OSCAR ARIAS Y CUBA
Por Huber Matos A.
El artículo “La hora de la democracia para Cuba” del presidente Oscar Arias merece aplauso y meditación. Hay que ser un líder comprometido con el progreso de la humanidad para recordarles a los países iberoamericanos su obligación de ser solidarios con el pueblo cubano. Pero eso no debe sorprendernos. Arias inició su actual presidencia con un discurso que lo alejó años luz de la mediocridad intelectual y moral responsables del atraso de nuestras naciones. El elemento fundamental del planteamiento de Arias acerca de Cuba es la necesidad de apoyar las aspiraciones democráticas del pueblo cubano. Su fórmula de que se levante el embargo norteamericano y se devuelva Guantánamo a cambio de una apertura democrática en Cuba es muy probable que no les interese a los Castro, pero Arias pudiera encontrar otra vía que propicie un cambio en la isla.
Es difícil imaginar que cualquiera de los hermanos Castro esté dispuesto a un ensayo democrático a cambio del fin del embargo y del territorio ocupado en Guantánamo. En primer lugar, en Cuba hay una dictadura confesa, la del Partido Comunista sobre la sociedad. Esta dictadura no es una cuestión de capricho sino parte integral del pensamiento marxista-leninista. Renunciar a ella sería aceptar que, después de medio siglo de castrismo, los fundamentos teóricos e históricos de ese gobierno estaban equivocados. En segundo lugar, además de esta dictadura hay otra dictadura igualmente implacable: la de Castro sobre el Partido Comunista y cada uno de sus miembros. Durante casi cuarenta y ocho años no ha habido una sola decisión importante en el país que no haya sido unilateralmente dispuesta por Fidel Castro. Tanto es así que el enfermo dictador acaba de hacer un traspaso dinástico del poder a su hermano de setenta y cinco años, quien ya ha anunciado que no habrá cambios en el sistema.
El levantamiento del embargo es una oportunidad que solo pudiera aprovecharse con un cambio del sistema económico, ya que no se puede exportar lo que no se produce. Si Cuba tuviera hoy los siete u ocho millones de toneladas de azúcar anuales que producía hace algo más de dos décadas pudiera venderla o convertirla en alcohol y ponerla en mercados a los que actualmente tiene acceso; pero no puede porque solo produce 1.3 millones de toneladas, es decir, menos del 20% de entonces. Al mando de esta industria está un general del ejército. El colmo es que en Cuba está racionado ese producto a la población, algo así como racionar el café a los costarricenses o el vino a los españoles. La solución en Cuba consiste en reemplazar la ineficiente economía centralizada por una en que se respete la propiedad privada y se permita libremente a los cubanos de la isla producir y comerciar el producto de su trabajo. Esto implicaría un cambio de sistema político, de lo contrario el país seguirá viviendo en la pobreza.
Los cubanos son testigos de que siempre que Castro les ha dado la oportunidad a los campesinos de que vendan sus productos directamente al pueblo, la escasez desaparece en cuestión de meses. Al ver la prosperidad en ese sector, el dictador ha lanzado una campaña y los agricultores ante las represalias y las nuevas restricciones dejan de sembrar y reaparece de nuevo el hambre. Un cambio permitiría al país resolver sus problemas básicos y exportar a todas aquellas naciones con las que ese régimen tiene libres relaciones comerciales.
Muy a menudo se pasa por alto que la economía cubana bajo Castro ha sido siempre parasitaria. Fue subvencionada a gran escala por los soviéticos por cuatro décadas, durante las cuales Cuba vendía el azúcar a la URSS a tres veces el valor del mercado mundial y compraba el petróleo a una tercera parte del precio de ese mercado. Hoy recibe una subvención equivalente a dos mil millones de dólares anuales de la Venezuela de Hugo Chávez. También a veces se pasa por alto que Cuba actualmente compra comida y medicinas en los Estados Unidos, de donde también recibe mil millones anuales de remesas familiares.
El levantamiento del embargo estadounidense no ha sido atractivo para Fidel Castro porque los problemas económicos de Cuba no son consecuencias de ese embargo. Ni es probable que sea una alternativa atractiva para Raúl Castro si está condicionado, como justamente plantea Arias, a una autentica apertura democrática. Tenemos la confianza de que el presidente costarricense, a quien todos conocemos como un hombre muy tenaz, encontrará una fórmula capaz de canalizar toda la solidaridad mundial que su sólido prestigio y liderazgo pueden sumar en el mundo. Nadie mejor calificado que Oscar Arias para esta impostergable y honorable misión.
Huber Matos A
San José, Costa Rica
hubermatos@gmail.com
Fonte: cubalibredigital.com
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