miércoles, julio 19, 2006

LA ISLA DE LA SENECTUD

Tomado de Cuba Encuentro.com


La Isla de la senectud


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Si el éxodo masivo ha sido una forma de 'votar con los pies', la crisis de la natalidad equivale a una 'huelga de vientres vacíos'.
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Julián B. Sorel ( seudónimo)
París

jueves 13 de julio de 2006 6:00:00



Hace unos días, la prensa oficialista empezó a analizar por primera vez el envejecimiento de la población de la Isla.


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En primer plano, una anciana en un solar de La Habana. (AP)


Durante largo tiempo el asunto había sido un tabú de máximo orden, en un país cuyo gobierno ha tratado siempre de proyectar una imagen nacional de dinamismo, entusiasmo y pueril unanimidad. Pero en mayo pasado, el periódico Juventud Rebelde le dedicó al tema un artículo publicado en dos partes, bajo un título que parece sacado de un culebrón venezolano de los años ochenta: "Vientre sin semilla".

En síntesis, el escrito de 17 folios viene a decir que las cubanas en edad fértil no paren lo bastante para que se mantenga el nivel de población actual (han pasado de 4 hijos por mujer en 1965 a 1,5 en la actualidad) y, en consecuencia, hay cada vez menos niños y más viejos.

En el periodo 1990-2000, cada nuevo día la Isla amaneció con 85 ancianos más y 227 jóvenes menos. De continuar esta tendencia, a la vuelta de una década Cuba tendría más jubilados que personas en edad laboral y hacia el año 2035 contaría con más de un millón de octogenarios.

El trabajo, firmado por cinco periodistas, tiene el mérito de enunciar el problema, aunque luego lo enreda en una espesa casuística de anécdotas, "testimonios" y comentarios que impiden al lector ir al meollo del asunto. Ni las causas reales ni las consecuencias mediatas figuran con claridad en el texto, que da vueltas y más vueltas en torno al asunto, con evidente preocupación de no caer en la incorrección ideológica.

Y es que la crisis demográfica cubana tiene una carga política demasiado peligrosa para cualquiera que se gane los chícharos escribiendo en las 'papelas' gubernamentales.

La versión oficial

A lo largo de casi medio siglo, la versión oficial de esta tendencia demográfica fue a la vez primaria y triunfalista: el descenso de la natalidad era prueba irrefutable de la modernización de la sociedad cubana y del desarrollo que el castrismo había aportado al país.

Si crecía la proporción de viejos y la pirámide demográfica se ensanchaba por arriba hasta adquirir el perfil de un trompo, era por dos razones: a) la expectativa de vida había aumentado gracias a los avances de la medicina socialista y b) nacían menos niños porque las mujeres, dueñas de su sexualidad y liberadas de la esclavitud doméstica, tenían actividades más interesantes a las que consagrar su tiempo y esfuerzo. Más o menos —afirmaban— lo mismo que había ocurrido en Francia o en Suecia, durante ese período.

Nadie pone en duda que los avances de la ciencia han contribuido a alargar la duración media de la vida humana —tanto en India como en Malawi o Guatemala—, ni que la función social de las mujeres ha cambiado —sobre todo en Occidente— y que esa mutación ha repercutido en las tasas de fecundidad.

Es casi una perogrullada afirmar que esas transformaciones habrían ocurrido también en Cuba, con castrismo o sin él. Otra cosa es querer apuntar esos logros científicos y esas tendencias colectivas en el haber del socialismo; son más bien las sociedades capitalistas de Europa y América del Norte las que han incubado el 99 por ciento de esos cambios.

El mundo soviético —cuando existía— y los restos del imperio que han sobrevivido —Cuba, Corea del Norte— se han limitado a copiar y tratar de aclimatar al contexto totalitario los frutos obtenidos por los países democráticos, desde la vacuna contra la polio hasta 1a píldora anticonceptiva y los ordenadores.

Pero el problema del rápido envejecimiento de la población, tal como se manifiesta actualmente en la Isla, tiene otros aspectos que no concurren en los países desarrollados y que es necesario airear aquí.

La otra versión

En el capítulo de las causas, cabe destacar la función que desempeñan la represión, el fracaso económico del régimen y las desesperantes condiciones en las que malvive la mayoría de los cubanos. La crisis insoluble de la vivienda, la escasez de agua y electricidad, las dificultades del transporte, la mala alimentación, la falta de ropa y zapatos, y, sobre todo, la convicción de que nada de eso va a mejorar en el futuro, constituyen otros tantos elementos disuasivos de la natalidad en la Isla.

El resultado es que las tasas de aborto y emigración de Cuba figuran entre las más altas del planeta —al igual que los índices de suicidios—. En esas condiciones, muchísimas mujeres jóvenes se niegan a tener hijos; otras aplazan la decisión en espera de marchar al exilio y tenerlos allí.

Si en estos años el éxodo de más de un millón de cubanos ha sido una forma de "votar con los pies" en contra de la dictadura, la crisis de la natalidad viene a ser el equivalente de una "huelga de vientres vacíos" contra un sistema donde el propio cuerpo es casi lo único que escapa —a ratos— al control del gobierno.

Respecto a las consecuencias, el asunto no puede ser más ominoso. El aumento exponencial del número de ancianos, unido a la disminución de la población activa, es un factor adicional de empobrecimiento para una sociedad que ya padece índices muy bajos de productividad y de creación de riqueza.

Por más que la propaganda oficial destaque las medidas de protección a la tercera edad dictadas por el gobierno, esos arbitrios no pasan de ser paliativos mínimos, en un país donde la jubilación promedio es de cinco o seis dólares mensuales y las condiciones de vida en que transcurre la vejez son aun peores —si cabe— que las de la juventud.

Porque a las restricciones económicas impuestas por el régimen, que ha impedido toda capitalización privada a quienes no son miembros de la nomenklatura, se añaden la quiebra de los valores familiares, la feroz insolidaridad que genera la actitud de "sálvese quien pueda" predominante hoy en la Isla y la imposibilidad práctica, para la mayoría de los viejos, de emprender a estas alturas el camino del exilio.

El aspecto más visible de esta situación son los miles de ancianos que mendigan o pasan el día tratando de vender cigarrillos o alguna otra fruslería en calles y parques de La Habana y otras ciudades. Un giro siniestro de los últimos años ha sido el reclutamiento de algunos de ellos para perpetrar actos de repudio contra los disidentes. Esta especie de 'Brigadas Seniles de Respuesta Rápida' ha demostrado particular ahínco en el cumplimiento de su innoble misión.
Un gigantesco asilo geriátrico

La grave situación demográfica —que es tan sólo un aspecto de la crisis general del país— subraya lo que ya parecía obvio: si el castrismo perdura algunos años más, Cuba se convertirá inexorablemente en eso que en los medios diplomáticos se denomina un basket case, o sea, una nación que sobrevive básicamente de las dádivas y la ayuda internacional.

Si los cubanos no consiguen sacudirse pronto el vetusto aparato estatal que el castrismo les ha impuesto y no logran transformar rápidamente la estructura económica y poblacional del país, la Isla llegará a ser un gigantesco asilo geriátrico cuyos internos serán cada vez más pobres y dependientes de la caridad ajena —ya sea el petróleo de Hugo Chávez, las remesas de los parientes de Miami o los envíos de las ONG humanitarias—.

En esa configuración, la espiral de emigración, envejecimiento y pobreza seguirá cerrándose y el país perderá definitivamente toda posibilidad de volver a ser algún día una nación libre y próspera.

Para entonces, el periódico Juventud Rebelde —si todavía existe— tal vez decida ponerse un nombre más acorde con la realidad nacional y pase a llamarse Vejez Obediente.