LOS ÉXITOS DE LA REVOLUCION CUBANA: PROPAGANDA Y DEMAGOGIA
( Tomado de: http://www.cubademocraciayvida.org/web/article.asp?artID=1534 )
Uno de los parámetros que son usados por la ONU para medir el grado de desarrollo y consolidación de cualquier sociedad es tanto el vigor de los servicios públicos como que el alcance de éstos sea extensivo a toda la población. Así, uno de las primeras cuestiones a las que debería atender cualquier gobernante sería el cabal funcionamiento de aquellos asuntos que contribuyen a elevar el nivel de bienestar de sus gobernados. La dictadura castrista alardea en cuanto foro internacional es convocado al efecto de tener uno de los sistemas sanitarios y educativos más eficientes y perfectos del orbe, muestra del éxito de la revolución.
Sin embargo, es necesario detenerse un tanto en estas cuestiones para comprobar en que medida la realidad se ajusta a la propaganda. La propaganda y la demagogia han envuelto la realidad cubana en un sueño de caduca utopía para los que no deben sufrir el cotidiano transcurrir de los días en una isla maltratada y arruinada y en una pesadilla dantesca de la que es prácticamente imposible escapar para los que nacieron en ella. Propaganda y demagogia que se yerguen como una coraza medievalista entre el pecho y la espalda de un pueblo arto de sufrir.
La educación, las carreteras, la agricultura o los servicios son sectores de enorme interés pero la sanidad o la justicia constituyen cuestiones de vida o muerte. Vida o muerte individual y vida o muerte democrática. En cuanto a la justicia, ¿qué decir de un país que mantiene entre rejas a más de trescientos presos de conciencia, que utiliza a los ciudadanos para convertirse en represores de otros ciudadanos, en una espiral de odio y enfrentamiento, en artífices de escandalosos actos de repudio donde la violencia física y verbal son armas legalizadas y justificadas, donde se prohíbe la expresión crítica de cualquier opinión, donde el derecho de asociación es perseguido? ¿Qué puede pensarse de un país como Cuba donde el sistema judicial carece de independencia del poder político? Ya en 1789, una de las primeras y más altas conquistas del nuevo orden social que estaba creándose fue el establecimiento de la independencia del poder legislativo, ejecutivo y judicial como único garante de unos derechos político-sociales que estaban rompiendo la sociedad del Antiguo Régimen. En Cuba dicha independencia es una falacia más, nunca reconocida por la dictadura castrista. Castro acumula bajo su persona todo el poder, como un viejo reyezuelo absolutista dueño de haciendas y vidas. Muerte democrática, pues, para todos los que no rinden pleitesía al dueño absoluto de Cuba.
La vieja consigna de Castro de “Patria o muerte” se ha convertido en un triste grito de guerra contra el propio pueblo cubano. En cuarenta y siete años de dictadura, la patria es hoy un reducto feudal para los que detentan el poder y de la que han quedado excluidos los que no repiten automáticamente las consignas dictadas por el gobernante; la muerte se ha instaurado en la epidermis del cubano que debe sobrevivir a base de una precaria alimentación basada en ingentes cantidades de arroz y frijoles y de una falta de asistencia médica, farmacéutica, hospitalaria, que niega la existencia de enfermedades como el sida, la epilepsia o el síndrome de down. Muerte lenta por desnutrición, por falta de higiene, por insalubridad... o más rápida por la inexistencia de los mínimos requisitos sanitarios y hospitalarios que aseguren la curación de cualquier tipo de enfermo, como ha denunciado recientemente la doctora Sandra Domínguez.
Hospitales insalubres, donde los mosquitos, las cucarachas y otros especimenes pasean cómodamente entre salas desconchadas, húmedas y agrietadas que conviven entre basuras amontonadas, camas rotas, ventanas desvencijadas, cuartos de baño sin grifos o sin agua potable, hacinamiento, salas de urgencias que son pasos que comunican unas calles con otras y por las que cualquiera puede transitar, material quirúrgico insuficiente, ruinoso en ocasiones y en otras abandonados en cualquier rincón. Falta de antibióticos de amplio espectro, de analgésicos. Abrumadora escasez de sangre para transfusiones. Ambulancias que son carros tirados por caballos. Alimentación desequilibrada, insuficiente tanto para enfermos como para el personal sanitario. Desnutrición. Farmacias abundantes en telas de araña y parcas en medicamentos. Y, entre tanto, cientos de miles de médicos y medicinas son enviadas a Venezuela como parte del programa de colaboración entre Hugo Chaves y Fidel Castro. Es la revolución bolivariana.
Diariamente, el cubano debe asistir impasible a la exaltación de las conquistas revolucionarias en materias como la educación o la sanidad mientras contrasta resignada y estoicamente la realidad incontrovertible. Porque dudar de la exquisitez de tales conquistas será propaganda imperialista, campañas contrarrevolucionarias diseñadas por la CIA y extendidas por los “gusanos” al servicio de la contrarrevolución. Y, en consecuencia, aquellos que entran en tal categoría hostigados, perseguidos, víctimas de actos de repudio, agredidos por las turbas o encarcelados. Actualmente, seis médicos están entre rejas por intentar defender derechos humanos o pretender ejercer su profesión con la dignidad que exige el servicio a los demás.
El Dr. Dersi Ferrer, el Dr.Tomás Fuentes, el Dr. Domingo Lezcano, la Dra. Sandra Domínguez, la Dra. Florencia Cruz, el Dr. Arturo Pedro, la Dra. Elcine Guillot, el Dr. Richard Acosta, el Dr. Sergio Ríos, el Dr. Orestes Campos... son médicos cubanos perseguidos, amenazados, víctimas de actos de repudio, citados por la Seguridad del Estado, asaltadas sus casas, requisadas sus pertenencias entre las que pueden encontrarse documentos, medicinas, ordenadores... elementos inocentes y consustanciales a su profesión que sólo en los parámetros de una dictadura como la castrista pueden ser considerados peligrosos y armas de desestabilización de los ideales revolucionarios.
El delito cometido por este equipo de médicos es el de trabajar de manera autónoma, independiente del Estado, tratando como sostiene Dersi Ferrer de identificar los principales problemas imperantes en el sistema sanitario, señalar posibles soluciones, desarrollar acciones que atenúen carencias y limitaciones del propio sistema, ofrecer atención gratuita a personas necesitadas, visitar comunidades con un alto nivel de pobreza y abandono, regalar medicinas, ropas, juguetes, exigir al gobierno la realización de campañas informativas como primera medida preventiva ante epidemias y enfermedades... delitos todos ellos, como puede apreciarse, dignos de castigo y reprobación.
La ONU sostiene como primordial tarea de los gobiernos en su lucha contra las pandemias la elaboración de campañas de prevención que posibiliten el cambio de comportamientos de la población frente a la enfermedad. El gobierno cubano castiga a los profesionales que reclaman dichas campañas. El síndrome VIH/SIDA es tratado como inexistente en Cuba. Pero sus víctimas son excluidos sociales, no son respetados sus derechos a la confidencialidad de sus datos, apenas son atendidas ni médica ni social ni farmacéuticamente, son víctimas de discriminación en sus empleos, reciben una pésima alimentación, son marginados, recluidos en sanatorios. Mientras tanto, miles de médicos salen de Cuba como pago a las deudas de Castro.
¿Qué pretexto arguye el gobierno para mantener tal estado de cosas? ¿el bloqueo imperialista? ¿Problemas de presupuesto? Si el problema consiste en la falta de presupuesto, la conclusión es, por homotecia, una absoluta falta de democracia, una absoluta ausencia de derechos humanos que no por más repetido deja de ser menos realidad. ¿O es acaso un absoluto desinterés y desprecio por el pueblo gobernado? ¿Podría sostenerse cualquier gobernante actual, en cualquier país democrático del mundo, con una política sanitaria como la ejercida en esta isla? ¿No estaremos hablando, una vez más, de justicia? ¿La solución es perseguir, acosar al profesional que pretende ejercer con la dignidad inherente a su profesión y en la obligación contraída con el juramento de Hipócrates, su tarea de servicio a la comunidad? ¿Qué decir de los gobernantes que muestran de esta manera su desprecio al pueblo al que deben servir? ¿No quieren encontrar soluciones, no les importa, se les olvida, tienen otras cosas que hacer? ¿Y qué decir de todos aquellos que fuera de las fronteras cubanas siguen justificando, alabando el sistema dictatorial castrista, siguen sin querer enterarse, negando la evidencia y siendo cómplices de la agonía, de la muerte instaurada en el alma y los cuerpos del pueblo cubano? ¿Cuántas voces se alzan entre los demócratas del mundo ante situaciones semejantes ocurridas en otros lugares del planeta? ¿Por qué en Cuba no?
Si los éxitos de la revolución cubana pueden medirse por los logrados en estas dos parcelas, la sanidad y la justicia, el balance de la misma queda sobradamente demostrado, no necesita otros espejos. El azogue no está empañado. Muy pronto la ciudadanía juzgará adecuada, justamente, directamente, a los responsables. Y por fin la contemporaneidad se instaurará en Cuba.
Luz Madroño
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