martes, agosto 08, 2006

A RAUL LE SALE UN RIVAL PARA SUCEDER A FIDEL

Nota del Blogguista

Si es verdad que Ricardo Alarcón ha ganado en popularidad con relación a Raúl Castro no ha sido por lo que ha hecho Alarcón en estos días, sino como un rechazo subliminar y no comprometido al castrismo raulista, el cual es más cercano al castrismo fidelista que el que pudiera imponer Ricardo Alarcónñ el secreto deseo de un cambio estaría detrás de esa alza del protagonismo y la popularidad de Alarcón. En ese caso, y de recuperarse el Comandante, la figura y persona de Alarcón estarán al borde del abismo político y ambos hermanos, con algunos de sus acólitos, se encargarán de darle el empujoncito que falta para que Alarcón no tenga nada debajo de sus pies.
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A RAUL LE SALE UN RIVAL PARA SUCEDER A FIDEL



Por Luis F. Millán
Enviado especial
La Habana
La Razón
España
Infosearch:
José F. Sánchez
Jefe de Buró
Cuba
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Agosto 8, 2006


La Habana- Una semana después de que el dictador y multimillonario cubano delegara temporalmente el poder en el menor de los Castro Ruiz, Raúl no ha hecho una sola aparición pública ni ha emitido siquiera una declaración. Y mientras el «elegido» va así empequeñeciéndose cada vez más a los ojos de todos, no deja de crecer otra figura del buró político del Partido Comunista Cubano, la de Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Ricardo Alarcón ---->

El tiempo pasa y las cosas no se ajustan al guión establecido. Fidel Castro no ha podido siquiera dar una «prueba de vida» y la estrategia propagandística del régimen para apuntalar el «aquí no pasa nada» es de una ingenuidad de parvulario. Para intentar tranquilizar los ánimos, ayer el diario «Granma» publicaba, como la más destacada del periódico, la siguiente nota: «Hace unas horas, un amigo, tras compartir con el comandante e impresionado por su recuperación, nos dijo ¡es un caguairán!». Y acto seguido aparece una extensa reseña botánica que informa que el «caguairán» es un árbol que crece en la región oriental de la isla, de madera particularmente dura y resistente.

Al leer esto uno piensa qué mal deben estar las cosas para que ésta sea la noticia del día.
Ya en el plano genuinamente noticioso, «Granma» y «Juventud rebelde» informan del viaje del vicepresidente de Cuba, Carlos Lage, a Bolivia, donde declaró que la recuperación de Fidel Castro llevará «varias semanas».

De Raúl, nada nuevo, nada fresco, pero la maquinaria propagandística cubana sigue haciendo heroicos esfuerzos por darle algún protagonismo. Y así, al igual que viene haciendo desde hace días, el órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista publicó un refrito con el discurso pronunciado por el pequeño de los Castro el 14 de junio pasado con ocasión del 45º aniversario de la fundación del Ejército Occidental. La «chicha» del discurso es la frase: «Nuestra seguridad en la victoria se sustenta en la sangre de los compañeros caídos y en los ríos de sudor vertidos por millones de cubanos».

En este limbo de liderazgo revolucionario, la figura política que ha ido creciendo durante la ausencia de Fidel es la de Ricardo Alarcón, hombre hábil y astuto pero, sobre todo, preparado, que es el único que puede hacerle sombra a Raúl desde la organización del Partido Comunista.

Fue Alarcón quien en una entrevista a la televisión cubana internacional aseguró que Fidel «está consciente y de buen ánimo». Y es Ricardo Alarcón quien se está llevando el protagonismo a través de los medios de comunicación mientras sigue pasando el tiempo. Aquí está la clave, porque Alarcón no figura en el grupo de los «seis magníficos» designados por Fidel en su proclama para «auxiliar» a Raúl en el Gobierno: Carlos Lage, Francisco Soberón, Felipe Pérez Roque, José Ramón Balaguer, José Ramón Machado y Esteban Lazo.

Este fin de semana, Ricardo Alarcón publicó un amplio artículo en «Granma» en el que pone en guardia al pueblo cubano sobre cuáles serán las acciones de EE UU en estos momentos de crisis. Explica que, desde 1959, Washington ha buscado «fabricar una oposición dentro de Cuba alimentada con asistencia clandestina externa y organizar una oposición desde el exterior que sirva de cobertura a las actividades de la CIA». En esta estrategia se encuadran iniciativas como el embargo, los obstáculos para que los cubanos residentes en EE UU puedan viajar a la isla y la supresión de la cuota azucarera, cuya industria «sufriría rápidamente una caída abrupta y causaría un desempleo generalizado. Multitud de personas quedarían sin trabajo y comenzarían a pasar hambre». Alarcón ha sido canciller, representante permanente de Cuba ante la ONU, vicepresidente de la Asamblea General y desde 1993 es presidente de la Asamblea Nacional.

Alarcón goza de amplio prestigio entre los habitantes de La Habana, como este enviado especial ha podido comprobar. «Domina el inglés, es un hombre religioso y no es racista», comenta una mujer en un supermercado ante un escaparate que exhibe botes de magro de cerdo hechos en China y latas de soda mexicana sabor a limón. Uno de los pocos parroquianos que deambulan por una Habana Vieja extrañamente solitaria a las once de la noche pone el «dedo en la llaga»: «Ricardo está muy preparado, pero tiene un problema, y son sus 70 años de edad. Esto que tenemos aquí es una ‘gerontocracia’, oiga». Lo cierto es que, con sus pros y contras, Alarcón es el único que destaca en la anquilosada y vetusta maquinaria política de la Revolución cubana. Mientras, Raúl Castro podría llevar una semana en Venecia y nadie aquí lo hubiera notado. El pasado 10 de julio el presidente George W. Bush aprobó un informe en el que se recogen algunas directrices para «apresurar el fin» del régimen de Fidel Castro en Cuba después de 47 años de dictadura.

<--- Raúl Castro Dicho informe, que viene a desarrollar el denominado Plan Bush de mayo de 2004, precisa que este año y el próximo se dedicarán 80 millones de dólares a ese propósito, recursos todos del Gobierno estadounidense. Con motivo de la enfermedad de Castro Ruiz y la delegación temporal de sus poderes en la persona de su hermano menor Raúl, hace una semana que se especula en la isla cómo serán esas acciones para «apresurar el fin» de la Revolución cubana. Al observar el trazado de la ciudad de La Habana, urbe «desparramada» a lo largo de kilómetros de litoral, y considerar la cercanía de la isla con las costas de Florida, lo primero que le viene a uno a la cabeza es un desembarco de marines certeramente preparados para tomar los «puntos clave» de la capital cubana. Nada más alejado de la realidad. De adentrarse en masa embarcaciones estadounidenses en aguas cubanas, éstas serían pesqueros y yates de recreo propiedad de la colonia cubana en EE UU, fácilmente repelibles por el Ejército Revolucionario, por más «fondón» que éste pueda encontrarse a causa de la ausencia de acción de que adolece desde su intervención en Angola y Etiopía hace 30 años. Lo que el informe de Bush contempla para acelerar la caída de la dictadura es la acción de grupos que actuarían desde dentro. Y, en este escenario, pocas cosas podrían resultar más efectivas que producir apagones a gran escala actuando sobre las centrales eléctricas y grupos electrógenos. Sin violencia alguna, ello dejaría rápidamente a las ciudades y pueblos no sólo sin luz, sino sin agua y en medio de un calor infernal al fallar los ventiladores y equipos de aire acondicionado, además de que se interrumpirían las emisiones de radio y televisión.