LOS ENIGMAS DE LA TRANSICIÓN
Nota del Blogguista
Este articulista, profesor de la Universidad de Miami , está permeado hasta los tuétanos de la propaganda castrista.
En otra parte el autor dice: ¨... El balance histórico muestra el fracaso sonoro de la política del embargo, y en su lugar resultan evidentes los beneficios políticos concedidos al régimen castrista...¨. Si el objetivo del Embargo fuera únicamente derrocar a Fidel Castro, la supervivencia de la dictadura totalitaria cubana demostraría evidentemente su fracaso; pero la respuesta sería diferente si entre sus objetivos, los cuales pueden haber cambiado con el tiempo, están recortar los recursos que le entran al régimen cubano tanto para reprimir al pueblo cubano como para desestabilizar a otros países mediante todo tipo de acciones tanto pacíficas como violentas que comenzaron desde el mismo triunfo, siendo uno de sus ejemplos más conocidos la invasión a República Dominicana entre marzo y abril de 1959 y la efectuada a Panamá ese mismo año.
El régimen cubano ha sido tan discriminatorio como el régimen sudafricano del Apartheid; el régimen sudafricano ejercía una discriminación por raza y el régimen cubano la ejerce fundamentalmente por origen nacional e ideas políticas, aunque la población penal cubana esté conformada por más del 85% por negros y mestizos. Fidel Castro ha promovido y permitido la muerte de al menos 11 000 cubanos, Pinochet permitió la muerte de aproximadamente 3000 chilenos. Sobre el régimen sudafricano y sobre el régimen de Augusto Pinochet se llevaron a cabo diferentes tipos de embargos internacionales. ¿ Por qué no se le ha aplicado a la dictadura totalitaria cubana un embargo internacional ?: Es el viejo doble standard con las que se miden a las dictaduras de dercha y las dictaduras de izquierda.
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Por Joaquin Roy
Los enigmas sobre el futuro próximo de Cuba residen en primer lugar en el término temporal de la propia delegación de los poderes de Fidel Castro a su hermano Raúl. Mucho depende de la extensión de este impasse inédito para ver cómo se comportarán los distintos actores en el interior. No es de descartar una ampliación de la prudencia en la disidencia (que en estos momentos puede demostrar su verdadera valía de cara al futuro de Cuba), ya que si toma pasos en falso puede solamente recibir como recompensa palos de ciego desde el régimen. Esta cautela forma también parte del consenso que probablemente de manera inteligente tomen diversos actores externos, desde el Canadá hasta Argentina, y en toda la Unión Europea, liderada ahora más que nunca por España.
A más largo plazo, no está tan clara la inteligencia que puede demostrar la administración de Bush y qué movimientos puedan generar los diversos núcleos del exilio. El balance histórico muestra el fracaso sonoro de la política del embargo, y en su lugar resultan evidentes los beneficios políticos concedidos al régimen castrista. Por lo tanto, la oportunidad que ahora se abre es importante. Washington podría aprovechar una extensión más allá de lo urgentemente razonable de la suplencia de Castro, para retar a Raúl con una oferta espectacular: el levantamiento incondicionado del embargo.
Esta operación no solamente está avalada por decenas de estudios sopesados, sino que también está bajo la presión de los sectores y los estados productores de alimentos que, en un goteo ya considerable, comercian con Cuba. Puede haber llegado el momento para que los sectores moderados del exilio tomen la iniciativa y prioricen la táctica de convencer al resto y al Congreso de los Estados Unidos de que suspendan la ley Helms-Burton y apliquen con sabiduría las condiciones impuestas para la transición. Raúl no tendría más remedio que elegir entre dos alternativas: rechazar cualquier trato o colaborar pragmáticamente.
En este escenario puede también haber llegado el momento de ver cómo evolucionan los mecanismos mentales en ambos lados del estrecho de la Florida. En el exilio cubano en Miami, la inercia de la supervivencia de la dictadura cubana condicionó durante casi cuatro décadas no solamente la estrategia de los Estados Unidos hacia Cuba (sobre todo desde el ingreso de algunos cubanoamericanos como miembros del Congreso), sino incluso la propia existencia del modo de vida cotidiano. El anticastrismo se convirtió en una provechosa industria, sobre todo en los medios de comunicación. Al otro lado, la resistencia ante el acoso de los Estados Unidos tuvo su apropiada réplica.
En una variante que recordaba la boutade, atribuida primero a los comentarios de la derecha en España en los primeros años de la transición ("con Franco vivíamos mejor"), el exilio temía que algún día llegara a llorar que "contra Castro vivíamos mejor". En La Habana, gracias a la fallida política norteamericana, se temía que también algún día se llegara a exclamar con nostalgia que "contra los Estados Unidos vivíamos mejor", aparte de que una notable minoría, naturalmente, llegaría a meditar que "con Castro vivíamos mejor".
De ahí que tanto en el régimen cubano como el núcleo duro del exilio, cuando detectaban que el gobierno de los Estados Unidos o las circunstancias internacionales eran propicias para una tregua o un arreglo, se formaba una coalición perversa y ambas facciones irreconciliables se ponían aparentemente de acuerdo para desenterrar las hostilidades. El caso más notorio fue cuando la ley Helms-Burton encaraba una dudosa aprobación en el Congreso: Castro decidió derribar las avionetas de Hermanos al Rescate y Clinton se plegó a las presiones aprobando la ley.
Lo que la oposición interior, el núcleo duro del exilio y, naturalmente, el sector intolerante del gobierno norteamericano también temían, y todavía temen más en las actuales circunstancias, es que un también notablemente amplio sector de la población cubana pudiera algún día reclamar que "con Castro vivíamos mejor", o si no "mejor" al menos sin las incertidumbres que el aterrizaje en el capitalismo abierto e incierto (como el imperante en República Dominicana, Jamaica o México) les propinarán de golpe con el cambio drástico de régimen.
Esta posibilidad es la que se abre ahora como un enigma, que no tendrá respuesta hasta el momento real en que Castro desaparezca de veras, Raúl quede neutralizado o milagrosamente (muy dudoso) transformado, o que algunas figuras intermedias se hagan cargo de la administración del país, en lo que puede ser el formato más plausible del período que puede abrirse cuando la enfermedad de Castro se pueda convertir en incapacidad permanente o muerte.
La ventaja que tiene Raúl Castro es que, de momento, domina las fuerzas armadas, clave para la transición, pues es la única institución con cohesión suficiente en Cuba y con poder en las empresas estatales que administran los militares reciclados. Pero toda esta influencia puede venirse abajo si el régimen colapsa totalmente y se encuentran los necesarios sustitutos para
la necesaria gerencia de una Cuba en verdadera transición.
El enigma reside en si ese sector (sobre los cimientos de movimientos disidentes), fuera de los múltiples colectivos que de una manera u otra han colaborado, por necesidad o conveniencia, con el pesado e ineficiente mecanismo del régimen, tiene de veras la energía y los medios para ocupar el vacío. De ahí que, de momento, la estrategia de Washington se base en fiarse más de un "malo conocido" (los militares) que de un bueno por conocer, sobre todo porque no hay que descartar la generación de convulsiones sociales y enfrentamientos sociales en cuanto Cuba comience a transformarse en un país "normal".
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(*) Joaquín Roy es catedrático 'Jean Monnet' y director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami jroy@Miami.edu
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