sábado, febrero 04, 2006

¿ BUENA FE ?

Tomado de Cuba Encuentro.com
México DF
¿Buena fe?
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Fe en las personas… Fe en el cambio ineludible de Cuba hacia la libertad, hacia la paz.
José Prats Sariol, Mexico DF
viernes 3 de febrero de 2006
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"No, chico, si estamos aquí para ayudarte", me dijo sonriente el entonces jefe de Personal y Cuadros del Ministerio de Cultura, que como los de su especie estaba más vinculado al Ministerio del Interior que a su madre.
"Hay que apoyarlos cuando abran los ojos", me comentó en 2001 en Miami un cubano tan ilustre como ecuménico, raro entre cierta abundancia de fanáticos.
( José Prats Sariol, a la derecha, junto al Obispo José Siro, durante la velada artística de esa noche por el IX Aniversario de la revista Vitral, a dos meses de la Primavera Negra del 2003. Al lado del Obispo Gisela Delgado y Blanca Reyes, Damas de Blanco) --->.
"…que brote de nuestros corazones una súplica unánime: ¡Paz!", pidió a finales de diciembre el Mensaje de Navidad de los obispos cubanos…
El tema de la buena fe —que lleva dentro a su contraria— imanta cuando sabemos que el peligro de una guerra civil no puede excluirse como solución a la miseria cubana, alentado por extremistas, en especial por los que detentan el poder y oprimen cualquier acción disidente.
¿Qué significa buena fe cuando por nuestra patria actuamos, opinamos? Y es que la reciente conmemoración —no aniversario— del año 47 de lo que se conoció como revolución cubana, también abre reflexiones éticas. Intentaré conjeturar, modular respuestas a un solo fenómeno: la sobrevivencia de lo estrambótico —"extravagante, irregular y sin orden"—, que por supuesto exige otras hipótesis desentrañadoras.
Pero antes me permito advertir contra los maniqueísmos de ambos lados, contra la relativa existencia de análisis exógenos o aldeanos, desiderativos o inmovilistas, siempre tendenciosos, de buena o mala fe.
Bastantes caricaturas y vergüenzas tenemos acumuladas en el último medio siglo para seguir tragando juicios turbios desde el Palacio de la Exrevolución, que pretenden calafatear un barco de ideas hundidas por sí mismas, por la empecinada realidad cotidiana; o desde el Departamento de Estado en Washington, que lanzan una cortina dadivosa sobre sus viejos colmillos de 1898…

Juicios impracticables lanzados desde un cenáculo de ancianos en la Casa del Combatiente del Municipio Playa, que sueñan con el retorno a ideales podridos por el afán de poder de un solo hombre; o difundidos desde una valiente reunión de opositores en las afueras de La Habana, que minimizan intereses creados, acechos foráneos, picaresca tropical… Juicios, en fin, desde cabezas trocadas, lectoras de la deliciosa novela corta de Thomas Mann.
A favor del 'socialismo real'
¿Quiénes de los que aún se declaran adictos a la autocracia operan de buena fe? ¿Cuáles estratos pueden distinguirse? ¿Dónde aparecen los trastornos y rarezas que se sumergen en la mala fe? ¿Ocurre lo mismo dentro de los que nos oponemos a la dictadura? ¿Qué diferencias esenciales, más tajantes que una navaja sevillana, nos separan de ellos?
Recordemos que buena fe es honradez y honestidad, principios morales que comienzan por huir de la hipocresía y del oportunismo, de las variadas formas de corrupción, de prostitución. Pero buena fe es una meta, y que lance la primera piedra quien no haya cometido alguna vez en alguna situación algún pecado contra ella. Además de que actuar desde la honradez no garantiza —lamentable e irremediablemente— tener razón.
¿Quiénes actúan de buena fe a favor del "socialismo real" —el único que ha existido— que ha exterminado hasta las guaraperas? Es obvio que hay un sector de la población —sobre todo de la tercera edad— que defiende los cascajos benéficos del acceso gratuito a la educación y a los servicios médicos, el "igualitarismo" de los años sesenta y la "independencia", mientras le achacan al "imperialismo yanqui" y su "bloqueo" (el absurdo embargo) el desmerengamiento del país y sus ásperos efectos en la olla y en la guagua, en el techo y en los calzoncillos.
Por supuesto que desde hace varios lustros es una minoría, pero acostumbrada a que decidan por ella, a creerse representada en el Poder Popular y a suponer que la Constitución es la mejor de América Latina, que viven en la más equitativa e higiénica sociedad posible para un país del "tercer mundo" y hasta del "primero" —según les repite incansablemente su cacique y sus medios masivos de comunicación absolutamente impermeables a la diversidad, dirigidos y actuados por amanuenses que harían la envidia de la corte de Luis XIV—.
No hay duda —son ya 47 años de uniformidad— de cuánto se ignora allá dentro de las condiciones actuales en el planeta, de los avances en derechos humanos y progresos contra la miseria y la corrupción. Les han hecho creer que la historia de Cuba puede retroceder a 1958. No saben lo que ha ocurrido y ocurre en el mundo, por lo que no hay tautología cuando se habla de "la isla aislada".
Sólo reciben noticias de terrorismos, robos, drogas, violencias, ilegalidades…, mientras las internas siempre son ilusiones, expectativas luminosas, porque ahora sí "vamos a construir el socialismo energético".

A mi suegra —ya fallecida— le decían que los sacrificios eran para que mi esposa —una niña en los sesenta— disfrutara del paraíso, en la otra esquina —como en la irónica novela de Vargas Llosa—.
Hoy siguen embaucando desde los libros de texto y las clases televisadas, bajo la misma posposición eterna. Suponer que ya no engañan a nadie sería ingenuo. Suponer que no hay gente que por naturaleza le teme al cambio sería de una candidez ridícula. Suponer que no habrá nostálgicos sería simplón, baste leer las noticias de Rusia en el natalicio de Stalin y hasta las españolas de los melancólicos de Franco.
'Fanáticos' de mala fe
El resto de los "fanáticos" actúa de mala fe. Incluyo desde luego a la mayoría de los miembros del Buró Político del Partido. Me dicen que uno de ellos —el ministro de Cultura— "se baña y guarda la ropa", deja migajitas en Venezuela, España y sobre todo en Alemania para no perderse en el regreso. Otro de los "puros" —presidente de la Asamblea— las deja en Canadá. Un tronado inteligente paga de chivo expiatorio por los apagones, mientras quizás murmura contra su honestidad.
Los generales ni hablar, saben que de ellos nadie puede prescindir, y tienen su Corporación Gaviota para que el turismo los empape de verdes dólares no olivos, libras esterlinas de la pérfida Albión o euros de la decadente Europa…
La nomenclatura se agazapa, su única fe está en sí misma. Sus ideales son más pragmáticos que los de un feroz industrial del siglo XIX o de la actual China, con su atroz capitalismo de Estado. Verlos actuar sólo provoca menos asco que los mediocres voceros de la Mesa Redonda Informativa, ya instalados en el Libro Guinness de los Récords, tras alcanzar el Lamebotas de Oro, galardón que no se concedía en Cuba desde la época de Gerardo Machado.
Más abajo resulta pintoresco hallar entre ministros y primeros secretarios en provincias, gerentes y funcionarios intermedios, alguno que no piense y simule, aplauda y cavile acerca de lo que inevitablemente va a ocurrir. Más raro es encontrar un joven cuya "batalla de ideas" no pase por una shopping o una discoteca, a partir de una indiferencia política que se convierte en hipoteca para movilizarlos hacia cualquier proyecto de cambio. Los Trabajadores Sociales que hoy administran las 2.039 gasolineras ya están llenándole el tanque a los ecobios, mientras esperan que pase el huracán anticorrupción para ver cómo "inventan lo suyo".
Me avergüenza afirmar que mientras estamos dentro del país somos en algún grado cómplices, con honrosas y raras excepciones, bien identificables. Si algo no escasea es la mala fe cotidiana. Y es muy natural, porque lo antinatural es un matancero que acaba de casarse con una mexicana, que me comentaba la semana pasada, en La cabañita del Chef —restaurante poblano donde canta Héctor Téllez, que empezara en el legendario Cuarteto de Meme Solís—, que lo de él era no meterse en política para poder ir antes de un año a visitar a su familia, aspirar el salitre de la bahía, invitar a los amigos a unas cervezas Bucanero frente al teatro Sauto, y si le va bien por México pasarse unos días en el Meliá de Varadero, en donde hasta su matrimonio con extranjera no podía hospedarse.

'Familia en el Exterior'
Vuelvo a las preguntas: ¿Cómo anda la fe de los opositores? Y antes de contestar recuerdo el chiste: "No se preocupe, Comandante, que yo tengo fe? ¿En la revolución? No, no, efe e: Familia en el Exterior". Porque lo primero es distinguir entre los distintos estratos y oleadas del exilio, de una parte, y los que se encuentran en el insilio, empezando por los cerca de 500 presos de conciencia y quizás terminando en las decenas de miles de orientales indocumentados en La Habana…
No coqueteemos con la misma mentira que el Dr. Castro Goebbels comete cuando afirma la "unidad monolítica de los revolucionarios (sic) y su intachable conducta". José Martí decía en unos versos: "Hay seres de montaña, seres de valle // y seres de pantanos y lodazales".
Los opuestos a la dictadura, que constituimos la amplia mayoría, somos seres humanos, no entelequias, no sofismas, no una masa compacta y monótona. Si algo nos distingue de la demagogia populista es sabernos individualidades. Si a algo aspiramos es a un país realmente democrático, donde se respete lo diferente.
Dentro de nosotros, aunque por razones distintas y con muchísimas menos causas "ambientales", también hay gente que actúa de mala fe en su enfrentamiento al absolutismo. Son una exigua minoría, pero de ella se aprovecha la propaganda gubernamental para desprestigiar a la oposición, a los verdaderos revolucionarios cubanos del 2006. En Miami, en México, en Madrid o en cualquier rincón de Cuba, hay quienes ven en la lucha no un acto patriótico, sino una vía de notoriedad personal o de empleo lucrativo, de inversión para cuando se produzca el fin.
Aquí debe distinguirse —y admitirse como necesario— una heterogeneidad de puntos de vista, que también atañe a razones éticas, bajo el principio de que sería fatal —otra tuerca mohosa— pretender una unidad que vaya más allá de propiciar el tránsito a la democracia, con los defectos y tropiezos que le son inherentes a la especie humana. Vanidades, susceptibilidades, prejuicios y desconfianzas no pueden excluirse. Hay que bregar con ellos —y algunos más—, junto con el egoísmo que insulta este nuevo año, propiciado por una sociedad donde el miedo se lleva las primas y hasta las hermanas, donde la familia disgregada entristeció la celebración navideña.
¿Buena o mala fe? Quizás debamos quitarle los adjetivos, lo que no significa ignorarlos. Fe en las personas… Fe a pesar… Fe en el cambio ineludible de Cuba hacia la libertad, hacia la paz. ¿La paz? Esperemos que la transición tenga suficiente corazón e inteligencia para que sea en paz.