Dimas Castellanos: Cuba, en deuda con José Antonio Saco. A 226 años de su nacimiento, Cuba ha sido retrotraída a la época del ilustre cubano, quien se empeñó en forjar las bases para la transición gradual de la sociedad colonial a una sociedad capitalista.'
Tomado de https://diariodecuba.com/
Cuba, en deuda con José Antonio Saco
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A 226 años de su nacimiento, Cuba ha sido retrotraída a la época del ilustre cubano, quien se empeñó en forjar las bases para la transición gradual de la sociedad colonial a una sociedad capitalista.'
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Por Dimas Castellanos
Lleida
20 diciembre 2023
La figura política de mayor alcance teórico y conceptual en los primeros 60 años del siglo XIX en Cuba fue José Antonio Saco y López Cisneros. Nacido en Bayamo el 7 de mayo de 1797, Saco se graduó de Derecho en el Seminario San Carlos y San Ambrosio, donde fue alumno eminente del sacerdote y filósofo Félix Varela, a quien sustituyó en la Cátedra de Filosofía. Al crearse la Academia Cubana de Literatura en 1833, fue nombrado director de la Revista Bimestre Cubana, cargo que utilizó para atacar al sistema esclavista en la Isla. La relación que estableció entre educación, economía y desarrollo, lo llevó a forjar las bases teóricas para una transición gradual de la sociedad colonial a la modernidad capitalista, labor a la cual se consagró. Murió en Barcelona en 1879, pobre y exiliado, y sus restos mortales fueron trasladados a La Habana, donde fue sepultado en la necrópolis de Colón.
Para Saco, a quien le correspondió vivir el periodo en que la naciente nacionalidad cubana se manifestaba con fuerza en la economía y en la política, la independencia de España no estaba a la orden del día. En su lugar eligió el camino de las reformas y llegó a erigirse en la figura más destacada del movimiento liberal reformista. Su estrategia consistía en transformaciones políticas y económicas que condujeran a la autonomía y al poder de su clase.
De su abultada actividad académica me detendré —a vuelo de pájaro— en los ensayos relacionados con la transición de la esclavitud colonial a la modernidad capitalista.
De ellos, Memorias sobre los caminos de la Isla de Cuba (1829), que proponía adaptar las experiencias de Inglaterra y EEUU a las condiciones de la sociedad criolla, constituyó una pieza clave para las transformaciones técnicas del periodo. Cuando el ingeniero militar Félix Lemaur arribó a Cuba para estudiar la construcción del ferrocarril, utilizó este ensayo de Saco, que había sido premiada por la Sociedad Económica Amigos del País.
Otro texto en el que realizó un esbozo integral para la transformación capitalista de Cuba fue Memorias sobre la vagancia en la Isla de Cuba (1830), en el cual reflexionó sobre los rasgos psicosociales del cubano. Al decir del sabio Fernando Ortiz, este ensayo debiera ser texto popularizado, como código cubano de ética en un programa de nacionalismo serio.
En Análisis por José Antonio Saco de una obra sobre Brasil (1832), argumentó la razón por la que, desde su perspectiva, el comercio de esclavos debía desaparecer. Por esta obra, el capitán general Miguel Tacón y Rosique, entonces gobernador de la Isla, lo deportó en 1834. En ella planteaba la abolición del comercio de esclavos, la sustitución del esclavo por el obrero asalariado, la unión de capitales para fomentar el desarrollo industrial, la conversión de las plantaciones esclavistas en pequeñas propiedades agrícolas, la abolición de la esclavitud y el tránsito de un sistema a otro sin producir una crisis económica o social.
Dos ensayos en los que José Antonio Saco puso de manifiesto la necesidad de la autonomía fueron Carta de un patriota o sea clamor de los cubanos dirigido a sus procuradores a Cortes (1835), y Paralelo entre la Isla de Cuba y algunas colonias inglesas (1837). En el primero expresó que el Gobierno de la Colonia debía ejercerlo una junta integrada por cubanos. Y en el segundo, llamó a crear los Consejos Coloniales, una institución para que fueran los cubanos quienes dictaran las leyes necesarias al país.
La firma del tratado de prohibición del comercio negrero en 1838, las insurrecciones de esclavos entre 1842 y 1843, y su disminución en 1845, junto a otros factores, hicieron que los dueños de ingenios y de esclavos se acercaran a Saco. El crítico literario, poeta y abogado Domingo del Monte le propuso volver a publicar Mi primera pregunta (1837) en una nueva versión, bajo el título de La supresión del tráfico de esclavos en la Isla de Cuba examinada con relación a su agricultura y a su seguridad (1845). El ensayo original argumentaba que la supresión de la trata clandestina podía realizarse sin abolir la esclavitud, y la presencia del esclavo. La edición de 1845, ampliada, reafirmó la necesidad de instaurar una sociedad capitalista en Cuba a partir de la realidad colonial.
La Historia de la esclavitud desde los tiempos más remotos hasta nuestros días fue la obra cumbre de José Antonio Saco. Estructurada en cinco volúmenes, su autor investigó a fondo la esclavitud, uno de los temas claves para comprender el proceso de formación de la nación cubana. El primer volumen se publicó en 1875 en París, y el último, anotado y completado por el jurista y biógrafo cubano Vidal Morales y Morales (1848-1904), vio la luz en 1893.
En 1865, el pensamiento de Saco parecía acercarse al triunfo. En la Junta de Información, a la que resultó electo por Santiago de Cuba, defendió su idea de los Consejos Coloniales para promover la participación de los cubanos en la administración de la Isla. En 1867, al ser disuelta la Junta por los cambios políticos ocurridos en la península, Cuba tomó el camino que el ilustre bayamés quería evitar: la solución violenta mediante la revolución.
Un documento que conserva su actualidad es la carta que Saco escribiera al ministro de Ultramar, Manuel Seijas Lozano, el 23 de marzo de 1865, en la que el cubano refutó los discursos pronunciados por aquel en las Cortes españolas en ese año. Un párrafo de dicha carta pudiera aplicarse perfectamente a los discursos del actual mandatario cubano: "Si V.E. reconoce que no entiende (…), ¿por qué aceptó ese ministerio? ¿No será responsable V.E. de cuantos males puedan sobrevenir a la nación con las desatinadas medidas que necesariamente ha de dictar en materias que no están a su alcance?".
José Antonio Saco fue partidario de las tesis reformistas, favorables a la autonomía, sin necesidad de movimientos revolucionarios. Se le considera el máximo exponente del reformismo en Cuba y la figura política de mayor alcance teórico y conceptual de esta corriente política en el siglo XIX. Su obra sirvió de fundamento a las corrientes autonomista, independentista y anexionista.
A 226 años de su nacimiento, Cuba ha sido retrotraída a la época del ilustre cubano, quien se empeñó en forjar las bases para la transición gradual de la sociedad colonial a una sociedad capitalista. Hoy Cuba se encuentra sumida en un estado inferior al que Saco se propuso transformar.
El absurdo del retroceso histórico sufrido en todos los ámbitos radica en que si fuera posible aplicar las reformas que él promovió, significaría un adelanto respecto al estado de ruina a que ha sido conducida la nación cubana. Estamos, pues, en deuda con José Antonio Saco.
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Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso
Con el anexionismo, y también con el reformismo, se esperaba que se le diera solución a toda una serie de problemas sociales, políticos y económicos existentes en el país sin tener que jugar la carta de una impredecible revolución.
Gaspar Betancourt Cisneros (1803-1866), patricio anexionista conocido por El Lugareño, en su polémica con José Antonio Saco (1797-1879), reformista, planteaba:
Cuba anexada adquiriría riquezas sólidas, sin escrúpulos, zozobras ni peligros. Los 500 000 advenedizos como te place llamarlos, no serían por cierto 500 000 salvajes africanos, malayos, e indios, que es la gente que los Cubanos pueden esperar que les permita traer el gobierno de España para cruzar y perfeccionar su noble raza; sino que será 500 000 yankees, Alemanes, Franceses, Suizos, Belgas, Diablos y Demonios, pero Diablos y Demonios blancos, inteligentes, industriosos y además con máquinas, instrumentos, industrias, métodos, capitales y cuanto más poseen y emplean los hombres libres en la producción de la riqueza.52
(Gaspar Betancourt Cisneros)
Para Saco la anexión era sinónima de asimilación; o sea, pérdida de la nacionalidad cubana. Sin embargo, y paradójicamente, para Saco la no independencia de un país no negaba la existencia de un pueblo que posee su nacionalidad:
¿ se afirmará que solo existen cuando tienen una condición independiente ? Ahí está la historia de los pueblos para desmentir error tan capital.53
Debo aclarar que para Saco, la nacionalidad cubana era solamente aquella que poseía el menos de medio millón de blancos que habitaba la isla en ese momento histórico.
No obstante para conocer la real posición de Saco frente al anexionismo, es necesario leer el siguiente fragmento extraído del tomo III de Papeles sobre Cuba , citado por Aguirre:
... Si Cuba contase hoy cuatro o cinco millones de blancos, ¡con cuanto gusto no la vería yo pasar a los brazos de nuestros vecinos ! Entonces, por grande que fuese su inmigración, nosotros nos los absorberíamos a ellos, y creciendo y prosperando con asombro de la tierra, Cuba seria siempre cubana.54
pues anteriormente había escrito:
Contemplando lo que Cuba es bajo el gobierno español, y lo que sería incorporada en Estados Unidos, parece que todo cubano debiera desear ardientemente la anexión...55
(José Antonio Saco)
Saco ponía como única objeción el que esta anexión se tuviera que producir por la vía bélica con España y la ya comentada pérdida de la nacionalidad cubana por la numerosa migración norteamericana que se establecería en el país.
Es necesario profundizar en la figura de Saco y del reformismo para comprenderlos y calibrar mejor. Saco definía así su estrategia política cómo reformista:
No me avengo en política con la máxima todo o nada; guíome por la contraria, si no todo, algo; y cogiendo lo que me dan, sigo pidiendo para coger más.56
Samuel Huntington, destacado ensayista de nuestros tiempos, al comparar al reformista con el revolucionario plantea:
Los problemas del reformista son más complicados que los del revolucionario, en tres aspectos. En primer lugar, entabla por fuerza una guerra en dos frentes: contra los conservadores y contra los revolucionarios. Para triunfar es posible que tenga que luchar en muchos frentes con muchos participantes, y que sus enemigos en uno de tales frentes sean sus aliados en otro. El revolucionario tiene por objetivo polarizar la política, por lo cual intenta simplificar, dramatizar y amalgamar los problemas políticos en una sola dicotomía definida entre las fuerzas del ‘ progreso ‘ y las de la ‘ reacción ‘ . Trata de acumular divisiones, en tanto que el reformador tiene que diversificarlas y disociarlas. El revolucionario estimula la rigidez en política; el reformador, la fluidez y adaptabilidad. Aquél tiene que poder dicotomizar las fuerzas sociales, éste debe estar en condiciones de manipularlas. Necesita, pues, un tipo mucho más elevado de habilidad política que el revolucionario ... No sólo debe ser más diestro que el revolucionario en la manipulación de las fuerzas sociales, sino, además, poseer más refinamiento en lo referente al dominio del cambio social. Apunta hacia algún cambio, pero no un cambio total, sino gradual y no convulsivo ... Por consiguiente el reformador tiene que equilibrar los cambios de la estructura socioeconómica con los que realice en el sistema político, y hacerlos coincidir de tal manera, que ninguno de ellos resulte perjudicado.57
Nota del autor ¿GASPAR BETANCOURT CISNEROS Vs JOSE ANTONIO SACO?: las correspondientes fuentes están dadas explícitamente en mi libro La Historia de Cuba que te ocultaron y otros temas:
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Tomado de https://www.elcamaguey.org/
Carta de José Antonio Saco a Gaspar Betancourt Cisneros (19 de marzo de 1848)
París y Marzo 19 de 1848
Mi querido Narizotas:
No tengo que andar contigo con preámbulos. Conoces a fondo mi corazón y mis ideas, y por lo mismo, es inútil que te haga mi profesión de fe política. “Si los amigos de la Isla”, me preguntas, “te pusiesen aquí diez mil pesos, para que redactases un periódico, ¿aceptarías la honrosa responsabilidad?” Con la mano puesta sobre mi conciencia y con los ojos clavados en la patria, francamente respondo que no. Oye mis motivos pues tú y mis demás amigos tienen derecho a saberlos.
A los ojos del gobierno español y de casi todos los españoles soy insurgente, abolicionista y anexionista. Por consiguiente, un papel político redactado por mí, alarmaría desde el primer momento de su aparición a los opresores de Cuba. Por más templado que fuese el lenguaje, por más circunspectas que fuesen las formas, el fondo del papel irritaría a muchos, pues es imposible defender los intereses materiales, políticos y morales de Cuba, sin concitar el odio y la venganza de los gobernantes y del gran partido unido a ellos. Estas consideraciones se agravan con el hecho de redactarse el periódico en un país extranjero, en un país vecino, en un país republicano, en un país que, según dicen muchos, y según empiezan ya a creer España y los españoles, aspira a la posesión de Cuba. ¿Crees, pues, que las autoridades de esta Isla dejarían circular allí semejante periódico? Para eso sería menester o que ellas faltasen a su deber, es decir, a su misión española, o que el papel no fuese lo que debe ser; pero estemos ciertos de que ni las autoridades dejarían de ser fieles a su sistema opresor, ni yo tampoco me olvidaría de lo que he sido ni de lo que debo ser. Prohibida la entrada del periódico en Cuba, ¿no se perderían los $10 000? Y aun cuando no se perdiesen ¿no queda frustrado el gran objeto de la empresa? A mí personalmente me sería útil aceptar la proposición que me haces; pero ahora no se trata de mi persona, y yo sería infiel a mis amigos, y criminal con mi patria, si abrigase otras ideas. Mas, el papel podrá decirse, se introducirá furtivamente. Esto ocasionaría graves males. La persecución se alzaría, abriríase una nueva era de infames delaciones, y al son de que recibían o leían el papel, muchos inocentes serían sacrificados.
A menos inconvenientes está expuesta la redacción de un periódico en Madrid; porque al fin lleva el sello nacional, y aun en cierta manera podría contener algunas demasías de los mandarines de Cuba; porque denunciados los abusos en la misma capital del Reino, la oposición que allí hace un partido al gobierno, alguna que otra vez podría dejarse oír en las Cortes, no por amor a Cuba, sino como arma ofensiva y provechosa a sus intereses. A pesar de esto, yo no estoy tampoco por la redacción de un periódico cubano en Madrid, a lo menos por ahora; porque si es verdaderamente cubano, además del riesgo que hay en que prohíban su entrada en Cuba, el redactor estaría entre las garras del león, y podría ser despedazado.
En tu última carta me tocas una especie de grandísima importancia, y aprovecho esta ocasión para que tú y mis demás amigos sepan cómo pienso sobre este particular. ¿Conviene a Cuba reunirse a los Estados Unidos? Atendiendo a lo que hoy somos bajo España, no hay cubano que desee esa reunión. Pero esta cuestión, que parece tan sencilla en teoría, presenta dificultades y peligros cuando se viene a resolver prácticamente. La incorporación sólo puede conseguirse de dos modos: o pacíficamente o por la fuerza. Pacíficamente, es una ilusión, y menos en las actuales circunstancias, pues no es creíble que España se deshaga de la importantísima Cuba. Si esta ilusión fuera realizable, el cambio se haría tranquilo y sin riesgo de ninguna especie. En cuanto a mí, a pesar de que conozco las inmensas ventajas, que obtendría Cuba con esa incorporación pacífica, debo confesar con todo el candor de mi alma, que me quedaría un reparo, un sentimiento secreto por la pérdida de nuestra nacionalidad, de la nacionalidad cubana. Somos en Cuba algo más de 400 000 blancos. Nuestra Isla puede alimentar algunos millones de ellos. Reunidos a Norteamérica, la emigración de éste a Cuba sería muy abundante, y dentro de pocos años, los yankees serían más numerosos que nosotros, y en último resultado no habría reunión o anexión sino absorción de Cuba por los Estados Unidos. Verdad es que la isla siempre existiría; pero yo quiero que Cuba sea para los cubanos y no para una raza extranjera.
Nunca olvidemos que la raza anglo-sajona difiere mucho de la nuestra por su origen, lengua, religión, usos y costumbres, y que desde que se sienta con fuerza a balancear el número de cubanos, aspirará a la dirección política y general de todos los asuntos de Cuba; y la conseguirá no sólo por su fuerza numérica, sino porque se considerará como nuestra tutora o protectora, estando mucho más adelantada que nosotros en materia de gobierno, ciencias y artes. La conseguirá, repito; pero sin hacernos ninguna violencia, antes bien, usando de los mismos derechos que nosotros.
Ellos se presentarán ante las urnas electorales, nosotros también nos presentaremos: los norteamericanos votarán por los suyos, y nosotros por los nuestros; pero como ellos estarán ya en mayoría, los cubanos se verán excluidos, según la misma ley, de todos o casi todos los empleos y públicos destinos: y dolorosa situación es por cierto que los hijos, los verdaderos amos del país, se vean postergados en su propia tierra por una raza advenediza. Yo he visto esto en otras partes, y sé que en mi patria también lo vería. Muchos tacharán estas ideas de exageradas y aun las tendrán por delirio. Bien, podrán ser cuanto se quiera; pero yo desearía que Cuba no sólo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese también Cuba cubana y no anglo-sajona. La idea de la inmortalidad es sublime, porque prolonga la existencia de los individuos más allá del sepulcro, y la nacionalidad es la inmortalidad de los pueblos y el origen más puro del patriotismo. ¡Ah! Si Cuba tuviese hoy dos o más millones de blancos, ¡con cuánto gusto no la vería yo pasar a los brazos de nuestros vecinos! Entonces, por grande que fuese la inmigración de los norteamericanos, nosotros nos los absorberíamos a ellos, y creciendo y prosperando con asombro de los pueblos, Cuba sería siempre cubana.
A pesar de todo, si por uno de los más extraordinarios acontecimientos, la reunión pacífica de que he hablado, pudiese realizarse hoy, yo ahogaría mis sentimientos dentro del pecho y votaría por la anexión.
El otro modo de incorporación podrá ser por la fuerza. ¿Pero es asequible? Tenemos en Cuba 700 000 negros. Los blancos somos criollos y españoles; y aunque aquéllos son más numerosos, éstos son más fuertes; porque casi todos son hombres en estado de tomar las armas, tienen el poder, el ejército, la marina, la posesión de todos los puntos fortificados de la Isla, y las ventajas que da un gobierno organizado. Quiero conceder lo que no es, quiero conceder que todos los criollos desean y estén pronto a pelear por la anexión, ¿sucederá lo mismo respecto de los españoles? Habrá quizás un cortísimo número entre los ricos, que creyendo en el gran aumento que tendrán sus bienes con la anexión, pensarán como los criollos; pero de seguro que la inmensa mayoría no la quiere, porque de amos del país que son hoy, no pasarán gustosos a la dominación de un pueblo extranjero. En este estado, ¿cómo se llegará a la incorporación forzada? ¿Quién inicia el movimiento? ¿Los norte-americanos, o nosotros? Si los norte-americanos, con sólo el hecho de invadir a Cuba, ya declaran la guerra a España. Si nosotros, y no contamos más que con nuestros propios recursos, es el mayor desatino que se puede cometer, pues no lograríamos nuestro intento, y aun cuando lo lográsemos, esto probaría que habiéndonos bastado a nosotros mismos para sacudir el yugo español, que es entre nosotros la empresa más difícil, deberíamos constituirnos en pueblo independiente, sin agregarnos a nadie después de la victoria. ¿Contamos con los auxilios del Norte-América? Estos auxilios, para que sean eficaces, deben ser francos, públicos; en una palabra, tirar el guante por nosotros y pelear con todo el mundo. Resulta, pues, que ora el movimiento sea iniciado por los Estados Unidos, ora por nosotros con su auxilio franco y declarado, la guerra con España es inevitable, y esta guerra va a tener a Cuba por teatro. ¿Pero hay hombre que conociendo nuestra situación, no prevea que esa guerra, aun cuando sólo durase poco tiempo, puede ser la ruina de Cuba para los cubanos? ¿Está tan destituido de recursos el gobierno de Cuba, que no pueda hacer frente por algún tiempo a un ejército invasor? ¿No llamaría, si se sintiese débil, no llamaría a su apoyo a los negros, armándolos y dándoles la libertad? Y llegado este caso tremendo, dónde está la ventura de los cubanos que piensan encontrar su dicha uniéndose al pabellón americano? ¿No habría alguna nación poderosa que solapada o abiertamente sostuviese a España en la lucha? ¿No le daría Inglaterra recursos y soldados, pero soldados negros que simpatizarían de todo corazón con los nuestros? Inglaterra tendría en Cuba un partido poderoso a su favor. Contaría con los españoles, porque defendería los intereses de su metrópoli; y con los negros, porque éstos saben que ella les da libertad, mientras los Estados Unidos tienen a los suyos en dura esclavitud. ¡No, Gaspar, no, por Dios! Apartemos del pensamiento ideas tan destructoras. No seamos el juguete desgraciado de hombres que con sacrificio nuestro quisieran apoderarse de nuestra tierra, no para nuestra felicidad, sino para su provecho. Ni guerra, ni conspiraciones de ningún género en cuba. En nuestra crítica situación, lo uno o lo otro es la desolación de la patria. Suframos con heroica resignación el azote de España; pero sufrámoslo, procurando legar a nuestros hijos, si no un país de libertad, al menos tranquilo y de porvenir. Tratemos con todas nuestras fuerzas de extirpar el infame contrabando de negros; disminuyamos sin violencia ni injusticia el número de éstos; hagamos lo posible por fomentar la población blanca; derramemos las luces; construyamos muchas vías de comunicación; hagamos en fin, todo lo que tú has hecho, dando tan glorioso ejemplo a nuestros compatriotas, y Cuba nuestra Cuba adorada, será Cuba algún día. Éstos son mis ardientes votos y estos deben ser los tuyos y los de todos nuestros amigos.
Tuyo
Saco
Tomado de José Antonio Saco: Obras. Ensayo introductorio, compilación y notas de Eduardo Torres-Cuevas. Biblioteca de Clásicos Cubanos. La Habana, Imagen Contemporánea, 2001, Vol.V, pp.252-256.
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Página del libro Jose Antonio Saco y sus ideas cubanas, de la autoría de Fernándo Ortiz, donde se muestra una esclarecedora valoración de Manuel Márquez-Sterling sobre el anexionismo cubano y sus partidarios..
Un anexionista poco conocido:
A mi Señor Néstor Ponce de León:
Viene a decirme Capriles
¡Bien y con mucha razón
Miente como un zascandil
Pero enfrente del tirano
En la Patria de mi amor
Quisiera, en el juego franco
Y cuando todas las manos
Algo en el alma decide,
¿Quién con injurias convence?
Si es en uno el honor, los modos
Su Martí, N.Y. 21 de octubre de 1889
Etiquetas: anexionismo, anexionista, colonia, colonial, cuba, cubana, Debate, El Lugareño, época, Gaspar Betancourt, gradual, José Antonio Saco, José Martí, Reformismo, sociedad, transición
1 Comments:
Lo felicito Sr. Dimas Castellanos......brillante escrito sobre una Gloria de Cuba....Jose
Antonio Saco........que ocupa altos puestos en nuestra Historia......genial pensador a la
altura de Jose Marti, Felix Varela, Jose de la Luz y Caballero y aquella pleyade de tan
ilustres Cubanos que tanto prestigio dieron a nuestra Isla.
HONOR A QUIEN HONOR MERECE.
Angel L. Riguero Sr.
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