viernes, septiembre 08, 2006

LA REPÚBLICA DE CORCHO

La República de corcho


Por Luís A. Baralt




Los cubanos constituyen una sub-especie de terrícolas cuya existencia se presume muy anterior a la aparición de Homo sapiens sobre el planeta. Con lo cual es de suponer que ya formaban parte, antes de la Creación, del mundo de las ideas de Platón, en espera de convertirse en realidad. Tuvieron que esperar mucho tiempo; tanto que, cuando al fin llegaron a poner pie en la realidad terrestre, ya la mayoría de las subespecies terrícolas habían echo su aparición.

Sin embargo, la espera tuvo sus ventajas. Durante la misma, algunas de las características más notables de los cubanos, que eran la inteligencia, la imaginación y la reciedumbre de carácter, se acendraron hasta grados superlativos. En sus primeros tiempos de realidad corpórea, debieron sufrir un cautiverio, como súbditos y esclavos del gran imperio austro-borbónico, muy al estilo del que sufrió el sub-grupo de los terrícolas judíos bajo los faraones egipcios. También es de notar que dicho yugo duró bastante en comparación con el sufrido por otros sub-grupos cautivos de los mismos amos. Esto se debió, primeramente, al hecho de que la gran barca que transportaba a los cubanos era de una riqueza excepcional y muy preciada, así como defendida obstinadamente por el Imperio; y, segundo, a que los cubanos eran tan inteligentes y notables individualmente que tuvieron grandes problemas en organizarse a fin de tomar una efectiva acción libertadora, pues todos querían ser el jefe.

A pesar de ello, al fin lo hicieron, bajo su propio Moisés reencarnado en la figura de José Martí. Sin embargo, no tuvieron la suerte de aquel pueblo elegido y su “Moisés” no sobrevivió a la guerra de emancipación. Con lógica muy cubana y justificada, empero, los cubanos se dieron a la tarea de construir una república por medio de sus propios recursos intelectuales, que no eran pocos, ayudados por vecinos que, si bien no enteramente mal intencionados, tenían como es lógico intereses propios y con matices diferentes de los de los aliados cubanos. La empresa no resultó imposible, si bien en el proceso de ejecución del proyecto no dejaron de cometerse algunos errores de bulto.

El caso es que la nueva nave republicana se lanzó al piélago de la historia con gran regocijo general, y se pudo observar que… ¡flotaba! Un sociólogo cubano, admirado del milagro (ya que se presagiaban las más terribles catástrofes – el problema del monocultivo, la corrupción generalizada, las amenazas de populistas y comunistas tanto de estirpe local como de importación, el padrinazgo/patrocinio/paternalismo del vecino norteño, la depresión mundial, etc.), exclamó entusiasta: “¡Ésta es la Isla de Corcho… jamás se hundirá en el proceloso océano!” Pero pasó poco más de medio siglo y sucedió lo inesperado. La barca de la república hacía aguas. Y, hasta el momento, lo único cierto que puede decirse es que, si no se ha hundido completamente, se halla a la deriva o embarrancada entre los más temibles escollos que imaginarse pueda. ¡OH…, horror! ¿Qué había pasado? ¿Cómo había podido suceder que la isla de corcho se fuera a pique después de navegar durante sesenta años ante las brisas más propicias?

Por supuesto, esto es tema de análisis cuidadoso y centrado. Sí, la república