casa que tenían en Tarará, que también fue confiscada. Trabajando en New Jersey logró sacar adelante a sus hijos, todos con diferentes carreras y ninguno matemático. Aurelio Baldor falleció en Miami en 1978. Cualquier referencia a esta persona es también difícil de encontrar en Cuba.
Debo mencionar a dos matemáticos que conocí personalmente. El primero es Ramón Rubio (Jesús Ramón Rubio Agüero), un genio con capacidad y conocimientos imponentes. Podía dar un curso de Biología Celular, escribir poemas —había sido miembro de la Asociación Hermanos Saíz— disertar sobre budismo zen o sobre homeopatía, y enseñar matemáticas con un altísimo nivel de comprensión y una creatividad pasmosa. Hablaba y escribía en español, inglés y francés y podía leer en ruso y alemán. Enseñaba como Martí decía que debía cumplirse un deber: sencilla y naturalmente.
(Ramón Rubio en su segunda y última estancia en Francia)
Estudió la carrera de Matemáticas en Santiago de Chile y de ese país se fue a París, invitado por matemáticos franceses. Entonces un amigo suyo, José Altshuler (José Boris Altshuler Gutwert), a la sazón vicerrector de la Universidad, le pidió que regresara a Cuba a dirigir la Escuela de Matemáticas que se creaba. Una de las matemáticas francesas que fue a Cuba poco después, Marie Duffló, militante del Partido Comunista Francés, le contó a un amigo que ella y otros habían quedado en Francia impresionados por lo talentoso que era Rubio, y estimaron que si había otras personas como él en Cuba valía la pena que su grupo (de la Universidad de Orsay o París Sur), de gran desarrollo matemático, hiciera un esfuerzo por ayudar a los cubanos. El Jefe del Departamento era Didier Dacunha-Castelle. Puede que hayan influido otras cuestiones, como la simpatía por la Revolución Cubana, pero la impresión que a estos matemáticos franceses les produjo Ramón Rubio influyó en la decisión que tomaron. Este grupo contribuyó fuertemente al desarrollo de las matemáticas en la Escuela de Matemáticas de la Universidad de La Habana. Hubo primero una visita de Laurent Schwartz, el creador de la teoría moderna de Distribuciones y medalla Fields. Después fueron varios más, entre ellos Claude Mutafian (que me dio un magnífico curso de Álgebra Multilineal) y Claude George. Más adelante existió también un comité de ayuda de la República Federal de Alemania, el KOWIZUKU, aparte de las visitas de matemáticos de distintos países, sobre todo de la URSS, que permitió el acceso de cubanos a su bien organizado sistema de doctorados.
Cumpliendo el deber patrio, Rubio abandonó las posibilidades que se le abrían y regresó a entregarse a la tarea que le pedían, pero al poco tiempo fue apartado de la Universidad: tal vez no era suficientemente organizado para el trabajo, o tal vez era demasiado cuestionador. Le solicitaron que creara un grupo de matemáticas en la Academia de Ciencias de Cuba, y allá se fue, pero publicó un poema que criticaba la burocracia, y el Presidente de la Academia, capitán Antonio Núñez Jiménez, se dio por aludido y lo destituyó de su cargo. Para ese entonces, Altshuler ocupaba una posición importante en la Academia de Ciencias y lo ayudó a entrar en el grupo de Física Teórica de la misma academia, aunque ya estaba echada su suerte y tendría que exiliarse.
Antes de salir de Cuba Rubio vivió un tiempo en una habitación del Hotel Presidente, al final de la calle G. En mi grupo nos preparábamos para el examen final del curso de Geometría Diferencial, y acompañé a un condiscípulo que lo conocía a pedirle que nos ayudara al respecto; fue mi primer contacto personal con él. La avenida mencionada es un paseo que cuenta con amplios bancos interiores. Rubio se sentó con nosotros dos en uno de esos bancos, encendió el último cigarrillo que llevaba, abrió la cajetilla, y en el espacio para escribir y garabatear así creado, en 20 o 30 minutos, aprendí más Geometría Diferencial que en todo el semestre de clases recibido. Después asistí a un curso de Teoría de Conjuntos que impartió en clases nocturnas, basado en su bello librito sobre la materia, en el que agradecía a Gutenberg por haber inventado la imprenta, y "a los ocasos sanguíneos de La Habana".
Solicitó su salida para escapar del país que apreció tan mal su colaboración, pero tuvo que soportar cuatro años sin que le dieran el permiso de salida, que consiguió con la ayuda de esos matemáticos de izquierda franceses. Entonces estaba casado con Rodela Zorrilla, que lo acompañó a Francia y vivió con él hasta su desaparición física. En esta etapa trabajó en la universidad de Saint Etienne, también en París. Publicó en español un libro de poemas y una novela, y en francés un libro donde analiza las ideas de William James (sobre filosofía, psicología y religión) que vio la luz póstumamente, en 2008.
Los detalles de este libro, así como una síntesis de su vida académica, pueden verse en este mismo blog Baracutey Cubano, en un artículo del doctor en física (de segundo nivel, vea el escrito que seguirá a este) Efraín J. Ferrer, en el que conocí de los grandes intereses de Rubio en la poesía de diversas partes del mundo, en la música, y en la filosofía. Su fallecimiento no produjo ninguna reacción oficial en Cuba. Al parecer no se menciona en Ecured, la Wikipedia cubana que establece la postura del gobierno, que en su página principal expresa que "nace de la voluntad de crear y difundir el conocimiento, con todos y para todos".
Rubio fue sustituido como Director de la Escuela por un profesor uruguayo de alto nivel que vivió en Cuba en dos etapas: Celiar Silva Reherman. Su ideología política no le hubiera nunca acarreado problemas en Cuba, pues en su país había sido miembro del Partido Comunista y cofundador de un grupo de simpatizantes con la revolución cubana. Sus biografías dicen que nació en Tacuarembó, pero me gustaba escucharle decir que había nacido en un paraje llamado Durazno, porque aquella palabra me daba idea de un origen humilde y en consecuencia de una vida esforzada, y me anunciaba algo que para mí era otro de los atractivos de su personalidad: el dominio del idioma español y su amplia cultura general. Como estudiante, dio una sola clase a mi grupo sobre el Teorema de la Función Implícita para funciones de varias variables, y recuerdo con claridad su entonces para nosotros deslumbrante oración de que lo probaría "por inducción en m para cada n". La clase fue una orgía de letras, subíndices y supra índices, manipulados de una forma experta y elegante que disfrutamos enormemente. Se regresó a Suramérica al terminar su trabajo de Director de la Escuela de Matemáticas, pero luego de algunos años regresó para quedarse definitivamente. Fue sustituido como director durante un breve periodo de tiempo por un ingeniero, a su vez sustituido por un estudiante que hace años vive fuera de Cuba.
Después de convertirme en profesor mantuve con él cierta amistad. Era Topólogo, pero tenía vastos conocimientos de Análisis Matemático. Sacaba unas pequeñas publicaciones, como separatas, en una revista donde entonces sólo publicaba él por la razón de que no había nadie más que lo hiciera, y recuerdo haber leído algunas como la de Espaces de liaisons (espacios con enlace o conexión, una estructura introducida por él; no he dicho que dominaba el francés), o aquel en que estudiaba la diferencial como aproximación lineal óptima a una superficie en el punto de tangencia.
En una ocasión asistí a un seminario donde desarrolló un contraejemplo que demostraba la falsedad de una afirmación del libro de Análisis Matemático de Julio Rey Pastor, Pedro Pi Calleja y César Anselmo Trejo. Ese libro era para nosotros una biblia, así que aquello conmocionó un poco. No era un Teorema del libro, sino una afirmación relacionada con el cono tangente que formaban las derivadas direccionales que, bajo algunas condiciones, según el libro, "degeneraba" en plano tangente. A ese tipo de propiedades "evidentes" se refería Mario González. A la distancia me parece que su contraejemplo (que recuerdo todavía) era relativamente sencillo, pero su importancia radicaba no tanto en el resultado en sí como en el hecho de que nos demostraba la necesidad de ser críticos con las autoridades consagradas. También tomé todo un seminario con el profesor Silva dedicado a demostrar, en varias sesiones semanales, el Teorema de Gödel.
Aparte del acento llevaba la cultura rioplatense y uruguaya en el tuétano: citaba tanto a Artigas como a Atahualpa Yupanqui; tenía la letra de Cambalache, el famoso tango de Discépolo, en una pared de su casa de Guanabo; si yo viajaba a México, me encargaba hierba mate; el perrito de la familia se llamaba Gauchito; si se hablaba de ajedrez había que hacerlo de Najdorf; disfrutaba hasta la euforia hablando del Maracanazo… Voy a contar ahora algo desconocido. Durante un tiempo, dos o tres semanas, Silva creyó tener la demostración del último Teorema de Fermat. Él sabía mejor que nadie que era muy difícil encontrar una demostración que por entonces nadie había hallado al cabo de siglos de intento. Eran cinco o seis hojas de papel manuscritas y enredadas que me pidió revisara a ver si yo encontraba el error que él siempre supuso existía. Yo le aclaré que de números sabía muy poco (su demostración utilizaba herramientas clásicas, pero algunas desconocidas por mí, y tuve que buscar y entender un par de teoremas para poder revisar su trabajo). Lo revisé con mucha aplicación en dos ocasiones y no encontré ningún problema, lo que me condujo a un entusiasmo contenido. Pocos días después Celiar me dijo que había encontrado el error, y me lo mostró. Yo le respondí que al menos no había publicado el trabajo, y me asombró la seguridad con que me dijo: yo nunca lo hubiera publicado con un error. O sea, sabía que, si la demostración tenía un error, él la encontraría.
Hay un detalle más acerca de la influencia positiva de Silva en mi persona. Durante mucho tiempo, que incluyó la época en que se había regresado a Uruguay, fui amigo muy allegado de su hijo Luis Carlos, y a veces me daba acceso a sus cartas, no recuerdo si por completo o en algunos segmentos. La redacción impecable y la prosa rigurosa no podían ocultar el cariño de padre a hijo, ni tampoco la experiencia de los años bregados. En una o dos ocasiones yo aproveché para mí los sabios y certeros consejos. Celiar Silva murió en el año 2000, y en el 2022, centenario de su nacimiento, se le recordó y homenajeó. La lectura de la reseña y los comentarios de mi excompañero Néstor del Prado me alegraron mucho. Me hubiera gustado estar presente.
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Notas del bloguista del blog Baracutey Cubano
Sobre Mario O. González Rodríguez se puede leer algo más en:
- Mario O, González Rodríguez. Genealogía académica:
https://www.genealogy.math.ndsu.nodak.edu/id.php?id=13214
- Datos de Mario O. González en la John Simon Guggenheim Memorial Foundation
https://www.gf.org/fellows/all-fellows/mario-o-gonzalez/
- Muy breve biografía de Mario González
https://prabook.com/web/mario_o.gonzalez_rodriguez/1120096
Etiquetas: Celiar Silva, cuba, Dacunha-Castelle, Física Teórica, Francia, ICIMAF, Marie Duffló, Mario González, matemáticas, matemáticos, Pablo Miquel, Ramón Rubio, resultados, Universidad de La Habana, William James
1 Comments:
Impactante escrito sobre Matematicas en Cuba....Excelente, esclarecedor e Historico.
Felicito al autor.
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