El Día de los Reyes Magos. La epifanía o manifestación del Señor. Esteban Fernández: Carta a mi Rey Mago. Zoé Valdés: Día de Los Reyes Magos. La tradición en Cuba de los regalos de los Reyes Magos en Cuba y Fulgencio Batista
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- Su Epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12)
- Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán
- Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná.
- La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera.
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LOS REYES MAGOS!!!!!
6 de enero de 2018
Vuelve a ser 6 de enero y con ello la polémica....Hay quien le da más importancia al origen religioso de la celebración y otros, a la TRADICIÓN.
En España, como en otros lugares de la "América hispana" se celebra este día..Aquí es FESTIVO, no solo porque el gobierno lo decrete, sino porque es una fiesta para todos...
Esa es una de las diferencias con respecto a la que se ¿¿¿celebraba ??? en Cuba antes..Aquí es una fiesta para todos..Se regala a familiares y amigos..la gente aprovecha para comprar ese artículo caro que en otras fechas no puede.. entre varios familiares o amigos lo compran..Las tiendas se llenan de gente desde noviembre y en los últimos días es una verdadera locura..¿Fiesta comercial? pero ese comercio da trabajo a miles de productores y vendedores, mueve la economía y crea bienestar..como otras fiestas y tradiciones..
Hay políticos, que quieren hacer de ésto otra cosa, pero al final no lo logran, pues está muy enraizada en la gente..y la experiencia me ha demostrado que lo que la gente quiere, por más prohibiciones y persecuciones siempre se mantiene ...
Mis hijos no disfrutaron de esa fiesta.. ni siquiera llegaron al Básico, No básico y Adicional... Tuvieron después muñecas y carritos..pero la magia de la fiesta no.. Debe ser por eso, que les gusta tanto y disfrutan hasta la noche antes caminando por las tiendas y participando en las actividades
La CABALGATA DE REYES es otra tradición... Anoche en Santa Cruz de Tenerife, como en muchos otros lugares, los niños salieron a las calles, fueron al Estadio a ver llegar a "Los Reyes Magos".. vieron desfilar las carrozar y a los "pajes" que repartían caramelos y se llevaban algunas cartas...
Hoy amanecieron temprano, mirando si se habían tomado la leche que les dejaron en el árbol y el agua para los camellos.. y disfrutando con los regalos que tenían..Después irán a casa de los abuelos, tíos, etc.. a buscar otros regalos.
¡Dejemos a los filósofos el relato!! ¡Hagamos disfrutar a los niños!!
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CARTA A MI REY MAGO
Por Esteban Fernández Roig Jr.
5 de enero, 2024
Estas líneas no son para pedirte nada, porque por 17 años me lo diste todo.
Hubo épocas de abundancia y otras de escasez, pero jamás me faltaron tus regalos los 6 de enero.
Sé los grandes esfuerzos que tú y mami hicieron para mantener oculta la verdadera identidad de los Reyes Magos, sobre todo siendo yo un niño tan inquisitivo y observador. Me imagino los grandes sustos que pasaron cuando yo casi los cogí en el brinco con los juguetes en sus manos.
En especial quiero agradecerte aquella bicicleta que hizo mi niñez súper feliz. Estoy seguro que barata no te salió en la Casa Barrocas..
Hoy, hasta pena me da recordar que tuviste que ir a La Habana a buscar mis absurdos pedidos de un sombrero de charro como el de Miguel Acevez Mejía, unas espuelas como las de Hopalong Cassidy y un látigo como el del “Látigo Negro” en los Tres Villalobos. Discúlpame padre querido y nunca olvidado.
Si estás cerca de ti mis tíos Enrique Fernández Roig y Carlos Gómez de la Torre diles que estoy al tanto de que siempre cooperaron contigo para hacer mis Reyes Magos muy felices y que se los agradezco de todo corazón…
Sé que debes estar hablando de política y jugando cubilete en la Viña Aragonesa fundada en el Paraíso por los hermanos Joaquín y Luis Domínguez.
Mi Reina Ana María debe tener toda su gran parentela Gómez a su alrededor... Visitándola mañana tarde y noche.
Y hoy muchos años más tarde, con lágrimas en mi ojos, te escribo estas líneas, a sabiendas que los herederos de Julio Lobo, de Falla Gutiérrez y Falla Bonet, y de Gómez Mena, recibieron mejores regalos que yo, pero los humildes que yo recibí los recuerdo y los agradezco con toda mi alma .
Te sigue queriendo Estebita
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Por Zoé Valdés
Las carencias obligaron muy pronto a mi madre y a mi abuela a confesarme que los Reyes Magos no existían. El castrismo prohibió bastante temprano la idea de esos Reyes capitalistas que repartían juguetes a diestra y siniestra. No lo hicieron de un tajo, porque todavía recuerdo que en una ocasión mi abuela me llevó a una tienda donde había un hombre disfrazado de rey mago, y puedo recordar vagamente la vidriera de Flogart, y algunas otras vidrieras, la de La Época; aunque todo eso lo tengo bastante borroso. Total, que de buenas a primeras, el sistema para adquirir juguetes cambió radicalmente, se acabaron los Reyes Magos, y los tres barbudos se disolvieron en uno sólo. Otra ilusión muerta.
Mamá empezó a pasar noches haciendo cola para un teléfono público. La cola para poder conseguir una llamada desde aquel aparato negro triplicaba la vuelta a la manzana. El teléfono se hallaba situado bajo las arcadas frente al Parque Habana, en la calle Muralla, junto a mi escuela primaria (hoy Fondo de Bienes Culturales, después mudaron mi escuela para la calle San Ignacio). Tampoco era fácil comunicar con el Centro desde donde se repartían los turnos que daban el derecho a comprar los juguetes del Día de Reyes, había que discar y discar, una y otra vez. A mi madre se le hinchaba el dedo de tanto meterlo en el disco descascarado. Tenía el derecho a veinte intentos, si en esos veinte intentos no lo conseguía debía volver al final de la cola, coger otro turno, dormir noches y madrugadas para que no le quitaran el puesto. A veces pagaba al de atrás de ella para que la dejara llamar hasta cincuenta veces. Todo eso sucedía tres meses antes o más, no recuerdo bien, al Día de Reyes, durante el castrismo, claro, y mientras hubo Día de Reyes.
Las madres debían dar el apellido del niño. A mí siempre me tocaba el último día, por lo de la V de Valdés, y entonces había que navegar con suerte para que en ese último día nos concedieran uno de los primeros números. Lo que nunca fue el caso. En consecuencia, año tras año, las opciones a las que pude acceder, eran las mismas, o casi…
Sólo teníamos derecho a tres juguetes por niño. El básico, el no básico, y el dirigido. El básico era el juguete más importante y caro, el no básico era el de menor importancia y menos caro, el dirigido era el impuesto por el gobierno, el que había que comprar obligatoriamente, y por supuesto, el más barato. Yo soñaba con una bicicleta y con patines, esos eran juguetes básicos, preferencialmente para varones. A las niñas nos tocaban juguetes “de niñas”, muñecas, juegos de tocadores, cocinitas, en ese orden… Cuando nos llegaba el turno de compra a mi madre y a mi ya sólo quedaban muñecas de las más baratuchas, juegos de tocadores plásticos (un espejo, un peine y un cepillo), y una cocinita de lata. Para el no básico sólo podía elegir entre el juego de parchís o el dominó, rara vez alcanzaba el de ajedrez. Y en el dirigido siempre escogía lo mismo: un juego de yaquis.
Aclaro que sólo se podía comprar en una tienda indicada por el gobierno. A nosotros nos dieron La Ferretería La Mina, junto a la casa, pero como era un lugar perdido en La Habana Vieja, los peores juguetes llegaban a esa tienda.
Una vez me tocó una muñeca española, de las que mandó el dictador Franco, para congraciarse con Castro. En otra ocasión mi madre compró el derecho a un juguete básico a la madre de Los Muchos, que no tenía dinero para gastárselo en juguetes, o se lo cambiaba por comida. En esa época debía elegir entre desayunar con leche condensada o tener una bicicleta. Por fin la tuve, me costó no sé cuántos, infinidad de desayunos, porque mi madre sacrificó la cuota de latas de leches condensada de varios meses para que la madre de Los Muchos le diera el derecho al juguete básico de uno de sus hijos. Así logré hacerme de la bicicleta, era azul y blanca, y todavía hoy sueño con ella. Con esa bicicleta recorrí La Habana Vieja completa. Incluso cuando me perdía la gente me localizaba por la bicicleta azul y blanca. Mi madre preguntaba de calle en calle: “¿No han visto a una chiquita menudita ella montada en una bicicleta blanca y azul?” Lo mismo hacían mi abuela y mi tía, cada una por su lado. Las respuestas eran siempre las mismas: “Pasó por aquí como una salación en dirección a Egido”. Egido era mi límite.
La bicicleta me fue quedando chiquita, y se fue poniendo mohosa, herrumbrosa, y entonces la heredó Pepito Landa Lora. Su padre la volvió a pintar y a engrasar. Y mi madre volvió a sacrificar otras cuotas de comida para que yo tuviera los patines. Tuve aquellos patines rusos que pesaban una enormidad, y cuando se les fastidió la caja de bolas, Cheo me construyó una chivichana, y luego una carriola, cuando la chivichana se partió en dos.
Maritza Landa Lora y yo cogimos vicio de parchís y de yaquis, con los yaquis éramos unas expertas. Armamos competencias de barrio donde nadie podía ganarnos porque tirábamos la pelota altísimo y hacíamos unas figuras y maniobras estelares con las manos, parecíamos más bien malabaristas.
De más está contarles –muchos de ustedes habrán pasado por lo mismo- que los cambalaches y el mercado negro de juguetes se acentuó a unos niveles grotescos. Entonces cambiaron el sistema por unos bombos o tómbolas a los que había que asistir masivamente, y los papelitos dando vueltas dentro de aquel aparato, eran repartidos al azar. Aunque el azar también se negociaba. A nosotros nos tocó el bombo o tómbola de la iglesia del Parque Cristo, pero ese día mi madre se había hecho Testigo de Jehová y no quería renunciar al teque de la que la había reclutado en eso, por ir a lo del maldito bombo. A mí me dio una especie de perreta, porque se trataba de mis últimos Reyes, o sea ya con catorce años nadie tenía más derecho a los juguetes. Y mi madre sacó el palo de trapear y me hizo ver las estrellas y los luceros del universo. La Testigo de Jehová ni se inmutó, por eso no creo en ellos ni en ninguno. Hasta que a mi madre se le pasaron los tragos y dejó de ser testigo de Jehová para pertenecer a otra secta, creo que la de Adventista del Séptimo Día; ella cambiaba de religión en dependencia de cómo le dieran los tragos mezclados con el Meprobamato. Total, que para mis últimos Reyes me tocaron los peores juguetes, que ya de por sí todos eran malos, porque para la época ya apenas llegaban juguetes de España ni de ninguna parte del mundo: Un juego de tocador, un dominó, y una muñequita plástica negra, que mi madre sentó en el sofá, o sea, la puso de adorno, y la que yo encontraba horrenda hasta que fui encariñándome con ella.
Después se acabaron los Juguetes del 6 de enero, también el concepto de Reyes Magos se había extinguido desde hacía ratón y queso; lo sustituyeron por dos eventos: los Planes de la Calle, aquellas recholatas festivas e ideológicas entre pioneros comunistas, y por el Día de los Niños, el 6 de julio, lo que lo aproximaba al día escogido por Castro para el Asalto al Cuartel Moncada, un 26 de julio, fecha intocable en la Cuba de los Castro.
En Francia no se celebra el Día de Reyes, pero yo siempre, además de los regalos que mi hija ha recibido le Jour de Noël, le dejo un regalo junto al árbol, que no lo quitamos hasta el día 7 de enero. Ella creyó en Père Noël y en los Reyes Magos hasta que ya no hubo más remedio, porque advirtió de que Père Noël tenía los mismos pies que su padre. Así fue como lo descubrió. A las doce de la noche, Ricardo siempre aparentaba que tenía una llamada urgente, o que debía salir a buscar algo en particular. Se disfrazaba detrás de la puerta, y entraba transformado en Père Noël. Pero en una ocasión, la última, ya la niña tenía 10 años, se le olvidó cambiarse los zapatos, y ella señalaba para los pies de Père Noël, entonces empezó a preguntar por su padre y a mirarnos, y todos nos empezamos a reír carcajadas… incluso ella, puesto que ya en la escuela sus otros amiguitos le habían adelantado algo de que Pêre Noël eran los padres…
Aquella muñequita negra de mis últimos Reyes se quedó en Cuba, pero hace muy pocos años, mi amiga Enaida Unzueta, me dio la sorpresa de regalarme una igualita. Ella también había tenido la misma. Y seguro que muchos de ustedes también.
¡Feliz Día de los Reyes Magos, y que merezcan y reciban muchos regalos!
Zoé Valdés.
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