miércoles, agosto 09, 2006

LAS CONTRADICCIONES DEL LÍDER CUBANO

Las contradicciones del líder cubano

Martes 8 de agosto de 2006
Por Jorge Edwards
Para LA NACION


SANTIAGO, Chile.- Fidel Castro es una mezcla desconcertante de héroe mesiánico y de hombre pragmático. Ha insinuado muchas veces que es el auténtico heredero de José Martí, la gran figura de la independencia cubana. Pero Martí era un hombre de letras, un poeta, y su vida terminó cuando hizo una carga de caballería contra fuerzas españolas superiores.

No sabemos con qué seriedad se inspira Fidel en la simbología de Martí, conocido en Cuba como "el Apóstol". De hecho, en los comienzos de la lucha contra Batista, los doce primeros compañeros que se agruparon a la sombra de Castro fueron designados por la voz popular como "los doce apóstoles". En consecuencia, Fidel era "el redentor", "el mesías" en persona. Pero él jamás habría buscado la muerte en ninguna circunstancia. Es la antípoda, el extremo opuesto, del apóstol y poeta Martí, así como de Ernesto "Che" Guevara, quien leía el "Canto General", de Neruda, en plena selva boliviana.

A diferencia de ellos, Fidel es el político menos lírico y menos suicida de todo el último siglo. Sólo lee, como ya dije, libros que considera prácticos. Y es capaz de hablar horas sobre temas como el cultivo del café, la plantación de tomates, la pesca industrial. Su relación con los intelectuales ha sido por lo general mala, marcada por la desconfianza. A comienzos de 1971, en la culminación de un período de grave crisis interna, sintió la tentación de hacer una revolución cultural a la manera de los chinos. El caso Padilla, la encarcelación y posterior autocrítica, en el mejor estilo estalinista, de un poeta disidente, fue expresión de ese momento.

Pero Fidel, con su pragmatismo habitual, entendió que Cuba no era China y que una derivación revolucionaria de esa especie era demasiado peligrosa para él y para su régimen. Optó, en último término, por seguir un camino más razonable y por aprovechar las ocasionales aperturas de gobiernos norteamericanos como el de Jimmy Carter o Bill Clinton. Su único verdadero amigo dentro del mundo intelectual, Gabriel García Márquez, le sirvió de cuando en cuando como excelente relacionista público.

El derrumbe del comunismo soviético trajo para él otro momento de extremo peligro, sólo comparable al de fines de 1962. Pero el astuto comandante en jefe, el antisuicida por definición, tenía que esconder alguna carta debajo de la manga. Y así fue. Sin el menor escrúpulo ideológico, se dedicó a entregar espacios de su economía socialista a la inversión extranjera. Si el personaje no se siente a gusto frente a un poeta de izquierda, es capaz de entenderse bastante bien con un empresario capitalista. El que converse con él de minería, de pesca, de agricultura, de problemas de energía, descubrirá que el hombre aspira a ser algo así como una enciclopedia viviente.

* * *
Y en los últimos años se ha producido en América latina un fenómeno curioso. Es como si se hubiera iniciado la repetición de un ciclo de la historia. Lo que ocurre es que en el continente siempre ha existido una tentación mesiánica poderosa. Muchos dirigentes políticos e intelectuales aspiran a la regeneración de sus países, a la purificación, más que al simple y modesto progreso. Y el efecto de este discurso en las masas populares, antes y ahora, ha sido contagioso.

De esos gérmenes nace la santería, el culto a Babalú o a la Virgen de Guadalupe. Y de ahí, de algo que podría definirse como un simbolismo criollo, derivan los nuevos mesías o aspirantes a mesías: los Hugo Chávez, los Andrés Manuel López Obrador, los Ollanta Humala. Son los hijos espirituales del comandante Castro, y uso el término en forma deliberada, consciente de la contradicción implícita en la noción de un marxismo espiritual. Y son las pruebas un tanto ilógicas de su vigencia renovada, de lo que quizá podríamos mirar como una resurrección política o una tercera juventud.

Ahora, claro está, desde el 31 de julio la situación ha cambiado por completo. No creo que Castro, a su edad y en su estado de salud, pueda delegar durante largas semanas el poder y más tarde recuperarlo en plenitud. Eso podría significar que el poscastrismo ha comenzado con el comandante en jefe en vida, así como el posfranquismo comenzó bastante tiempo antes de la muerte de Francisco Franco.

Pero habrá que ver, y seguramente veremos, muchas cosas. El comienzo del poscastrismo sería el probable comienzo de una transición política en Cuba, hecho histórico, sin la menor duda, pero no podemos saber todavía qué rumbo seguirá este proceso y cuánto durará. Hacer predicciones en estas circunstancias sería un ejercicio arriesgado y, además de arriesgado, perfectamente inútil.



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Fonte: La Nación
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