CUBA A LA EXPECTATIVA
Editorial de diariovasco.com
Cuba a la expectativa
Por vez primera vez desde la fundación del régimen, Fidel Castro anunció por carta su decisión de ceder provisionalmente sus funciones -la jefatura del Estado, del Gobierno, del Partido Comunista y de las fuerzas armadas y de seguridad- a su hermano Raúl, número dos del partido, a causa de unos problemas de salud cuyo alcance impide conocer la opacidad del aparato de gobierno pero que incitan a pensar que Cuba se halla en la antesala del «día después». Suponer que se abre una expectativa de cambio no es exagerado si se recuerda que el líder cubano lleva 47 años en el poder y todavía hace una semana bromeaba sobre su aparente decisión de mantenerse en él. Técnicamente se ha producido lo previsto por el dictador cubano -Raúl Castro era el sucesor designado- pero los 75 años del jefe interino y la personalidad del fundador del régimen permiten creer que ha empezado el ocaso del régimen. La oposición interior -maniatada hasta ahora por la intransigencia del régimen- y exterior tienen la oportunidad ahora de estar a la altura de las circunstancias históricas que les van a exigir un extraordinario esfuerzo de firmeza y generosidad para impedir una deriva de la próxima transición cubana al indeseable terreno del enfrentamiento.
Fidel y sus obvias cualidades para resistir y prevalecer han hecho del país un caso único en el mundo porque ni siquiera el hundimiento de la URSS y su mercado común, en el que Cuba se manejó bien durante años, fomentaron el cambio, económico y político, que la mera prudencia aconsejaba. Enrocado en una situación que explotaba tanto el nacionalismo 'antiyanki' como el personalismo, y convertido en el icono del totalitarismo caribeño Fidel Castro decidió mantener el rumbo contra viento y marea y rehusó democratizar el régimen y facilitar su propia sucesión.
Pero la historia ha probado que no hay estalinismo sin Stalin ni franquismo sin Franco. Con los caudillajes personales se van las instituciones modeladas a gusto del caudillo y el caso de Fidel no será una excepción. La pretensión de que le sucederán las instituciones es una fórmula retórica sin base real. Otra incógnita reside en saber si Raúl Castro introducirá algunos cambios y propondrá una genuina apertura caso de confirmarse la vacante del poder. Pero mas allá de maniobras de corto plazo y protagonismos personales deberá ser el pueblo cubano en libertad quien decida como y cuándo iniciar un camino a la democracia para enterrar junto al dictador tantas décadas de silencio y opresión.
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