martes, noviembre 28, 2006

REBELDES CON CAUSA

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Rebeldes con causa
Por Tania Díaz Castro



LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - Cuba es uno de los países con mayor índice de desempleo. Dos de los once millones con que cuenta la población están vinculados a los centros laborales estatales.

De acuerdo a declaraciones del gobierno, expuestas en días recientes en la prensa nacional, se ha producido en los últimos tiempos un resquebrajamiento de la disciplina entre los trabajadores del país. Dicho en otras palabras: los asalariados del Estado se insubordinan cada vez más y no cumplen con las normas de trabajo establecidas.

Autoridades del ramo alegan que esta desobediencia se debe, fundamentalmente, a la falta de exigencia y de control de las administraciones, las que por lógica, deben responder a los intereses del Estado. ¿Quiere esto decir que las administraciones no responden a los intereses del Estado, sino a los trabajadores, permitiéndoles que se ausenten de su centro laboral cada vez que lo necesiten sus asuntos personales?

Le pregunto a un amigo que trabaja en el Instituto del Libro cuáles son esos asuntos personales y me dice que los trabajadores carecen de dinero para la alimentación y todo lo demás, que desesperados se ausentan fundamentalmente por el hambre. Viven en una lucha tenaz para poner los alimentos necesarios en la mesa familiar. Esto lo logran, por lo general, fuera del centro de trabajo y se ausentan porque la mayoría de las veces no tienen contenido de trabajo. Está claro que los trabajadores cubanos son muy mal pagados.

Es tan grave la situación de la indisciplina laboral que el patrón Estado aplicará nuevas resoluciones a partir del próximo 2 de enero, con el fin sobre todo de intentar controlar el ausentismo: una resolución sobre la jornada y el horario de trabajo y un reglamento interno para la disciplina, como si las resoluciones puestas en un papel contribuyeran a que el hombre ame su trabajo. ¿Es que el trabajador cubano está deformado? Si lo está, ¿de quién es la culpa?

La ausencia de un trabajador de su empresa, centro de producción y de servicios es igual al soldado que deserta de las filas de su ejército. El soldado lo hace porque no quiere ser soldado. El trabajador porque no tiene motivaciones. ¿Estamos pues ante una conspiración silenciosa, obra de una fuerza popular, donde nadie empuña un arma, pero sí manifiesta su descontento a través de la desobediencia laboral? ¿Estamos ante una huelga de brazos ausentes?

No creo que haya solución posible por muchas resoluciones amenazantes que se apliquen. Son muchos los años con los mismos problemas y las mismas resoluciones. El mensaje que envían los trabajadores cubanos al régimen castrista está bien claro: quieren no sólo mejoras, sino algo más: reformas y cambio.

Los cubanos no quieren lanzarse a los campos de la lucha armada como guerrilleros, ni andar poniendo bombas que van casi siempre contra los civiles. Esas prácticas de lucha corresponden a un lúgubre y luctuoso pasado. Son ahora sencillamente cientos de miles los trabajadores ausentes, los más rebeldes de nuestra cansada sociedad castrista. Tienen en jaque a la nomenclatura, la que lleva 47 años inventando resoluciones, cambiando ministros del trabajo cuando el régimen se siente más herido de muerte siempre en busca de soluciones ante un modelo económico que nunca ha contribuido a elevar la calidad de vida de la población.

Los sordos de conveniencia no comprenden que los cubanos quieren una economía libre, una política sin odios ni rencores, sin discordias, sin enemistades ni amenazas. Sólo así el pueblo podrá sentir un verdadero amor por el trabajo, pero un trabajo humanamente remunerado.