viernes, diciembre 09, 2005

BERTA ANTUNEZ PERNET Y CINDY SHEEHAM

Berta y Cindy
Desde Cuba por Luis Cino
LA HABANA, Cuba - Jueves 8 de diciembre 2005 (CUBANET) - En noviembre, las noches suelen ser muy frías en Camaguey. Lo son más cuando se pasan en un duro banco de un parque.
Con la obstinación de una penitente y el valor de los que tienen razón, Berta Antúnez pasó dos días con sus noches, acompañada por su cuñada, en un parque camagüeyano. Esperaba una respuesta de los que mantienen en prisión a su hermano.
Jorge Luis García "Antúnez" estaba en huelga de hambre en la prisión Kilo 8. Exigía las condiciones mínimas de una reclusión digna. Su vida peligraba. Los carceleros permanecían indiferentes ante sus demandas.
Berta advirtió que iría de Placetas a Camagüey y que no se marcharía de allí hasta que le permitieran ver a su hermano y las autoridades accedieran a sus demandas. Berta Antúnez no acostumbra a hablar más de lo necesario. La policía política lo sabe.
Tuvieron que atenderla a regañadientes. No se movió hasta que le permitieron ver a Antúnez. Las amenazas, la fiebre y el frío no pudieron vencerla.
Cindy Sheeham es la madre de un joven soldado norteamericano muerto en Irak. Se ha convertido en la voz de los que se oponen a dicha guerra en Estados Unidos.
Los medios la siguen con avidez. Cuando acampa en las afueras de Crawford, el rancho en Texas del presidente Bush. Cuando protesta frente a la Casa Blanca. Recogen todas sus declaraciones, sin represalias, contra la guerra.
Ambas mujeres son símbolos vivientes. Cindy Sheeham, de los objetores de la guerra de Irak. Berta Antúnez, del presidio político cubano. Sólo que la atención que reciben por parte de los grandes medios informativos no es la misma.
La lucha de Berta Antúnez a favor, no sólo de su hermano y su tío, sino de los centenares de prisioneros de conciencia cubanos no atrae los titulares de la prensa internacional. Su enfrentamiento a la maquinaria represiva de un régimen totalitario no cuenta con cámaras, micrófonos ni grabadoras.
Recientemente, el mundo se conmocionó con la noticia de que varios talibanes prisioneros en la base naval de Guantánamo habían iniciado una huelga de hambre. Habían recurrido a ese recurso extremo desesperados por la ambigüedad del limbo legal en que se veían atrapados.
Casi simultáneamente, a varios kilómetros del otro lado de la cerca fronteriza, en la prisión provincial de Guantánamo, el periodista Víctor Rolando Arroyo también estaba en huelga de hambre.
Arroyo fue encarcelado en la primavera de 2003. Lo condenaron a 26 años de privación de libertad por ejercer su profesión al margen del control estatal.
Pocas personas en el mundo supieron que Arroyo y otros presos cubanos estaban en huelga de hambre en protesta por los tratos degradantes a que eran sometidos.
Tampoco saben que los prisioneros de conciencia Héctor Palacios, Ricardo González Alfonso, Normando Hernández, Omar Pernet, Jorge Luis García Paneque, Nelson Aguiar, Julio César Gálvez, Ángel Moya y Pedro Arguelles, en crítico estado de salud, continúan en pésimas condiciones de confinamiento y recibiendo insuficiente atención médica.
Un prisionero talibán en Guantánamo, luego de entrevistarse con su abogado, se cortó las venas y trató de ahorcarse. La noticia recorrió el mundo. Sin embargo, las frecuentes automutilaciones e intentos de suicidio en las cárceles cubanas no son recogidas por la prensa internacional.
Es como si el mundo, empeñado en que la dictadura siga siendo fotogénica, se negara a escuchar las denuncias que salen de las mazmorras cubanas.
También alguna vez creyeron que Solshenitzin exageraba sobre el GULAG soviético. Todavía hay quienes pretenden creer en la vocación democrática de los carniceros de Tiananmen.
El escándalo de Abu Grahib centró la atención en las prisiones norteamericanas. Incluso en las presuntas cárceles secretas de la CIA. Sólo se habla de ellas. Cual si no existiera nada peor. Son las únicas que parecen preocupar al mundo. Esta temporada es de buen gusto y políticamente correcto ser antinorteamericano.
Las dantescas cárceles cubanas sólo preocupan a las Damas de Blanco, al exilio, a Reporteros sin Fronteras, Amnistía Internacional y otros organismos de derechos humanos. De ellas no se ocupan en cumbres presidenciales ni congresos académicos. Siguen siendo un agujero negro en la sensibilidad del mundo.
En las cárceles cubanas, con la complicidad de la sordera mediática y la mala conciencia mundial, continúan las palizas, las autoagresiones, las celdas tapiadas y los castigos arbitrarios.
Asediada por la maquinaria represiva, sin cámaras, micrófonos ni grabadoras, Berta Antúnez sigue su lucha por su hermano y todos los demás prisioneros de conciencia cubanos. Aunque el mundo pretenda no oírla. Ella sabe que el tiempo y la razón están a su favor.