MUEREN DOS AMIGOS
Mueren dos amigos
Por Alberto Muller
¡Descansen en paz Rosa Berre y Rafael Quintero, dos amigos que mueren con integridad propia y con el sueño de una Cuba libre en lo más profundo de sus corazones!
Reflexionemos que existe un tiempo real de morir cuando la vida cede en sus pasiones y otro tiempo jurídico que decreta esa muerte. Entre esos dos momentos, surgen dolores insalvables, secretos íntimos aletargados y nostalgias que se esconden en ese misterio inocultable que separa el lindero pleno de respiros con el lindero pleno de silencios.
Recuerdo con profunda tristeza que mi madre murió antes de morir y eso hace que el momento final haya sido más persuasivo, al menos para mi, pues la vida por esas enfermedades catastróficas, decreta en ocasiones la muerte antes del documento legal de defunción.
Y me parece que este fue el caso de mis dos amigos, Rosa y de Rafael, pues ambos sufrieron hondamente en ese tránsito ineludible que separa la vida de la muerte. Sólo Dios, en su misericordia infinita, es capaz de entender ese escenario de sutilezas que encara la individualidad de cada ser humano en el preciso momento de partir o de decir adiós.
Hoy debo pedir al amigo lector que me permita dejar de opinar del hecho noticioso, siempre polémico y atractivo, para reflexionar sobre la muerte de estos dos amigos que, aunque de orígenes ideológicos distintos, vivieron con esa dignidad propia de los seres humanos que optan por ser consecuentes con sus ideas de una forma admirable y sin pausas de descanso.
Curiosamente ambos, de la misma generación y de procedencias de pensamiento diferentes, han muerto con el mismo sueño legítimo de ver una Cuba libre y digna, donde la soberanía resida verdaderamente en el pueblo y no en un puñado de carceleros de la voluntad popular.
Al menos, ese fue el tema de conversación que tuve con los dos en la última ocasión que pude cambiar impresiones con ellos:
Rosa Berre, periodista y maestra, viuda de Carlos Quintela, respetado dirigente del Partido Socialista Popular ya fallecido, hombre de rectitud y de principios. Los dos formaron parte de ese grupo de honestos revolucionarios socialistas, que se apartaron del proceso castrista y terminaron presos y castigados durante la sucia purga de la llamada “micro facción de 1968” ejecutada por el gobierno castrista.
Posteriormente Rosa ya en el exilio, fundó en Miami la Agencia Noticiosa CUBANET para promover las expresiones libres que desde la isla surgían con fuerza de libertad e independencia nacional.
De Rosa Berre guardo innumerables recuerdos de mi colaboración periodística con la agencia noticiosa que ella dirigía. El tema de conversación obligado era el acoso a que estaban sometidos los periodistas independientes y la disidencia de intramuros. De ahí el objetivo de CUBANET y la obsesión legítima de Rosa por romper con ese cerco represivo del castrismo.
Y esta labor periodística de CUBANET ha sido reconocida por la prensa libre en todo el mundo y por los cubanos, tanto de intramuros como de la diáspora, que siguen el quehacer cubano con pasión cotidiana.
Desde CUBANET, con una humildad muy personal y contagiosa, Rosa no descansó en servir de puente entre el movimiento disidente de intramuros y el mundo ansioso por conocer las noticias de la isla oprimida. Con su labor informativa, Rosa ayudó a divulgar la realidad represiva del castrismo sobre la población cubana.
Con Rosa Berre muere un algo de esa dignidad intrínseca y rebelde de la mujer cubana trabajadora. A sus hijos no les deja riquezas materiales, pero sí una riqueza moral por el deber cumplido con su país de origen y por la defensa irrestricta de la libertad de expresión.
El otro amigo, Rafael Quintero, desde su adolescencia y con una sólida formación católica, fue un combatiente incansable contra la dictadura de Fulgencio Batista desde las filas del Movimiento 26 de julio y contra la tiranía comunista de Fidel Castro. Estuvo entre los fundadores del Movimiento de Recuperación Revolucionario (MRR) con Manuel Artime y fue uno de los pioneros en la gestación de la Brigada 2506 que desembarcó en Playa Girón para liberar a Cuba de la pesadilla totalitarismo.
Posterior a su participación en los grupos de infiltración de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, Rafael Qintero se integró a un equipo especial sobre Cuba alrededor de Robert F. Kennedy, entonces Secretario de Justicia en 1961. Después se vinculó al Teniente Coronel Oliver North en su lucha contra las arbitrariedades del gobierno sandinista en Nicaragua. Sus últimos años de actividad se enmarcan dentro de operaciones secretas y encubiertas.
Guardo un recuerdo muy grato de la solidez moral de Rafael Quintero, cuando ya enfermo de sus problemas renales, me dijo en una ocasión relativamente reciente: “no nos queda otra alternativa que seguir pensando y luchando por lograr la democratización cubana”. Pienso que ese fue el objetivo central de su vida pública y lamentablemente muere sin verlo hecho realidad.
En la muerte de estos dos amigos, de procedencias ideológicas disímiles, pero de profundo compromiso y respeto con la libertad, vislumbro el fundamento de la reconciliación nacional cubana, donde tienen que abrazarse católicos, judíos, protestantes, marxistas, agnósticos, masones, ateos y santeros.
La soberanía nacional y la independencia de la nación cubana pisoteadas por el autoritarismo de un estado totalitario tienen que ser rescatadas por la participación de todos los miembros de la sociedad en un encuentro de respeto mutuo, de virtudes cívicas y de expresiones de libertad.
Cuba requiere del concurso de todos sus hijos. Y el ejemplo de Rosa Berre y de Rafael Quintero nos brinda una semblanza de actualidad histórica con la paz social, que el país reclama con rigor.
albmul@bellsouth.net
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