martes, mayo 09, 2006

CUBA, VIDA DE BARRACON

Tomado de El Nuevo Herald.com



Cuba, vida de barracón


MANUEL VAZQUEZ PORTAL

...selva de gente dolorida

Dante, Infierno, IV Canto

Se tiran de las crenchas las mujeres en las colas del mercado. Se gritan improperios los hombres en los camellos atestados. Se embisten como fieras los jóvenes en las fiestas públicas. Se prostituyen las muchachas y los muchachos. Se corrompen los funcionarios. Se pudre la moral. Y el gobierno encauza esa furibundez contra los opositores pacíficos. Sabe el gobierno de la irritabilidad, el recelo, el furor contenido que subyace en la población y lo manipula y lo conduce en el sentido equivocado, sin que la masa apenas lo comprenda. Muy ocupado anda el cubano en su afán de sobrevivir a una crisis económica, y por tanto política, que se prolonga indefinidamente. No tiene tiempo para pensar en el origen de sus desgracias. Entre la pobreza material que lo acorrala y la manipulación mediática a que lo somete el gobierno no percibe de dónde le llega la catástrofe.

Se agreden unos a otros como si el semejante fuera el causante de todos sus males. No tiene tiempo para meditar ni hallar las verdaderas causas de sus tantas penurias. El apremio y el hacinamiento en que se ven obligados a vivir no les permite descubrir las reales raíces de los agobios que padecen. Ven un enemigo en aquél que llegó primero a la cola de la panadería. Suponen un adversario en quien logró ascender antes al ómnibus. Declaran contrincante a quien se les adelanta en el uso del urinario público. Califican de oponente al que no puede, por carencias también, hacerles el favor de brindarles ayuda en sus precariedades.

Se desarrolla la ferocidad y la violencia. Por una nimiedad recurren al escándalo y la riña. La incomprensión recíproca los mantiene alertas y dispuestos a la pelea. Enceguecidos por la insolubilidad de sus más elementales necesidades, se atropellan olvidando todo rasgo de solidaridad humana. La bestialización se adueña de ellos sin que tengan conciencia de tal transformación. En un inusitado acto de licantropía se transfiguran en lobos de sí mismos.

La familia se arruina y se desmembra, picada por la viruela de una convivencia plagada de insatisfacciones domésticas que, amplificadas por las insatisfacciones sociales, convierten los hogares en fértiles emporios de intolerancia y catarsis peligrosas. Las organizaciones sociales, inoperantes en su mayoría, pletóricas de esquemas preconcebidos y abarrotadas de burócratas negligentes, maniatadas en su efectividad y excesivamente doctrinales y politizadas, se tornan verdaderas entidades nominales a las que nadie acude por falta de fe en ellas, por lo que el individuo se ve obligado, por sus medios propios, a agenciarse sin una orientación coherente y armónica en relación con el resto de la sociedad la solución de sus problemas individuales.

La comunicación padece de sordera, nadie escucha las razones ajenas. El lenguaje se fabrica de procacidades, algarabías e imposiciones. El más inocuo de los debates puede convertirse en escenario de puñetazos y cuchilladas. Nadie está dispuesto a ceder porque nada tiene que conservar, se saben desposeídos y desamparados. Los modelos de conducta se groserizan de manera aberrante. Se subvierten los valores con la misma vertiginosidad con que crece la pobreza. El sujeto laborioso, honrado, respetuoso de la moral y los buenos modales es suplantado por el avispado ladrón, el ladino proxeneta. Asciende a paradigmático el pragmático insensible, brutal, avasallador, que conquista sus fines sin tener en cuenta el daño que puede causar a los demás o a sí mismo. Por lo cual todos se disponen a no dejarse vencer en esa lucha digamos marginal, aunque se trate del mayor por ciento de la población, de todos contra todos, donde va implícita la sobrevivencia en unas circunstancias extremadamente hostiles.

Así el país deviene, en dimensiones nunca vistas, barracón, ghetto, círculo dantescodonde impera la ley de la marginalidad sin que el gobierno halle las soluciones que den al traste con la barbarie que genera la crisis en que se encuentra sumida la nación. Y los habitantes no descubren, mientras se flagelan y despedazan entre ellos, que es el propio gobierno el responsable de sus penurias y que si la lucha se hiciera indispensable sería en este sentido que debían encaminarla y no en el errado autoatropello que los conduce a la desunión y la autoeliminación. Si a ello se añade la indefensión que padece el ciudadano frente a un gobierno que no tiene que enfrentar instituciones estatales que regulen su ejercicio del poder, entonces, el individuo, mal educado en los derroteros democráticos, se torna depredador de sí mismo.

La causa no es el semejante que soporta iguales calamidades. El semejante actúa bajo los mismos efectos que provocan las verdaderas causas. Hay que buscar las causas fuera del barracón. No conviven los señores con los siervos y es de allí precisamente de donde emanan las auténticas razones que producen tal estado de enajenación, rabia, desespero y absurdo. Contra los señores, los siervos, no contra sí propios.