lunes, febrero 05, 2024

Javier Prada: Patria sin justicia: ¿una alternativa aceptable?. Patria sin justicia: ¿una alternativa aceptable? Pedro Corzo: Perdón y Justicia

 Tomado de https://www.cubanet.org/

Patria sin justicia: ¿una alternativa aceptable?

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Me pregunto si los cubanos, que hemos sufrido tanto, tendremos estómago y corazón para renunciar a la justicia después de haber perdido hasta la dignidad

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Por Javier Prada

31 de enero, 2024

LA HABANA, Cuba. – Dice el refrán que a grandes males, grandes remedios. Tal vez bajo esta premisa, y en un momento tan desesperado como el que estamos viviendo, ha surgido la idea, planteada más bien desde un punto de vista hipotético, de comprarle el país al régimen neocastrista para, de una buena vez, sacudirnos de encima esa lacra.

Los compradores serían los más de dos millones de cubanos que conforman nuestra sufrida diáspora, quienes tendrían la difícil tarea de levantar la economía prácticamente desde cero. A cambio, la recua de delincuentes que ha desbaratado el país obtendría miles de millones de dólares y la garantía de poder salir ilesos de la Isla.

Considerando que el pueblo cubano se niega a tomar las calles ―por el motivo que sea― para sacar a esta gentuza del poder, y que la gentuza no desea sacar el país adelante ni abriga la intención de permitir elecciones libres, buscar una negociación para darles lo que más les gusta ―dinero― y lo que más necesitan ―luz verde para huir a gastarlo en cualquier cubil que les abra las puertas― no suena del todo descabellado.

Si, además, se toma en cuenta que la emigración cubana lleva años pagando hasta los pampers que usa Raúl Castro, la proposición luce razonable. Según explica la articulista Rafaela Cruz en un interesante texto publicado en Diario de Cuba, bastaría con que la diáspora quisiera representar a la nación y eligiera un comité de personas facultadas para negociar con el régimen. Luego se conformaría un fondo a partir de donaciones, aportes de organismos internacionales y de la compra de acciones sobre la riqueza del país que pueda ser privatizada una vez logrado el cambio a la democracia.

Dejando a un lado los entresijos del proyecto y suponiendo que la emigración se ponga de acuerdo para hacerlo viable, me pregunto si sería posible abrazar el nuevo comienzo sabiendo que quienes hicieron tanto daño andan por este mundo con impunidad, los bolsillos llenos, cero remordimientos y ni sombra de miedo, viviendo en una celebración perenne.

Me pregunto si los cubanos, que hemos sufrido tanto, tendremos estómago y corazón para renunciar a la justicia después de haber perdido hasta la dignidad. Sería el colmo permitir que esta gente se vaya sin haber pagado por sus delitos. A estas alturas resulta bastante improbable que Raúl Castro, Ramiro Valdés y demás viejitos cabrones comparezcan ante un tribunal. No estarán vivos para cuando llegue el ajuste de cuentas; pero sí lo estarán sus hijos y nietos, jueces, fiscales, altos oficiales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, los diputados del Parlamento ―tan inútiles como cómplices―, periodistas cuyo servilismo ha contribuido a lavar la imagen del tirano y miles de cuadros que han servido de brazo largo a la represión al frente de instituciones culturales, centros educacionales y de salud.

¿Cuánta de esa gente escapará a la justicia gracias a la venta del país salvoconducto mediante? A menudo me pregunto si los cubanos están conscientes de la cantidad de muertos que ha provocado este gobierno con su incapacidad y crueldad. Todavía son demasiados los que creen que una dictadura es una maquinaria salvaje que va lanzando cadáveres al medio de la calle, a la vista de todos; pero hay dictaduras que matan de forma subrepticia y encima culpan de sus crímenes a factores externos.

¿Quiénes creen los cubanos que son responsables por los muertos durante la pandemia y los que ahora mismo están muriendo en los hospitales porque no hay medicinas, recursos ni personal sanitario? ¿Quiénes responderán por la aplicación de medidas económicas que han empobrecido a un país entero, obligando a sus hijos a emigrar en masa? ¿Quiénes, con sus decisiones, han aumentado exponencialmente el número de personas que pasan hambre, viven de la basura, enloquecen y/o se suicidan ante la imposibilidad de superar una situación en la que apenas sobreviven los que reciben divisas desde el exterior?

Las madres que perdieron a sus bebés por “violaciones en los protocolos de higiene” en el Hospital Gineco-Obstétrico “Hijas de Galicia”, los familiares de los pacientes psiquiátricos que murieron de hambre y bronconeumonía en un hospital de Holguín, los padres que han esperado sin éxito a que la “potencia médica” salve a sus hijos necesitados de trasplantes o intervenciones quirúrgicas complejas, ¿van a permitir que José Ángel Portal Miranda ―actual Ministro de Salud― y sus predecesores abandonen Cuba sin pasar por el banquillo de los acusados, dejando atrás la responsabilidad por tantas muertes y tanto dolor?

Me pregunto si ese es el pueblo que somos y si podremos vivir sabiendo que mientras lamentamos nuestros muertos, sus asesinos directos o indirectos brindan por lo bien que les salió la jugada gracias a nuestra cobardía. Me pregunto si los exiliados los dejarán vivir en paz donde logren instalarse, si aceptarán sus justificaciones al estilo de “imagínate, yo solo cumplía órdenes, tenía que proteger a mi familia”, y lindezas semejantes.

Comprar Cuba, bienvenido sea. Pero dejar escapar a esta gente, saber que Díaz-Canel y su repugnante esposa, Mariela Castro, Manuel Marrero, Alejandro Gil, Ulises Guilarte, Remigio Ferro y otras alimañas que han echado barriga y papada a costa del sufrimiento de 11 millones, viven tranquilamente lejos de la angustia que sembraron, habla tan mal de nosotros que sería mejor desaparecer de la faz de la tierra.

Patria sin justicia no debería ser una alternativa aceptable. Aunque las condiciones objetivas sugieren que el pueblo cubano está demasiado cansado para expulsar del poder y ajusticiar a la claque gobernante, quiero pensar que sí podría ocurrir, y que si algunos logran escapar los emigrados les darán caza, obligándolos a gastar en seguridad hasta el último centavo de esos millones mal habidos.

Quiero pensar que no tendrán paz, que vivirán con el temor a que un día irrumpan en sus casas para arrestarlos y devolverlos a Cuba, donde enfrentarán la justicia y conocerán las cárceles inmundas a las cuales han enviado, sin que les tiemble la mano ni la conciencia, a tantos inocentes.

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Nota del Blogguista de Baracutey Cubano 

Pedir perdón por las culpas cometidas es espiritualmente beneficioso y hasta necesario para las personas que las cometió y para el futuro de la Patria. Ahora bien, se debe pedir perdón de las maneras, en los lugares y las situaciones más beneficiosas para la Patria. Una vulgar concentración y un mea culpa a coro en la Plaza Cívica sería la forma más facilista, hipócrita y ridícula que se me ocurre; además, no sería justo que ese coro estuviera nada más compuesto por militares. Muchos millones de cubanos ( unos con armas, otros con la pluma, otros levantando la mano, otros con elsilencio, otros marchando, etc.. ) hemos contribuido a sostener esa tiranía durante 65 años de esos millones hay muchos regados por innumerables países y ciudades y donde más hay, y desde épocas muy tempranas, es en Miami.

Nuestra culpa mayor como pueblo ha sido el pecado de omisión. Nos cruzamos de brazos cuando miles de cubanos se sacrificaban salvando el decoro de todos.

Por otra parte, en la nueva República todos tendremos el derecho, y el deber, de hablar; bastante hemos callado o dicho lo que no queríamos decir.

La Justicia no puede dejar de estar presente en el futuro cubano, pero Justicia no es venganza. Todos los crímenes, quien sea la persona que lo haya cometido e independientemente de su posición política en el momento de cometerlo, deben ser juzgados y condenados si aún no se ha pagado por dicho crimen. Tampoco deseo una Justicia de ¨ojo por ojo y diente por diente ¨; deseo una Justicia con Misericordia, que no quiere decir que sea exenta de condena.

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Tomado de http://www.martinoticias.com 

de http://baracuteycubano.blogspot.com

Perdón y Justicia

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Todo conflicto, individual o social, genera víctimas y victimarios, abusos y hasta crímenes, por eso es válido preguntarse, ¿es posible el perdón, pueden sinceramente la víctima y el abusador tolerarse, construir un futuro juntos?

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Por Pedro Corzo

Diciembre 12, 2013

Los regímenes depredadores generan víctimas y victimarios. El odio se vuelve un oficio y el miedo una enfermedad de la que no se escapan ni los mismos abusadores.

Vivir en una sociedad donde odiar y temer es parte fundamental de la existencia, traumatiza a los ciudadanos. Superar esa realidad cuando concluye la opresión, demanda mucha tolerancia y capacidad de comprensión, aunque la víctima nunca pueda perdonar a su victimario.

No obstante la mayoría de las personas considera sabio y prudente ser indulgente. Valoran más una relación armónica y  un concilio de voluntades, que una acción de venganza,  porque consideran que odiar y actuar en consecuencia, menoscaba su dignidad.

El perdón, es la consecuencia de la ruptura de los acuerdos de convivencia asumidos previamente.  Es la búsqueda de un nuevo concilio. Es aceptar la igualdad ante la ley y el compromiso  de acatar las reglas que rigen la comunidad. La aprobación de un compromiso de mutuo respeto,  tolerancia y también de colaboración.

Todo conflicto, individual o social, genera víctimas y victimarios, abusos y hasta crímenes, por eso es válido preguntarse, ¿es posible el perdón, pueden sinceramente la víctima y el abusador tolerarse, construir un futuro juntos?

¿La víctima tendrá capacidad de perdón? Y en el victimario se habrá extinguido su inclinación al abuso, a despreciar a los derechos del prójimo.

La víctima no responde a un patrón físico ni moral pero sí de conducta. Víctima puede ser cualquiera. Los derechos y la existencia misma de la víctima pueden ser anulados o extinguidos, pero la víctima puede ser un vencedor moral, a pesar de los vejámenes que sufra, si enfrenta con dignidad la injusticia e intenta restaurar su derecho.

El victimario puede ser un inadaptado social. En esos casos sus crímenes por brutales que sean, afectarán a una persona o a un sector de la comunidad,  pero cuando el victimario es consecuencia de un sistema político que le otorga inmunidad como ocurre en Cuba, su maldad se extiende a toda la comunidad.

El torturador debe aceptar sus crímenes. El sectario admitir que persiguió, acosó y discriminó a los que no pensaban y actuaban como él.

El victimario debe tener conciencia que sus crímenes estaban más allá de la idea que decía defender. Admitir sus excesos puede ser una garantía de que en el futuro no incurra en pasados abusos,  aunque las circunstancias para cometerlos le fueran nuevamente favorables.

El perdón a un victimario es una decisión personal. No puede decretarse ni imponerse. El perdón trasciende los conceptos de victoria o derrota, pero la acción de absolver aunque implica renunciar a la venganza, no significa faltar a la justicia.

La absolución transita por una avenencia ético-moral, un sincero acto de contrición en el que pueda fundamentarse la nueva sociedad, ya que las víctimas y victimarios harían dejación de sus rencores los primeros, y de sus crueldades y odios,  los últimos.

La reconciliación no puede provenir solo de la víctima. No es un deseo unilateral del que fue sacrificado y que de nuevo, en virtud de su conciencia cívica, controla sus pasiones y prefiere la aplicación de la justicia.

Una sociedad que no sancione el crimen se encuentra cimentada en la arbitrariedad y por lo tanto propensa a nuevas crisis sociales o políticas.

La condescendencia no exime de responsabilidad legal al criminal. La absolución no implica impunidad. El crimen no puede ser premiado con el olvido del mismo.Debe existir una sanción legal o moral que advierta a los potenciales violadores que el crimen no paga.

Sin embargo hay quienes defienden los conceptos de “Borrón y Cuenta Nueva”. Creen que se hace suficiente justicia con la aceptación de la culpa. Consideran que la mejor opción para la sociedad es dejar saldados todos los débitos para evitar cacerías humanas que puedan provocar la aparición de nuevo violadores,  de otros individuos que en un supuesto afán de justicia,  cometan nuevas arbitrariedades.

Por otra parte hay quienes consideran que el perdón debe anteceder a la Justicia, porque no se puede juzgar a ninguna persona, a la vez que se le odia. Entienden el perdón como una decisión de profunda religiosidad, un acto de contrición en el que se aprecian los propios errores y los del prójimo.

Arribar a lo que se puede definir como la justa justicia demanda que comulguen las realidades de las víctimas y de sus victimarios,  junto a la sanción legal y moral que demanden los crímenes, solo así se pueden establecer los fundamentos para crear una sociedad en que los derechos y deberes ciudadanos,  sean asumidos con plena responsabilidad.

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